junio 25, 2011

Búscame - Capitulo X (¡¡Final!!)


Pues parecía que había abandonado esta historia. Pero no fue así, simplemente me concentre en Maldita delicia y la hice a un lado ): ya tenia este capitulo que es el final de la novela, que fue una historia corta, inspirada en la canción con el mismo nombre, que canta: Jean Carlos Canela :)

Espero que les haya gustado. Gracias por sus comentarios y por seguir este blog que día a día crece gracias ustedes :3

Buen fin de semana... Enjoy ^^


Capitulo X

-Volví…
-Puedo darme cuenta…
Evan mi primo estaba frente a mi puerta. Era tan grande la sorpresa que había pasado un minuto y él seguía ahí parado. Con una sonrisa en sus labios. Lucia igual, al menos como lo recordaba, un poco más fortachón a la última vez que lo había visto.
-¿Quién es?
Mire hacia atrás. Era Amelie. Se rascaba los ojos.
-Evan, mi primo…
-¿Amelie? – Evan entro al departamento sin permiso. Prácticamente me empujo y dejo sus maletas en el pasillo, obligándome a meterlas.
-¡Evan! – escuche el grito de Amelie mientras peleaba con las maletas para meterlas en el departamento.
-¡Oh! ¿Vives aquí, con Eric?
Cuando logre dejarlas en la sala. Mire a Evan abrazando a Amelie. Créanlo o no, eso me hirvió la sangre. Evan era mi primo sí, pero era hombre y que abrazaran a Amelie ante mis ojos no era nada grato.
-Si… desde hace un par de meses – sonrió Amelie. -¿Cuándo llegaste? -Hoy, hace un par de horas. Me costó un poco recordar el lugar donde vivía Evan, y un pulmón subir hasta el 5to piso.
Amelie soltó una risilla melodiosa. –Lo sé, pero te acostumbraras.
-Oh, Eric… Yo… - ahora ponía esa cara de perro sin dueño. Sabía por dónde iba.
-Sí, podrás quedarte un par de días – voltee los ojos. –Dormirás en el sofá, y nada de chicas y fiestas salvajes, por favor.
-Oh, venga Eric. Soy un hombre de bien ahora…
No sé porque pero no le creía. Voltee los ojos de nuevo. Sintiendo la amenaza de que ese gesto se volviera un tic al ver a Evan cruzando mí camino.
-Sí, lo que digas. Es tarde, tengo que dormir, y tú… por lo que veo también. Mañana busca departamento… y un empleo.
-Venga, Eric. No creas que volví a América porque me corrieron de España ¿o sí?
-Sé que fuiste a estudiar allá y que trabajaste un tiempo. Quizá te metiste con alguien que no deberías… -comente.
-Por favor… Me encontré a un tipo que tiene un restaurante aquí… Así que me dio empleo de gerente en ese lugar. Ya solo necesito un lugar donde vivir. Y tranquilo – agrego seguro por la cara de espanto que tenía – solo abusare de tu hospitalidad un tiempo.
-Bueno, pudiste esperar a que fuera de día y no tocar a mi casa en medio de la noche…
-¿En medio de la noche? – se carcajeo. –Son las 7 de la noche. En serio, Eric, ¿en qué planeta vives? Amelie… ¿Te arriesgas a vivir con este desubicado del mundo?
Amelie sonrió y me abrazo de la cadera.
-Si…
Sonreí como idiota.
-Oh – hizo una perfecta “o” con los labios. –Quizá es mejor que hoy mismo consiga un departamento. Gracias por todo… - sonrió y salió por la puerta.
-Vaya… - suspire.
-Estamos solitos… - la voz llena de lujuria me enchino la piel y le mando un tirón a mi entrepierna.


La jale de la cadera, pegándola a mi dura entrepierna. Joder. Amelie me ponía a mil con esa dulce y caliente mirada. Soltó una risa grave y un tanto nerviosa. De un brinco envolvió sus cremosas y suaves piernas a mí alrededor. La pegue a una pared y comencé a besarla como si de eso dependiera mi vida. Y es que ella ahora era mi vida. Mi mejor amiga se había vuelto mi chica, todo lo que alguna vez desee convertido en mujer.
-Alguien toca… - murmuro cuando besaba su cuello.
-Yo no oí nada – le dije y mordí el lóbulo de su oreja. La escuche jadear.
-Puede ser Evan – gimió enterrando las manos en mi cabello.
-Que duerma afuera…
Ella rió. –No… no seas malo… Acaba de llegar.
-Y eso mismo quiero que tú hagas, Amy… - le dije y perdí las manos bajo su falda, apretando sus nalgas y sintiendo la tela de algodón de sus bragas. Oh sí.
Ella jadeo aún más fuerte.
-Eric… Atiende la puerta.
-Tengo otras cosas mejores que atender – mordí el nacimiento de sus pechos.
Escuche entonces el ruido del timbre.
-¡Puta madre! – gruñí. Baje a Amelie. Ella acomodo su falda.
Abrí.
-¿Qué mierda…? – había un tipo parado en el pasillo. Pero no era Evan. -¿Si? ¿Qué quieres?
-Soy Andrew Norton… busco a Amelie.
-¿Amelie?
-¿Quién es, E…? – ella se quedó a media pregunta. Sus ojos se abrieron casi amenazando con salir de sus cuencas. -¡Largo! – tomo la puerta y quiso cerrarla, pero el tipo no lo permitió.
Fue cuando le ayude a cerrarla.
-¡Amelie! Por favor, solo quiero hablar… - el tipo no se había ido.
-¡No! ¡Vete! – ella comenzó a llorar de nuevo.
-¿Amy? – tome sus hombros, ella negaba con la cabeza. El tipo aporreo la puerta.
-No… - musitaba.
-Nena – acaricie su cabello. -¿Quién es el tipo?
Ella me miro.
-Nadie…
-¿Nadie? Pues parece que Nadie aún sigue afuera… -la tome del rostro obligándola a mirarme. –Amy, no me molestare si me dices quien es…
-Si lo harás – aseguro y más lagrimas rodaron por sus ojos.
-Ok, quizá – acepte con media sonrisa. –Lo matare incluso si toca de nuevo esa puerta y te hace llorar.
-No es necesario que lo mates… - sorbió por su nariz. Limpie sus lágrimas.
-¿Qué quieres que haga entonces? Tu dime rana y yo te diré: ¿Qué tan alto? -Evan… - ella dejo escapar un poco más de lágrimas y me miro. –Me iba a casar con él en Londres.
¡No! No, eso no era verdad. Mis iodos me jugaban una broma. No…
-Lo siento… No pensé que me seguiría… - decía intentando tomar mis manos. Pero fue muy lenta, abrí la puerta y golpee al tipo.
El hombre cayó al piso. Y realmente no sabía porque había golpeado al fulano, solo sabía que tenía que hacerlo. Amelie estaba llorando y por su culpa.
-Levántate, hijo de perra – rugí mientras Amelie me tomaba del brazo.
No me atreví a mover mi brazo, por miedo a poder lastimarla por la ira que contenía mi cuerpo.
-Evan… - la voz de Amelie era un ruego lastimero. Lo ignore.
El hombre se puso de pie finalmente y limpio la sangre de su boca con el torso de su mano.
-Solo quiero hablar con Amelie, no pelear contigo – dijo mirándome fijo.
-¿Qué es lo que quieres? – pregunte ignorando su explicación. Me importaba una mierda que demonios quisiera o no conmigo. Yo le partiría las costillas hasta hacerlas mondadientes.
-Hablar…
-Bueno, habla ahora, antes de que te corte la lengua – advertí con los puños temblándome a los costados.
-Andrew, vete… - hablo finalmente Amelie. La mire. Ella contenía aun el llanto.
-Amelie… solo… - dio un paso hacia ella, sin dejar de mirarme.
Las aletas de mi nariz se abrían y cerraban, pero sino fuera porque mantenía los dientes rechinando de furia, estaría bufando como un maldito animal.
-¿Qué…? ¿Vienes a llevarme contigo a Londres? Te dije que no me casaría contigo…
-No, no vengo a eso. Laila…
-¿Qué pasa con ella? – se arrojó a sus brazos y lo zangoloteo en busca de la respuesta que él celosamente guardaba.
Si no me equivocaba, era dolor lo que ocultaba su mirada.
-Adentro – ordene.
El tipo me miro y asintiendo entro, aun con Amelie pisando sus pasos.
-¡Dime! – chillo angustiada. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.
-Ella murió…
-¿¡QUÉ!? – jadeo y se puso de pie. –No, estas mintiendo. Ella estaba bien cuando me fui…
-Le dio cáncer…
-Mentira… - chillo. La tome entre mis brazos y lloro. Largo y tendido se desmorono entre mis brazos. Su cuerpo temblaba.
-Amy, tranquila, shh – la mecí entre mis brazos, pero parecía que su llanto jamás terminaría. Jamás.

Un rato después. Cuando el silencio y la tensión entre aquel hombre y yo, solo era cortado por el llanto constante de Amelie, ella se giró a mirarlo.
-¿Por eso entraste al restaurante hoy? – cuestiono ella.-Si… Te busque en cuento te fuiste… No quería que te casaras conmigo sino querías nada. Solo… Laila quería…
-Oh Dios – gimió y se tumbó en el sofá, sin darme tiempo de tomarla entre mis brazos para que no cayera. Cubrió su rostro con sus manos. – ¿Sufrió? – pregunto dejando ver sus ojos rojos.
El tipo bajo la mirada.
-Espero… a que te encontrara y a su hija…
-¿La encontraste? – pregunto interesada.
-Si…
-¿Dónde está?
-En Manhattan. Ella es idéntica a su madre.
-Debe ser hermosa…
No tanto como tú, complete en mi cabeza. Observando en silencio el intercambio de palabras del extraño parado en mi sala y Amelie derrumbada en el sofá.
-¿Café?
El tipo asintió.
Bese la cabeza de Amelie pero entonces se aferró a mi mano.
-Evan… - se puso de pie. Aspiro profundo. –Él es Andrew Norton… es…
-Tu ex prometido – complete acido.
-No… es decir, sí. Pero es un amigo.
Suspire.
-Creo que he entendido un poco de lo que han hablado.
-Evan – me llamo por mi nombre y lo mire, intentando que mi mirada lo pulverizara. –Amelie es una buena amiga, creímos estar… enamorados – continuo midiendo sus palabras. Sabía que estaba listo para partirle la cara. –Ella escapo… Pero supe que era lo mejor. No vine aquí para pedirle alguna explicación ni nada. Solo quería que supiera que…
-Sí, lo demás ya lo escuche – ataje. No quería ver llorar de nuevo a Amelie. Nunca más. –Iré por el café – bese la frente de Amelie.
-Siéntate – cabecee en dirección a un sofá, mirando a Andrew. Era una orden. No tenía tiempo para cortesías. Camine a la cocina, con Amelie atrás de mí.
-Evan… - tomo mi mano, la mire. -¿Me perdonas?
Sonreí.
-Tú nunca pides perdón. ¿Qué pasa ahora?
-Pues… - bajo la mirada. –Creí que Andrew vendría a exigirme algo. Tuve mucho miedo que así fuera durante meses, y al verlo hoy en el restaurante, no supe que hacer, así que le lance la sopa encima.
Intente no reírme al imaginarme la escena que me describía. Me mantuve sereno mirándola.
-¿Por eso te despidieron? – ella asintió. –Bueno, al menos no me disculpare por golpearlo.
Ella sonrió y se lanzó a mis brazos con un suspiro.
-Nena… - le tome el rostro, aun húmedo – te amo.
Ella abrió grandes los ojos.
-Lo sé – dijo con una sonrisa resplandeciente. –Lo dices cuando dormimos…
Así que mi boca traicionera se me había adelantado en la confesión. No cabía duda que Amelie me golpeaba con un sartén las emociones. Cuando estaba a su lado, solo estábamos los dos. Nadie más. Incluso ahora, con Andrew en la sala, quería tomarla y hacerle saber al mundo que era mía y de nadie más.
-Te amo – repetí sin poder soportarlo. Quería gritarle al mundo que era feliz a su lado. Que ella era la mujer de mi vida.


