enero 28, 2011

Maldita delicia. Capitulo XVI

¡¡Viernes!!

No debería estar emocionada, ya que hoy si hay escuela :( Pero... como hoy subo nuevo capi de MD, es decir Maldita delicia, pues me encuentro harto contenta :D

Mis queridas lectoras, espero que este capi les guste :) Y mi Cricri que ya se ha vuelto una adicta, espero que te guste :3 Las aprecio por leerme y por sus comentarios. Disfruten de este viernes, que acá en mi pueblo pinta para estar nublado. Espero que así sea, ya que iré a tomarme un frappe, a falta de alcohol, café XD ja. Cuidence y nos estamos leyendo x)


Enjoy ^^





16. Déjame hacerte el amor por primera vez...
Luna Phellan

-Rens dijo que después venia – informo Chuck entrando a la cocina. Dejo el paquete del pan para emparedados en la mesada.
Preparaba algo de jamón con queso manchego para derretirlo sobre un sartén. Producto de una visita de Rens a mi departamento.
-Oh, que bien. ¿Dijo algo más?
-Nah. Regresaba del supermercado – dijo. Él le untaba mayonesa a los panes.
-Bien… - no pude evitar observar su trasero. Enfundado perfectamente en esos jeans oscuros.
-Termine – anuncio y me acerco los panes.
Coloque el jamón en medio y él lo adorno con rebanadas de tomate y algo de lechuga. Se veían muy bien. ¡Y sorpresa!, no los queme.

Llevo los emparedados a la mesa y sirvió un poco de jugo de naranja fresco en un par de vasos altos. Era raro pensarlo siquiera. Pues esta mañana era… nuestra primer mañana juntos-juntos. Ya me entienden…

¿Recuerdan su frase… “–Luna… deja que te haga el amor por primera vez en tu vida…”?

¿Y después de eso yo me sentía envuelta en fuego…? Pues mi estúpido hermano marco por teléfono. A pesar de que rezongue y de que le dije que no contestaría, Chuck me obligo a contestar alegando que podría ser una emergencia. Finalmente me rendí y muy a mi pesar deje sus labios un rato. Por cierto, besa deliciosamente. Delicado y con furia. Mmmh.
Jack estaba ebrio. Cosa rara. Y estaba varado en medio de la nada, con nada más y nada menos que con Lex. No tuve más elección que ir por ellos. No tenían ni un quinto y creo que los habían robado en la dichosa fiesta a la que habían ido. Chuck me acompaño por ellos y después de golpear a mi hermano en el estomago lo lleve al pequeño loft que tenia sobre su taller. Lex vivía a un par de manzanas de ahí. Así que no nos desviamos mucho. Idiotas.
Cuando volvimos a mi departamento… pues las cosas se habían enfriado y volvimos a ser amigos. Chuck se despidió de mí, esta ves sin beso ni nada.
Tal vez se arrepintió, pensé.

La semana en mi trabajo comenzó de nuevo. Con Dorothea gritándole a todo el mundo, pero elogiando mi trabajo con muchas sonrisas. Y si… con Tristan deambulando por la Editorial. Paso un par de veces frente a mi oficina. La escena se repetía, las escritoras de quinta, lo miraban con ojos de cachorras calientes y él olímpicamente las ignoraba. Comenzaba a creer que era gay y que su pareja era Harry.
-¿Luna?
Alce la vista y para mis pulgas: ¡¡Era Tristan!! Sino hubiera traído jeans las bragas se me hubieran caído al suelo.
-¿Si? ¿Tu madre me necesita? – me puse de pie y cerré de un manotazo mi ordenador.
-No, no. Yo te necesito…
Eso se escucho tan sexy de sus labios.
-Ah. Si, ¿Qué pasa? – lo invite a sentarse. Él termino de entrar y cerró la puerta.
-Hmm… ¿Ubicas a Samantha Woods? – su tono era preocupado.
-Ajá. La modelo rubia – que tiene dientes perfectos, cabello hermoso y una sonrisa que hace que la desee muerta, pensé – alta y… bonita – resumí.
-Si, ella – asintió.
-¿Qué tiene?
-Quiero quitármela de encima – soltó. Y se desplomo en la silla.
-¿Qué? – chille, no me creía sus palabras.
Quitársela de encima. ¡Ya no serian novios!, grite en mi interior.
-Si, ella esta diciéndole a todo el mundo que somos… algo. Vamos, ella solo es una modelo que mi madre ama, no quiere decir que yo deba amarla – volteo los ojos. -¿Por qué sonríes?
-¿Eh? – Dios. –Ah nada…
-Si, mira. Se que puede ser tu amiga, pero anda, ella no es mi tipo…
-Uh-hum – asentí. –No es mi amiga, por cierto.
-No soporto su sonrisa todo el tiempo – continuo. - Es linda y todo… Luna… ¿puedes… ayudarme a quitármela de encima? – casi rogó. Subió los brazos a mi escritorio y estiro sus manos hasta encontrar las mías.
Me encogí.
-¿Qué tienes en mente? – pregunte. Porque si me preguntan a mi… Mmmh.
-Bueno… será algo simple. Las demás chicas no… Iré al grano, las demás chicas no te quieren.
-Dime algo que no sepa – ironice y el sonrío.
Me lleva el Diablo.
-Si… Bueno, será algo… improvisado, para que se vea natural. Solo debes aceptar.
-Bueno, si quiero ayudarte. Se lo que es tener esa puta sonrisa mirándote todo el día – mi mano libre camino hasta la foto donde “retoque” a Samantha con bigotes, dentadura incompleta y cuernos. Se carcajeo y soltando mí mano tomo la fotografía y continúo riendo.
-Tienes un don – dijo divertido. –Bien. Entonces estas advertida – me devolvió la fotografía y se puso de pie.
¿Advertida?
-Gracias, en serio – sonrío una última vez y me sentí volar.

Después de eso. No lo volví a ver en toda la semana. El viernes cuando salí del trabajo Chuck me esperaba en la calle sobre su moto. Casi pierdo el piso.
-Hola, Luns – Hacia años que no me llamaba así. Sonreí.
-Hola, Chuck – corte la distancia entre la puerta del edificio de la Editorial y su moto. Dios, su moto… -¿Qué haces aquí?
-Bueno, vine por ti, ¿Qué no es obvio?
-Si, creo.
-Sube – me tendió un casco rojo y dándome su mano me monte detrás.

Disfrute del camino. Abrazada a su torso, recargando mi cabeza en su espalda y aspirando el aroma cuero y hombre de su cuerpo.
Llegamos a mi casa y subimos. Abrió la puerta con la llave de emergencia que tenia. Me hizo pasar primero y…
Casi lloro de felicidad.
Siempre desee una cena así. Con velas, pasta y vino. Él me conocía tan bien que nunca me percate de que tan lindo podría llegar a ser.

-Estuvo delicioso, Chuck, gracias – le dije después de la cena.
-De nada – devolvió la sonrisa y tomo mi mano entre la suya. Acariciando con su pulgar. –Todavía falta lo mejor…
Se puso de pie y me arrastro a mi habitación.
Miles de velas me daban la bienvenida, desprendiendo un aroma a vainilla y rosas. Y en medio de mi cama, un girasol.
-Chuck… - solloce. Me lance a sus brazos y no pude evitarlo, llore.
-Ya… no lo hice para que lloraras – acaricio mi espalda.
-Es que es tan lindo… - sorbí mi nariz. –Gracias.
-Shh – callo mis palabras con un beso.
Cerré los ojos y lo abrace.
Me desnudo con lentitud, sin prisas y mirando mis ojos.
Me tendió en la cama. Trague cuando él empezó a desnudarse. Su piel bronceada me tentó a tocarla. A pasear mis manos por sus músculos y por el hueso de su cadera.
Sonriendo beso mis hombros y bajo por la parte interna de mis brazos. Beso las cimas de mis pechos. Subió por mi garganta y atrapo mis labios entre sus dientes.
-Te dije que te haría el amor… por primera vez en tu vida… - sentencio nuevamente.
Sofoque un grito al tiempo que se unió a mi cuerpo, lento, suave, mirando mis ojos. Las muecas de placer de mi rostro y finalmente la sonrisa que se formo en mi rostro.
Tomo mi cadera y se aventaba tan despacio en mi cuerpo que me desquicio de inmediato. Sentía como me llenaba por completo. Sin dejar de besarme, continúo aventándose entre mis piernas, hundiendo su cara en el hueco de mi cuello y mis hombros. Suspirando y besando con una sonrisa mi cuello. Abrace su cuerpo con piernas y brazos.
Si… Nuestra primera vez. No tenia palabras para describir cuan maravilloso era sentirlo sobre mi cuerpo, sudando, besando, lamiendo y regalándome miles de gritos de placer. Su nombre lo pronunciaba entre jadeos, con la esperanza de que esto nunca terminara. Que me siguiera besando y lamiendo a la luz de las velas. Que siguiera besando mi espalda mientras tiernamente me hacia el amor, acariciando mi vientre y mi botón, anhelante de sus caricias.
Chuck me hizo el amor de muchas formas. Con la mirada, con su tacto, su aroma y su voz. Grite su nombre tantas veces que sentí que se grababa a fuego en mi garganta. Mi cuerpo se fundió con él una vez que grito mi nombre. Lo sentí explotar en mi cuerpo, con la respiración forzada, sonriendo. Nunca dejo de sonreír. Esa sonrisa que conocía tan bien y que tranquilizaba la fiera bestia dentro de mi cuerpo.

Exhaustos nos derrumbamos en la cama y empecé a reír.
-¿Tan mal…?
-¿Qué? Si no me rió de ti… sino de mí… - ataje. Me recargue en mi costado derecho y despeje su rostro, echando a un lado su cabello revuelto. –Sin duda es la mejor noche de mi vida – acaricie sus orejas.
Sin decir nada me beso una vez más al tiempo que me envolvía en sus brazos.
-Duerme… preciosa… - susurro y tarareaba una canción.
Que ya estando más dormida que despierta reconocí como “Te amo” del Camino hacia el Dorado. Cerré los ojos con fuerza.

((Click aqui para ver el video))

-¿Luns? – Chuck rozo mi mano devolviéndome al presente. -¿Pasa algo? Tenías la mirada perdida…
-No, no pasa nada. Estoy bien – asegure con una sonrisa.
Le di un último trago a mi jugo de naranja.
-Lu… yo…
-Chuck, no tienes que decir nada. Es decir… Bueno, ¿que ibas a decir?
Él me miraba divertido. Sabia que interrumpía las cosas cuando estaba nerviosa. Se removió el cabello.
-Nada. Solo iba a decir que me la pase de maravilla ayer por la noche y la cena… y el desayuno estuvo genial. Solo eso…
-Ah – baje la mirada.
¿Cómo debía comportarme? Conocía cada rincón de Chuck ahora. Y lo conocía ahora con mayor profundidad. La voz de Chuck que tanto me gustaba, profunda, ronca, sensual. La escuche en tantos matices que aun recordándola me enchinaba los vellos.
-Lu… ¿quieres que me vaya? ¿Quieres que olvidemos… lo que paso? Mira, si de alguna manera te sientes incomoda con esto. Siempre puedo darme una terapia de electroshock y borrar las ultimas 12 horas. En serio.
-No quiero que hagas eso Chuck. No quiero que te vayas. Solo… - lo mire. –Solo… lo que hiciste por mi fue muy lindo. En verdad que lo fue.
Hice una pausa. Chuck me observaba atento, en silencio. Esperando.
-Luna. Tienes miedo… Miedo… miedo de que lo que puedas sentir por tu mejor amigo. Luns, te conozco mejor que la palma de mi mano. Se que estas nerviosa y todo eso. Conozco ese tic que tienes. Cuando retuerces tus dedos y mueves los pies sin parar. Y te conozco tan bien, que se que me evitaras por un par de días. Alegando que tienes mucho trabajo, que no podrás salir los viernes conmigo porque saldrás con tus amigas… Conozco de memoria cada una de tus excusas. E inventaras unas nuevas.
¡Diablos! Me conocía tan bien.
-Será mejor que me vaya – soltó mi mano y se puso de pie. –Me la pase muy bien. En serio - Tomo su chaqueta.
-Chuck… - él tenía una mano en el picaporte de la puerta. Me miro.
-Dime…
Tome aire. Tratando de no ser una completa loca desesperada. Y que él no notara mi desesperación. Mordí mis labios.
-Solo tienes que decirlo.
-¿Decir qué? – pregunte. ¿Cómo es que sabía lo que haría?
Él sonrío ampliamente y regreso frente a mí.
-Por eso me encantas… - dijo antes de besarme.

Me estremecí. Lo abrace de la cadera. Disfrutando del dulce beso que me regalaba. Siempre me sentí protegida por él. Como si nada me fuese a pasar a su lado. Él había estado a mi lado, cuando Jensen se fue. Aun sin saber nada y sin exigirme una explicación de mi llanto, él estuvo ahí. Limpiando mis lágrimas y obligándome a sonreír. Su sinceridad siempre mataba la mía.

