diciembre 30, 2011

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 4

¡Wooooah! Ya estamos a nada de que se termine el 2011 y a otro poco de que el Mundo se vaya a la caca. ¡Ah te creas! XD Pero antes de que el Mundo, o mejor dicho, la humanidad nos vayamos a la caca, disfrutemos de un poco de Maldita delicia, (deliciosa; como adora decirle mi Ale♥). Mañana les tengo una sorpresa, en especial a mi Cricri, que durante la semana me ha amenazado con que su Sindicato pondrá huelga en mi cantón XD para que así publique doble ración de MD. Eso suena bastante juerte - si JUERTE - y porque la amo demasiado y es mi mejor mejor amiga de todo este puerco mundo, le daré lo que desea para que este feliz en este año que termina y así ande super el nuevo año que comienza. Asi como todas debemos estarlo. ¡Venga! Que si el año no fue tan bueno, seguro que tuvieron momentos divertidos y especiales :3 Yo los tuve, todos, no pueden negarlo :D Además, ¡a esta vida se vino a gozar no a sufrir! :D


Cuidence harto, coman rico y que tengan un buen fin de año y un inicio estupendo con toda su familia y amigos ♥ Gracias por estar en este su pedacito de la red, gracias en serio =3

¡Exito en todo! Nos leemos :D


Nota del autor: Mi Ale♥ Aquí todos tienen su merecido ;) Te amo x3



4. La cereza del pastel


Luna fue prácticamente arrastrada al auto de Hunter Trott para ser llevada a su casa. El hombre la ayudo a subir a su auto, un Avenger Dodge, rojo.
-Combina con tu vestido – intento hacerla sonreír, inútilmente.
La llevo a casa.
-No deseo sonar entrometido, pero, todo indica que conoces a los Wyngarden.
-Los conozco, si – asintió mirando el tablero. –Él dijo que no quería involucrarme…
-¿Él? – la miro entrecerrando los ojos, aun dentro del auto, frente al edificio donde Luna vivía.
-Era al revés. Él no quería involucrarse.
-No te sigo…
Luna no lo escucho. Cerró los ojos y evito llorar. ¿Cómo pudo ser tan ciega? Por eso la había enamorado de nuevo. Para envolverla en una trampa.
-Gracias por traerme a casa….
-Hunter – le recordó su nombre. – ¿Estas bien? Estas pálida.
-Bien – asintió. Sorbió su nariz y limpio sus mejillas, de unas lagrimas que no existían.
Se giro e intento abrir la puerta. Las manos le temblaban, el cuerpo le vibraba de furia. ¡Grandísimo idiota!
-Te ayudo… - Hunter salió del auto y le abrió la puerta. -¿Segura estas bien?
-Creo que si firme algo – Luna salió del auto. –Fue un recibo por un libro. Él dijo que…
-¿Cómo? ¿Quién dijo que lo firmaras?
-Él…
-¿Quién él, Luna, quien? – la tomo de los hombros.
-Jensen Wyngarden – contesto. –Él.
-¿Estas segura?
-No creí que fuera importante, solo llego el mensajero, me dio el libro y firme. Me engaño…
-Tranquila, no llores. Todo está bien, ¿si? ¿Puedes recordar cómo era el mensajero y que paso después?
-Firme y él dijo que tenía que salir… Se fue y no volvió hasta tarde. ¿Cómo pude ser tan tonta?
-¿Cómo era el mensajero? ¿Tenia algún gafete, algo?
-Era un tipo normal. Un mensajero…
-Eso no me ayuda, Luna.
-Que importa ahora. Él se salió con la suya. Culpándome por algo que no hice. No importa. Gracias por traerme a casa. Yo me encargo desde aquí – se alejo de él.