Que con sus sonrisas sería feliz cada día, cada minuto de mi existencia. Me levanto cuando estaba despedazado por culpa de Serena. Enamorado de una ilusión. Creí en una mentira que yo mismo invente. Pero ahora, con Amelie, mi vida estaba cimentada en la verdad y en el amor. Y sí, me estaba volviendo un maldito sentimental. Aunque no pueden culparme, esta chica me tiene de un ala, y cacheteando las aceras. Sintiéndome por momentos en el cielo, sintiendo su cuerpo mecerse bajo el mío. Y en otras. Sintiéndome en el mismo Averno cuando ella explota entre mis brazos.
Quiero hacerla feliz. Sentirme feliz a su lado. Que ya era feliz, soy feliz, pero quiero serlo por el resto de mi vida, hasta que nuestros últimos suspiros salgan de nuestros cuerpos. No entendía el significado de “Hasta que la muerte nos separe”, pero Amelie, sin duda lo había puesto claro. Transparente.
Morir viendo por última vez esos celestes ojos sería una muerte en paz. La mejor de todas.
Pero no hablemos de muertes ahora. Porque mi vida con Amelie apenas está comenzando. Nunca me sentí tan feliz, ni tan imbécil al mismo tiempo. Ella movía mi mundo, le daba vueltas como un torbellino, pero no destrozaba nada. A menos que fuera mi garganta, al culminar entre sus deliciosas y cremosas piernas. Más no.
Porque moría y renacía entre sus brazos cada noche que ella me enjaulaba entre sus piernas. Cuando se aferraba con uñas y dientes, literalmente, a mi cuerpo al tomarla con fuerza y ternura. Porque miraba el mismo Paraíso a través del celeste de sus ojos, al tiempo que se derretía y los espasmos del orgasmo arrasaban con su cuerpo. Y todo esto, revuelto con el sabor de sus sonrisas, con el rugido de sus silencios, con el cantar de su piel cuando mis dedos la descubrían pulgada a pulgada.


Ella, era mi vida ahora.

junio 21, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XIII

Ahora si... Ha llegado la hora del Mítico Capitulo 13. Después de aquí, el estreno de El placer es mio... es el día Viernes. Así que esperen el primer capitulo de El Placer es mio :D
Se revelaran secretos :D Oh Dioses, ya quiero estrenarla. Mi Ale, espero que disfrutes mucho de la nueva historia y todas la disfruten mucho y la lean. Así como el próximo estreno de Cuando los planetas se alinean.



Sin más por el momento les dejo el capitulo, enjoy, y espero los comentarios, chicas (:


13. El mítico trece

Renata Cotty

-¿Quieres que te lleve a casa?
Julien estaba parado frente a mí. Era el quinto día en que le ayudaba en su departamento. Cosa que me tenía muy cansada. El lugar tenía ya una costra de mugre no solo en el suelo, también en las paredes y no mencionemos la cocina ni el baño, casi me vomito. Julien me ayudaba con los lugares poco accesibles para mi persona. Como su habitación.
Se había encerrado varias horas, escuchaba maldiciones y ruidos provenientes de ese lugar. Pero por órdenes estrictas de Julien no me podía acercar. Me sentía como Bella, en la Bella y la Bestia, cuando le prohíben ir al Ala oeste. Bueno, lo prohibido siempre es lo más delicioso. Así que no dudaba en que algún día mi curiosidad terminara ganándome.



-No, gracias…
Decline su oferta por quinta vez.
-Bien… - asintió y dejo una caja de cartón junto al montón de bolsas de basura que iba a tirar por la mañana.
El lugar ahora lucia más habitable. La taza del WC ahora si se veía color perla, el lavabo ya estaba usable y las llaves mezcladoras funcionaban correctamente. Bueno, al menos en poco tiempo convertí esta pocilga en algo digno de ser habitado. Y claro, mi tiempo con Julien había terminado. Él se había empeñado en ayudarme, y habíamos terminado en menos de una semana. Una semana en la que no intercambiábamos palabras. Simplemente me decía que mover y que no mover. Y yo obedecía en silencio, mientras me perdía en la curva de su musculosa espalda.
Me había torturado un par de días en los que no vestía nada salvo sus jeans. ¡Dioses! Eso era una dura tortura, mis manos me pedían a gritos ser posadas sobre la piel bronceada de su torso. Me resistía como una verdadera guerrera. Era insoportable no poder tocarlo. Era como dije, una tortura. Como estar en el Infierno sin una gota de agua.
Al término de cada día, Julien me ofrecía llevarme a mi departamento, olímpicamente me negaba. Si volvía a entrar a su auto, Dios sabe que no saldría de una pieza. Mi corazón se agitaba apenas tocaba la puerta de su departamento, todos los días después de mi empleo. Luna ya me miraba con ojos sospechosos. No podía ocultarle nada a mi media naranja. Solo que… de cierta forma tenía miedo de que esto, el estar un par de horas con Julien, terminara. Que solo fuera una ilusión y que me usara solo para limpiar su departamento. Claro que yo me ofrecí, pero Julien nunca me ofreció algo más que una botella de cerveza al terminar nuestro trabajo diario.
Cada día, al ser casi las 10 de la noche, terminaba mi botella de cerveza y dejándola en una de las nuevas montañas de basura que sacábamos de las habitaciones a las que tenía acceso, tomaba mi bolso, me despedía agitando la mano y salía. Él, claro, se ofrecía a llevarme antes de terminar su cerveza, pero me negaba. Quizá solo lo hacía por mero compromiso. Ya que nunca insistía. Nunca. Y hoy, el quinto día no era la excepción.
Deje mi botella de cerveza dentro de una de las bolsas negras de basura. Me colgué mi bolso sobre mi hombro y pase mi antebrazo por mi frente. Limpiando un poco el sudor provocado por el trabajo y los nervios de pasar 4 horas con él. Cuatro largas y torturantes horas mirando su trasero, sus fuertes brazos y piernas y si, ese torso desnudo de nuevo. Esa era mi recompensa. Su cuerpo, un regalo para mis ojos. Solo eso.
A veces, Julien sonreía, pero solo cuando algún locutor de radio contaba algún chiste tonto. No más. Incluso, a veces reía. Pero nunca conmigo. Nunca por algo que comentara, ni alguna mueca, nada.
Me sentía un fantasma, una mucama. Nada salvo la chica que le ayuda a limpiar su departamento, con la cual no comparte ni un “¿Qué tal tu día?” y de ahí tomáramos camino para charlar, y charlar de tonterías como pasaba con Luna, incluso con William.
¡Vamos! Que hasta con Chuck podía mantener una banal conversación los miércoles que le ayudaba en su trabajo. Él hablaba por los codos como Luna, y era sarcástico y grosero como ella. Dios…
-Este lugar luce mejor… ¿ah? – aventure.
-Si…
Monosílabos. Venga. ¿Para que esforzarme? Siempre contestaba de esa forma. Si, no, no sé. O simplemente alzaba los hombros y se perdía de mi vista.
Justo ahora mi corazón se contrajo. No era una desconocida para él. Tenía 5 días de venir a su departamento. No era una extraña. ¿O sí?
Espere a que él dijera algo más, y como si no lo conociera no dijo nada. Se volvió a su habitación y saco dos cajas más. Llenas de basura. Bien, esto se había acabado. No sería más su sirvienta, no más.
-Adiós… - le dije sin más y gire la cerradura. La gire con tanta fuerza y enojo que la zafe. -¡Mierda!
-¿Qué paso? ¿Te hiciste daño? – dejo las caer las cajas estruendosamente en el suelo y corrió hasta mi. Eso fue raro.
-No, solo rompí tu puerta. Te enviare una nueva cerradura por correo – le dije, dando por sentado jamás volver.
Claro que no esperaba que fuéramos amigos en 5 días, no era Luna, que en menos de lo pensado ya nos estábamos contado todo. No, este tipo era todo lo que alguna vez desee en un hombre. Que fuera guapo, inteligente, independiente… Aun no sabía si era divertido. Pero a notar sus DVD’s todo indicaba que era compatible conmigo. Sin embargo, no importaba si lo molía a palos para que hablara, lo único que lograba era sacarle sus jodidos monosílabos por respuesta.
-¿Por correo? – entrecerró los ojos.
-Si, descuida… Me se la dirección – intente meter de nuevo la cerradura en forma de bola al orificio y girarla. Se escucho un click, que indicaba que la puerta estaba abierta. –Adiós…
Salí al pasillo. Tenía un nudo en la garganta. Quería gritarle un sinfín de cosas. Me había usado. Y aun así, deseaba que él al menos fuera rudo como en León, que me dijera “No seas niña”, discutir al menos. Pero no. Él simplemente me ignoraba y eso era horrible.
Detestaba ser ignorada por el hombre de mis sueños, ese que vivía dentro de mis fantasías cada noche al llegar a casa.
-¡Hey! ¡Renata!
Era él. Y aunque mi corazón latía emocionado, me volví a él con una expresión aburrida.
-¿Qué?
Se detuvo a unos pasos antes de llegar a donde estaba de pie. Me miro un segundo. Después meneo la cabeza en una expresión entre divertida y contrariada. O al menos eso me parecía a mí. -¿Me estoy perdiendo de algo?
-No entiendo… - fruncí el ceño. –Dije que te mandaría por correo la cerradura. ¿Qué más quieres que haga?
-Nada…
-Bien, entonces vive feliz en tu departamento habitable. Estamos a mano a pesar de que no ofreciste nada y no pedí nada por ayudarte – dije acida. Escupiendo las palabras que pedían salir de mi garganta. Incluso podía decir que mis mejillas estaban rojas de furia.
No esperaba ser su novia, juro que no. Mucho menos que me contara sus más oscuros secretos, quizá eso me lo ganaría después. Yo solo deseaba que él al menos hablara conmigo.
-Claro que si pediste algo a cambio – acuso.
-¿Y que era? Porque yo no lo recuerdo, y estoy harta de solo escuchar tus: “si, no, no se” – estalle finalmente en el pasillo.
-Dijiste que te enseñara a pelear.
-Oh – era cierto. Eso había dicho. Mierda lo olvide por completo.
-¿O ya no quieres aprender? – frunció el ceño.
-No, si, yo… - de nuevo el balbuceo.
Me miro un minuto, un minuto que me pareció eterno. Yo estaba dispuesta a gritarle sus cosas y de pronto él sale con esa pregunta, junto con esa mirada penetrante, perforándome con esos celestes y cautivadores ojos. ¡Dioses del Olimpo! ¿Cómo resistirme a eso? ¿Cómo?
-¿Y…? ¿Quieres aprender o no? – cruzo los brazos sobre su pecho.
-Si, si quiero… - afirme.
-Perfecto, mañana nos vemos en Central Park a la hora que salgas de tu trabajo – dijo y se dio media vuelta emprendiendo el camino a su departamento.
-Salgo a las 6 – informe con voz desesperada. Ansiosa. Esta vez con mi corazón palpitando con locura.
-Lo sé – alzo una mano sin mirarme a modo de despedida.

Me quede ahí de pie no se cuanto tiempo. Lo vi desaparecer por la puerta de su departamento. Atónita. ¿Lo sabía? ¿Cómo es que lo sabía?
Mi móvil sonó de pronto y eso me hizo pegar un brinco. Era un mensaje. Era de mi Luna.
“¿Dónde estás? Es noche de cine en mi casa. ¿Estas bien?”
Demonios, lo había olvidado por completo. Cada jueves Luna y yo veíamos una película en la pantalla de 42 pulgadas que su hermano Jack le había regalado. Amábamos esa pantalla. Era enorme y las películas se veían perfectamente.
Tome un taxi en dirección a mi departamento.