-Chuck… - musite contra sus labios.
-¿Ajá?
-Si sabes todo de mí… ¿Cómo podré sorprenderte?
-Lu, siempre lo haces. Siempre – aseguro tomando mi rostro con sus manos. –No se todo de ti. No se que pasa aquí, cuando las luces se apagan y vuelves del trabajo.
-Te aseguro que no es lo que hicimos ayer.
-Lo se. Casi llevo 10 años conociéndote, y siempre aprendo algo nuevo de ti. Como ayer… ese lunar en tu estomago no lo conocía.
-¡Chuck! –chille avergonzada.
-¿Qué? Te dije que no te conocía al 100 por ciento. Y es muy sexy como cierras los ojos cuando…
Chuck deslizo una mano suavemente dentro de mis shorts. Jadee.
-Es muy sexy cuando cierras tus ojos, justo… - No logre evitarlo. Cerré los ojos. –Si, así… O también cuando… - Chuck acaricio mi entrepierna sobre la tela de mis bragas de algodón. –Cuando muerdes… Si, así, tus labios.
-Chuck… - gemí.
Me cargo entre sus brazos hasta el diván. Me tumbo en el diván, y se coloco sobre mi cuerpo.
-Luna, adore cada una de tus muecas. Cada respiración, cada roce de tus manos sobre mi cuerpo. Soñé contigo cada noche después de conocerte. Algunas veces cosas más sucias que un simple roce de tus dedos sobre los míos. Al paso de los años, supe que eras algo más que mí mejor amiga. No eras la dulce Luna, eras la Luna decidida que entro a la preparatoria. La Luna fiera y salvaje. Me encanto cada una de tus facetas. La única que no me gusto nada… Fue cuando Jensen se fue. Lamento que su partida haya causado eso en ti. Era nuestro amigo y también me dolió.
-Chuck… Jen…
-Shh – atajo. -Ya paso. Se muy bien que…
-Chuck. Ahora estoy vuelta un lío.
-Lo se. Solo te doy a probar tus opciones – se inclino a besar mi cuello. –Y soy una de las mejores, nena.
Reí. Terminaría por volverme loca.
-Sin presiones, Lu – musito jalando el lóbulo de mi oreja entre sus dientes. –Dejare que disfrutes de mi cuerpo como una posesa…
-Que caritativo, Chucky.
-Lu… no juegues – advirtió.
-¿Qué? ¿Qué hice? – me hice la inocente y baje mis manos a sus nalgas.
Oh si, como deseaba hacerlo. Apreté su trasero un poco. Chuck jadeo por la sorpresa.
-Eres una perversa – sonrío.
-Recuerdo que me llamaste perra cuando hice… - deje su trasero y una de mis manos bajo a su entrepierna – esto.
Chuck dio un brinquito.
-Pero recuerdo que me apretaste como si mataras a un pato – entrecerró los ojos.
-Lo siento… Te compensare – bese su nariz. Mi mano acaricio despacio, sobre la tela del jeans.
Quería escuchar sus jadeos. Lo quería vuelto un loco para mí.
Metí la mano dentro de sus jeans.
-Ups. Olvide mis boxers – comento pícaro.
-Malo, malo – lo tome entre mis dedos.
Comencé tomando su extensión, frotando de la punta a la base. Sin despegar mis ojos de Chuck. Él cerró los ojos y oculto su rostro en mi cuello. Respirando jadeantemente.
Chuck gemía en mi cuello, mientras yo continúe frotando su dureza con delicadeza. Tomando suavemente la carne delicada de su sexo. Y aunque yo necesitaba probarlo me contuve y sacie mi sed de él, besándolo.
Cuando Chuck empezó a respirar más agitadamente supe que mis caricias pronto culminarían con un grito arrollador de su voz. Sentí la calida humedad de Chuck derramarse a través de mis dedos. Su corazón palpitaba velozmente.

Dejo caer su cuerpo sobre el mío. Una rodilla entre mis piernas sostenía su peso, sin dejarlo caer por completo sobre mí.
-Te digo que nunca dejaras de sorprenderme… - beso mi nariz.
-¡Lunática!
-Es Jack…
Chuck se bajo de mi cuerpo y acomodo sus jeans. Corrí al baño a lavar mis manos.
-¡Lunática! – Jack aporreo la puerta.
-Corre… Tu hermano esta por volverse loco – advirtió Chuck.
-Abre tú… Me daré un baño – cerré la puerta del baño.
-Tramposa.

No tarde en salir de la ducha y vestirme. Unos jeans y una blusa negra bastarían.
-¿Qué sucede? ¿Algo se quema? – pregunte al mirar a Jack en la sala, platicando con Chuck. Ya tenían dos cervezas en la mesa de centro.
-No, boba. Solo que ya tiene mucho que no te veo… Además, mis padres preguntaron por ti. No fuiste con nosotros a pescar hace dos semanas.
-Tenia trabajo, Jack – me senté en el brazo de sillón y bebí de la cerveza de Chuck.
-Chuck, ya le dije a la abejita trabajadora que deje a esa vieja bruja, pero ella se empeña en ir. Parece que le gusta que era víbora le grite – gruño. –Habrá algo más por lo que Luna no quiera salir de ese nido de ratas.
No podía creer como decía tantas cosas insultantes en una sola frase.
-Bueno, Jack, es el trabajo de sus sueños. No podemos culparla por eso…
-¡Si podemos! La muy desgraciada ya no sale conmigo ni con Lex los sábados por la noche… alegando que su jefa la necesita. Venga, Chuck, si sabes algo más de Luna, dímelo – pidió.
-Desgraciada – me burle, imitando su voz.
Chuck me miro y sonrío. Ya concia a mi hermano como era de exagerado.
-¡Claro! ¿Desde cuando no salimos todos? Digo, tus amigas, mis amigos, todos – alzo ambas cejas. –Estas muy ocupada con tus conquistas que te olvidas de tu hermano – ahora fingía tristeza.
-Ya va, tranquilo – deje el brazo del sofá y me senté a su lado para abrazarlo. –Pronto Jennifer cumplirá años, le haremos una fiesta en León. Lleva a tus amigos, y espero que estén guapos. ¿Ok?
-Me parece perfecto – Jack me devolvió el abrazo y beso mi cabeza. –Es fácil convencer a esta diablilla – comento mirando a Chuck.
Chuck rió.
-Me avisas que día es.
-Es para el 31 de octubre.
-Oh, saldrán las brujas – hizo gesto de terror.
-Solo tu, monstruo – le di un coscorrón.
-¿Chuck, como la soportas?
-La imagino desnuda – respondió Chuck con una sonrisa perversa.
-Ugh. No podría, es mi hermana. Vomitare… - Jack se puso de pie. Camino a la salida. –Los dejo. Y por favor, Lu, llámame de vez en vez. Estoy muy solo, necesito una chica… Chuck, hombre, ¿tienes alguna de tus conquistas libre? La ultima con la que estuviste, Dios, era preciosa.
-Lo siento, Jack, me dio una bofetada cuando olvide su nombre.
-Duh – lamento Jack. Creo que yo sobraba en esa charla. –Lastima… Tenía unos pech…
-¡¡Jackson!! – chille. –Demasiada información, te recuerdo que sigo aquí.
-Venga, Lu. Como si tu o tus amigas no hablaran así de nosotros. Te conozco…
Voltee los ojos.
-Como sea. Pasare por tu trabajo después, Chuck. Podremos charlar de chicas sin la presión de la bruja de mi hermana cerca. Te quiero, Lu.
-Adiós, Jack, también te quiero.
-Te espero entonces, Jack – dijo Chuck antes de que mi hermano saliera y azotara la puerta. –Bueno… yo también me voy.
Tomo su chaqueta.
-Ok.
Esto del día juntos se termino muy rápido. Todavía ni eran las 3 de la tarde. Y ya estaría sola de nuevo.
-Nos vemos después… - Chuck tenía una mano en el picaporte cuando dijo eso.
Yo lo miraba desde el sofá donde minutos antes estaba sentado. Asentí.
Él sonrío y salio. Era raro estar sola de nuevo. La nostalgia me daba con tubo.

Para olvidar la deliciosa mañana con Chuck, comencé a recoger los platos de la mesa. Los avente al fregadero molesta. Odiaba estar sola. Por eso pasaba todo el día en el trabajo. Donde Dorothea podía gritarme, donde podía platicar con Neal, con Harry. Y donde algunas veces veía a Tristan. Era delicioso verlo caminar por los pasillos en esos jeans que le ajustaban perfecto. Dios…
Quizá si me apuraba lo vería. Solía andar por Central Park los sábados en la tarde.
Apresure mi cambio de ropa. Cambie mis Chuck Taylor por unos botines de piel negra, una linda chaqueta negra y tome mi cabello en una coleta. Hoy saldría a cazar a Tristan. Si.

Tome un taxi a Central Park. Camine rápido hasta el lago. Con cierto nerviosismo. Anduve un par de minutos rodeando el lago, pero no había señal de Tristan. ¡Diablos! Se me había escapado. Rendida, de nuevo, me senté en una banquita. Caía la tarde.
¿Qué se supone que hace una en la tarde? Cuando todas las parejitas deambulan ante tus ojos, burlándose. ¡Argh! Odio a las felices parejas andar por la calle, tomadas de la mano, suspirando amor, y mirándose con ojos de borrego a medio morir.
-Agh – suspire con pesadez. Justo una pareja se estaba besando frente a mí. ¡Malditos!
-Luna…
Cuando gire hacia la voz…
-¡Evan!

enero 26, 2011

Búscame - Capitulo VIII

Hola chicas. Mitad de semana. Si... Yo ya quiero que sea viernes, ¿Ustedes?

Bien, como les dije o les comente en un capitulo de Maldita delicia, habrá sorpresas... Y si son listas lo descubrirán ;) Y como se que si lo son. Aquí entre estas letras esta una pista :D Ya me siento como en Pistas de Blue XD jaja

Ay que tiempos aquellos... ("El correo ya llego anunciando su canción y grito con emoción: ¡¡CORREOO!!", jaja, malditas drogas). Se que deje botada Búscame, pero es que me concentre tanto en Maldita delicia que deje a Eric un ratin. Pero de nuevo vuelve a la carga, y con Amelie con todas las pilas ;D

Ojala les guste este capitulo :3 y que rían mucho X) Se cuidan, nos leemos pronto.


Capitulo VIII

-Oh, ¿usted cree? – la voz y después las risas de dos mujeres en mi departamento me despertaron.

Una sin duda era la risa escandalosa de Amelie, la otra…
-Claro que si, este chico, Eric es un tipo bastante serio, pero cuando venia aquella chica, la de los cabellos marrones, bueno… cambiaba su semblante. Tú me pareces más adecuada para él.
-Vaya, pues gracias, ¿quiere más café señora Spencer?

¡¡¿Qué?!!

¡La señora Spencer en mi departamento! Esto debe ser una pesadilla, y Amy ofreciéndole café… ¡Joder!

-Oh, no querida, tengo mucho trabajo que hacer en mi departamento, ya sabes, el trabajo de una nunca termina.
-Si, ya veo. Además, usted se tiene que enterar de todo lo que pasa en el edificio, ¿no es cierto? Es muy amable de su parte el contarme la vida de Eric, cosa que por cierto no desconozco, he sido parte de ella por… digamos, toda mi vida. Muchas gracias, ya sabe donde es la salida.

Un silencio de muerte se escucho en la salita. Yo contuve una carcajada. Después el ruido de una puerta cerrándose.

-Vieja bruja – bufo Amelie cuando por fin me aparecí por la sala.
-Buenos días, ¿con que fraternizando con el enemigo, ah?
-Es una loca… me pregunto que si era tu hermana. Loca, ¿Qué le importa? – decía molesta.

Uy, Amelie molesta, esto era nuevo y, si, déjenme decirlo, excitante.

-¿Sabes que te ves hermosa cuando te enojas? – le dije tomándola de la cadera. Amelie se estremeció.
-No, no sabia – contesto sonrojada.
-Pues ahora lo sabes… - bese su cuello.
-Mmmh, lamento decirte que no suelo enojarme seguido.
-Ajá – respondí contra su cuello.
-Eric… - gimió. –Tengo que ir a buscar empleo, no seré más tu parasito.
-No eres mi parasito – la mire a los ojos.
-Si lo soy, llevo dos semanas haciendo de tu mucama, yo no estudie Artes Plásticas para ser tu mucama – se quejo, cruzando los brazos sobre su pecho.
-Lo se, pero… yo no te pedí que tendieras mi cama todos los días, ni que llevaras mi ropa a la lavandería, tu misma lo haces.
-Si, ya… no lo haré más. Iré a pedir empleo. ¿Bien?
-Bien… - lleve su cabello detrás de la oreja, se estremeció. Adoraba eso.
-El desayuno esta en la cocina.
-¿Lo ves? Tu sola haces todo…
-No te emociones, solo es café y pan tostado con mantequilla, no soy una gran cocinera – dijo alzando la barbilla.

Recogió su cabello en una coleta, se puso un saco negro y tomo su bolso, uno pequeño que cruzaba sus pechos desquiciándome. Trague con dificultad, al verla agacharse a tomar las tazas de café de la mesita de centro, sus jeans le abrazaban su trasero con lujuria.

-Volveré cuando tenga empleo – dijo segura regresando de la cocina.
-Ok, suerte.
-Gracias. No soy de las típicas personas que le piden a Dios no encontrar empleo, así que regresare con uno.
-Lo que digas.

Amelie seria mi heroína si volvía a casa con un empleo, uno chiquito, lo que fuera, pero que tuviera empleo.

-Buen día, Eric – se puso de puntitas y me dio un beso rápido.

No fui tan hábil ya que se me escapo de las manos, estaba dispuesto a desearle algo más que suerte a esa diablilla de ojos azules. La vi salir entre risas del departamento.

Tome una larga bocanada de aire. Bueno, ya empezaba mi día.



-Eah, hombre… ¿Quién es la afortunada de compartir tu cama? – canturreo Cameron.
-Amelie – respondí con una sonrisa.

No podía dejar de sonreír.

-¿La chica de los ojos azules?, ¿la misma que fue casi arrestada por pelearse con un taxista?

Casi ser arrestada, ja, recordaba eso.

Amelie venia esposada, junto con un taxista, que tenia un golpe en el ojo izquierdo. Amelie alegaba que el tipo estuvo a punto de atropellarla, que no respeto la señal amarilla de prevención y que estuvo a nada de matarla. Ella comenzó a gritarle improperios, claro, al tipo se le hizo fácil encararla. No contaba con que Amelie no le teme a nada y ella le dio un golpe. Mismo que tendría morado horas después.

Dejaron libre a Amelie, y al taxista le dieron una multa, porque después el video de vigilancia vial, lo demostró culpable. Fin del caso.