***


Se había prometido a si misma jamás volver a caer. No lo haría ahora. Nunca más.
Plantada frente al edificio de Wyngarden CO. Tomo aire y entro. Subió hasta el último piso, recordando aquel tiempo en que desesperada, había buscado a Jensen hasta por debajo de las piedras. Tallo sus ojos, moría de sueño. No había dormido. Pensando toda la noche alguna razón para que Jensen jugara con ella. Que estúpida había sido.
-¡Señorita, necesita anunciarse…! – la secretaria de Jason Wyngarden corría tras ella.
Abrió la puerta de golpe, pateando esa enorme puerta de madera.
-Hubiera deseado ver su cara… ¡Luna Phellan! – Jason se había puesto de pie. Delante de su escritorio estaba Jensen. –Así que ya te enteraste – sonrió. –Eres una chica mala, muy mala… ¿Drogas, armas y dinero? ¡Dios! Eres insaciable. ¿No lo crees hermanito?
Luna se reusó a mirarlos. Le daban asco.
-Buena jugada, Jensen. Debo decir que aprendiste de la mejor mierda de Manhattan. Qué bueno que no está tu madre para ver en lo que te has convertido. ¡Basura! – bramo.
-No metas a nuestra madre en esto – advirtió, Jason. –Nadie forzó a nada a Jensen. Nadie, Phellan.
-Me dan asco… Ojala jamás los hubiera conocido – escupió y corrió lejos de ahí.
-¡Luna!
La morena corrió hasta el ascensor, con Jensen pisándole los talones. Cuando llego a la calle, aun con Jensen detrás, no logro deshacerse de él por más que corrió.
-Déjame explicarte…
-¡No! ¡Déjame! Está claro…
-Solo…
-Aléjate de mi cliente, ahora – una voz atronadora resonó detrás de Jensen, él había tomado a Luna de la muñeca. Misma que aun tenia rojiza por lo ajustado de las esposas.
-¿Perdón? – Jensen la soltó y tuvo que levantar la mirada ante la altura del rubio.
-Hunter Trott, soy el abogado de la señorita Phellan – sonrió. –Créeme cuanto te digo que llegaremos hasta las últimas consecuencias. No descansare hasta verlos a ti y a tu hermano en la cárcel.
-No entiende…
-Para mí está muy claro – levanto una ceja. –Enamorar a una chica para llevar a cabo los planes de tu familia es vil. Hazme el favor de alejarte de ella o tendrás más demandas de las que te puedan caber en el culo – advirtió. – Y más golpes de los que ya tienes en la cara – agrego con la voz cargada de amenaza.
-Tenemos que hablar, Luna – Jensen lo ignoro y se volvió a Luna que miraba a Jensen entre curiosa y asqueda. Más furiosa que nada, ella deseaba golpearlo ya mismo. Si tan solo Hunter no se hubiera aparecido…
-Ella no hablara con animales como tú. Desde ahora, hablaras conmigo. ¿Estamos claros?
Jensen entrecerró los ojos y se alejo.


***


-Lamento escuchar eso, Luna. Eres una hermosa mujer, inteligente, y la favorita de Dorothea Van Gulick. Eso habla bien de ti.
Luna le había relatado a grandes rasgos su tormentosa relación con Jensen.
-¿Cómo sabes que soy fotógrafa?
-Es mi trabajo investigar a mis clientes. Saber que no me ocultas nada.
-Ya… - asintió mirando su taza de café. Esperaba que estuviera fría. –Quiero a Jensen y a su hermano pudriéndose en la cárcel.
-Los tendrás – aseguro. –No mentí cuando le dije que iría hasta las últimas consecuencias.
-Su tío Louis está de viaje. Jason acostumbraba hacer todo a espaldas de su tío. Era la oportunidad perfecta.
-Tienes mente de abogado, Luna.
-Solo leo demasiados libros de Sherlock Holmes – sonrió algo apenada. El hombre la miraba a conciencia, analizándola. Sus ojos azules como el cielo no dejaban de perforarla.
-Buscare a su tío. Hablare con él. Resolveremos esto juntos. Deja la tristeza.
-Desde que volvió Jensen mi vida ha sido un caos. Pensé que iba a mejorar, pero después…
-La cereza del pastel.
-Me orino el perro definitivamente – hizo una mueca. –No sabes que ganas tengo que partirle la cara.
-Y lo harás. Solo prométeme algo…
-No firmare nada.
Hunter rio. Su risa melodiosa la contagio. Esa gruesa y grave voz tan masculina le provoco un sonrojo.
-Estoy hablando en serio – tomo aire. –No iras de nuevo a Wyngarden CO. Ni a encontrarte con nadie sin decírmelo antes. No me lo tomes a mal. Solo no quiero que te envuelvan en alguna cosa pública. ¿Entiendes? Si esto sale a la luz, todo se volverá un caos. Tu vida dejara de ser lo que es. Te lo digo por tu bien.
-De acuerdo. Tendré arresto domiciliario voluntario – acepto abrumada.
-No seas extrema. Me refiero…
-Se a lo que te refieres – tomo su mano. Se miraron unos segundos, que fueron eternos. El tipo estaba guapísimo, era imposible mirarlo y no babear. –No hare nada extremo ni loco.
-Justo a eso me refiero. Fue una locura ir a esa oficina y encararlos. Fue valiente, pero una locura.
Luna asintió.
-Prometo no hacer locuras. Mi familia no lo sabe. Mi papá vendría a matar a Jensen en un parpadeo, recientemente compro una sierra eléctrica. Es carpintero en sus tiempos libres. Solo Dios sabe que haría con una sierra eléctrica en sus manos y Jensen enfrente.
-Yo compraría boletos para verlo en acción – bromeo guiñándole el ojo.
-Ajá – sintió ese rubor en sus mejillas.
-Una cosa más y dejare que tu tarde pase sin contratiempos – saco de su saco una tarjeta. –Llámame cualquier cosa. No importa lo absurda que parezca, cualquier pista o corazonada, llama. ¿Bien?
-Lo tengo – guardo la tarjeta en sus jeans.
-Aun si solo quieres ir a tomar unos tragos – se puso de pie, saco un par de billetes de su cartera. –Cuídate…
-Adiós – sonrió la morena.