Pague al taxista y entre al edificio.
-Hey… - era Evan.
Mmm, Evan.
-Hola… - salude un poco nerviosa.
-¿Cómo estas?
-Bien, muy bien – Dios se veía tan bien. – ¿Qué tal te va en el trabajo?
Pantalón de vestir con su filipina del trabajo. ¡Mmm, que me cocine algo por favor!
-Muy bien, solo que aun no encuentro un lugar donde vivir, estoy harto de vivir donde Eric y Amelie. Ellos son… se han vuelto… muy unidos, ¿me entiendes?
-Oh – sonreí asintiendo. –Al lado de nosotras hay dos departamentos vacios. Quizá si llamas al número que está pegado en la ventana… - sugerí.
-Si, llamare. Justo ahora tuve que salir del departamento, se han puesto melosos… Es como ver una porno en vivo – jadeo.
-Oh – Evan era muy… ¿Cómo decirlo? Sincero. -¿Por qué no pasaste a ver a Luna?
-No, no puedo… tiene visitas… - frunció el ceño.
-¿Visitas?
-Si… - paso una mano por su barba de días. –Su prima Kenzi vino a visitarla.
-¿Y eso es malo? – yo no conocía a su prima, pero seguro que era amistosa como mi Luna.
-Digamos que… es como cuando le quitas el seguro a las granadas… ¿me explico?
-Peligroso…
-No solo peligroso, Renata… Letal – agrego con la mirada turbia. –Kenzi es aun más honesta que Luna, en algunas ocasiones es grosera sin proponérselo. Es… un caso extraño para la naturaleza.
-Luna me mando un mensaje de texto… quizá quería que conociera a su prima…
-O que la libraras de ella – interrumpió con el ceño fruncido.
-No creo. Venga, vamos… - invite a que subiera conmigo al departamento de Luna.
Volteo los ojos y soltó un profundo suspiro. Toque el timbre dos veces.
Luna abrió.
-Rens – sonrió. Después miro a Evan. –Hey tu, pasen – abrió más la puerta. Evan la cerró. Parecía que se quería quedar en la puerta o mejor fuera del departamento de Luna.
En su salita estaba una chica morena de cabello corto estilo mohicana. Justo dejaba una cerveza vacía sobre la mesita de centro de Luna. Se giro para mirarnos y sonrió.
-Tu debes de ser Renata… la media naranja de Luna – estiro su mano para que la estrechara.
Bueno, no me parecía nada peligrosa.
Su piel era de un tono más moreno que el de Luna, con unos enormes ojos verdes y labios gruesos bien formados. Vestía sencillo, unos jeans y una blusita de manga larga en cuello redondo gris. Nada fuera de lo normal y nada que me pareciera peligroso.
Luna y la chica, Kenzi, se parecían. Casi de la misma estatura y con el mismo estilo al vestir, sino fuera porque sabía que Luna solo tenía un hermano varón, diría que eran hermanas.
-Soy Kenzi, prima de Lunática – informo estrechando la mano de Evan que asintió.
-Él es Evan… - presento Luna. Kenzi asintió.
-Bueno, mejor me voy… si tomo una cerveza más no me despertare para mis clases – sonrió. –Nos vemos, un gusto. Y ya sabes… estoy aquí para cualquier cosa que necesites, Lunática – abrazo a mi Luna. –Adiós chicos, un gusto… - sonrió amigable y se fue.
-Vivirá aquí – dijo Luna y se sentó en su sofá.
-¿Aquí contigo? – negó con la cabeza, yo suspire. -Eso no parece alegrarte… - observe.
-Claro que me alegra… Solo que si yo tengo instinto de Sherlock Holmes ella lo tiene aun más desarrollado y aparte está más loca, que tú y yo juntas…
-Y eso es malo, supongo – me senté a su lado.
-Solo cuando algo no le agrada.
-No entiendo…
-Ni yo – sonrió divertida. –Ella es muy linda y todo…
-Venga Luna, a lo que le temes es que alguien se enamore de ella antes de que se enamoren de ti – sentencio Evan.
Luna y yo lo fulminamos con la mirada. Él alzo las manos en son de paz.
-Solo decía, carajo. Todo se lo toman tan apecho. Y si me preguntan, tú eres más linda.
-No le arregles, Evan – gruñí.
-Chicas, no es más que la verdad. Luna… - mi amiga lo miro ceñuda. –Las dos son diferentes, no tienes por qué temer…
-No es eso, Evan. Solo… - suspiro. –Nada, es bueno tener a mi prima aquí… - sonrió finalizando la conversación.
Evan asintió y dándole un beso en la frente salió del departamento.
-Ella está enamorada de Chuck… - me dijo, mirando sus pies.

junio 17, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XII




Viernes de Maldita delicia. Dioses... Este capitulo... Lo escribí en primera y al final, quedo en 3era persona, no pude hacerlo en primera persona, el corazón se me partía... pero no les diré más. Solo no me odien, en serio! (: Disfruten el capitulo y dejen sus comentarios.




12. La pregunta


-Buenos días, hermosa.
La luz entraba rebosante por el ventanal del dormitorio de Logan.
Emily se removió con una sonrisa. Las sabanas abrazaban su cuerpo de una manera que le hirvió la sangre a Logan en un tris-tras. Una deliciosa y feliz semana, eso llevaba de compartir las sabanas, los días, las noches, las tardes. Y cada momento era el más feliz de sus vidas.
Emily se abrazó a la cintura de Logan, aspirando profundamente el aroma de su bronceada piel, se derritió en diferentes formas y en diferentes partes de su cuerpo. Era agradable despertar de esa forma. Sintiendo el calor de Logan y el aroma de su piel mezclándose con ella. Sintiéndose amada. Como siempre debió ser; a su lado.
-Hola – contesto ella contra la piel del cuello de Logan. Él se estremeció.
-Vamos a darnos un baño – hablo con voz ronca, cargada de deseo.
Ella sintió su cuerpo arder. Se montó sobre su cadera como una felina.
-Vamos. Tengo ganas de hacerlo en la ducha… - confeso.
Logan sonrió. Le encantaba que ella fuera tan sincera.
-Yo solo quería un baño normal – mintió, ignorando la punzada que sintió cuatro dedos debajo del ombligo.
La tomo entre sus brazos y entro al cuarto de baño. Mientras Emily se lavaba los dientes, él nivelo la temperatura del agua que llenaba la tina. Emily se acercó a tocar el agua, una vez que termino, y así, Logan obtuvo una vista espectacular de su trasero envuelto en ese diminuto camisón de seda. Casi se traga el dentífrico junto con el cepillo de dientes al ver ese redondo y firme trasero llamándolo.


-¿Lista? – se acercó a ella. Beso su hombro, deleitándose con el sabor salino de su piel por las mañanas.
Ella asintió, no quería hablar por temor a soltar un gemido que la delatara.
Logan se metió a la tina, se acomodó y un segundo después, Emily se recostó sobre su pecho.
Sonriendo, Logan tomo una esponja con jabón para comenzar a frotar esos pechos que lo volvían loco, mismos que tenían un exquisito tacto bajo sus dedos curiosos. Cómo deseaba sentirlos contra su lengua.
-¿Qué harás en la tarde? – pregunto para tranquilizar su libido. Su entrepierna ya rugía por la cálida humedad de Emily.
-Nada… - alzo los hombros.
-¿Quieres ir a comer conmigo? Bueno, cenar – corrigió.
Emily salía de la Universidad hasta después de las 6. Era una cena más que una comida.
-Me encantaría… - Emily evito chapotear el agua como una niña pequeña.
No importaba si Logan la invitaba a tomar un helado, a ver el lago de Central Park, o simplemente tomarla de la mano, ella estaba completamente encantada y enamorada.
-Perfecto. Un amigo tiene un restaurante, apuesto a que te gustara…
-Seguro que si – ladeo un poco su cabeza de modo que pudiera besarlo. Gimió cuando su cadera rozo su endurecido miembro, provocándole un gruñido contenido a Logan.
Emily sonrió para sus adentros, sintiéndose poderosa. Lo tomo en su mano y froto. Con un jadeo Logan la tomo de las piernas y la acomodo sobre él. Sintiendo, a pesar del agua, el calor de su entrada, llamándolo.
-Nena… - Emily continúo la tortura con su mano, rozando la punta de su pene en su caliente entrada.
No tardo en derramarse entre los dedos de Emily. Sus fuertes y certeras caricias lo mantenían al filo del placer. Y solo necesitaba un poco de ella para llegar al Paraíso. Se sentía como un adolescente. Pero así eran las cosas con ella.
Con la respiración agitada, las pupilas dilatadas y con una sonrisa estúpida en su rostro, tomo a Emily entre sus brazos.
-El baño se fue a la mierda – sentencio.
Saliendo de la tina se encamino a la cama. Besando el cuello de Emily. No solo Logan estaba desesperado por tomarla. Deseaba encarecidamente hundirse en sus cremosos muslos, saciarse de ella, embriagarse de su sabor.
La tendió en la cama con suavidad, pero su ternura se perdió cuando observo el triángulo oscuro de ella y se percató de su dulce humedad. Ella estaba excitada. Demasiado, su pecho subía y bajaba. Ansiaba esto lo mismo que él. Y lo tendría.
-Oh, Emi… - Paso los dedos por sus tiernos pliegues. Ella gimió. -¿Te gusta? – pregunto, aun sabiendo la respuesta. Le gustaba escuchar la voz forzada de ella.
-Sabes que si – logro decir con la garganta seca. No había parado de gemir, y eso que él aun no la invadía con sabiduría.
Sin decir más, Logan se hundió entre sus piernas. Su lengua jugaba con su botón, ahora más mojado. Bebió de su excitación como un sediento en el desierto. Poniéndose más duro y ansioso a cada movimiento de ella contra su lengua, sintiendo como sus paredes se ceñían contra sus dedos y su lengua. Él ya estaba listo, y necesitado de su calor.
-¡LOGAN! – rugió Emily al sentir hasta la empuñadura de él invadiendo su cuerpo.
Sus uñas se grabaron en las costillas de su musculosa espalda al tiempo que él la embestía con fuerza. Saliendo casi por completo y entrando hasta la empuñadura.
-Te amo – juro Logan con la voz entrecortada por el esfuerzo.


Estaban a nada para que los dos fueran arrastrados por un orgasmo glorioso.
Con los pulsos agitados y una sonrisa en sus rostros. Él sudaba y su frente estaba perlada de sudor. Lucia devastador. Demasiado para ella. Logan mantenía una mano sobre su pecho, mientras descansaba al lado de Emily.
Con el pulso ya restablecido en ella, se giró para verlo y… Lo que vio no le gustó nada.
Logan aún se esforzaba por respirar.
-¿Logan? – tomo su mano, esa que posaba sobre su corazón. Su pulso era errático. -¿Estas bien?
Emily apenas podía hablar. Su voz se había extinto por el miedo a ver a Logan. Sus ojos miraban a un punto cualquiera, sus labios estaban secos y comenzaba a sudar de nuevo.
-¿Logan? – Provo suerte acercándose más.
Logan parecía no escucharla. Eso la alarmo. Al borde de la histeria ella lo agito tomándolo de los hombros. Logan perdía el color de su bronceado y el de sus mejillas.
Sin saber exactamente qué hacer. Rebusco en sus cajoneras y encontró una agenda. Pasaba las páginas al punto de casi romperlas. Sus dedos le temblaban y apenas podía ver a través de las lágrimas que le nublaban la vista.
Entre oraciones y maldiciones dio con un nombre conocido. Doctora Nicole Wildest. Su hermana. ¿Qué demonios hacia su hermana en su agenda? Además subrayada y marcada con una pestaña amarilla al borde de la página.
Ignorando ese gusanito de curiosidad marco a su hermana. La llamada llego al primer tono.
-Doctora Wildest… - su hermana contesto con la voz melodiosa y tierna de siempre.
-Logan está mal – Emily volteo a ver a Logan, aun respiraba forzadamente.
-¿Cómo dices? ¿De nuevo? Voy para allá… Tranquila – agrego antes de colgar.
Emily arropo a Logan. Parecía mejorar, ahora respiraba por la boca. Sus ojos oscuros ya la miraban, pero no hablaba. Su mirada parecía pedir perdón. Logan busco la mano de Emily, una vez que la encontró la apretó. Ella estaba sentada a su lado, temblando como un gatito mojado y asustado.
-¿Cómo estás? – pregunto estúpidamente.
Claro que no estaba bien. Él no tenía buena pinta. Aun pálido y con los labios resecos. Se inclinó a besarlo. Él apenas logro emitir un ruidito. No supo si era de dolor o de agradecimiento.
La habitación estaba silenciosa. El tiempo se le hizo eterno y lento mientras su hermana llegaba al departamento.
Cuando Nicole llego, se lanzó inmediatamente a revisar a Logan, su estetoscopio y demás cosas volaban alrededor de Logan. Revisando su pulso, sus ojos, su pecho.
Emily la miraba en silencio. Nicole no la miraba.
-Logan, te dije que tomaras tus pastillas – regaño al hombre tendido en la cama. Él cerró los ojos asintiendo. Mientras que Emily no entendía ni una palabra.
-Solo te agitaste demasiado – explico, Nicole. –Supongo que no puedes estar sin agitarte con mi hermana viviendo aquí, ¿ah? – bromeo, finalmente miro a Emily. –Emi… - se colgó el estetoscopio en el cuello, la costumbre – tienes que cuidar de él.
Logan la tomo de la muñeca para que no hablara más. Nicole y él compartieron una mirada cómplice. –Vale… Solo espero que no pase de nuevo. Después te enviare tu medicamento… Como siempre – finalizo alzando los hombros.
Logan asintió. Se acomodó sentándose en la cama, recargando su espalda en la cabecera de madera. Nicole lo ayudo y coloco almohadas en su espalda. Emily seguía en silencio, sin entender ni una maldita palabra. ¿Por qué Logan y Nicole se conocían?
Una vez que Logan estuvo cómodo, Nicole le sonrió. Emily intento devolverle la sonrisa, pero solo se formó una mueca.
-Nos vemos… donde siempre – Nicole miro a Logan, él asintió. –Adiós, Emi… - tomo su maletín, dispuesta a salir de la habitación.
Emily salió de la cama de un salto y la tomo del brazo para que no saliera. Ella quería explicaciones y las quería ahora.
-Nicky, ¿Qué demonios sucede? – pregunto sin rodeos, mirando alternativamente a Logan y a su hermana.
-No es mi deber decírtelo, Emi. Hice un juramento de silencio, ¿recuerdas? – dijo simplemente, con la tranquilidad que la caracterizaba.
-Pero…
-Emi – Logan interrumpió su perorata con voz ronca. –Deja que tu hermana se vaya. Esto es entre tú y yo.
Nicole salió en silencio de la habitación, no después de abrazarla. Emily sintió un vacío en el pecho. Algo malo ocultaba Logan, algo muy malo. Y ella no estaba segura de querer escucharlo.
-No me digas nada – susurro.
-Emily… - hablo con voz trabajada. Como si le doliera hablar.
-Logan yo te amo, pase lo que pase te voy a amar – aseguro. Un nudo se formó en su garganta. Era como si se despidieran. Y eso le partía el alma.
Se acercó y le tomo el rostro barbudo entre sus manos. Se vio reflejada en sus oscuros ojos.
-Nena, yo también te amo… Siempre te he amado. Siempre – la beso fugazmente sellando su juramento de amor.
Las lágrimas no se hicieron esperar en Emily. Pero Logan las seco besándolas.
-Perdóname, debí habértelo dicho…
-No importa – lo detuvo. –Te amo, no me importa…
-No, Emily – tomo su barbilla. –Estoy…
-Pero mejoraras, Nicky es muy buen médico – decía ella asegurándose de que su voz no se quebrara. –Ella es buena, mucho.
Logan sonrió. Pero un segundo después negó con la cabeza.
-Emily…
No había necesidad de aplazar lo inevitable.
Emily temió lo peor, cuando él dijo su nombre así. Pero callo sus palabras colocando los dedos sobre sus carnosos labios.
-No digas nada… Nada. Yo te amo, te amare el resto de mi vida. Logan… - de nuevo más lágrimas.
-Pero tienes que saber…
-¡No! – jadeo ella. –No me importa. No me importa – aseguro. –Cuidare de ti… - beso sus labios.
Lo beso como si el Mundo se fuera a extinguir.
-Aunque no podemos hacerlo seguido – intento bromear y sacarle una sonrisa a Logan. –Te dejo prácticamente muerto…
Logan sonrió.
-Eso paso porque olvide tomar mi medicamento en la noche – dijo restándole importancia.
-Ok, entonces besare y morderé cada pulgada de tu cuerpo – se inclinó a besar su pecho. Justo sobre su corazón.
-Emily, te amo…
-Y yo a ti, más de lo que crees.