-Si, ella, la misma.
-Puf, hombre, es linda y…
-Anda, dilo… - le urgí, sabia lo que diría.
-Si bueno, no te ofendas, pero es un poco rara, en buen sentido, claro.
-Si, es muy rara – sonreí.
-Ya va, quita esa cara de felicidad, que me das asco – gruño y salio de mi oficina.


No podía quitarla, tener a Amelie estas dos semanas, fueron mejor que todos los meses que tuve por solo un par de horas a Serena. Era una mierda al compararlas, lo se. Pero es que solo así podía medir mi nivel de felicidad.

El tiempo para mi fortuna paso volando. Salí del departamento de policías, dirigiéndome al tren. Un mensaje de Amelie antes de que entrara a la estación me detuvo.

“Lo conseguí, soy mesera” - casi podía verla brincar de alegría.

“¿Mesera, ah? Que bien” – conteste.

No tardo ni un minuto y ella me devolvió el mensaje.

“Se que no es nada de lo que estudie, pero los del Museo me dijeron que me llamarían después”, al mensaje le agrego una carita feliz.

“Ok, tendremos que celebrar. Te veo en el departamento” – entre a la estación.

“Sip. Adiós” – su mensaje me llego minutos después de que subí al tren.

La vi llegar al departamento con una bolsa de papel en las manos. De ahí saco su nuevo uniforme, según me dijo cuando se lo media por encima de la ropa.

-Es un restaurantito. Hay chicas muy lindas y simpáticas ahí. ¿Esta lindo mi uniforme, no? – sonrío.
-Si, es lindo.
La falda era azul, arriba de la rodilla, blusa blanca y un chaleco color amarillo mostaza. Se vería bien en él.

-Mañana empieza mi capacitación – suspiro - , espero hacerlo bien. No quiero ser más tu parasito.
-Ya te dije por la mañana que no eres mi parasito, ¿entiendes? – camine hasta ella pues me encontraba en el desayunador y ella en el sofá negro de piel.
-Ok, entiendo – asintió aun con la cabeza agachada.
-¿Quieres salir a cenar o algo? Para celebrar tú nuevo empleo.
-Vale, iré a lavar mis dientes – beso mi nariz y salio disparada al baño.
No tardo nada. Solo se coloco una cinta en su cabello y se la ato en un mono de lado en su cabeza.

Tome su mano cuando salimos del edificio, logre escuchar como la Sra. Spencer se pegaba a su puerta.

-Volveremos tarde Sra. Spencer, no nos espere despierta – grito Amelie mirando hacia atrás.
-Eres malvada, la Sra. Spencer es una vieja bruja…
-No tiene derecho a meterse en la vida de los demás.
¿Sabes? Hasta me contó de un par de chicas que viven tres pisos más abajo. ¡No tiene porque meterse en su vida! – gruño.
-Si… esas chicas no causan tantas anomalías como tu – le dije en broma.
-Si, supongo que no. La Sra. Spencer dice que ellas nunca han llevado a un chico… A un solo chico a su casa. Sino a varios, bueno, pero que le importa – continuaba quejándose mientras caminábamos por la acera.


Tomamos un taxi a un pequeño restaurante chino en la 5ta avenida. Cho sonrío al verme con Amelie. Esa mujer era bastante… peculiar. Sus andares eran un poco saltarines y siempre con una sonrisa amable en el rostro. Alzo los pulgares cuando nos dejo en nuestra mesa con dos platos para el buffet.
-Te conocen por aquí, ¿ah? – comento.
-Algo por el estilo – sonreí.

Servimos un poco de todo en nuestros platos. La comida ahí era fabulosa. No solo era barato, sino delicioso también.

Cuando terminamos la comida, y caminábamos de regreso a casa. Pasamos por una vinatería, donde me hice de un vino tinto delicioso. Era muy recomendado y según decían era exquisito. Eso bastaría para celebrar el nuevo empleo de Amelie.
Tome de nuevo su mano y seguimos por la acera. Amelie me tenía abrazado de la cadera. Era raro caminar así con ella. Sentirme unido a ella. Querido por ella. Amado.

A una calle de llegar al edificio donde vivíamos. Se me detuvo el corazón. Serena estaba en la acera. Lucia furiosa…
-¿Con que por ésta me dejaste? – grito hacia nosotros.
Faltaban al menos unos 10 metros. Su voz resonaba furica, colérica.
-Serena… - Una chica rubia la jalo del brazo, pero ella se zafo. –No… no Sam. ¡Por esta gata! – señalo a Amelie.
Amelie la miro, después me miro y volvió sus ojos a Serena.
-Serena, por favor… - pedí acercándome. Error. Me propino una cachetada.
-¡Hey! – Amelie tomo mi mejilla. -¿Estas bien? – sonó preocupada.
-Si, si estoy bien – sonreí.
-¿Por qué? ¿Por qué? – repetía Serena y se colgó de mi chaqueta empujando a Amelie.
-¡Tu sabes por qué! – le grite, no estaba para sus escenas de borrachos despechados.
Ella me dejo, y no teníamos nada que ver. Así que esto había llegado al fin. Tenía a Amelie en mis brazos y no la dejaría por ella.
-Lárgate, Serena. Tú y yo, como tu misma dijiste, nunca existió. Vete – ordene.
Estire mi mano a Amelie y ella la tomo sonriente. Serena la miro.
-¡Perra! – le grito.
Amelie soltó mi mano y en una escena de 3 segundos, mire como en cámara lenta como Amelie le daba un puñetazo en la nariz a Serena. Como Serena se doblaba de dolor y caía de rodillas al piso. Su amiga rubia se hinco a consolarla, mientras miraba a Amelie furiosa.
¡Ja! Todo eso en 3 segundos. ¡Amelie es mi chica!
-Y vuelves a decirme perra… y sabrás cuan perra puedo ser – le dijo dándole la espalda y entrando con los puños cerrados al edificio, donde yo estaba como espectador.

Subió decidida y en silencio hasta nuestro piso.
-¿Ella era… tu novia?
-No, nunca fuimos nada.
-¿Eran amigos?
-No…
-¿La amas?
-No.
-¿Lo dices en serio?
Abrí la puerta y ella entro, sin dejar de mirarme.
-Amelie… - comencé – ella y yo, nunca fuimos nada. Y si, hablo en serio cuando digo que no la amo.
-Bien… - suspiro. –Porque si la amas… Yo… yo debería disculparme por interferir entre ustedes.
Casi me tiro a reír.
-¿Qué parte de no la amo, no entendiste?
-Ya… - sonrío volviendo a ser la misma Amelie. -¿Le di un buen golpe, no?
Estalle en risas finalmente.
-¡Puch! – exclame. –Sin duda eres mi heroína – la abrace.

Ella empezó a besarme. Solo había una cosa para celebrar a mi nueva heroína. Una maratón de sexo. ¡Si!

enero 21, 2011

Maldita delicia. Capitulo XV

¡Yeah yeah! Lindo viernes. Mi ultimo viernes sin escuela :(

Ya pronto se acaban mis vacacionsillas. El lunes de nuevo a la escuela, a mi primer ultimo dia de escuela. Joder. Tengo miedo... XD



Por otro lado... aqui les dejo un nuevo capi. Que cosas, que cosas... (: No tengo mucho que escribir para saludarlas o asi... Asi que me queda decirles que lo disfruten :} Y mi Cricri... ¡¡¡No te desmayes!!! Te amo...


Ando felisota... (Despues de todo si tenia cosas que escribir). La razon... No hay razon. Pero hey! Me compre mi libro "Why men loves bitches", acá en México le pusieron "Por qué los hombres aman a las cabronas" Yeeeeh. Empezare a leerlo, puede que las chicas aprendan algo de ese libro :) ja.



Enjoy! ^^




15. Cobardes, perdedores y un desmayo
Renata Cotty

Ligera.
Si, en una palabra así me sentía. Después del laaaargo día en casa de Lex, me libere. Dios, si, quizá era una perra, pero como diría Luna: “Una perra con suerte”.
Sonreí al recordar a mi amiga, que dicho sea de paso no veía desde el día en que salimos de casa de Emily. Aunque sabía que ella no andaba mal acompañada. Chuck salio de su casa una tarde, cuando llegue de mi trabajo. Quizá ella y él… Finalmente sucumbieron por su atracción.
Luna me presento a Chuck una tarde en la que él le había enviado una nueva botella de vino. Era él el responsable de la buena dotación de vinos de mi amiga. Y dijo ser su mejor, mejor amigo. Lo conoció antes que a nosotras. Y según después me contó Luna, era amigo de Jensen también. Que dicho sea de paso, tenia varios días sin saber de él.

-Hola, Chuck – un sábado cuando volvía del supermercado, Chuck salía del departamento de Luna con el cabello más alborotado y las mejillas sonrojadas.
-Hey, hola Rens, ¿Qué tal? – pregunto cordial.
-Todo bien, ¿y tú? ¿Cómo esta Luna?
-Bien, - sonrío. Que linda sonrisa tenia – ella… esta preparando el desayuno. Me mando por pan para unos emparedados – alzo los hombros. –Es lo único que puede hacer sin quemar el departamento – comento divertido.
Me carcajee. Ya le tendría que dar algún día clases de cocina o moriría de hambre.
-Si, lo imagino. Bueno, le dices que después la paso a ver – metí la llave en la cerradura de mi departamento mientras Chuck asintiendo se dirigía a las escaleras.

Entre a mi departamento y deje las llaves en el bowl de siempre. Lleve las bolsas de papel con víveres a la cocina y metí la leche y un par de cosas más a la nevera. ¡Oh si! y mi bote de helado. Eso no me podía faltar. Me gire para guardar los platos y vasos limpios de mi fregadero, cuando me percate de una maleta negra en mi sala. Eso no estaba ahí cuando me fui esta mañana.
Nerviosa tome un mazo para aplastar carne y lo más sigilosamente posible salí de mi cocina y me encamine al pasillo. Un perfume que se me hacia conocido azotaba mi nariz. Abrí de golpe la puerta del baño…
-¡Largo de aquí, miserable! – grite.
-¡Renata! – grito… Mi hermano. ¡Dios! ¡¡Mi hermano!!

Vincent dejo el lavabo, donde limpiaba su cara y me apachurro entre sus brazos.
-¡Dios! Que buen recibimiento… - comentaba divertido. Su pecho me hacia brincar. -¿Qué pensaran los vecinos si ven que quieres matar a tu hermano? – preguntaba al tiempo que me dejaba en el piso y acomodaba o mejor dicho, desacomodaba mi cabello.
Fruncí los labios.
-Cállate – le di un golpe en el pecho.
-¡Hey! Y me golpeas – chillo, fingiendo enojo.
-¿Por qué no me dijiste que volvías? Pude haber ido por ti al aeropuerto…
-Nata, me ofendes – de nuevo fingió - ¿el aeropuerto? Ja, basura. Llegue aquí en autobús. Claro, después de que pase por Francia, Londres, el Caribe… Todo muy lindo y divertido – recordó.
-¿Mis padres saben que volviste?
-¿Y dejar que mi madre me regañe por la barba y por no bañarme en días? ¡Estas loca! – exclamo teatralmente.
-¿Quieres darte un baño? Adelante, preparare algo de comer…
-Esa es la hermana que recordaba… - alboroto una vez más mi cabello y salí del baño.

Vince tardo poco más de media hora en el baño. Le prepare un filete asado con papas horneadas y algo de ensalada verde. Acomode los platos en la mesa y lo espere en el comedor mientras lo escuchaba vestirse y maldecir. Era un loco. Un artista y un vago loco.
Decidió emprender el viaje por el mundo cuando cumplió 19, casi no lo veíamos en casa y mi madre se preocupaba por él continuamente. Era su muchachito especial. Si, así como Marge Simpson. Vincent era dos años mayor que yo. Y si mis cuentas no fallaban, estaba por cumplir 26.
Si se quedaba el tiempo suficiente quizá le haría una fiesta. ¡Uf! Esperaba que se quedara. Tenía años sin verlo. Hasta lo veía más alto. Venga, Vince ya era alto.

Entro a la salita y se sentó frente a mí. Ahora lucia como un ser humano normal. Con el cabello y la cara lavados. Se rasuro la barba de modo que ahora no parecía un fiel seguidor de Charles Darwin o un judío psicótico. Sus ojos azul cielo ahora resaltaban más. Su cabello corto revuelto y a la moda.
-Bienvenido a la Tierra, Vince – hice un ademán con la mano.
-Ja-ja. ¿No vino la graciosita? – ironizo y tomo un vaso para servirse agua de frutas frescas. Le dio un sorbo. –Hace años que no bebía algo así… Esta deliciosa.
-¿Pues que tomabas? ¿Agua de charco?
-Nop. Cerveza, vino, vodka, todo eso… Los artistas son caprichosos, Nats – comento alzando el vaso y llenándolo para beber el contenido de un sorbo.
-Son raros, excéntricos…
-Te diré algo. Si eres pobre, eres un jodido loco, si eres rico eres excéntrico…
-Eres un jodido loco – sentencie con una risa contenida en los labios.
Vince alzo la ceja.
-¿Qué hay de comer? – pregunto después de un segundo.

Le serví una buena ración de comida que el devoro, si, devoro gustoso. ¿Acaso lo tenían amarrado? Cuando le serví una segunda vez, comió más despacio y esta vez si disfruto de mi comida. Continuamente agradecía y adulaba mi sazón.

-Vince… ¿y por qué volviste? – esperaba que no lo hubieran vetado de algún país extranjero. Él solía divertirse al extremo.
-Me encontré a un tipo que le gusto mi arte… - dijo después de tragar un trozo del filete.
-¿Ah si?
-Ajá… Tiene una galería aquí. Por eso volví. Bueno, iba a volver de cualquier forma. Y como sabía que tú seguías viviendo en Manhattan decidí venir directo a ti – sonrío.
-¿Cómo entraste? – inquirí.
-Ya sabes – alzo los hombros.