***


-¡¡Voy a sacarle los pulmones!! – bramo Renata.
-No si llego antes – sonrió Luna. –Tranquila, Rens. Estaré bien, el padre de Emily, contrato un buen abogado, el mejor de Manhattan.
-¡Es increíble! Maldito gusano – Renata se mecía el cabello furiosa. –No descansare hasta verlo tras las rejas, a él y a su estúpido hermano.
-Ni yo. Los quiero a los dos detrás de las rejas – confirmo.
-Tu prima llego a la boda, después de que te subieron a la patrulla. Soltó más improperios que yo. Dijo conocer una abogada, digo su nombre, pero no lo recuerdo bien.
-Tengo al mejor abogado. Eso dice a diario.
-¿A diario? – freno sus pasos por la sala de Luna y la miro curiosa.
-Lo veo casi a diario – intento corregir. –Necesita cualquier pista. Todo lo que haya hecho con Jensen.
-¿Segura? ¿Cómo es? – se sentó en su mesa de centro. Mirándola inquisidora.
-Un abogado…
-Dime la verdad, se que mientes, tus ojos me lo dicen, Lun – señalo Renata. La conocía a la perfección.
-¡Oh Dios! ¡Es guapísimo! – jadeo Luna, llevando las manos a su pecho dramáticamente. –No puedo quitarle los ojos de encima. ¡Dioses! Tiene unos ojos que… ¡Mmm! – ronroneo.
-¡Lo sabia! Al menos ese cretino imbécil dejo algo bueno… - gruño Renata entre furiosa y emocionada.