Logan la llevo a la Universidad, después de que la tomo sobre las sabanas. Calmando un poco la angustia de ella. No podía ocultar su ceño fruncido de preocupación, todo por culpa de él. ¿Cuánto tiempo más podía seguir ocultándole su estado?
Fuera como fuera, él viviría por ella. El tiempo que fuera. El tiempo que le dieran a su lado lo aprovecharía al máximo. Cada segundo, cada minuto, cada día, lo explotaría al máximo para hacerla feliz.
-Cualquier cosa – insistió Emily antes de bajar del Alfa Romeo de Logan en la entrada de la Universidad - , me llamas, ¿sí?
Sus ojos aún estaban rojos y cansados de tanto llorar. Aunque ella jurara y perjuraba que Logan estaría bien porque ella lo cuidaría. La verdad era otra, y esa, Logan la guardaba celosamente.
-Emi, estaré bien - ¿Por qué eso sonaba a mentira? - , solo fue un descuido – intento tranquilizarla.
-Pues que no se repita – gruño la chica en advertencia.
Había sentido como la vida se le iba cuando lo vio ahí tendido en la cama y sin moverse.
-No se repetirá – aseguro Logan, confiado. –Te amo, nos vemos más tarde para cenar.
-Te amo más. Y más te vale – lo señalo al bajar del auto plateado.
No entro a la Universidad hasta que no vio desaparecer el Alfa Romeo de Logan.
Rogaba con todas sus fuerzas que solo fuera eso: un descuido. Uno que no se repetiría de nuevo. Nunca. Jamás.




-Hey. ¡Emily!
-¿Cómo? – levanto la vista desconcertada.
-Solo te preguntaba que qué tienes. Estas distraída…
Patrick la miraba entre curioso y preocupado. Ella negó con la cabeza, pero sin mirarlo a los ojos. Patrick se acercó a ella en silencio. De pronto, Emily comenzó a llorar. Inconsolable la chica cubrió su rostro.
-Oh, Emily, no llores – Patrick tomo su rostro. Le rompía el corazón ver a una mujer llorar. Se arrodillo al lado de ella.
-Logan… - decía entre sollozos. –Él…
-¿Qué te hizo? – Patrick tenso la mandíbula.
-No me hizo nada – negó con la cabeza. –Solo…
-¿Qué sucede? – insistió. –Dime, puedes confiar en mí…
-Tiene… algo. Esta… enfermo – decía entre sollozos, sorbiendo su nariz y limpiando bruscamente sus lágrimas.
-Él estará bien… - quiso tranquilizarla. Pero sus palabras no fueron escuchadas. –Tranquila nena.
-No – negó como posesa. –No lo conoces, es un necio – recordó.
Aun con la gripe más fuerte, él se negaba rotundamente a acudir al médico. Nunca quiso ir a ningún lado con agujas y cosas esterilizadas. Odiaba todo lo que tuviera que ver con Hospitales. Quizá él ya estaba tan grave que acudir al médico solo era… estúpido e innecesario.
¡Oh no!
Sollozo aún más fuerte. Patrick la estrecho con fuerza en sus brazos. Pero su voz y sus caricias de alivio se sentían tan lejanas en el cuerpo de ella. Tan frías y lejanas. Su cuerpo solo atendía el llamado de Logan, los besos y las caricias de Logan. Su mente era ocupada solo por él. Nadie más.
Y si lo perdía…
-Yo me muero, me muero… - chillo en voz alta.
-Tranquila, no pasara nada…
-Si se muere… Me lleva con él – esta vez ella se atrevió a corresponder el abrazo, solo para no sentir que caía en un pozo sin fondo. Sus manos se aferraron a la camisa de Patrick como un salvavidas. Estrujándola conforme sus ojos se llenaban de lágrimas más y más, sin querer detenerse.
-¡Dios! ¿Qué voy a hacer si él se muere? – pregunto histérica.
Esa era la pregunta.
Una vez sintió que su vida se iba cuando vio a Logan en los brazos de otra mujer. Sintió morirse. Pero ahora, con la muerte exhalando su fétido aliento en el hombro de Logan… ella sin duda acabaría loca, o peor.
¿Qué haría si la luz de sus ojos oscuros se iba para siempre? Ella no podría soportar eso. No podía. No viviría sin él, ahora lo tenía para alegrar sus días, sus miserables y solitarios días.
Lo único que ella sabía, era que se si Logan moría, ella lo seguiría.

junio 15, 2011

El placer es mio, proximamente...

Porque los secretos serán revelados, poco a poco la verdad surgirá a través de tres miradas. A través de tres historias. ¿ Creían que todo era miel sobre hojuelas? No... Todo tiene un inicio y un por qué.
Tres amigas en busca de aventura, tres amigas inseparables, tres amigas listas para divertirse y darle placer al cuerpo... Porque...
El placer es mio...
Muy pronto...

junio 14, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XI

Hola chicas.


¿Recuerdan que les dije que si tenia algo más de MD2, lo tendrían antes del viernes?

Pues aquí lo tienen... Esa Luna es una loca pervertida... XD No se a quien se parecerá... (lalala ♫♪♫).

Sin más, disfruten este capitulo que pronto... Las cosas se pondrán peliagudas... Espero sus comentarios y buen martes (: ♥



11.Eternos amigos

Luna Phellan


Faltaban solo seis días para el cumpleaños de Renata. Casualmente su cumpleaños caía en domingo, el mismo día que el cumpleaños que Jennifer. Bueno, como aquella vez, tendríamos que adelantar la fecha de la celebración. Desafortunadamente León ya había sido reservado para una reunión de Generación. No sabía los detalles, pero el punto era que no estaba disponible. Así que, ofrecí mi departamento para el cumpleaños de Renata. Quizá mis planes eran ligeramente más sigilosos que los planes para la fiesta de Jennifer. Claro, yo era como un gato sigiloso, bueno, solo cuando se requería. Y esta era, sin duda una de esas ocasiones.
Noviembre 14. Dios, ya estaba muy emocionada.
-Luna…
-Dime Lizzy – la imagen de la perra de Samantha Wood ya tenía que estar lista. El próximo mes publicaríamos la revista.
Iugh. Vería su cara en cada puta esquina.
-La Sra. Van Gulick quiere ver el adelanto de la imagen del próximo mes…
-Vale, si, en 5 minutos se la llevo – sonreí sin muchas ganas.
La chica asintió y salió.
Desarrugue mi blusa y camine con la barbilla en alto hasta su oficina. Dorothea no estaba sola. Una rubia cabellera brillaba con el sol matutino que se asomaba por el gran ventanal que estaba detrás de mí jefa.
-¿Me llamaba señora? – pregunte anunciándome con los nudillos.
-Señora… - bufo Dorothea. –Pasa Luna – sonrió ligueramente. O eso me pareció. Las comisuras de su boca se curvaban hacia arriba. ¿Era eso una sonrisa?
-Gracias…
-¡Lunis! – chillo emocionada Samantha Woods.
-Hey… - fingí sonreír.
-Oh Dios, que emoción – dijo juntando las manos cerca de su pecho. –Sé que eres una gran fotógrafa…
-No hago milagros – murmure. Creo que nadie me escucho. Samantha se removía ansiosa en su silla.
Dorothea estiro su mano. Le tendí el sobre con las fotografías. En cada una de las fotografías, Samantha lucia asquerosamente sexy. Venga, soy mujer, pero una sabe cuándo una chica es hermosa. Y ella lo era.
-Siéntate Luna – cabeceo en dirección a una silla.
Espere un par de minutos hasta que finalmente Dorothea tendió una fotografía de Samantha con un top rojo. Como dije antes, ella lucia despampanante.
-Esta será la portada – dijo sin más.
Samanta chillo de alegría.
Agh, como odiaba a esta tipa.
-Si – asentí ignorando los vítores de Samantha. Parecía que nunca había estado en la portada de alguna otra revista. O quizá solo fingía estar emocionada. Dorothea decía que ella era la espía. Rubia y estúpida, no podía ser una espía. Simplemente era estúpida. Más claro ni el agua.
-Es todo, gracias Luna.
-De nada…
Me puse de pie y partí directo a mi oficina. No sé qué tenía Samantha, pero no me agradaba ni una pizca. Esa mujer era una espinilla en las nalgas. Así de simple. O quizá yo no le daba una oportunidad. Bien, tener a la hermana de Emily, Nicole, en la ciudad no era nada bueno. Ella era demasiado dulce y tierna, aunque no me extrañaría que tuviera un lado fiero y salvaje como Emily. Nicole siempre pensaba bien de las personas. Siempre. Nunca la había visto enojada, siempre tenía esa sonrisa en sus labios, y nunca paraba de reír. Quizá eso era lo que más se parecía a nosotras, que jamás parábamos de reír, aunque lo único diferente era que no pensábamos bien siempre de las personas.
Al menos la portada de Diciembre ya estaba lista. Y podía empezar a mentalizarme en ver en todos lados la celeste mirada de la tonta Woods. Tristan no tenía nada que ver con ella, ya me lo había más que confirmado. Pero algo no me terminaba de gustar. Había algo en ella que no encajaba. Algo…
-Si juntas más tus cejas se te hará solo una.
Levante la mirada. Era Chuck quien me regresaba la mirada desde la puerta de mi oficina. Cerré mi ordenador portátil. Dejaría de torturarme un rato, dejaría de encontrarle el truco a la perfecta imagen de esa rubia vacía.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a robarte… - entro y cerró la puerta de mi oficina, se sentó en una de las sillas. –Pensándolo mejor… - se puso de pie y camino hacia mí. Se colocó detrás y abrió mi ordenador. Sentí su respiración rozar mis orejas. Hoy me había recogido el cabello en una coleta. Mis orejas, mi punto sensible, estaban descubiertas y vulnerables.
-Oh, ¿Y quién es esta belleza?
Una punzada de celos me erizo el vello de los brazos. Si, eran celos. Celos. Tense la mandíbula.
-La portada de Diciembre – respondí y cruce los brazos.
-Comprare ese número.
Chuck curioseo las fotografías de Samantha. Deteniéndose más de 10 segundos en cada una, e inclinándose sobre mi hombro para ver mejor.
-Las imprimiré para que te masturbes con ellas – rugí y me puse de pie dirigiéndome a la impresora.
-Perfecto – seguro que sonrió.
Y yo cerré los puños mientras cambiaba el papel fotográfico, por papel normal.
-Apuesto a que te saldrán pelos en las manos… - esta vez hasta yo misma me sonreí.
-Eso solo son mitos… - le restó importancia. –Nada de qué preocuparse.
-Ajá… - metí el papel a la impresora. –Solo mándalas a imprimir.
-Vale, gracias.
Me aferre al borde del mueble donde tenía la impresora. Quería salir y golpear a esa… No, quería golpear a Chuck. Bastardo idiota. Un momento… ¿Qué demonios me pasa?
La impresora comenzó a imprimir. Espere unos segundos antes de que la hoja saliera.
“No te enojes, solo bromeo. Tú eres deliciosamente más preciosa que esa rubia desabrida. Vamos a comer…”
Sonreí cuando termine de leer la hoja.
-¿Entonces? – Chuck estaba detrás de mí. De nuevo me erice. -¿Sigues enojada?
-Si… - confesé.
-¿Por qué? – me giro para verlo de frente. –Solo jugaba, no me gustan las rubias… Y lo sabes – agrego.
Sí, creo que lo sabía. Aunque una parte solo rugía. No recordaba nada de los gustos de Chuck. Baje la mirada. ¿Por qué me sentía así por Chuck?
-Dime… - pidió tomando mi barbilla. –Anda…
Trague. Cuando él me miraba de esa forma, no había escapatoria. Me confesaría. O haría otra cosa loca.
-Tengo hambre – cambie de tema con lo primero que se me ocurrió. Chuck sonrió.
-Vale – beso mi nariz y jalo de mí hasta la puerta.