Si, ya sabía. Vince tenía una habilidad fantástica. Se colaba en los lugares sin ser visto. No me extrañaría que hubiera trepado por la pared hasta dar con mi departamento.

Terminamos de comer y él me ayudo con los platos. No había olvidado sus dotes hogareñas.
Nos tumbamos en los sofás. Él empezó a hacer zapping en la televisión. Yo lo empecé a interrogar. Me sentía muy feliz de tenerlo en casa de nuevo. Gritaba emocionada y lo abrace todo el tiempo. No me podía creer que él hubiera vuelto. Y si el trabajo en la galería funcionaba, se quedaría más tiempo. Incluso podía llegar a ser famoso. Si, ¿imaginan eso? ¿Qué mi hermano se quedara de planta aquí? No me importaría tenerlo en mi casa. Para nada. Estaría encantada de tenerlo a mi lado.
-¡Hey, Nats! Si sigues apretando así mi cuello, me causaras un hematoma o algo por el estilo – jadeaba.
-¡Oh! ¡Cállate! Te extrañe… - me colgué de él.
Siempre fue mi mejor amigo. Y cuando se fue. Lo extrañe demasiado. Rogaba a los cielos que nada le pasara. Él me enviaba cartas o postales. Regresaba algunas veces para Navidad o para mi cumpleaños. Y de nuevo desaparecía. Prometiendo postales nuevas y un par de fotografías de sus obras de arte.
Vince no estudio en una escuela de arte. Su don era natural. Siempre fue muy creativo y nunca se podía estar quieto. Ni aun ahora, siendo mayor, podía estar sentado al menos 5 minutos en un sitio. Claro, a menos que el sitio fuera el comedor.
Justo ahora deambulaba por mi casa. Observando las fotografías y las notas que Luna dejaba por doquier.
-“Que risa… Ese tipo si era gracioso” – rezaba en voz alta. -¿Quién escribió esto? – pregunto señalando el post it verde.
-Luna, mi mejor, mejor amiga. Tienes que conocerla. Vive justo enfrente.
-Oh… ¿y es linda? – se formo una sonrisa perversa en su rostro.
-Vince – regañe.
-Solo pregunte. No tienes porque comportarte como la hermana celosa, Nats. Ya soy un adulto y tú también lo eres. Además si es tu amiga, se que no me lastimara – hizo un puchero – y si me lastima se que tu la partirás en pedacitos.
-Luna, no es tu tipo…
-Si tú lo dices – alzo los hombros y continúo examinando mi hogar.


La noche cayó. Mi hermano finalmente se había cansado de examinar mis discos, mis libros y mis revistas de música. Estaba sentado en el sofá, mirando un álbum de fotos de la Universidad.
-¡¡Uuuh!! – decía. –Todas tus amigas son hermosas…
-Vince – gruñí. –Déjalas en paz.
-Eso, querida hermana, no puedo prometerlo – dejo el álbum en la mesa de centro y subió los pies, ahora descalzos al sofá. Se estiro por completo. –Oh, Nats, no sabes lo que es dormir en una banca parisina. Con el temor a que te atrapen los jodidos policías – suspiro.
-Hubieras vuelto entonces – comente sentándome en el otro sofá.
-¡Ja! Estas de broma, ¿cierto? Volver, ¿y regresar como un perdedor? No, señor. Vincent Cotty no es un perdedor ni un cobarde – dijo inflando el pecho.

Lo sabía. Mi hermano jamás hubiera vuelto sino tenía una buena noticia que dar a la familia. Él nunca fue un cobarde.
-Y dime, Nats… - coloco los brazos detrás de la cabeza - ¿Cómo te va? ¿Ya eres la mano derecha de no se quien?
Me reí.
-No, Vince. Me encargo de las finanzas en una empresa altruista – informe sonriente.
-Oh vaya, que bien. Todo va perfecto, imagino. Esa sonrisita que has tenido en el rostro todo el día puede decírmelo – observo.
Me sonroje. Mi hermano era muy perceptivo.
-Si… creo… - balbucee.
Él se carcajeo.
-Es un tipo, ¿cierto? ¿Cuál es su nombre? ¿Lo conozco? ¿Cómo se llama? ¿Tendré que patearle el trasero por corromper a mi dulce hermana? – preguntaba con rapidez a la par que se acercaba a mi.
-No contestare tantas preguntas al mismo tiempo – me queje.
-Solo dime si es un tipo… y si te gusta…
-Si y si – dije y me sonroje aun más.
-Lo sabia – exclamo satisfecho. –Cuando necesites que le pateen el trasero al miserable, házmelo saber – dijo y beso mi frente. –Nadie le romperá el corazón a mi hermana… Nunca más – sentencio.
Casi llore. Él siempre me protegería. Casi me lo firmo con sangre el día en que regrese a casa llorando y que lo llame sin más nadie a quien recurrir. Los corazones rotos no son cosas que les cuentas a tus padres así como así. Vince gruño por teléfono esa noche, cuando lo llame. Y dijo que volvería solo para partirle la cara a ese miserable, como él lo había llamado. Pero le hice prometer que no regresaría. Que aquel miserable no valía la pena. Y él por su parte, me hizo prometer que no habría más lágrimas. Nunca más. Desde ese entonces, me prometí a mi misma: No enamorarme de nuevo.
Lo cual era muy difícil de cumplir. ¿Cómo podría? Con Lex siendo tan atento conmigo. Después de amanecer en sus brazos. Me llevo al cine, a comer un helado y finalmente dormimos juntos de nuevo. Aunque, dormir-dormir no fue lo que hicimos. Un paquete de fresas y chocolate derretido se interpusieron en nuestro camino.


-Mira, mira – canturreaba Lex con una fresa entre sus dedos. La hundió en el tazón de chocolate y la llevo a mis labios.
Cuando me acerque a tomarla con los dientes él la alejo, poco le importo que hiciera un puchero y un gruñido; se la llevo a la boca, donde la atrapo con sus dientes y me insto a tomarla.
Con el pulso latiendo a mil y con el calor abrasando todo mi cuerpo. Me hinque y la tome de su boca. Al terminar cada quien su parte de la fresa, nos besamos sin control. Él tomo chocolate con los dedos y lo embarro por mi cuerpo. Limpiándolo con la lengua.
Yo me retorcía de placer y eso parecía excitarlo. Cada que se acercaba, sentía un prominente bulto que chocaba con mi vientre y que pronto tendría que liberar. Si, tendría que sacrificarme.

Por lo tanto… ¿Cómo podría negarme? Me costaría trabajo si, pero no le entregaría mi corazón al primer cretino que me hiciera ojos de cachorro.


_._
El lunes al amanecer, mientras me arreglaba para el trabajo, mi hermano que también tenia que llegar temprano a la galería se alisto y con una vestimenta de playera blanca y unos jeans con botas negras salio conmigo. Me llevo a mi trabajo y después él volvería a la galería.
-Pasare por ti cuando salgas… Así conocerás a mi futuro jefe. Cruza los dedos Nats – alzo la mano con el índice y el dedo medio enlazados.
Lucia nervioso. Pero a la vez decidido.
-Lo harás bien – lo tranquilice con una mano en sus hombros.
-Si… - exhalo. –Nos vemos, suerte para ti también – beso mi frente y entre al edificio.

William tenía la puerta de su oficina abierta. Caminaba alrededor de ella con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja. Hacia ademanes algo desesperados y molestos. Su frente tenía un par de arrugas que mostraban su enojo.
-¿Qué es lo que le pasa a Will?
-El Sr. Northman esta en una junta – informo su secretaria alzando las cejas.
La chica no pasaba de los 30 y ya era una amargada.
Hice una mueca que me asegure que viera y entre a mi oficina. Cerré la puerta y encendí el ventilador. Quería que se oreara la oficinita. Llevaba el fin de semana cerrada y apestaba a café pasado.
Me puse al corriente. Había sido un fin de semana solo para Vincent. No tuve tiempo de ponerme al día con los libros, ni los balances ni nada. Tenía que apresurarme o no saldría temprano para ir a la galería con mi hermano.

Ya solo me faltaba un ajuste de cuentas y listo. Seria libre, Vincent y yo andaríamos por Central Park, quizá hasta pasaríamos por Luna y él la conocería y ¡Dios!, ¡Tantas cosas por hacer!

-¿Renata?
-¿Ajá? – levante la mirada.
Era William. Como siempre, lucia despampanante.
-¿Necesitas algo? – urgí, agitando el lápiz entre mis dedos.
-No, yo… Solo quería tener alguien con quien charlar – camino a mi escritorio y se sentó. –Yo… conocí a una chica… y… creí que nos llevaríamos bien y todo… pero no. Es una loca posesiva y… Dios, no se como quitármela de encima…
-Oh. Eso suena complicado.
Quizá por eso peleaba por teléfono.
-Si, yo… Lo siento, no debería contarte mis cosas.
-Esta bien. Siempre es bueno desahogarse. Y, bueno, soy… somos amigos, ¿no?
-Si, si… Lo somos – sonrío. –Imagina que le cuente esto a… a mi secretaria. Seria… de locos – rió. –Supongo que le diré a la chica que… no quiero volver a verla…
-Podrías ser tierno… aunque si ella esta loca, yo puedo ser la novia psicótica y quitártela de encima para siempre – sugerí.
-¿En serio? ¿Harías eso por mi? digo, ¿lo harías?
-Si, claro. Somos amigos – reafirme.
William me gustaba. Si que me gustaba. Y la tarde de sexo con él fue… Fabulosa. Pero ahora… ahora mi mente era de Le… Jar… no se. Pero tenia claro que William solo era un amigo.
-Si, si… Bueno, gracias. Tenia que soltarlo. Decir que conocí a una loca… - sonrío con pesadez.
-Bueno, ahora puedes decir que hay alguien más loca que yo – bromee.
-Rens… tu no estas loca. Solo… digamos… bueno, si lo estas. Pero loca de una forma agradable – torció la boca. –Te dejare para que sigas trabajando.
-Bobo. Gracias. Cualquier cosa…
-Si, gracias – asintió y salio.

Así que… William y yo… Amigos. Vaya, que giro tan inesperado, y refrescante. Saberme sin un peso menos. Quizá Will, encuentre a una chica que… que le encante la caballerosidad de su semblante. Por mi parte, amo lo salvaje y lo desalineado. Un vago seria perfecto para mí. Sin duda. Podía babear por él, por horas y horas. Si, estoy loca, lo se. Pero como dijo Will: Loca de una forma agradable.

-Nos vemos luego, Will – pase a despedirme a su oficina, donde el parecía firmar un par de documentos que su secretaria sensualmente le había dejado en el escritorio.
-Si… Que tengas una linda tarde – sonrío. –Y gracias, por todo.
-De nada, para eso están los amigos.
Sonrío ahora mostrando sus relucientes dientes. Suspire y salí de su oficina. Mientras entraba al ascensor, mi hermano me mando un mensaje de texto al móvil.
“Nats. Estoy por llegar. No tardo, V”
Llegue a la planta baja. Salí a la calle. Espere poco menos de 10 minutos a Vince, él bajo de un taxi.
-Venga. Vamos… - tomo mi mano y subimos de nuevo al taxi.
Nos acercábamos a casa de Jennifer. Esto me puso nerviosa, saberme cerca de Jennifer.
-¿Sucede algo? – Vince tomo mi mano para llamar mi atención.
-¿Eh? No, nada…
-¿Estas nerviosa? No has hablado desde que subimos al taxi – dijo mirándome a los ojos.
-No, no… ¿Cómo te fue en tu trabajo?
-De maravilla. ¿No te dije que era un ganador? – bromeo.
-Si, que bueno – sonreí.
-Hermana, pondría mis manos al fuego. Se que te pasa algo… dime – pidió.
-No, no me pasa nada, Vince. En serio… - mentí.

¿No les pasa como si sintieran que algo pasara? Esta vez no era la sensación de algo malo. Tener a mi hermano aquí apuntaba a que seria algo bueno, pero la sensación era extraña. Como si me removieran las entrañas. Como si me agitaran la cabeza después de un trago de tequila. Como si el cerebro se me congelara. Como cuando bajas de la Montaña Rusa. La sensación en el estomago era como vértigo, como de ansiedad.

Vince le pago al del taxi y bajamos en una cafetería.
-Es una galería con cafetería – comento Vince, mantenía la puerta abierta para hacerme pasar primero.
-Es linda – dije con la boca seca.
Sabía que algo pasaría. Algo.
Vince me observo con detenimiento.
-Ven, te presentare a mi jefe – jalo mi mano. -¿Nats? ¿Qué te pasa, estas sudando?
-N-n-na-nada – tartamudee.
¿Tartamudear? ¿Acaso era Bella Swan? Tome aire por la nariz varias veces, profundamente.
Vince me miro entre divertido y preocupado.
-Mi jefe el Sr. Hopus no morderá… - prometió.
Mi mente trabajo con rapidez. Me sentía como atada a una estrella fugaz. Navegando a miles de kilómetros por hora a través del espacio. Vince tomo mi mano y me jalo hasta la barra de la cafetería. Un tipo estaba de espaldas hacia nosotros. Su cabello era corto, entrecano marrón. Espalda hacha y definida. Mi pulso se acelero.
Si mi memoria no me fallaba…
-Sr. Hopus – lo llamo mi hermano. El Sr. volteo, con una sonrisa miro a mi hermano. Salio detrás de la barra y se acerco a Vince.
-Vince… ¿y esta linda señorita? – pregunto posando sus ojos celestes en mi rostro.
-Es mi hermana, Renata – me presento. –Renata, es mi jefe, el Sr. Hopus… ¿Rens?
Oh Dios… Luna tenía razón. Ahora sé por qué se desmayo aquella vez al ver a Tristan. Y es que el Sr. Hopus era un hombre guapísimo. Pero en el fondo sabia que no solo él iba a ser causa de mi sorpresa. Y muy probablemente de mi desmayo.
-¡Joder! Georgie boy… - grito alguien a mi espalda y giramos Vince y yo para verlo.
Ahora si podía caer al suelo.
Alto. Delgado. Cabello largo y revuelto. Algo de barba de días en su perfecto rostro de tez clara. Ojos azules intensos que se posaron en mis ojos. Perdí la razón.
¿Nats? ¿Nats? ¡¡Renata!!

enero 14, 2011

Maldita delicia. Capitulo XIV

¡¡Aaaaaah!! (eso es un grito de emocion).