Pasaba más tiempo de lo pensado con Hunter Trott. Recolectaban pistas y platicaban de su vida. Hunter venia de una familia de abogados. Un bufete prestigioso que fue heredado de generación en generación. Él amaba su profesión, así como correr autos y escalar. Era el segundo de 3 hermanos. Todos hombres. Llevaba el negocio de la familia con orgullo y tal como lo había deseado su padre.
-Mis otros hermanos no son abogados. Quisieron serlo, pero no lo lograron. Uno es entrenador y chef callejero, otro se dedica a un pequeño negocio de motocicletas que hizo con su mejor amigo. Si se meten en problemas yo los salvo, es mi trabajo. Son afortunados esos rufianes que tengo por hermanos – sonrió divertido.
-Gracias por ayudarme, Hunter. En serio. ¿Crees que me tengan que esposar de nuevo? Ese lugar es horrible. No quiero que me violen en la cárcel – se estremeció.
-No pisaras ese horrible lugar, lo juro – tomo la mano de Luna entre la suya.
-Te creo – Luna lo miro a los ojos.
-Tu prima, Kenzi, conoce a los Van Der Beek.
-¿Cómo?
-Así es. El heredero del Empire y ella son… amigos. Su hermana es abogada, Ada Van Der Beek es una gran defensora de los derechos de las mujeres. Es una gata que se defiende patas para arriba – sonrió. –Lo digo en el buen sentido. Meterse con ella es como meterse con el Diablo.
Luna percibió un poco de temor en la voz de Hunter.
-¿Le temes a Ada Van Der Beek? – jadeo divertida.
-No. No todo el tiempo… - agrego con una sonrisa. –Su padre Keifer, también fue abogado. Consolido una base fuerte en el ambiente de los defensores públicos. Nunca cobro ni un centavo. Claro, a menos que supiera que sus clientes tenían dinero. Su hija, Ada, trabaja bajo esa línea moral. Sobre todo con mujeres.
-Wow. Ella es la dueña del Hotel Empire…
-Su hermano, Noah – corrigió. –Él heredo recientemente el Hotel. Créeme, tienen dinero hasta para limpiarse el trasero con los billetes si lo desean.
-Jason quiere ese Hotel.
-Si – confirmo. –La avaricia no tiene límites. Los Wyngarden desean tomar ese Hotel, así como el Hotel Plaza –que ya es suyo – y un par más de sitios. Revenderlos y hacer más dinero. Al menos es lo que pienso.
-Que miserables. ¿Y yo que tenia que ver en su estúpido plan?
-Realmente no lo sé. Pudo haber sido cualquiera. La firma de un desconocido, quizá, pero tú eras el blanco perfecto. Ahora necesitamos pruebas.
-Podemos ir a hablar con Noah. Si mi prima lo conoce…
-Por el momento necesito investigar más a fondo a Noah. Él es feliz sin un quinto en sus bolsillos. Pero no dejara que la herencia de su familia se vaya a manos de los Wyngarden. Desde siempre han peleado en el mercado por mantenerse a la vanguardia. Son rivales. Ya sea en sus construcciones o en sus propiedades. Entre más tenga uno, más idiota se ve el otro. Solo que con el Hotel Empire… la cosa se vuelve personal.-¿A qué te refieres?



Hunter bebió de su taza de café y se acerco más a Luna.
-Keifer Van Der Beek le compro ese Hotel a la esposa de Jacob Wyngarden, como regalo por años de amistad. Por supuesto Jacob no se lo trago…
-Esto parece novela.
-Es lo que se dice, por ahí. Mi padre guardaba secretos sucios de los ricos y pudientes. Mi padre en persona le cedió los derechos del Empire a Bianca Wyngarden. Cuando Jacob se entero se puso como loco. Pero ella jamás le dio el poder de la propiedad. Cuando ella murió, regreso el Empire a manos de Keifer.
-Pero Jacob murió…
-Ahora sus hijos desean lo que fue suyo…
-¡Malditos! – gruño Luna, llamando la atención.
-Shh, shh, lo que te cuento es confidencial. Nadie puede saberlo. Nadie…
-Lo juro, mi boca es una tumba – aseguro.
-Confió en ti Luna, hasta ahora, eres mi cliente más limpio y honesto.
-¿Me has investigado?
-Es mi trabajo – contesto solemne y serio. –Tus secretos están a salvo conmigo. Y los de tu hermano…
-¿Mi hermano? ¿Qué secretos puede tener mi hermano?, él trabaja en un taller automotriz y es baterista en una banda.
Hunter la miro un segundo y asintió.
-Cierto. Solo que no es una gran banda, ¿ah? – sonrió.
-Ese si es un secreto sucio, más te vale tenerlo guardado o te azotare… - bromeo.
-Eso quiero verlo – dijo con lujuria en la voz.

diciembre 25, 2011

Un poco de El lado Oscuro... ¡Muy pronto!

Tomo su ropa de servicio y se coloco una bata encima. Corrió escaleras arriba hasta que llego a la puerta de caoba del joven amo. Nerviosa como siempre sucedía, toco dos veces con los nudillos con golpes sordos.

-Pasa – escucho decir desde dentro. Entro y cerro inmediatamente la puerta tras de sí.