Entramos al ascensor.
-¿Quién te dejo entrar?
-Tengo mis contactos – respondió con una sonrisa taimada.
Asentí.
De pronto se detuvo el ascensor.
-Venga ya, Chuck. No juegues – le dije dándole un golpe suave en el hombro.
-Yo no hice nada – defendió frunciendo el ceño.
-Te conozco, mosco – bromee y apreté el botón de la planta baja. El ascensor dio un brusco movimiento. -¡Dios! – jadee.
-Tranquila. Nos sacaran de aquí… - intento tranquilizarme. Pero nada podía tranquilizarme ahora, mi pulso latía descontrolado. Yo no era claustrofóbica. Aunque jamás me había quedado atrapada en un ascensor, por lo tanto no sabía si era o no.
-Ya, no pasa nada, Luns – acaricio mi rostro.
El ascensor dio otro brusco movimiento. Me abrace a Chuck. Él paso las manos por mi espalda.
-Shh, no pasara nada. ¿Traes agua?, tengo sed.
-¿Agua? – removí el contenido de mi bolso. -¡No traigo! – chille.
-Ya va, tranquila – tomo mi rostro. –No tienes miedo a los lugares pequeños – decía mirándome. Asentí. –Repítelo.
-No tengo miedo a los lugares pequeños… - rece con los ojos cerrados.
-Eso es… - Chuck pego su frente con la mía. Sentía su tibio aliento contra mis labios.
No sé si fue mi cordura o mi locura… Lo bese.
Tome su cuello una vez que él deslizo su lengua a la invasión de mis sentidos. Lo apreté contra mi cuerpo. Solo con él me sentía segura.
Chuck me pego a la pared, presionándome con su cuerpo.
Y si, fue cuando todo se fue al carajo. Fue como si las lenguas de la lujuria lamieran mi cuerpo. Encendiéndome. Provocándome.
Con las manos temblorosas intente quitarle la camisa a Chuck. Lo sentí sonreír contra mis mejillas cuando baje la vista para abrirle la camisa. Importándome un carajo los botones, algunos salieron volando cuando abrí de golpe cada extremo.
Lo mire a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas. Su boca estaba curvada en una sonrisa. Su barba me llamaba a acariciarla, a sentir mi piel contra su piel. Y así lo hice. Primero pase las manos por su pecho. Sus músculos se removían bajo mis manos. Su piel bronceada era deliciosa. Bese sus pectorales mordiendo sus pezones con fuerza. Chuck gruño, pero no se quejó. Al contrario, apretó la piel de mi cadera. Subió mi playera y recorrió mi espalda. Bajo de nuevo y apretó mi trasero para pegarme a su pelvis.
Estaba listo.
-¿Aquí? – pregunto con la voz ronca.
Si hablaba mi lado racional me detendría.
Asentí y me lance de nuevo a sus labios.
Sus manos se perdieron en la pretina de mi pantalón, hurgando y devorando mis deseos. Sus dedos jugaron con mi monte de venus y jadee cuando un dedo invadió mi centro. Estaba húmeda por él. Solo pensaba en él y mis bragas ya podían nadar. Todo era demasiado extraño, y me importaba un carajo la lógica de lo que sentía.
Chuck me tomo de la cadera y una de sus piernas me sostuvo en el aire. Lo abrace con las piernas mientras me retorcía con sus dedos robándome el aliento. Sus dedos eran lentos y certeros. No había necesidad de usar mapas ni guías de la ciudad con Chuck. Conocía exacto como provocarme. Como hacer que mi cabeza estallara en miles de pedazos. Y lo hacía tan bien, que no tarde en rogar por más. Otro dedo me invadió.
No pude responder, porque mi cuerpo temblaba. Orillándose al placer.
Chille de placer cuando froto mi botón lentamente.
No pude más. Grite.
Desfallecí en sus brazos, con el sudor perlando mi frente.
Chuck me sostuvo entre sus brazos hasta que se normalizo mi respiración.
-¿Cómo haces eso? – pregunte bajando una pierna para tocar el piso.
Dudaba que mis piernas me sostuvieran. Así que no me solté de sus hombros cuando mis dos pies estuvieron en tierra.
-¿Hacer qué? – pregunto sonriendo. Uno de sus dedos llego a su boca y lo chupo sin pudor.
Trague. Esa imagen era demasiado para mi atrofiado cerebro. Relamió sus labios y chupo otro dedo. Mi centro pidió a gritos ser complacido… de nuevo.
-Nada – acomode mi pantalón.
Chuck no despego sus ojos de mí. Sentía su mirada martillándome. Quemándome.
-¿Hay alguien? – una voz surgida de la nada me hizo dar un brinco.
Chuck soltó una carcajada.
-Si… Estamos bien.
-En un momento se restablecerá el servicio – dijo la voz.
-Bien… - Chuck abotono su camisa, o al menos los botones que seguían vivos.
Llegamos a la planta baja. Chuck tenía los dos últimos botones, los de su cuello, abiertos. Ya que el botón había volado a no sé dónde.
Tomo mi mano cuando estuvimos afuera y caminos a la calle paralela del edificio. Ahí estaba su motocicleta.
-¿Quieres una hamburguesa?
-Si… - tome el casco. Subí, y me abrace de Chuck.
Él arranco y surcamos las calles.
Bajamos en un local. El anuncio decía que era Bar-Restaurante.
Entramos. Chuck me guio a una mesa alejada de las del resto. No me queje. Yo lo había mordido. Mi mordida podía verse cerca de su hombro izquierdo.
-Dos hamburguesas con papas fritas y dos vasos grandes de soda – le dijo al mesero. –Aun me duele – comento mirando su hombro.
-Lo siento…
-No, que va. No lo sientes… - sonrió. Recargo su barbilla sobre su mano. Había subido el codo a la mesa. Me contemplaba a conciencia.
-¿Qué?
-Nada, solo que te ves sexy cuando te corres…
-¡Charles! – jadee dándole una patada debajo de la mesa. Chuck se inclinó a sobar su espinilla.
-Ouh. Salvaje… Así me gusta.


Intente no perderme en sus ojos mientras comíamos. Aunque él no ponía nada de su parte. Me hacia reír por cada mueca que hacía. Estuve al borde de ahogarme con la bebida cuando sus dedos rozaron mi muñeca. ¡Joder! Así una nunca podría comer en paz. Nunca.
-Y esa rubia… ¿te pone celosa?
-No – mentí. Ella sola no me ponía celosa. Lo que me ponía celosa era que Chuck se fijara en ella.
-Vamos, Luns… somos amigos.
Más que eso… Pensándolo mejor si, si éramos amigos. Quizá era lo único que Chuck podía ofrecerme, su amistad. Eso y sus dedos curiosos.
No. Venga Luna, tú eres más que carne por los pasillos.
-Si… ella es preciosa. Deberías de invitarla a salir un día – dije con las tripas gruñendo. El monstruo en mi gruñía.
Me miro contrariado.
-¿Invitarla a salir? – inquirió subiendo los codos a la mesa. -¿Quién eres tú y que hiciste con la Luna que estallaría en groserías por esa rubia hueca?
Evite sonreír. Esa Luna seguía aquí. Con ganas de arrancarle cada rubio cabello a esa tipa. Pero esa Luna no estaba lista. No estaba preparada para ser solo… amiga de Chuck. Joder.
-No seas bobo – hice un ademan con la mano como si espantara moscas. –Ella es muy linda… ¿O no? – fingí una sonrisa pecaminosa.
-Si tú lo dices – alzo ambas cejas y comió una papa frita.
-No solo lo digo yo. Toda la Editorial lo dice. Todo el mundo lo dice – con mis manos gesticule el mundo entero.
-Yo no soy todo el mundo. Y las rubias no son mi estilo… - sentencio.
-Serás homosexual – murmure mordaz y mordí mi hamburguesa.
-Sabes que no lo soy – dijo serio con intensidad en la mirada.
-Si… lo que tú digas – asentí.
-¿Qué sucede contigo? – ladeo su rostro.
-Nada. ¿Por qué piensas que sucede algo conmigo?
-Porque te pones a la defensiva tan… rápidamente que la cabeza me da vueltas. Tú no eres así – acuso. –A menos que algo te moleste. ¿Qué pasa?
-No pasa nada, Chuck. ¿Por qué piensas que pasa algo?
-Tienes… esa mirada.
-¿Cuál mirada?
-La mirada que es altiva. La que marca una distancia. Esa mirada – acuso. -¿Hice algo malo, te lastime?
-No, solo eres… demasiado bueno. No pasa nada, Chuck.
-¿Y eso es malo?
-Ya dije que no pasa nada… - comenzaba a cansarme de repetirlo.
Ni yo me lo creía, pero que más daba. Él y yo solo somos amigos. Solo amigos. Él lo dijo.
-Vale, vale… - alzo las manos rindiéndose. –Como digas, gruñona.
-Si…


Termine mi hamburguesa en silencio y evitando a toda costa las miradas y los roces de Chuck. Saque mi cajita metálica donde guardaba mi dinero, que era lo más parecido a una cigarrera. Voltee el contenido sobre la mesa, mis billetes estaban arrugados al fondo y las monedas estaban al principio. Conté mi dinero planchando con los dedos los billetes. A uno lo llene de kétchup y lo lamí. Chuck soltó una carcajada.
-¿Qué? – lo mire. ¡Mierda! Baje la mirada rápidamente y me concentre en el conteo de mi dinero.
-¿Estas contando tu dinero? – inquirió.
-Llamen a la prensa, ¡tenemos un genio aquí! – ironice sin mirarlo.
-Venga, yo invito… - tomo una de mis manos.
Me zafe de su agarre con más fuerza de la que necesitaba.
-Yo siempre pago la mitad de lo que consumimos, ¿recuerdas? – dije tendiéndole tres billetes de 10 y monedas que completaban 5 dólares.
-Luna… - tomo el dinero que le di en su puño y lo metió de nuevo a mi cajita.
-¡Hey! Me ha costado mucho plancharlo – chille molesta. Fingiendo molestia. El dinero acabaría así de cualquier forma.
-Luna… - se puso de pie.
No me agradaba que me mirara de esa forma. Como si me regañara. Solo así podía verme Jack. Y vamos, que Jack era demasiado tierno, aunque luciera como un vago asesino.
-¿Si? – tome mi cajita y me cruce mi bolso por el pecho. -¿Tomaras el dinero o lo tendré que enviar por correo a tu casa?
-Yo pagare y asunto terminado – sentencio y me arrebato de las manos mi cajita de dinero.
-P-pe-pero… - corrí tras él.
Caminaba a grandes zancadas. Y venga, que ya de por si era más pequeña que él. Tuve que saltar como gacela para alcanzarlo antes de que llegara a la caja.
Saco un par de billetes y dejo el cambio al mesero. El tipo era generoso. Bueno, a mí me hacían falta unas botas nuevas…
-Venga, te llevare a tu oficina… - tomo mi mano y me arrastro a la salida.
Con sus dedos entrelazados con los míos perdía el sentido. Cosa que no ocurría cuando me remolcaba a todos lados. Tal vez había sido una mala idea haberme acostado con mi mejor amigo.
Me detuve apenas salimos del local. Chuck me miro confundido. Sus cejas estaban en una línea. Y eso oscurecía sus ojos celestes.
-Puedo caminar… No está lejos. Nos vemos después, Chucky – brome como antes. Le di una palmada en su mejilla y me aleje de ahí.
Vamos, Lu. Él y tú son amigos. Tienen que ser amigos. No puedes arriesgarte a perder al mejor hombre de tu vida después de tu padre y hermano. No puedes.
No importaba cuantas veces me lo repitiera. Una parte quería correr a Chuck. Intentarlo.
No, no puedes. Son amigos. Él lo ha dicho.
-¡Luns!
-¿Qué pasa? – Chuck corrió hasta donde estaba. No era mucha distancia. Caminaba con lentitud siempre que me ponía a pensar. –Tu dinero…
-Gracias – tome la cigarrera y la guarde en mi bolso. –Nos vemos después – sonreí.
Chuck asintió.
-Te cuidas.
-Seguro, tú también. Gracias por la comida…
-De nada – miro el piso y después se fue.
Sí. Nada mejor que volver a ser amigos. Aunque por dentro deseara… No, eso no importaba ahora. Seriamos amigos. Eternos amigos.

junio 10, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo X

¡Viernes, gracias a Jebus! XD



Y como cada viernes... Ok, se que les dije que publicaría martes y viernes, pero con la escuela y la falta de acomodo de ideas no tengo bastantes capítulos para saciar su maldita necesidad de Maldita delicia 2, por lo tanto, las publicaciones vuelven a los viernes. Si tengo algo más, juro que lo tendrán un día entre semana (:



No le pierdan la pista a este blog. Que pronto mi Cricri, que me tiene con el alma en un hilo por unos pedasitos de historias nuevas y originales. Dioses, ya quiero leerlos mi Ale, quiero saber de ti a través de tus letras. En serio que si! :D
Sin más por el momento, disfruten de este capitulo, que siento yo, esta corto pero conciso (: Todo en su lugar, al menos por ahora.
Enjoy ^^ , gracias por leerme y por sus comentarios.