Si. Hoy mis queridas lectoras, y mi Cricri :), es un dia muy emocionante. Digo, todos los dias deben serlo, pero hoy en especifico lo es.


Estremamos portada de Maldita delicia. Si que si :) La vida de estas chicas dará giros inesperados y muy lemmoneros XD ¡Uf! Se que les encanta eso, y claro a ellas también je.


Con este capi espero que se infarten. Tenia a mi Cricri pendiendo de un hilo. Pero finalmente aqui tienes el capi, mi Cricri. Disfrutalo tanto o más que ellas :P


Así que ya saben, no se me mueran que aun falta lo mejor. Regresos, bienvenidas, sorpresas. ¡Ah! Y para que vean que no soy tan mala como paresco XD, les diré un secretin... Alguien más vive en el edificio con Renata y Luna. Alguien... Solo puedo decir eso, pero... Pronto sabrán quien es ;) Atentas a los detalles.


Oh, y no olviden mandarnos sus dudas y todo lo que les ronde por la mente a nuestra base de operaciones... El link esta en la columna derecha. Con el titulo de "Tu preguntas, yo respondo :) ".


Se cuidan y enjoy ^^



14. No me detendre así que no lo pidas

Emily Wildest

-¿Podemos largarnos de aquí? – inquirió Patrick, con una sonrisa perversa en su rostro.
-Si – sonreí.

Dejamos la cafetería. Subimos a mi camioneta, él manejaba.
Casi podía oler su desesperación.
Cruzo las calles rápidamente, mientras le decía el camino a mi casa.

Bajamos. Prácticamente corrimos. Busque en mi bolso mi juego de llaves.

-Dios… - jadeo y abrazándome por detrás, echo mi cabello a un lado. Comenzó a besar mi cuello.
-Patrick… - gemí al sentir la dureza de su deseo chocando con mi trasero. Delicioso. Caliente. Sucio.
-Por Dios, Emily. Sino abres, te juro que te tomare aquí afuera – soltó lujurioso, lamiendo mi cuello.
Estremeciéndome por completo.
-Me encanta que pienses de esa forma – dije sonriendo.
Intente concentrarme en buscar las llaves.
Las encontré, al tiempo que Patrick deslizaba sus manos por mi silueta y jalaba mi falda para atraerme más a su dura entrepierna.
Gemí.
Logre abrir y entramos. Con risas ahogadas y la respiración agitada.
Patrick cerró la puerta de una patada y me aventó a la pared del pasillo.
-Emily… No sabes como deseo esto, desde el primer momento en que te vi. Intelectual, sexy, letal en tu escritorio. Te haré el amor… ¿Estas de acuerdo?

¿Qué si estaba de acuerdo? ¡Joder! Rogué por una noche de sexo con él, cada noche que lo tuve frente a mi escritorio.

Le hice saber que esta más que de acuerdo con su petición. Me quite el saco y empecé a desabotonar mi blusa.
-Ya… déjame hacer los honores – pidió tomando mis manos. Su piel bronceada contrastaba con mi piel.
Mirándome a los ojos, continúo abriendo mi blusa. Botón por botón. Mientras mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho. Sus dedos largos rozaban la piel expuesta de mi sostén. Enchinandome. Estremeciéndome. Mojándome.

Jadee sin proponérmelo cuando él se inclino a morder y a lamer mi piel.
-Oh Dios…
-Puedes decirme Patrick – dijo. Reí.
Aventó mi blusa. Me observaba con hambre. Como un depredador.

Bajo mi falda. Sus manos tibias bajaron junto con ella hasta mis tobillos. Y de vuelta subieron hasta tomar mi cadera, envuelta en un liguero negro.
-¿Siempre vistes tan sexy?
-Solo si hay suerte…
-Pues nena. Hoy es tu noche de suerte – soltó.

Sonreí abiertamente.
Él se hinco frente a mí. Bajando lentamente con besos por mi vientre. Mire al techo. Temblé.

Patrick tomo una de mis piernas y la coloco sobre su hombro. ¡Oh Dios!
Se acerco más a mí. Su nariz rozaba mi monte de Venus. Mismo que ardía en deseo por él.
Tanto tiempo sin un hombre que me hiciera gritar. Eso ni yo podía creerlo. Ni mi 911, Dorian, estaba disponible. Había tenido que salir con el equipo de la Universidad a un partido en Los Ángeles. Eso si que es tener mala suerte.

Los curiosos dedos de Patrick acariciándome sobre la delgada tela de mis bragas me hicieron perder el hilo de mis pensamientos. Jadee.
-Si…
-No me detendré. Así que no lo pidas – dijo.

Si. Por favor, si.

Abrió los broches que sostenían mis medias negras al liguero y quitando mí pierda de su hombro, bajo mis bragas hasta el suelo. Prácticamente él manejaba mi cuerpo. Me hizo subir un pie y después el otro para quitarme las bragas y olfatearlas después perversamente.

Eso sin duda alguna, me mojo. Más…

Cerré las manos en puños a los costados. Ansiosa por lo que pasaría después.

Él monto mi otra pierna sobre su hombro y alzo la mirada hasta encontrarse con mis ojos. Se relamió los labios.
Un segundo después perdí su vista. Se hundió entre mis piernas. Jadee y temblé o temblé y jadee, no lo se.

-¡Aaaah!
Él no contesto.
Mientras yo me retorcía de placer al sentir su lengua y sus dedos largos en mi ya húmedo cuerpo.
Creí caerme, entonces él con una mano tomo mi cadera.
Continúe temblando mientras él y su lengua ardiente torturaba mi botón.

El mundo dio vueltas ante mi cuerpo, envolviéndome con el fuego abrasador del Sol. Con el frío de los polos. De nuevo al calor y entonces…
Mi cuerpo exploto con grito que llevaba ‘Patrick’ en los labios.
Creí que caería, si, de nuevo; Patrick se puso de pie y con los ojos dilatados me tomo del rostro y me beso.

Mi cuerpo estallo en júbilo. Como si sintiera de nuevo. Cada poro de mi cuerpo saltaba de alegría. Cada célula bailaba. Cada pulgada de mi piel rejuvenecía, renacía ante el beso. Ante el sabor de sus labios y su lengua. Ante el fuego que sus manos en mi cadera desprendía.

Viva. De nuevo.
Casi podía llorar de felicidad.

-¿Dónde duermes?
-¿Dormir? – regrese a tierra.
Parpadee desconcertada. Sentí sus dedos acariciar mi cabello, colocando un mechón detrás de mi oreja.
-Quiero verte tendida en tu cama – beso mis labios fugazmente.
-Ok – asentí, atontada.
Jale su mano. Él se inclino y tomo mis bragas entre sus dedos.
-Lo siento – lo mire desconceertada – ¿Qué pensaran si las ven ahí tiradas?
-Pensaran que me desnude con rapidez para que el hombre más sexy del mundo me tomara desesperado – dije.
-Ah, entonces no es nada malo – las arrojo a su espalda.

Entramos a mi habitación.
Encendí la luz de las mesitas de noche. Él encendió la luz de la habitación, que iluminaba toda la pieza.
-Te dije que quería verte…
Corto la distancia entre los dos y desabrocho mi sostén.
-No hay duda. Eres hermosa.
Sus dedos rozaron las cimas de mis senos. Los temblores regresaron a mi cuerpo.
-Zapatillas altas, medias, liguero. Mi fantasía hecha realidad – observo mi cuerpo detenidamente. Sonriendo sin mostrar los dientes. Una arruguita se formo al lado de su boca. Enloquecí.

Me desnudo despacio. Lamiendo mi piel. Lento. Torturándome. Besándome.
Tumbándome en la cama, se deshizo de su saco. Tomo mis manos y las llevo a su pecho. No me sentí capaz de abrir los botones, pero lo logre después de que su mirada avellanada me incitara a hacerlo. A terminar lo que habíamos comenzado días atrás.
Tras miradas furtivas en la oficina. Al cruzar los pasillos. Él sabia que le miraba el trasero al inclinarse a tomar agua por los bebederos. Él sabia que tanto lo deseaba. Sin embargo nunca dijo nada. Solo sonreía.

Su pecho estaba cubierto por una fina capa de oscuro vello. Sus músculos se marcaban a cada respiración. A cada movimiento. Por cada toque de mis manos.
Abrió mis piernas y se coloco entre ellas arrodillado. En boxer. Tenso por su pasión.
Tome aire y metí las manos, con cierta timidez. Si, me sentí cohibida ante este magnifico hombre.
Mi mano encontró lo que buscaba. Y lo tomo prisionero. Lo escuche jadear. Contener el aliento con los ojos cerrados.
-Hazlo – pidió, casi rogando.
Lo hice.
Frote. Suave, lento. Disfrutando de sus gestos, de los sonidos que se escapaban de sus labios. Me hinque frente a él. Besando su pecho, continúe frotando. Aumente el ritmo cuando sus gemidos se incrementaron.
-Basta… basta…
-¿Cómo dices? – murmure en su oído.
-Detente. Por favor.
Lo hice, muy a mi pesar.
Abrió los ojos.
Me arrojo a la cama. Abrió mis piernas y se deshizo de sus boxers con una rapidez asombrosa. Sonreí.
-Quiero hacerte gritar.
-Hazlo – gemí.

Relamiendo una vez más sus labios, tomo mi cadera y me arrastro hasta él. Sentí la dureza de su sexo en la entrada de mi cuerpo.
De apoco se unió. Mordí mis labios, estire los brazos para colgarme de su cuello. Su nariz rozo mi cuello. Respirando agitado y con pesadez.
Una vez unidos por completo, empezó a moverse adentro y afuera esta vez con potencia. Saliendo por completo y entrando con mayor vigor.
Mis gritos y jadeos no se hicieron esperar. Este hombre era un jodido genio.
-Mmh… Pat… Patrick… ¿Dónde aprendiste esto? – pregunte abrazándolo con las piernas, para sentirlo más profundo.
-Es natural, preciosa – dijo con suficiencia. Alzo mi cuerpo, acariciando mi espalda, besando mis labios. Nuestras lenguas danzaron gustosas. Mordí sus labios. Jale sus cabellos cuando comenzó a frotar mi botón, al ritmo de sus candentes movimientos…

_*_

Renata Cotty
Nota: Continuación Capitulo X

Después de que Jared salio de mi departamento visite a Luna. Toque a su puerta con los nudillos.

-Ella salio temprano… con un chico… de ojos azules… – informo la Señora Spencer. La vecina que sabia de la vida de todos en el edificio.
-¡Ah! Hmm, gracias, creo.
-De nada, Renata – sonrío la señora. Dio media vuelta y bajo a su departamento.
Seguro que ya venia de recopilar chismes de los pisos de arriba.

Vaya, mi Luna no estaba, ¿A dónde se habrá metido? En fin… Ojala y por fin se dio un encuentro con Tristán.

Salí a la calle. ¿Qué haría tanto tiempo sin Luna?
Camine sin rumbo por la acera. Pateaba un par de hojas de los árboles. Era otoño.

Sin pensarlo me encontré en la estación de trenes de la ciudad. La gente iba y venia con prisa. Sin mirar a nadie y chocando con todos.
Entre y me senté en una de las bancas de espera. Era grato ver a la gente correr de aquí para allá como locos. Me hacia sentir de cierta forma tranquila. El bullicio de la ciudad iba conmigo.
Recargue mi espada, subí mis piernas y las abrace contra mi pecho, envolviéndolas con los brazos. La gente ni se percataba de mi presencia. Yo tampoco lo hubiera hecho de llevar la misma presión que ellos sobre los hombros. Mi única presión era poder establecer mis sentimientos de una buena vez. Saber que demonios quería, claro, aparte de a Lex, Jared y William entre mis piernas. Suspire.

-¿Renata?

Mire al frente. Era Lex.
-Lex… ¿Qué haces aquí?
-Voy llegando, de Kansas…
Tenía una maleta negra con rueditas a sus pies. Una chaqueta color caramelo de piel, una playera blanca y sus jeans. Mmmh.
-Bienvenido.
-Gracias. No pensé encontrarte aquí, ¿esperas a alguien? – pregunto mirando fugazmente a su alrededor.
-No, solo… vine a dar una vuelta – me puse de pie. -¿Vas a tu casa?
-Si… estoy rendido.
-¿Puedo acompañarte?
-Pero que preguntas. ¡Claro que puedes! Un poco de compañía femenina no me caería mal. Fue un fin de semana con puros hombres. Estoy hasta el cuello de machismo – sonrío.

Salimos de la terminal y subimos a un taxi. Pronto me encontré descendiendo del taxi y esperando en el umbral a la espera que de él abriera su casa.
-Listo – introdujo la llave en la cerradura. Se escucho un clic. Me invito a entrar primero.
-¿Con quien estuviste en Kansas? – pregunte una vez que nos sentamos en la sala. Lex estiro las piernas y los brazos.
-Con Jack, y su padre. Y unos amigos de su padre. Estuvimos de pesca. Jack tenía mucho de no ver a sus padres. Y como Luna esta tan ocupada con su trabajo, nos fuimos sin ella.
-Oh, te divertiste – observe.
-Si… aunque la vida de la ciudad me relaja. Los suburbios de Kansas son atractivos, pero el ajetreo citadino es sin duda mi favorito. Allá no se descomponen tantos autos como aquí – sonrío. Recargo la nuca sobre sus brazos. –Es bueno estar de nuevo en casa.
-Si, es bueno tenerte de vuelta – dije sin pensar. –Yo… digo…
-No te disculpes. Yo también te extrañe – quito los brazos de detrás de su cabeza y jugueteo con los mechones sueltos de mi cabello. –Te extrañe mucho… No tienes ni idea.

Su aroma y cercanía me enchinaban la piel. Lo deseaba. Él lo sabía. Todos lo sabíamos. Cartón, mi gato, lo sabía.

Tomo mi mentón y me acerco a sus labios para besarnos. Oh Dios, como extrañaba sus labios.
Desesperada me monte sobre él. Sonriendo contra mi boca continúo el beso.
Lo escuche reír mientras le arrancaba la ropa. Si hubiera podido desgarrarla sin duda lo hubiera hecho. No tenia tiempo de bajarle correctamente los jeans, simplemente metí mi mano a su entrepierna, que me esperaba ansiosa y le hice soltar un gemido contra mi cuello.

Torture su razón, frotando, apretando y arañando la delicada piel de su sexo. Él nunca pidió que me detuviera, sus ojos se cerraban con fuerza, su cabeza estaba echada hacia atrás y logre besar la columna de su garganta.

-Oh, Rens… Si, así nena… así – jadeaba.
-¿Así? – preguntaba con una fingida voz inocente. Tocaba su punta con el pulgar y frotaba. Estaba tan duro que sus mejillas se sonrojaron.

Quería que se corriera por mi causa. Pero ansiaba aun más la unión de nuestros cuerpos.
Como si de desvestirme dependiera mi vida, lo hice. Lex me miro, sonriendo con picardía. Me atrajo a su pecho y bajándose un poco más los jeans nos unimos en un jadeo.

Subía y bajaba mi cuerpo con sus manos sobre mis caderas. Mi cabello se alborotaba por los movimientos tan rápidos y fuertes. -Si… muévete… - murmuraba lamiendo mis pechos.
Su lengua trazaba círculos en mis pechos, y sus dientes jalaban con delicadeza mis pezones. Recargue las manos en sus muslos. Él invadió mi cuerpo con un dedo y rió satisfecho cuando grite.
De pronto… palmeo mi trasero. Gemí. Aun más excitada.
-Hazlo de nuevo – pedí brincando sobre él.
-Te gusta – no fue una pregunta y percibí orgullo en su voz.
-De una extraña forma me encanta – dije. –Una más.
Y me palmeo. Acariciando mi trasero después. Calmando el delicioso dolor de sus palmadas.
-.-

Recostados sobre su sofá, Lex acariciaba mi espalda con sus dedos. Ya estaba desnudo por fin.
Mis piernas terminarían arqueadas de un momento a otro.
-Tengo hambre… - dijo. Sus entrañas lo secundaron y estalle en risas.
-¿No te fue suficiente? – subí una pierna sobre su estomago.
-Nena, no tengo nunca suficiente de ti – acaricio mi muslo. –Nunca tendré suficiente.
-¿Quieres que prepare algo de comer? – ofrecí.
-Oh no, te siento tan bien sobre mi cuerpo que olvidare mis tripas por un par de horas más.
Jalo mi rostro hasta el suyo y me beso. Su mano bajo por entre mis piernas y jadee en su boca cuando sus dedos se hundieron en mis pliegues.
Desquiciando. Aumentando mis ganas. Subiendo el calor de mi cuerpo. Provocando más humedad…


_*_

Jennifer Lamb

Emily me contó lo que Luna había descubierto del tal Andy. Y al contrario de lo que ellas pensaron. De que me daría miedo y empezaría de más paranoica, no fue así. Me entro más curiosidad por saber más de él. Tal vez si lo encontraba él me diría algo más sobre mi madre, sobre la vida que llevo en Londres, y como era su matrimonio, si ella era feliz. Si fue feliz.

Después del trabajo anduve por Central Park, alimente a los patos en el lago y bajo un árbol espere a que la noche cayera.
-¿Qué haces aquí tan solita? Con el frío que hace.
Era Rosty.
-Solo… No quería estar en casa – confesé.
-Hmmm. ¿Quieres estar en la mía?
-Si me invitas.
-Siempre serás bienvenida – sonrío, estiro su mano para que la tomara. Lo hice.
-¿Me mostraras por fin el Gym de Robert?
-Seguro – me paso un brazo por encima de los hombros y anduvimos lento hasta que por fin llegamos a su gym.

Subimos las escaleras. De lejos parecía una bodega. Ya adentro, el piso estaba forrado de azul. De colchones azules. Un carril de sacos de pelea. Un par de peras para golpear más al fondo. Unos aparatos de pesas en el extremo paralelo a la puerta de entrada. Del lado derecho una oficina y detrás de eso, una puerta para las regaderas.
-¿Qué te parece?
-Muy lindo.
-Vamos. Ambos sabemos que apesta.
-¡Claro que no! – refunfuñe. –Nunca había estado en un gimnasio, y menos uno exclusivo para hombres – informe echándole un vistazo a todo el lugar. –Creo que te visitare seguido.
-Eso ni en tus sueños. No dejare que los malandrines que vienen te miren. Estas como quieres y no quiero que esos canallas te incomoden – jalo de mi cadera hasta su cuerpo.

La tela de algodón de sus pantalones deportivos me dejó sentir en el vientre el poder su arma. Letal. Satisfactoria.
-Se cuidarme sola. Además, ya estoy acostumbrada.
-¿Segura? – inquirió alzando una ceja. -¿Y sabes cuidarte de un entrenador furioso y con un dolor en la entrepierna que grita tu nombre?
-Creo que puedo manejarlo – Alce la rodilla y roce su entrepierna.
-Mmmh, si, creo que puedes – atrapo mi pierna y la coloco al lado de su cadera.

Me arrastro a lo que parecía ser su oficina y sentándose en su silla de respaldo alto, me hizo sentarme a horcajadas sobre él.
-Jennifer, no sabes como agradezco que hoy vistas falda – dijo acariciando mis nalgas.
-Pues – me acerque a su oído – agradecerás que hoy no lleve nada debajo.
-¿Qué? – jadeo.
-Lo que escuchas – tome una de sus manos y la metí dentro de mi falda.
Sus dedos acariciaron mis pliegues, haciéndome suspirar.
Mi cuerpo cobro vida y la curiosidad por el tal Andy se fue al carajo. Con Rosty debajo de mi cuerpo no había nada más que su potente entrepierna y mis ganas de sentirlo explotar en mi cuerpo. Solo eso.

-Oh si, Jenn… - Mordía mis pechos mientras embestía con fuerza alzando la cadera para llegar más profundo en mi cuerpo.
-Mmmh… - gemía rogando llegar.

De pronto, Rosty me tomo en sus fuertes brazos y me subió a su escritorio. Tiro todo con un manotazo. Así podía embestir con más vigor. Lo supe porque casi lloro de placer. Rosty sabía como hacerme gritar.
Sus manos se aferraron a mis nalgas. Mi falda yacía sobre mi cintura, la tela estaba revuelta. Mi blusa de holanes estaba abierta y mi sostén había desparecido de mi cuerpo.

-Venga, te siento llegar… - su voz estaba ronca.
Su rostro perlado en sudor y sus manos… Sus manos no dejaban de tocarme.
Sonreí al verlo cerrar los ojos y perderse entre mis senos. Su lengua trazaba figuras sin sentido sobre ellos, y sus labios besaban mi cuello.
-Ross – jadee.
Lo abrace con las piernas para llevarlo conmigo y sentir como se derramaba en mí.
Su grito fue más fuerte que el mío. Y llevaba mi nombre con fuego.

-.-

-¡Dios! – casi grito.
Salio de mi cuerpo. Sus mejillas aun rojas. Sudaba. Me sentó sobre su escritorio. Tenía las piernas entumecidas. Me aferre tanto a su cadera que me dolían los muslos.
-¿Qué sucede? – me vio fruncir el ceño cuando me alcanzo mi sostén.
-Nada, solo… me canse – admití.
-Oh nena – Se acerco y me abrazo, posando su mentón sobre mi cabeza. –Me asustaste. Creí que te había lastimado.
-Rosty, eres grande, pero no Godzilla – sonreí terminando de abotonar mi blusa.
Él estallo en una carcajada que le tenso lo músculos cuando tomo aire.
-¿Eso es un cumplido? – pregunto. Acaricio mis piernas.
-Creo – admití.
Alzo las cejas y me dio un beso tierno. De esos que vez en las películas y que te hacen sentir maripositas. Esos que te hacen olvidar y desear aun más a la otra persona.
-Tengo que llevarte a mi casa. Y no dejar que te levantes de mi cama…
-Me agrada la idea…

_*_

Luna Phellan
Nota: Continuación Capitulo VIII

Desperté en mi casa cerca del medio día. La luz del sol me daba en el rostro. Hice sombra con mi mano.
Mire alrededor. Algo se movió a mi lado. Voltee. Estuve a punto de gritar, pero entonces observe el cabello despeinado que se me hacia tan familiar. Era Chuck.

Suspire aliviada. Pensé que había venido a casa con un extraño. Pero entonces las tripas se me tensaron. Asome mi cabeza por debajo de las sabanas moradas de mi cama. Si… Mi ropa estaba en su lugar.
Me derrumbe de vuelta en la cama. Aliviada. Me puse de lado y observe como dormía Chuck. Si, como aquel vampiro loco que observaba a su amada dormir. Salvo que Chuck no era mi amado. Sonreí tan solo de pensarlo.
Las cejas gruesas que enmarcaban los ojos celestes de Chuck me llamaban a tocarlas. Lo hice. Mi dedo índice las trazo sin cansancio. Hasta que él abrió los ojos.
-Vaya… Has vuelto – dijo con una deslumbrante sonrisa.
-¿Volver?, ¿de donde?
-De Borracholandia.
-Ah…
-Nena, deja de tomar así. Cualquiera podría aprovecharse de ti…
Me asuste.
-¿De verdad? Tan mal me pongo…
-Lu, la razón de esa borrachera se que tiene nombre. Y se también, que tu lo sabes.

Enmudecí.
Mi borrachera solo tenía un nombre. Jensen. Y odiaba eso. No importaba cuantas veces me dijera que eso había llegado a su fin. No importaba tampoco cuantas veces mirara a hurtadillas a Tristan. Sabía que eso tampoco seria. Lo sabía y odiaba eso: mi realidad.

-.-

-Teclea “Andy”. Anda, anda, anda… - presionaba a Chuck a su espalda.
Estábamos en mi casa. Era ya muy noche. Viernes. Con un par de botellas de vino vacías sobre la mesa.
-Tranquila, Lu. No soy tan rápido.
-Oh, vamos ya. Eres un nerd y lo sabes – le di un golpe en el hombro.
-Tranquila. No presiones.

Chuck se había colado en las listas de pasajeros de los aviones de Nueva York. Había tantos Andys que me dolía la cabeza tan solo de leerlos.
-Si nos descubren estamos muertos. No se si esto sea legal, pero…
-Chuck – regañe- todo lo que tu haces es ilegal.
-Calla – sonrío. –Andy… - murmuro. –Quizá si revisamos los pasaportes…
-¡Hazlo, hazlo! – apure.

Chuck no tardo nada en revisar. Le dije desde cuando más o menos había Jennifer visto al tipo. Y la descripción.
-Un Dios griego – bufo. –Eso no me dice nada…
-Venga ya. Ojos marrones. Tez blanca… Dios griego. Eso es fácil.
Chuck volteo los ojos.
Los Andys jóvenes que encontraba, no eran lo que yo llamaría un Dios griego. Así que los descarte de inmediato.
Finalmente cerca de las 3 de la mañana me tumbe en un sofá y me arrope con un chal. Miraba adormilada a Chuck que tecleaba con rapidez en mi ordenador. De vez en vez le daba un trago a su copa de vino. Y cuando sentía mi mirada sobre él, se giraba a observarme unos segundos. Sus ojos celestes me apaciguaban y me hacían desear saltarle encima. Pero no, solo éramos amigos.
Para no sentir esa tensión entre nosotros le gritaba.
-Anda ya Chuck. Trabaja – gritaba en broma.
Chuck sonreía y volvía su vista a la pantalla.
Cerré los ojos un par de segundos. Solo para no mirarlo.
-¡Hey! ¡Soy un genio o qué! – grito.
Me desperté de golpe. Me puse de pie y mire la pantalla a espaldas de Chuck, sobre su hombro. Entrecerré los ojos por la luz que desprendía la pantalla.
Si… Un Dios griego. Andrew Norton.
-Llamare a Emily… - dije y tome mi móvil.
-¿Ahora? Son las… - miro su reloj en su muñeca izquierda – cuatro de la mañana.
-¿Ah si? – pregunte. –No importa. Esto es importante…
-Si tú lo dices… - alzo los hombros y se fue a sentar al sofá.
Agradecí a Chuck su ayuda mientras buscaba a Emily en mis contactos.
-Esto te costara caro, Lu. Muy caro…
-¿Qué es lo que quieres?
-¿Recuerdas la noche que fui por ti a León, tu bar?
-Solo recuerdo que subimos a un taxi… - murmure mientras buscaba a Emily. Joder mis contactos se habían borrado, ¡Qué demonios!
-Oh… es decir que no recuerdas… nada – recargo su cabeza en sus manos, sus codos estaban sobre sus piernas.
-Eso dije – alce la miraba para verlo. -¿Qué hice?
Él sonrío de lado. Se puso de pie.
-Espera, ya encontré el nombre – alce un dedo, mientras él se acercaba.