10. Robert Sparks, mi Maldita delicia


Jennifer Lamb


-¿Pasa algo?
-No, estoy bien – sonreí a Victoria Sparks. Estábamos solas en el trabajo. Pasaban de las 5 de la tarde. Ya debí de haber salido, pedo Victoria necesitaba un par de ajustes con los lugares asignados en la pasarela de la próxima semana. No podía negarme, ya que ella me había dado la oportunidad de cumplir mis sueños.
-Niña, has suspirado toda la tarde.
Sus penetrantes ojos se fijaron en los míos. Baje la mirada, poniendo de pretexto un par de nombres en las filas de adelante. Victoria me quito el plano y lo puso sobre su escritorio.
-Yo una vez estuve enamorada y sin saberlo – soltó. –Después… muy tarde claro, me di cuenta que el hombre de mi vida se había casado con otra mujer. Y ellos eran, o fueron muy felices.
-Lo lamento – dije sin saber en realidad la razón.
-Yo también, Jennifer. El hombre siempre pensó que jugaba con él, que no lo quería lo suficiente. Pero yo solo tenía miedo de entregar mi corazón… Que no te suceda lo mismo.
-No entiendo…
-Sí, si entiendes, Jennifer. Solo que aún no aceptas que lo amas. No está mal tener miedo. Pero si está mal no arriesgarse – tomo de nuevo el plano. –Puedes irte, ya es tarde… Nos vemos mañana, descansa linda – sonrió.
-Sí, hasta luego.
Salí de su oficina. ¿Qué diablos? Esta mujer estaba perdiendo la cabeza por tanto trabajo, seguro. Suspire de nuevo. Extrañaba a Rosty. Muy a mi pesar lo extrañaba. Lo necesite tanto cuando fui a visitar la tumba de mi madre. Los brazos de Andrew no eran ni una pizca del consuelo que Rosty me pudo haber regalado. Lo extrañaba tanto…
-¡Jen!
-Andrew… - se acercaba a mí.
-¿Estas bien? – tomo mi rostro.
-Sí, estoy bien, solo estoy algo cansada – le reste importancia meneando la cabeza. En parte sentía que traicionaba a Rosty dejando que Andrew me tocara. Una estupidez claro. Ya que yo misma fui la que aleje a Rosty de mi vida.
-Ok. No tuve tiempo de comprarte nada el día de tu cumpleaños. Ya que… bueno, te lleve con tu madre. Pero mira, feliz cumpleaños atrasado – entre sus dedos había una cajita pequeña.
-No debiste molestarte en serio.
-Venga, no fue molestia… - me insto a tomar la cajita.
Lo hice y la abrí. Dentro había un relicario. Lo abrí con el corazón latiéndome locamente. Dentro había una foto de mi madre y en el otro lado una mía. Éramos tan parecidas.
-Gracias – lo abrace. Las lágrimas salieron de mis ojos.
-Descuida… Paul me ayudo. ¿Te gusta? – acariciaba mi cabello.
-Es bellísimo…
-No más que tu – rompió el abrazo y limpio mis lágrimas con sus pulgares. Me estremecí.
-Andrew…
-Shh… - puso un dedo sobre mis labios. Sabía lo que intentaría. Pero también sabía que solo mis pensamientos estaban ocupados por Rosty.
Negué con la cabeza una vez que Andrew se inclinó para besarme.
-Estoy enamorada, Andrew – por primera vez lo aceptaba en voz alta.
Andrew despego los labios y después asintió con una sonrisa.
-Qué suerte tiene.
-La suerte es mía por haberlo encontrado – acepte.
Era verdad. Si estaba enamorada de Rosty. Lo amaba. Y él me amaba.
-¿Quieres que te lleve a tu casa?
-No, estoy bien – Solo había un lugar al que tenía que ir. –Nos vemos después, Andrew. Mándale mis saludos a Paul – acaricie su mejilla.
-Seguro…
-Adiós – bese su mejilla fugazmente y después grite por un taxi.




Esperaba que no fuera demasiado tarde. Ya habían pasado varios días, muchos días. Me atrevería a decir que semanas. Vince el hermano de Renata me había ayudado bastante. Que afortunada era Renata al tenerlo como familia. Era divertido, un poeta, con pensamientos profundos y asertivos. Pero fue Victoria la que me abrió los ojos finalmente. No podía darme el lujo de perder al amor de mi vida. No podía.
Baje del taxi y corrí al gimnasio. No era tarde, aún estaba abierto.
-Estúpidos zapatos – me descalce las zapatillas y las metí en mi bolso. Solo así logre correr hasta la entrada.
-¡Rosty! – jadee una vez que alcance los colchones azules del piso.
Todos me miraron curiosos. Nunca había estado aquí con el lugar lleno. Algunos practicaban en los sacos de arena, otros en las peras, unos corrían y otros hacían pesas. Todos estaban sudorosos y con fuertes músculos, pero nadie como mi Rosty. Sí, porque era y es mío.
Camine hasta la oficina ignorando las miradas de todos y los silbidos lujuriosos.
-¿A quién buscas linda? – un rubio de ojos azules se me acerco por detrás. Evite jadear y mostrar miedo.
-Que te importa, niño – gruñí. El tipo sonrió de lado. Esa sonrisa. Era igual a la de Rosty, podía meter las manos al fuego por eso. -¿Eres… el hermano de Rosty? – inquirí mirándolo a conciencia.
Si, esos ojos celestes, tiernos, salvajes. Las cejas pobladas. Rubios. La sonrisa sin duda era idéntica.
-Si… ¿Qué tiene? – ahora se puso a la defensiva.
-Solo busco a tu hermano…
-Está en las regaderas – dijo y señalo con su pulgar a su espalda.
Camine a la dirección de las duchas que ya conocía a la perfección. Había estado aquí un par de veces, comiéndome a mordidas al dueño.
-Ouh, nena…
-¿Se te perdió el Spa, linda?
-Grrr…
Mire el piso solo para no ver a media docena de tipos desnudos. ¿Dónde quedo el pudor? ¡Maldita sea!
-Hey, ¿Qué les pa...? ¡Jennifer!
-¡Rosty! – corrí hasta él. Estaba en medio del pasillo de las regaderas.



El agua me hizo resbalar pero Rosty me atrapo antes de que mi trasero llegara al piso. –Gracias…
-¿Qué haces aquí? – tomo mi cadera con más fuerza. El piso estaba mojado.
-Te amo…
No podía perder más tiempo. Solo venía a decirle esas dos palabras, y quizá a rogar si se ponía difícil. Espere un minuto, un minuto que me pareció eterno.
-Oh nena - Rosty me abrazo, aspiro mi cabello. Y yo su perfume. Me colgué de su cuello y llore de nuevo. ¡Putas lagrimas! ¿Jamás se cansaban de salir? Solo que estas era de felicidad. –También te amo, te amo…
Y entonces al escuchar su voz diciéndome te amo, el mundo cobro sentido para mí. No importaron las risas de los tipos de ahí. Ni los fingidos suspiros. Mucho menos las imitaciones de nosotros cuando los tipos fueron dejando las regaderas. Solo importaba Rosty.
-Perdóname por haber…
-Shh – me atajo poniendo un dedo en mis labios. –Ya, no digas más. No importa.
-Te amo – repetí.
Esta vez no tenía miedo de decirlo en voz alta. Amaba a Rosty y cada pulgada de su delirante cuerpo. Cada sonrisa, cada caricia, cada palabra. Él me había salvado.
-Yo te amo más – sonrió encantadoramente. Entibiándome.
-No… Yo más – asegure y lo volví a abrazar. –Yo te amo más, mucho más.
Rosty soltó una carcajada.
-¿Por qué todo tiene que ser una competencia para ti?
-Porque por fin gane tu corazón…
-No, Jen, mi corazón ya era tuyo apenas te vi con Carter.
Mi corazón amenazo con saltarme del pecho.
-Ros… - tome su rostro entre mis manos. Rosty aún tenía esa sonrisa tierna en sus labios. ¿Cómo pude ser tan ciega? Él es el hombre de mi vida. Mi amigo, mi héroe.
-Ven acá – tomo mi cadera y se hundió en mi boca con un beso feroz.
El mundo me lo prometía en ese beso. Tan lleno de fuego, promesas, amor.
Creí que lo había perdido. Y me hubiese vuelto loca si así hubiera pasado. Mataría a cualquier perra que se interpusiera en mi camino. Si, si estaba por completo loca. Rosty me ponía así. Salvaje, fiera, caliente…
-Cerrare el gimnasio temprano – dijo mientras mordía mi cuello.
-Me parece perfecto – rodee su cadera con mis piernas. –Así puedo retomar el tiempo que no estuvimos juntos…
-Ya – dejo de besarme. –Jen, olvida eso, ¿sí? Estamos juntos y es lo que cuenta. Por fin estamos juntos.
Asentí sintiéndome una niña regañada.
-Tuve miedo de perderte, Rosty, de encontrarte con alguien más… De llegar tarde – confesé con un nudo en la garganta.
-Y yo de que no me amaras. Jamás me sentí así por nadie. Nadie movía mi mundo como tú lo mueves. Lo pones patas arriba y aun así deseo que estés en él. Deseo que estés cada día en mi vida. Que conozcas todo de mí, lo bueno y lo malo…
-No hay nada malo en ti… - asegure. No podía haber algo malo en él.
-Lo dices porque me quieres…
-No, lo digo porque te amo.
Se formó una sonrisa abierta en su rostro.
No había nada más que decir. Estábamos juntos por el resto de nuestras miserables vidas. Para hacernos infelices mutuamente. Para amarnos en cuerpo y en alma. Para llorar y reír.
-Entonces cerremos el gimnasio – tomo mi trasero firmemente entre sus manos y salimos de las regaderas.
El ruido de todos entrenando ceso de inmediato.
-¡LARGO DE AQUÍ! – rugió Rosty. -¿Qué no escucharon, cretinos? ¡LARGO!
Todos soltaron una carcajada al unísono. Poco a poco se vacío el lugar.
-¿También tengo que irme Ros?
-Sí, Garrett, LARGATE NIÑO – rugió sin mirarlo mientras me sentaba en su escritorio, tirando todo sobre él.
-Muérdeme, imbécil – gruño en respuesta.
-Garry, solo hay una cosa a la que quiero hincarle el diente, y créeme, no es tu rubio culo – me miro hambriento. ¡Oh si, bebé!
-Imbécil – escuche los pasos de su hermano alejándose de ahí.
-¡CIERRA ANTES DE SALIR!
Se escuchó un sonoro y seco portazo.
-A trabajar, Robert – me quite la blusa por arriba de mi cabeza.
-Oh si, nena.
Eche la cabeza hacia atrás al sentir la lengua abrasadora de Rosty recorrer mis pechos. Las cimas de ellos y al final, grite, cuando sus dientes ciñeron uno de mis pezones.
Hacer el amor con él, porque ahora sabía que no era sexo, era sentirse en el cielo. Debí haber sabido que solo podía haber amor entre nosotros cuando Rosty me tomaba con delicadeza y fuerza. Cuando me miraba al hundirse entre mis piernas. Cuando no dejaba de decir mi nombre cada que su lengua o sus labios cruzaban por mi piel. Cuando alcanzábamos el placer juntos. Cuando llegamos al amanecer abrazados, sudorosos y exhaustos.
Era amor, puro y duro.
Lo que empezó por ser una aventurilla pasajera, ahora sería la aventura de mi vida. Una aventura que no quería que terminara. Porque el hombre que despierta cada uno de mis sentidos, y un par más que no conocía, no podía ser otro más que Robert Sparks. El hombre de mi vida. Mi maldita delicia.