Un tono…
-Tiene que ser algo muy bueno para llamar a las 4 de la mañana – Emily gruño.
-Si… si que lo es – Chuck se recargo a mi lado. –La que debería de gruñir soy yo… Pero como somos amigas…
-Habla, Lunática.
-¿Esta Jennifer por ahí?
-No.
-Bien. Quiero que tú me des tu opinión primero.
-Luna, me estas dando miedo.
Si… Y Chuck a mi. Se había sentado en una silla frente a mí. No dejaba de mirarme.
-Ok… Me metí en un lío por esto. ¿Sabes?
Y ese lío se llama Chuck. Con esa mirada…
-Luna, habla. Ahora – exigió.
-Andy, Andrew Norton…
-¿Es ingles?
-Británico, si – confirme. –Según mi fuente… - ¡Que fuente! Luna reacciona. –Llego hace un par de semanas. No es un delincuente, - me incline a ver la pantalla – no dice donde vive. Al parecer eso es más confidencial.
-Acuéstate con tu fuente – sugirió. Espero que eso no lo haya escuchado Chuck.
-¡Emily!
-Bromeo…
Pero nosotras no, ¿cierto, Lu?
Shh, calla.
-Ok. ¿Cuándo le diremos eso a Jennifer? No quiero que se asuste, ya ves como es de paranoica – Una loca en potencia sin duda.
-Si… ok, le plantearemos las cosas. Además, la escuchaste, el tipo esta como un Dios.
Más que eso. –Vaya que si.
-Bueno, ya hablaremos de eso mañana, más tarde. Descansa, Lunática, te escucho cansada.
-Si, lo estoy. Descansa igual. Adiós.

Colgué.

-Así que… no recuerdas nada… - continuo Chuck.
-Chuck. Dime que fue lo que hice.
-Ah nada… Solo intentaste violarme en el auto, después en tu sala, en el diván justamente.
-¡¿Qué?! – chille. Mi corazón amenazo con detenerse. –Estas jugando, ¿cierto?
-Luna… - suspiro. –Somos amigos.
-Si…
-Jamás jugaría contigo. Jamás. Somos más sinceros que el mismo Papa. ¿Ajá? – se puso de pie. Cruzo la distancia que lo separaba de mí. –Y Luna… el mismo Papa sabe que me encantas…
Me quede helada. ¿Lo decía en serio?
-Yo se que estabas ebria. Pero sabes… Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Tú te escuchabas muy convincente.
-Chuck – jadee. –Yo…
-Shh… - puso un dedo sobre mis labios. –No tienes por qué decir nada.
-Si… Si, si Chuck si tengo – di un paso hacia atrás, choque con la mesa. Estaba acorralada. –Chuck… me…
-Ya – atajo. –Entiendo. Solo hay un hombre en tu vida y ese es Jensen. Lo entiendo. Tu y yo somos amigos de toda la vida también entiendo eso. Pero ¿sabes? Me vuelves loco, Luna. Loco.
-¿De verdad?
Chuck se carcajeo.
-Luna, si no me encantara pasar tiempo contigo, no estaría aquí, a las 4 de la mañana buscando a un tipo que si, definitivamente esta como Dios… - bufo.
-Chuck… - gemí. Era tan lindo escuchar eso. –Somos…
-Amigos – termino por mí. –Lo entiendo. ¿Sabes? Mejor me voy…
Dio media vuelta y cruzo la estancia hasta la puerta.
-¡No! Charles… No… - corrí hasta la puerta. –También me gustas.
-Como amigo…
Fruncí los labios. ¿Por qué me la ponía tan difícil?
-Eres… muy guapo.
-Ja, Luna… se que no seremos novios. Ni amigos con derechos. Solo…
-¿Quieres tener sexo conmigo? – sentencie. Un nudo se formo en mi interior.
-No... Mira… Esto es difícil – froto su nuca. –Quiero hacerte el amor.
-Lo hubieras dicho antes – sonreí.
-No me entiendes… Luna, me gustas. Siempre me has gustado, pero… tú te decidiste por el imbécil de Evan. Es mi amigo si, pero eso no le quita lo imbécil. No solo Jensen odiaba a Evan – recordó.
-Pensé que no te gustaba… - murmure.
-Ja. Necesito ser gay para que no me gustes – dio un paso más hacia mi y tomo mi cabello. –Solo quiero que sepas esto. Te quiero… y jamás, jamás te lastimare. Jamás – aseguro.
Casi me suelto a llorar de felicidad.
-Se que no lo harás. Siempre has sido bueno conmigo y… has estado cuando más te necesito.
-Si… esperando una oportunidad de entrar en tu loca vida – admitió.
-Quiero ser libre…
-Y siempre lo serás. Solo déjame demostrar que soy mejor que esos imbéciles con los que te aventuras… - tomo mi nuca. –Quiero que sepas que estaré a tu lado… siempre – sus dedos acariciaron mis mejillas. –Luna… deja que te haga el amor por primera vez en tu vida…

Sentencio un segundo antes de unir sus labios con los míos.

Dudas y comentarios...

Hola, chicas.
Hoy día de capis nuevos lo se. Pero... vengo a darles una nueva noticia noticiosa, como diría mi Ale XD, sucede que... Tenemos un... como se diría... (?) Una nueva aplicacion. Bueno, el chiste es que tenemos una pagina donde pueden preguntarnos lo que quieran. Nosotras responderemos, sus dudas, o lo que sea que tengan acerca del Tea Party... :)

Les dejo el link. Y ya saben: No es tonto el que no pregunta, sino el que se queda callado ;)

Ja, eso siempre me decía mi madre, me dice...

Saludos a todas y a la brevedad tendrán nuevo capitulo de Maldita delicia :3 Solo tengo que terminar mi quehacer... pero al paso que voy, no creo ja XD Me escapare y tendrán el capi ;D

Cuidence...


enero 08, 2011

Maldita delicia. Capitulo XIII*

Sabadaba delicioso. Mi hermano me tortura apoderándose de la Dellia ¬¬ Nomas dejen que me haga de mi propia computadora y entonces arderá Troya. Con Aquiles incluido. Para Aquiles tengo varias ideas para que arda :D Eniweys... El motivo de este nuevo capitulo es para demostrarle una vez más mi amors a mi Cricri XD Si... yo se que sabes que eres mi mita´ pero nunca esta de más decirte que eres algo indescriptible en mi vida, y que soy afortunada de tenerte en ella. Practicamente eres mi hermana, no, algo más que mi hermana. No se describir con palabras lo que eres :3 Te amo y lo sabes. Aunque mi madre diga que eres mi novia XD Ay esa suegris que no sabe que el amor también va más allá de una relación carnal. ¡Ay! XD me salí del tema como siempre...

En fin, disfruten lectoras, y mi Cricri este capitulo. El capitulo prometido de Emily. Pobre si, pero la vida no es tan dura como creen. Me gusta el drama pero no soy fan XD



Se cuidan harto y... enjoy ^^






13. El dolor a través de tus ojos y los gritos entre mis sabanas


Nota: Continuación capitulo VIII

Emily Wildest

Al cerrar los ojos, uno siempre ve el oscuro color de sus parpados. En cambio yo solo veía mi vida vacía y sin sentimientos. Me burle de él de la manera más cruel que se me pudo haber ocurrido. Claro, no sabia que su mujer perfecta ahora estaba seis pies bajo tierra. Y aunque supiera de su pérdida, sabía que me habría burlado de él. Bien, en realidad no. Pero no sabia si sentiría pena por él… o por mi gran estupidez.

Pensé que él había vuelto por mí. Por mí. Por la que alguna vez iba a ser su mujer. La señora Lacrosse, ¿pueden creer que hasta imagine mi nombre de casada grabado en el letrero que estaba en la puerta de mi oficina?

Emily Lacrosse.

Gran estupidez, la más grande de todas las que ha cometido Emily. Sin duda.

Hundí mi cabeza entre mis manos y despeine aun más mi cabello. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y decirle “Si, acepto” con lagrimas en los ojos y poder darle el beso de amor verdadero que tanto le prometía debajo de las sabanas.

Pero el hubiera no existe, dice mi madre. Las cosas toman su cause y el mío ya iba río abajo. Rebotando entre las rocas y sentía como chocaba con cada superficie resbalosa, sin oportunidad de detenerme. Directo al vacío.

-¿Cómo pude ser tan ciega? – murmure contra mis manos.
-¿Pasa algo, Emily? – Patrick se inclino sobre su asiento y me miro.

Sus ojos avellana me miraron atentos. Casi lucia como si de verdad se preocupara por mí.
-Nada, estoy bien – mentí.
-¿Segura? – Patrick dejo su escritorio y se acerco al mío.

El cubículo era lo suficientemente grande para albergar dos escritorios medianos, - que quedaban frente a frente - un par de estantes con carpetas y libros. Archiveros y un dispensador de agua. Se sentó en una de las sillas frente a mí y me alcanzo un pañuelo de papel.

-No, no estoy segura. Gracias – tome el pañuelo y limpie mis lágrimas.
-¿Quieres hablar de eso? – pregunto y estiro su mano hasta alcanzar la mía.
-Quisiera poder hablar de eso. Pero no puedo, incluso he evitado a mis amigas. No quiero hablar de nada.
-Bien… Puedes confiar en mí, ¿sabes? Mi hermana dice que soy bueno escuchando, aunque a ella le moleste – dijo y formo una media sonrisa en su rostro.

Patrick aparte de ser un tipo hermoso. Era un buen consejero, no se porque no le dieron ese puesto. Y no a la loca de Betty. Las chicas acudían a él cuando tenían alguna preocupación, pero vamos, el tipo estaba como quería. Preocupaciones mis bolas. Además yo no era una chiquilla que acudía a sus clases solo para verle el culo. Aunque lo haría si tuviera 18 de nuevo.

-Tus alumnas babean por ti – comente cambiando el tema.
-Son unas chiquillas solamente – dijo y torció la boca en una mueca.
-Venga. No creo que no fantasees con alguna de ellas. Todos lo hacemos – comente animándolo a confesarse.
-Alguna de ellas podría ser mi hija, Emily – esta vez sonó como un padre.
-Oh – Si, ahora él estaba casado, puta suerte.

Mi suerte no podía ser mejor. Hombres casados en mi vida, oh que puta suerte.

-Tengo un par de cosas que hacer, si me disculpas – me puse de pie, él soltó mi mano y me miro en silencio hasta que salí de la oficina.

“Su hija”. ¡Vaya! ¿A quien ofendí para que fuera pisoteada de esa forma? ¿A quien?

Salí del edificio de la Universidad. Algunos chicos que tomaban mi clase me saludaron, solo asentí con la cabeza. No tenía tiempo para platicar sobre sus experiencias sexuales, al menos no hoy.

Me dirigí al estacionamiento y subí a mi camioneta.

Estando ahí sentada, no pude evitar recordar la mirada de Logan cuando me burle de su perfecta mujer. Lo había lastimado. Bien… le pondría fin a esto. Fin de una vez y para siempre.

-Ann Cohen – contesto mi abogada al segundo tono.
-Soy Emily, ¿me darías la dirección de Logan Lacrosse? – pregunte e intente no sonar desesperada. Mi corazón latía a mil, lo sentía golpear mi garganta.

Ann termino de darme la dirección.

-Gracias, Ann – colgué.

Pise el acelerador y me mantuve serena hasta que llegue a su edificio. Baje de mi camioneta. La estacione a un par de calles, lejos de su edificio. Camine de regreso a la entrada, donde un portero me saludo sonriendo.

-¿Estará el señor Lacrosse? – pregunte en el lobby.
-¿Quién lo busca? – pregunto un hombre maduro, con la frente despejada y un traje muy pulcro.
-Emily Wildest – le dije y mi nerviosismo incremento.
-Un momento… - el hombre tomo el teléfono y marco seguramente a su departamento. Después de un par de “Ajá”, “Entiendo”, “No se preocupe”, colgó la llamada y me dijo: -El Sr. Lacrosse esta ocupado. Esta en una reunión.
-¡A la mierda! – grite.

Me asome sobre la mesada de la recepción. Piso tres.

-Gracias por su ayuda – le dije al hombre que me miraba atónito y subí al ascensor cerrando inmediatamente las puertas.

Vería a Logan costara lo que costara. Reunión, si claro. Y yo nací ayer seguramente.
Con el corazón martillándome el pecho llegue al piso tres. Las puertas se abrieron. Logan estaba frente a ellas con un traje negro con corbata gris. Siempre elegante y guapísimo.

-¿Qué haces, Emily? – pregunto enojado.
-Quiero verte, tengo que hablar contigo.
-No tenemos nada de que hablar. Si quieres algo de lo del bar, con mi abogado ponte en contacto. Por favor – con la mano me invito a entrar de nuevo en el elevador.
-Logan… - empezaba a rogar.
-No Emily – se llevo una mano a la cara.
-Por favor… - camine hasta él.

Logan suspiro. Con largas zancadas llego a su salita. Lo seguí. Mi cuerpo temblaba.

-¿Qué quieres? – se meció el cabello.
-Solo quiero hablar – le dije e intente tomar sus manos, pero él se alejo de mí.
-¿Hablar de qué?, ¿de qué? – gruño.
-De… nosotros.
-¡Tu misma dijiste que nunca hubo un nosotros! ¡Nunca! – grito. Me encogí del miedo, por la ira que descargo su voz.
-Lo siento…
-No, no lo sientes, no más que yo – decía apretando los dientes. Su mandíbula se marcaba demasiado.
-Si, si lo siento…

Sonrío con ironía.
-Vete Emily…
-Logan, por favor…
-¿Qué, ahora me ruegas?
-Yo… - baje la mirada – si.
-¿Por qué?
-Porque te amo.
-Ja. Tú no conoces el amor, Emily. Tu no te sentiste como un idiota el día de tu boda, esperando como un imbécil a la mujer de tu vida, misma que nunca llego, y que desapareció de la faz de la tierra, como si la tierra se la hubiera tragado – dijo alzando las manos.
-Perdóname – solloce.
-¿Por qué?, ¿por creer en tu falso amor?, ¿por creer que era el hombre de tus sueños?, ¿por creer en tus putas mentiras y palabras?, ¿por qué, Emily, por qué?
-¡Por ser una estúpida!, ¡Por el miedo que sentía! – grite con un nudo en la garganta que me obligaba a forzar la voz y a lastimar mi garganta.

Logan empezó a reír.
-No sabes cuantos años espere por esto… y ahora, ahora no es nada. Nada. Solo palabras. Te busque… te busque muchos años…
-Claro – ataje -, hasta que encontraste a la perfecta mujer para casarte.
-Si, ella era perfecta… Pero no eras tú, Emily. La engañe… le dije que no amaba a nadie más en el mundo que a ella. Pero era una reverenda mentira. Cada noche, cada día y cada maldito atardecer estaba tu rostro tras mis parpados. Tras mi recuerdo, eras la sombra de mi vida. Y no quería deshacerme de ti.
-¿Por qué te casaste con ella? ¿Por qué si aun… pensabas en mi?
-Para olvidarte. Para hacerme a la idea de que podía vivir sin ti. Sin tu temperamento salvaje, sin tus ojos, sin tus labios, sin toda tu existencia en mi vida. Un error garrafal.
-¿No me olvidaste? – di un paso hacia él.
-Eso es obvio. Ella, Molly, me odio por eso – gruesas lágrimas bajaron por sus ojos.
-¿Qué paso?
-¿Quieres burlarte? – alzo la mirada.
-No…
-Ella me pillo mirando una foto tuya. Se volvió loca de celos. Tomo… - su voz se rompió – tomo el auto… Estaba loca de ira, de celos, de odio…
-Logan… - no necesitaba el resto de la historia. Sabía donde terminaría.

Yo era la mala de la historia, no Molly, no Logan. Yo.

Logan se derrumbo en un sofá y empezó a llorar, su cuerpo temblaba. No tuve el valor de acercarme y consolarlo. Yo, la otra, la bruja, la manzana de la discordia. Lo peor de su vida. Yo arruine su vida. Fui yo…

-En verdad lo siento. Lo siento mucho… - corrí al ascensor.

Una vez en la calle. Corrí nuevamente a mi camioneta. No podía manejar así. Las manos me temblaban, las lágrimas no me dejaban ver. Me quede ahí. Quieta, llorando.

Yo acabe con la vida de Molly. Mis errores le costaron caro a una vida que no tenía la culpa de mis decisiones. Fui yo…


_*_


Zombie era poco para describirme. No quería derrumbarme, pero definitivamente tampoco levantarme. Aun así, no le di la espalda a mis amigas, puse caras felices cuando era necesario, tristes según el caso, y así, hasta que por fin Jennifer se canso de mis mascaras.

-¿Emi? – tomo mi mano.

Ella dormía en mi casa. La muerte de su madre la tenía un tanto rara. Ella estaba tranquila, lo sabía. Sus ojos celestes no mentían. Luna aun se encargaba de la búsqueda del tal Andy. Mismo que Jennifer describió como un Dios griego.

-Estoy bien. No quiero que pienses lo contrario, ¿si? – apreté su mano.
-No, no estas bien. ¿Fue Logan? – pregunto con miedo.
-No… no fue él – negué con la cabeza.
-¿Qué pasa entonces, Em?
-Viví engañada, Jen. Logan no fue el malo, fui yo.
-No digas eso, tu tenias miedo. No puedes culparte.
-Ya… pero si lo hago. Acabe con una vida, con un matrimonio.
-No… - Jennifer me abrazo.

Para Rens y para Luna, la historia era que me sentía devastada por la muerte de la madre de Jen. Solo esperaba que la mentira fuera creíble. Luna aun me miraba con ojos de rayos X. Ella se había confesado estando ebria. Solo esperaba que no recordara nada. Digo, de haberse confesado. Pero en el fondo sabia que el sufrimiento que me aquejaba era Logan. Terminaría contándoselo tarde o temprano.


Una tarde de chicas Luna tecleaba con rapidez frente a su ordenador portátil. Aun estaba empeñada en saber quien era el tal Andy. Eso al menos me distraía un poco. Digo, Luna era buena buscando, y cuando se aburría tiraba de lado su perfil de Sherlock Holmes y se dedicaba a buscar tipos guapos por la red.

-Oh Dios, por ese tipo si me pongo en cuatro – gimió una vez que dio con un tal Pattinson.
-¡Si! – la secundo Rens.
-Venga, no es tan guapo – ataco Jennifer.
Ambas la miraron como si fueran a asesinarla. Ella sonrío y tanto Rens como Luna, continuaron la búsqueda por el tal Andy.

-No se ustedes, pero yo tengo ganas de un cigarrillo – Jennifer se puso de pie, dejando vacío el asiento al lado mío.

Tomo su bolso y saco una cajetilla de Camel. Me ofreció uno que acepte gustosa. Rens y Luna no fumaban, pero Luna tenía una rara afición por el aroma del humo. Así que, no decía nada de que fumáramos a su lado. Rens solo abrió una ventana y Luna encendió una vela, que coloco en la mesa de centro. Según esto para que el aroma a ceniza no se quedara en la casa. Cosas de locas.

Encendimos el cigarrillo y exhalamos el humo como si fuera aliento fresco.

-Dios – suspiro Jennifer. –Espero que encuentres al tipo, Lu, porque esta como quiere.
-Descuida, creo que me acerco – contesto Luna sin despegar la vista del ordenador.
-Oh, espera, espera… - Renata Jadeo. Señalo la pantalla. –¡Es el hijo de tu jefa! – grito.
-¿Quién? – Me puse de pie y mire la pantalla sobre los cabellos revueltos de Luna. -¡Dios! Que guardadito te lo tenias – le di un golpe amistoso en su hombro.
-¿Y qué… ya? – pregunto perversa Jennifer.

Luna tenso los dedos y cerro la ventana donde un rostro deslumbrante nos regresaba la mirada. Ojos pardos, salvaje, aparentemente alto, cabello largo. Muy fotogénico y delicioso. Joder. Que si Luna no se lo tiraba, yo estaba dispuesta a darle placer. Claro, si Luna no se mostraba interesada por el Dios.

-Yo… ¿Quieren pizza? Tengo hambre – Renta se puso de pie.
Todas volvimos a nuestros lugares.

Yo al sofá de dos plazas donde Jennifer estaba sentada en el brazo del mismo. Renata tomo el teléfono y llamo a la Pizzería. Tenía un gracioso nombre: “Pizz Burg”, Luna siempre hacia burla del nombre.
-Si, doble queso. Familiar. Si, si, dos. Hawaiana, y carnes frías – le dio la dirección de mi casa y colgó. –Tomen el tiempo…

Luna asintió desde el comedor pequeño redondo que tenia.

Degustamos la pizza con una botella de vino que Luna traía en su bolso. Siempre me dejaba una botella de vino, al menos cuando teníamos noche de de chicas en mi casa.

-Mmm… Esta delicioso – aprecio Renata sonriendo. -¿Es el que llego a tu casa?
-Ajá – asintió Luna y bebió un sorbo corto que mantuvo en su boca y después lo trago.
-¿Quién te lo envío? – pregunto curiosa Renata.
-Un amigo… - Luna alzo los hombros restándole importancia.
-Oh, un amigo… Parece que ya estas acostumbrada a sus envíos de vino – advertí alzando una ceja.
-Venga ya, Em, Chuck lo envío; el tipo que fue por mi cuando me perdí en alcohol.

Uhhh, golpe bajo. Asentí y para no hablar de nuevo mordí más pizza. Luna sabía como dejarme callada. Esa chiquilla seria la causante de mis canas verdes.

-¿Solo un amigo? – Jennifer preguntaba mordiendo el borde de la copa.
-Si, lo conocí antes de que ustedes arruinaran mi vida – comento divertida Luna.
-Torpe – Jennifer le aventó un cojín que Luna esquivo.


Así entre risas y ataques a la falta de acción de Luna y de Renata, que se tenía guardados algunos secretos, paso la tarde. Llego la noche y Luna y Renata se despidieron.

-Solo un trago más y es todo tuyo – dijo y se empino la botella de vino. –Listo, suficiente para una ducha, Em – alzo la botella a contra luz.
-Adiós, se cuidan y no se desvelen tanto. Menos tu Jen, que el trabajo no te deja… - sonrío Renata.
-Descuida, Rens. Mi jefa… sabe lo acontecido y se mostró muy accesible.
-Perfecto. Ah… ¿y cuando me presentas a tu jefe el de la cafetería? Por lo que me dices esta como Dios griego.
-Tanto así no, pero descuida que yo te lo presento, perver – abrazo a Renata, salio con ella al pasillo.
-¿Es por él tu estado zombie, cierto? - Luna tomo mi mano.
-Luna…
-No diré nada. Si me lo pides. No he dicho nada tampoco. Nadie sabe, solo tu, él… y Luna no sabe nada al respecto – término asintiendo levente con la cabeza.
-Gracias – le di un apretón.
-Puedes confiar en mí. Se como sacarle la verdad a las personas, aunque sea a palos – sonrío ligeramente.
-Lo se.
-Ok, descansa. ¿Ajá? Seguiré investigando… - se aventó a abrazarme. –Te quiero, en serio – susurre.


Fue la noche más larga.
Su mirada de rencor me azotaba en cada esquina. Su risa amarga. Su mandíbula tensa. No había esperanza. El camino se había terminado. Había llegado el final. No existiría un: Emily y Logan, nunca más. Nunca.


-¡Emily, Emily!

Unos brazos me atraparon. Abrí los ojos a la espera de verlo a él, furioso.

-Ya, tranquila, soy yo… Jennifer – Aparto el cabello de mi rostro.
-Si… ya, ya, estoy bien – jadee recobrando el aliento.
-¿Segura? Gritabas… - dijo Jennifer con miedo.
-¿Ah si? ¿Y que decía? – pregunte con miedo.
-Mira, se que estas estresada por lo de Logan y eso. Pero tranquila, él se lo pierde. No tienes que rogarle su perdón. Tú tenías miedo, cualquiera lo tendría – comento.
-Supongo que si… - sonreí un poco.
-Ya, duerme de nuevo, ¿si? Estoy en la habitación de al lado.

¿Tan fuerte gritaba como para que Jennifer acudiera desde la habitación adjunta? ¿Qué diablos pasaba conmigo?

Jennifer cerró mi puerta. Estire el brazo para apagar la luz. El repiqueteo de mi teléfono me sobresalto, espantándome del todo el sueño.

-Tiene que ser algo muy bueno para llamar a las 4 de la mañana – gruñí.
-Si… si que lo es – Luna hablaba del otro lado de la línea con voz adormilada. -La que debería de gruñir soy yo… Pero como somos amigas…
-Habla, Lunática – exigí.
-¿Esta Jennifer por ahí?
-No.
-Bien. Quiero que tú me des tu opinión primero.
-Luna, me estas dando miedo – acepte. Me senté en la cama.
-Ok… Me metí en un lío por esto. ¿Sabes?
-Luna, habla. Ahora – exigí con la boca seca.
-Andy, Andrew Norton…
-¿Es ingles? – pregunte.
-Británico, si. Según mi fuente… - casi la podía ver sonriendo. – Llego hace un par de semanas. No es un delincuente, y no dice en donde vive. Al parecer eso es más confidencial.
-Acuéstate con tu fuente.
-¡Emily!
-Bromeo…
-Ok. ¿Cuándo le diremos eso a Jennifer? No quiero que se asuste, ya ves como es de paranoica – comento.
-Si… ok, le plantearemos las cosas. Además, la escuchaste, el tipo esta como un Dios.
-Vaya que si – aprecio Luna.
-Bueno, ya hablaremos de eso mañana, más tarde. Descansa, Lunática, te escucho cansada.
-Si, lo estoy. Descansa igual. Adiós.

Colgó.


Al amanecer Jennifer se despidió después del desayuno. Hora de trabajar.

Las cosas en la Universidad estaban bastante normales. Normales si era típico ver a los estudiantes contentos por los preparativos de octubre. Ya saben Día de brujas y esas cosas. Todos estaban bastante excitados. Y como yo soy una arpía en Octubre, decidí hacerles un examen sorpresa. Todos chillaron quejándose, pero poco me importo. Sabía que tomaban mi clase solo para tener una nota alta dentro de sus demás materias casi reprobadas.

-Silencio – exigí y en el acto el aula quedo en silencio. Completo y dulce silencio. –Nombre, y ya… todo lo demás, conocen el procedimiento… - menee la mano restándole importancia.

Venga. Que mis exámenes no eran muy difíciles. Solo quería divertirme un rato. El estrés de la vida me daba con tubo. No había echado pasión desde hace semanas. Una tiene sus necesidades.

Al terminar el tiempo del examen, sonó la campana.

-Entréguenme sus exámenes – dije y poco a poco todos los alumnos los dejaron en mi escritorio.

Algunos mirándome con odio. Otros solo sonreían. El aula se quedo vacía.


Durante la noche y después de la llamada de Luna, decidí ponerle fin a mis tristezas. No viviría atormentada a un recuerdo, y menos a un hombre al que le había destrozado la vida. No señor. Tenía dignidad y una vida por delante. No más lagrimas.

-Hmm… Tus alumnos están molestos, Emily – comento Patrick al entrar al aula y cerrar la puerta.
-Si, supongo – alce los hombros.
-Eres mala, sin duda – dijo sentándose en una esquina del escritorio.
Mi pulso se acelero, evite mirarlo.

Concéntrate en los exámenes, concéntrate.
Oh vamos, solo échale una miradita.
No, no, no…
Solo una, anda. Sus ojos claros, color miel lo claman.
Calla, no.
Solo una. Sabes que él te esta mirando.

Subí la mirada, él sonreía.
-¿Tienes tiempo para una taza de café? – pregunto.
-Si – conteste de inmediato.

Lo sabía.
Cállate, estúpido lado irracional.
Venga ya, que siempre domino tu mente.

-Terminare de calificar en casa – dije y guarde las hojas a la fuerza en mi bolso.
-Perfecto – Patrick me tendió su mano.
Un choque eléctrico cruzo mi cuerpo, empezando en la punta de los dedos de mi mano derecha para terminar entre mis piernas. Trague.
Sabía a donde me llevaría ese café, y apuesto a que él lo sabía también.

Sin duda a gritar entre mis sabanas.

Las chicas del Té de Lemmon

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