junio 04, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo IX

Lamento el retraso creanme. Pero se que les gustara el capitulo. Yo me quede en schock D: cuando lo escribia XD Y se mi Cricri, que te volveras loca ;) Te conozco mosco. Te amo, no lo olvides tampo. Gracias por esperarme; ayer ya no alcance a subirlo porque moria de sueño. Pero aqui lo tienen, enjoy y buen fin de semana! :)










9. El Club de la Pelea


Renata Cotty


-¿Dime en verdad que fue lo que paso con tu mano, Nats? – ¿por quinta? Nah, realmente había perdido la cuenta de cuantas veces Vince me había preguntado acerca de mi mano. Y de como me había hecho la cortada que reposaba en el centro de mi palma.
-Ya te dije, choque con un mesero y le ayude con las botellas rotas, me distraje y me corte, eso es todo – repetí por millonésima vez. Claro, mi hermano no me creía.
Me había encontrado en el pasillo de la cocina del bar León, con la cara como zombie y restos de sangre en el trapo con el que Julien me había envuelto la mano. La sangre no fue lo que lo altero, sino mi estado de shock.
¿Y quién demonios no lo estaría? Julien Van Gulick me tenía sentada sobre una de las mesas de metal, mientras cuidadoso verificaba que mi mano no tuviera vidrios dentro. De cierta forma fue la cosa más sexy que alguien hubiera hecho por mí. Ok, quizá no sexy, pero tenerlo ahí, frente a mí, me tenía… si, como mi hermano suponía, en estado zombie. Además de que fue él quien me tomo de la cadera y me subió a la mesa. ¡Dios! Era tan fuerte.
-Mmm – Vince me contemplaba. Odiaba que hiciera eso, me sentía bajo rayos X.
-Tengo trabajo – me puse de pie y deje a mi hermano en la mesa.
-Venga ya – se puso de pie también. –Ya ha pasado una semana desde la fiesta de Jennifer y tú… - me señalo. Esto no era nada bueno. –Aun tienes esa cara – acuso.
-¿Qué cara? – me hice la inocente. Siempre funcionaba.
-Esa cara. Vamos, Nats, te conozco. Eres mi única hermana. Sé que caras pones y la razón de ellas.
¡Mierda!
-No sé de qué demonios estás hablando, Vince. – le di la espalda ocultando mi cara nerviosa. Seguro que esta si me delataría. Tome mi bolso y mi abrigo y me dirigí a la puerta.
-¿Qué paso en la cocina con el tipo que te curo? – me detuvo jalando mi bolso.
-Nada – en parte era verdad. –Solo me lavo la mano, y listo. ¿Cuál es tu problema, Vince? – pregunte molesta ahora. Odiaba tener que responder preguntas tontas. O quizá preguntas que me ponían en evidencia.
-Es que… pondría las manos al fuego. Porque sé que hay algo más…
Bufe.
–Algo más. Deja de ver series de TV con el hermano de Luna…
-¡Ah! Eso me recuerda… ¿Si tuviste algo que ver con el amigo de Jack, por qué no estuviste con él el día de la fiesta?
Mi hermano era tan perceptivo. Un metiche si me preguntan. Y la respuesta a su pregunta era simple: Estoy perdidamente enamorada de Julien Van Gulick.
-¿Qué es lo que te sucede? Tú te acuestas con miles de chicas y no pasas la tarde con ellas, ¿o sí?
-No… - rasco su nuca. Ahora avergonzado. –Lo sé, lo siento, eres libre… Solo, no quiero que te rompan el corazón, no puedes culparme por eso.
-Lo sé, Vince - acaricie su mejilla barbuda. -Siempre podrás patearle el trasero a aquel que me lastime. Solo que ahora... no hay nadie.
-Bien – suspiro rendido y aliviado. –Ahora largo. Este papel de hermano preocupado me tiene estresado.
-Lo sé – bese su mejilla y camine ahora sí, a la puerta. –Nos vemos más tarde.
-De eso quería hablarte – murmuro.
-¿De qué? – con una mano en el picaporte me detuve y lo mire.
-Me mudare. Acepte el loft que el Sr. Hoppus me ofreció y… Bueno, ya no estaré tan preocupado por ti, y podre vivir una vida tranquila. Lejos de los gritos tuyos y de Luna cada que miran Spartacus.
-Oh… - no esperaba que mi hermano se fuera tan pronto. –Está bien. ¿Me dirás donde es para ir a visitarte?
-Solo si prometes no llevar la serie de Spartacus en tu bolso. Y no gritar a media noche: ¡Tómame Spartacus! – imito el tono de mi voz. –Y claro, podrás llevar a Luna siempre que ella no grite: ¡Tómame Gannicus! – le salió a la perfección el tono de voz de mi amiga que me reí.
-Ok, pero no prometo nada. Esos Gladiadores pueden con nosotras…
-Dime algo que no sepa, Nats – rodo los ojos.
-Cierto. Entonces… - deje la puerta y abrace a mi hermano. –Te amo.
-Lo sé, nena. Yo también te amo, y créeme no extrañare nada de esto. Ni los desayunos sustanciosos, los buenos días, ni las charlas tontas.
-Yo menos – sonreí. –Llámame cuando te instales.
-Lo hare – prometió con un cabeceo. Me abrazo de nuevo, amenazando con sacarme los pulmones y después me dejo en el suelo con el cabello despeinado. –Anda, ahora a trabajar, que Cartón ha vuelto y clama su lechita.
-Ah trabajar duro entonces – le bese la mejilla y finalmente, salí por la puerta.




Por el camino sopese la idea de ya no vivir con mi hermano bajo el mismo techo. Me había acostumbrado tanto a él, que incluso podía esperar media hora con la vejiga llena mientras mi hermano se duchaba por las mañanas. Así de extrema estaba la costumbre. Claro que también él tenía derecho a una vida tranquila. A una vida que no llevara lavar los platos sucios del desayuno, obligado por mis severas miradas. Sabía que él hacía todo lo que le ordenara con gusto, incluso si gruñía cuando me molestaba por dejar la tapa del WC arriba. Todo lo hacía con una sonrisa oculta. Ahora podía hacer y deshacer a su antojo, bajo su propio techo.
Llegue al trabajo con una sonrisa grabada en el rostro, no podía dejar de recordar mi encuentro con Julien en la cocina. Que si bien no tuvo una charla trivial, nuestras miradas se cruzaron un par de veces, acelerando mi corazón.
-¿Esa cara? – pregunto ceñudo William.
-Nada… - negué con la cabeza y entre a mi oficina.
-Rens… eres como un libro abierto. Más cuando las cosas pintan de maravilla.
-Tienes razón – acepte. Mis caras me delataban, y tenía que empezar a tomar clases de póker, porque si no todos sabrían incluso, cuando tuviera un orgasmo visual.
-Tu día pinta de maravilla supongo. Un tipo, te trajo esto… - dejo sobre el escritorio una caja con perforaciones. Imagine de inmediato que era. Sonreí. Dentro había un gato color humo. El gatito, que era pequeñísimo, maulló apenas lo tome en mis manos.
-¡Aaaw! – lo acaricie y la bola de pelos ronroneo. –Es tan lindo, ¿no?
-¿El gato o tu amigo? – pregunto sin pizca de gracia.
-El gato por supuesto – voltee los ojos.
-Oh, sí, si es lindo… - estornudo. –Lo siento, soy alérgico – otro estornudo. –Por favor, no lo acerques a mi oficina… - se limpió la nariz con un pañuelo. –Nos vemos más tarde.
Estornudo un par de veces más en el pasillo. Pobre. Yo amaba los gatos.
-Hola, pequeño… - acaricie las orejas del gatito. Busque alguna nota dentro de la caja. Encontré una que decía: “Un pajarito me conto que te encantan los gatos. Este diablillo no se despegó de mí en cuanto entre al refugio. Espero que lo cuides mucho. Atte.: Lex”
-Aún no sé qué nombre ponerte – le dije al gatito que jugaba con mis dedos. –Pero seguro que mi amiga Luna sabe cómo llamarte.
Lo deje en la caja.
Toda la tarde me la pase jugando con la bola de pelos gris. Amaba los gatos y este era toda una monada. No paraba de jugar ni de ronronear apenas me acercaba para acariciarlo y posarlo en mi regazo. Si pudiera, sin duda tendría un refugio de animales, pero vivía en un departamento pequeño. Y Cartón apenas se había dignado a regresar. Condenado gato. Me tenía con el alma en un hilo. Aun no soportaba la idea de que los gatos son más libres y aventureros que los perros. De cierta forma, los gatos se parecían a los hombres. Salían de las cosas a hurtadillas apenas las estrellas iluminaban el cielo, y no regresaban a menos que necesitaran comida y un baño. En cambio los perros permanecían meneando la cola, aun si los dejabas encerrados mucho tiempo. ¡Diablos! Quería un hombre que pareciera un perro, pero que fuera fiero como un gato salvaje. ¡Carajo! Sí que estaba averiada. Comparando humanos con animales recién domesticados.
Volví a casa con mi gato aun dentro de la caja. Pase a comprar su comida a una veterinaria y después camine un par de cuadras hasta la Galería.
El Sr. Hoppus estaba detrás de la barra. Mi hermano charlaba con una chica de cabellera negra. Me acerque y su risa la reconocí como Jennifer. Nadie se reía de esa manera. Tan graciosa.
-Hola, chicos – salude al entrar. Jennifer se giró y sonrió.
-Hola, Reni, ¿y eso? – miro la caja.
-Es un regalo – dije, saque al gato y se lo mostré.
-Woh, no me gustan los gatos – dijo frunciendo la nariz.
-Oh, cierto, lo olvide. Mira, Vince… - mi hermano sonrió y lo tomo entre sus brazos.
-¿Y cómo se llama esta bola de pelos? – le acariciaba detrás de las orejas.
-Aun no lo sé, iré a pedirle ayuda a Luna…
Jennifer asintió. –Ella es buena con los nombres, aunque si me pides mi opinión le falta un tornillo. No dudo que lo llame como a su ordenador portátil… - volteo los ojos con diversión.
-Sí, lo se… - tome de nuevo a mi gato.
-Una monada… - el Sr. Hoppus se acercó.
-Lo sé. Es hermoso…
-¿Quién te lo dio? – pregunto Jennifer.
-Lex… - mi hermano se aclaró la garganta. –El amigo de Jack… - informe cuando Jennifer me miraba sin entender.
-¡Ah! Así que tú y Lex…
-No. Solo somos amigos, creo.
No sabía qué demonios era con Lex. Esperaba que fuéramos amigos. Era muy lindo y tierno. Sexy y salvaje. Cualquier chica podía bien enamorarse de él, y yo podría, lo estuve. Solo que ahora mi mente estaba ocupada por un Van Gulick.
-Bueno, solo venía a saludar.
-Ya saque mis cosas, Nats – dijo mi hermano una vez que me coloque el bolso sobre el hombro.
-Muy bien.
-Tu hermano estará cerca de ti, Renata –el Sr. Hoppus poso una mano sobre mi hombro. –Justo vivirá arriba – miro el techo.
-¿Cómo dice? – no entendí ni una palabra.
-Sí, -todos salimos siguiendo al Sr. Hopus – ahí está el loft que le rentare.
-¿No es genial? – pregunto Vince, entusiasmado.
-Al menos no llegaras tarde – comente.
-Hey, eso me ofende – entrecerró los ojos.
-Lo sé, por eso lo dije – le mostré la lengua.
Vince me tomo del cuello y removió mi cabello. Aún más.
-Eres un demonio.
-Sí, lo sé.
-Y que lo digas, si ella sola es el demonio, con Luna son el Infierno – Jennifer fingió estremecerse.
-Mejor me voy antes de que se desaten los fuegos del averno – les dije. Bese a mi hermano y abrace a Jennifer.
-Sin duda eres una monada, solo espero que Cartón no se ponga celoso ahora que volvió.
Mi gato me miraba curioso. Quizá preguntándose qué tan loca estaba. Y vaya que no tenía ni una idea de mi estado mental. La razón de haber ido a la Galería, no fue para ver a mi hermano, que si lo extrañaría y todo. La verdadera razón ustedes también la saben. Era para ver si tenía suerte y me topaba con mi Dios personal: Julien Van Gulick.
No tuve suerte.

-¡Hey!
Di un brinco por la voz ronca y molesta.
-¿Qué no puedes mirar al frente?



¡Oh Dioses del Olimpo!
-¿Y también perdiste el sentido común? – tomo mis hombros. -¡Hey! Reacciona – chasco los dedos frente a mí.
Era guapísimo. Un Dios, un ángel, un… una delicia. Una Maldita Delicia.
No podía ver sus ojos, me veía reflejada en los cristales de sus gafas oscuras.
-Por favor, dime que estas bien. No necesito una muerta clamando el dinero de mi madre. No otra.
-¿Una muerta? – regrese de Julienlandia.
-Nada, olvídalo. ¿Estás bien?
-Eso… creo.
-La próxima vez fíjate antes de cruzar las calles, estuve a nada de plancharte la corbata – sonreí. -¿Dije algo gracioso?
-Si…
Alzo una ceja. Se quitó las gafas y tallo sus ojos, frustrado.
-Niña… Atiende las calles, ¿vale?
-Seguro… - asentí.
Ya no estaba tan estupidizada por él. Ok, a quien engaño. Solo había vuelto a mí el habla, no podía articular alguna frase coherente. Alguna que pudiera describir que tan sexy se veía con esos jeans y su playera blanca y ese saco gris abierto.
Me miro entrecerrando los ojos.
-¿Qué traes en esa caja? – sin mi permiso abrió la tapa. –Oh… - el gato maulló. Julien sonrió. ¡Sonrió! Serio y con cara de pocos amigos era sexy. Con esa sonrisa podía tirarme al piso y llorar de felicidad. -¿Cómo se llama esta bola de pelos? – saco al gato y lo acaricio.
-Aún no tiene nombre.
¡Cuatro palabras! ¡Cuatro! Ya era ganancia, ¿no?
-Ok. Mira, mira, si tu madre no te consigue un nombre pronto todos comenzaran a llamarte de forma poco… creíble y respetable. Como “Chiquitín”, “Felpudo”, y esas tontas cosas de chicas.
-Hey, soy una chica – recordé. Julien me miro.
-Lo se… - se volvió al gato. La bola de pelos ronroneaba y jugaba con sus dedos.
-Le gustas…
-Trabaje un tiempo en una veterinaria. Me gustan los animales. Claro, algunos son mejores que otros – dijo más para sí mismo. –Incluso puedo decirte de que veterinaria es este rufián – lo levanto frente a sus ojos. –Sí, ajá… Una amiga trabaja ahí.
-Mentira.
Julien sonrió mirándome.
-Me atrapaste… - acuno al gato entre sus brazos. -¿Tienes frio, amigo?
Un pitido de una bocina hizo que el gato se asustara, y con él, mi pulso regreso.
-¡Mueve tu porquería del camino!
-Ya voy… ¡Estúpido idiota! –rugió de regreso Julien. –Sube… - cabeceo en dirección al auto y subió con mi gato aun entre sus brazos.
Abrí la boca para decir algo. Pero mi lado irracional. Ese que a veces me domina. Y esta era una de las buenas cosas de ese lado irracional. Subí al auto y me puse el cinturón. Si, su auto era un cacharro viejo, pero era un clásico. Si, otra forma de llamar a los autos viejos y con la pintura original dejándonos ver el metal del vehículo.
Julien lo arranco y pensé que el auto temblaría. Pero no fue así. Un rugido sonoro salió del auto. Un rugido que anunciaba un auto en buenas condiciones.
-Planeo pintarlo y dejarlo como nuevo – decía mientras doblaba una esquina y tomaba la avenida principal. –Saque a este bebé de la chatarra. ¿Puedes creer que iban a convertirlo en un cubo de metal inservible? – bufo. –Eso ya no es de Dios… ¿A que no rufián? – pregunto al gato.
En respuesta el gato le lamio los dedos.
-Sí, te entiendo, también tengo hambre.
No podía despegar los ojos de él. Era… extraño. No había una mejor manera de definirlo. Era como si de pronto su lado bueno saliera, el que estaba oculto en ese lado hostil.
-¿Tienes hambre? – sus ojos celestes se cruzaron con los míos.
-Yo…
Sonrió de lado. Se detuvo en un semáforo.
-Soy Julien, odio que me digan Jules, así que evítalo, ¿de acuerdo?
-Seguro, Julien.
Los vellos de los brazos se me enchinaron. Decir su nombre en voz alta me provocaba pensamientos impuros.
-Y quita esa cara, no acostumbro secuestrar a nadie con el estómago vacío – bromeo.
-Si… - asentí y mire mis manos. Aun llevaba la caja entre mis brazos.
-¿Cómo te llamas por cierto? Tu si tienes nombre, supongo – acelero.
-Renata… - dije evitando que mi voz sonara como un gemido.
-Mucho gusto, Renata. ¡Mueve tu culo! ¿Quieres que te pase de la mano? – le grito a un conductor inclinándose sobre mí. Respire con trabajo. Estas cosas no podían pasarme a mí. Agradecía a Dios, no estar mal del corazón. Porque ya se hubiera detenido hace muchos kilómetros atrás.
-Baja y llévame de la mano, imbécil – el conductor vecino se bajó de su auto dando un portazo.
-Eso es bebé – susurro con una sonrisa enorme en su rostro. Julien me dio al gato y bajo.
¡Dios!
Rodeo el auto y se quitó el saco.
-Venga, quita tu chatarra o te obligare a quitarla – subía las mangas de su playera blanca.
-Oh niño, quiero verte obligarme – el conductor del otro auto era un tipo obeso con barba de candado. Si me preguntan, parecía un luchador profesional.
Sentía mi corazón latir en mi garganta, y esta vez no era de excitación. Julien sonrió.
-Créeme cerdo, no querrás que te obligue.
-Niño, no juegues con fuego – el tipo obeso se quitó la chaqueta.
En una escena de 3 segundos. Ambos se lanzaron a los golpes. Julien esquivo un puñetazo del hombre, y mientras el tipo gordo se doblaba de dolor por el golpe que le habían propinado en el estómago, aprovecho para darle un rodillazo en la quijada. El gordo se limpió la sangre de la boca y sonrió antes de escupir la sangre.
-¡Dale duro, Fred! – alguien dentro del auto le dio una llave mecánica al gordo. El tipo la tomo y le zambo un derechazo en la cara a Julien. Jadee.
Julien cayó al piso. Tenía la ceja abierta y salía mucha sangre de su rostro. Aun así, Julien sonreía. El tipo estaba más loco que una maldita cabra.
-¡Cuidado! – grite un segundo antes de que el gordo intentara patearle la cara. Julien giro y estirando su pierna logro que el gordo trastabillara y cayera al piso. Julien lo monto y empezó a darle de golpes.
-Ahora-juega-limpio – decía separando las palabras con un golpe. –Maldito-gordo-de-mierda – más y más golpes.
-¡Basta! ¡Déjalo! – el acompañante del auto que resultó ser una mujer ya entrada en años. Tenía las manos en el rostro. Julien la miro. –Todo suyo, princesa – un golpe más y Julien se puso de pie. –Y la próxima vez deja que te pase de la mano, amigo – regreso al auto, tomo su saco que había dejado en el cofre, y arranco de ahí.
-¡Imbécil! – bufo limpiándose la sangre del rostro con el puño de su playera. –Odio que no peleen limpio – decía cruzando a velocidad de multa, las calles.
Había anochecido. Tenía al gato contra mi pecho. Jamás había visto algo tan… salvaje. Loco, inconsciente. Julien disfrutaba de pelear en las calles. ¡Dios! Le faltaban más que solo un tornillo. Sé que debería estar asustada. Pero no lo estaba. Mi pulso estaba agitado, sí. Pero no por el miedo. Era sorpresa quizá. La adrenalina corría por mis venas. Me sentía protagonista de la película Fight Club. Solo que era Julien un mejor protagonista que Brad Pitt y Edward Norton.
Estaciono su auto frente a un edificio viejo. ¿No era él un Van Gulick? ¿No podía darse el lujo de vivir en un edificio con portero y Valet Parking? Bueno, tal vez no.
-Venga, - estiro su mano abriéndome la puerta del copiloto. Lo mire un segundo, antes de tomar su mano con fuerza y salir a trompicones del auto – no suelo ser… - comenzó y se detuvo. –Ok, si, si soy un maldito loco. ¿Quieres pasar un momento? No te hare daño. Ya tuve suficiente con la llave mecánica – se pasó la mano libre por su barbilla.
Asentí. Confiaba en él. Muy estúpidamente, confiaba en él.
Soltó mi mano apenas subimos los escalones de la entrada del edificio. En el pasillo un par de perros comenzaron a ladrarme, mi gato se enterró en mi pecho, temblando de miedo.
-¡Basta ya! O hare que les corten las bolas – amenazo a los perros. Éstos lo miraron como si entendieran y se fueron chillando a la calle. –Perros locos – bufo caminando hacia las escaleras.
¿Qué demonios hacia yo siguiéndolo? Ah sí, estaba totalmente embobada con su trasero.
-Y dime, Renata. ¿Qué tal estuve? – sonrió cuando llegamos a su piso.
-¿Sobre qué? – regrese la pregunta confundida.
-Olvídalo, aun estas en shock – encendió la luz de su salita al entrar a su departamento. Que consistía en un sofá-cama y una mesa de centro frente a un gran televisor de pantalla de plana. La cual se veía rara ahí. Es decir, parecía ser lo único nuevo de ese lugar.
Camine detrás de él hasta su cocina.
-Odio que me sigan, niña – se giró enfrentándome. –Puedes dejar al gato en el piso.
Asentí y regrese a la sala. Me senté en su sofá-cama, apartando la ropa y las cobijas revueltas. Deje al gato en el piso, pero no se separó de mis piernas. Él también se sentía un extraño aquí.
-¡Hey! ¿Puedes venir? Necesito una mano – grito.
Me puse de pie y camine hacia la luz de uno de los cuartos. Era el baño. El cual, como supuse, estaba muy sucio. No cabía duda que un soltero vivía aquí.
-Me mude apenas, el lugar era barato. Pero el baño apesta – hizo un mohín. –En la cocina hay una toalla, ¿puedes…?
-Seguro – asentí y salí del baño. La cocina era la puerta casi frente a la del baño.
Su cocina era pequeña, unas parillas sin horno, un microondas y un frigobar, con una alacena con un par de vasos, platos, y cubiertos metidos dentro de una taza. Halle la toalla que decía y regrese al baño.
Lo encontré inclinado en el lavabo lavando su cara. Se había quitado la playera blanca y tenía una camiseta blanca sin mangas. Perdí el aliento con las partes de su cuerpo al desnudo. Cada musculo en su lugar, sin un ápice de grasa. Todo, todo, todo en su lugar.
-¿Te gusta lo que ves? – me pillo mirándolo.
-¿Qué…? – me hice la inocente, esperando que funcionara le arroje la toalla.
-Nada – sonrió. Oh no, de nuevo esa sonrisa encantadora. –Lamento… - se limpió la cara. Dejo la toalla un poco roja – el desorden. No suelo… Nunca tengo visitas – informo.
-Se nota – alce ambas cejas. Una mueca divertida apareció en su rostro.
-Por fin hablas. Pensé que el gato te había comido la lengua.
Oh no, solo que eres demasiado sexy para ser verdad.
-No, aun no.
-Qué bueno, las chicas mudas no son mi estilo. Recuerdo – dejo la toalla y salimos del baño – que me llamaste imbécil de mierda en León.
-Oh. Yo…
-No te disculpes – interrumpió. –Sé que algunas veces… - carraspee. –Muy bien – sonrió – muchas veces soy un imbécil de mierda. Aunque no puedes culparme. Si vivieras la vida que yo vivo… - miro su estancia.
-Puedo ayudarte – hablo mi lado irracional. Puedo jurarlo.
-¿Y porque querrías ayudarme, Renata? Apenas me conoces. Y no es una buena impresión que me haya peleado con alguien en nuestro primer encuentro… - entrecerró los ojos, mirándome con detenimiento. Alce los hombros.
-No lo sé – acepte. –Solo quiero ayudarte. Siempre hay una razón para ser un hijo de perra – agregue con una sonrisa.
Suspiro profundamente. Humedeció sus labios. Medito un par de minutos. Minutos en los que me sentía bajo rayos X. ¿Acaso hoy era el día en que todos me miraban traspasándome las entrañas, o qué?
-Sí, tienes razón, siempre hay una razón para todo. Y Renata, te agradecería tu ayuda. Te pagare…
Negué con la cabeza.
-No quiero dinero.
-¿Me estás diciendo que me ayudaras gratis? Estas loca. ¿Ya viste este lugar? Es un nido de ratas. Demonios, no sé cómo acepte vivir bajo este techo. Apesta – jadeo.
-Lo sé, ya lo vi – mire sus ojos celestes. –Pero quiero ayudarte.
-Gracias – esa sonrisa de nuevo. –En serio gracias. ¿No hay truco en esto, cierto? – miro alrededor. -¿No estoy en cámara escondida o algo? ¿Punk'd? ¡Sal ahora Ashton! – grito.
-Solo hay una condición…
-Ahora vienen los peros… - camino a su sofá-cama y se tumbó.
-Enséñame a pelear como tú.
Subió la mirada y se puso de pie.
-Es un trato – estiro su mano, la estreche con una sonrisa.

Una corriente eléctrica me traspaso. Un trato con el Diablo, sin duda.

Las chicas del Té de Lemmon

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