Tendido sobre la cama con un periódico del día sábado entre sus manos estaba su jefe. O como el quería que lo llaman Sr. Hardenbrook. El joven heredero de una incontable fortuna, desde autos, propiedades, dinero, inversiones y muchas cosas más que Winter encontraba estúpidas pero valiosas; la esperaba desnudo.

diciembre 23, 2011

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 3

¡Ya casi es Navidá! Amodoro la Navidá, no se porque. Y quizá si sean los regalos, pero más que recibir, me gusta dar. Eso no sonó nada lindo ._. Jaja, pero es la verdad. Es bien linda esta época y todas la verdad, pasarla con mi familia y todo bien padre. Yo ya quiero que sea Navidá para comer rico y dar regalos. Estoy harto emocionada! *.* Pero, siento, que este diciembre ni parecía diciembre, parecía un mes cualquiera del año o un mes más como el numero 13 o algo parecido. Si, creo que ya estoy demasiado muy dañada XD Como sea, disfruten de este capitulo. No esta corto, pero... Si viene demasiada información XD creo.


Nota del autor: Aguanta los gritos y los improperios mi Ale♥ Te amodoro.

Chicas, FELIZ NAVIDAD!!!♥ Coman rico que el mundo se nos acaba! xD Enjoy ^^


3. Todos tranquilos, estamos en una boda


-¿¡Que hiciste qué!? – Emily chillo sobre la mesa.
-Mi lealtad es para Renata. Para mis amigas – contesto Luna, segura.
La comida de esa tarde comenzaba a perder el sabor. La historia de Renata golpeando a Julien las había animado bastante. Para que cuando Luna conto su versión los ánimos decayeran sumiéndolas en un silencio sepulcral que rompió Emily con su jadeo y un grito ahogado.
Renata se sentía alagada y orgullosa de la amiga que tenia. También sabía que Luna moría por Tristan, y que su lealtad estaba asesinándola, aunque ella no lo dijera en voz alta. Conocía esa mirada y esa sonrisa a medias. Tomo su mano.
-No debiste…
-No importa – Luna le apretó la mano. –Ahora solo debes buscarme un chico muy lindo. Me lo debes… - le guiño un ojo y termino con su vaso de agua de un trago. Deseando que fuese whisky.
-¡Oh si, por favor! – gimió Jennifer. –Rosty tiene un par de amigos…
-Que están llenos de bolas – hizo un mohín la morena. –No son mi tipo.
-¡Uf! Es que eres muy exigente.
-Merezco alguien digno de mí. No solo una cara bonita – aclaro Luna.
-Tienes tooooda la razón, mi Lun. Y yo me asegurare de tenerte un tipo que te hará babear con solo verlo – prometió Renata.
-Lo sé – sonrió Luna. –Se que lo conseguirás. Digo, tienes al rubio de casi dos metros haciéndote sombra.
Todas estallaron en risas.


***


Daba igual cuantas veces Luna se lo dijera. Renata sentía pesar y estaba totalmente avergonzada de que su amiga tuviera que perder la amistad que tenía hasta ahora, bien cimentada, con Tristan, todo porque su hermano Julien se había comportado como un tremendo idiota egoísta.
-Te compensare, lo juro mi Lun – abrazo a su amiga.
La tarde era de chicas y era para gastar sus más preciados ahorros en ropa, zapatos, golosinas y entradas al cine. Ambas estaban muy contentas. Ganaban lo que querían y mejor aun con el trabajo de su sueños.
-¿Sabes? Justo ahora necesito un buen polvo. Uno que me deje tumbada en la cama… - jadeo Luna. -¡Dios! Llevo casi toda una vida sin nada de nada – exagero. – Estoy a punto de caer en la oferta de Jennifer y hacer que Rosty planee una cita a ciegas con alguno de sus amigotes llenos de bolas.
-¡Jamás! – la señalo Renata con la cuchara de su helado de chocolate. –Nop, no lo permitiré. No te hare pasar por esas horribles citas a ciegas. Nop, nunca.
-¡Uf! – suspiro Luna. Su helado de yogurt no le resultaba ahora apetitoso.
-Mañana iremos a tomar clases de defensa personal. Me dijo Will que su amigo, Marcus, tiene nuevo personal. Quiere que le ayudemos a seleccionarlo.
-¿Marcus?
-Si, es su amigo. Es el dueño del gimnasio de chicas. ¡Dios! Ese hombre también esta como quiere.
-¿Si? – Luna la miro lujuriosa.
-Solo que tiene… Digamos que sale con alguien. Es una chica muy linda. Kelly no-se-que – comento sin mucha importancia.
-¡Mierda!
-Lo sé – acordó Renata, tomando su mano y apretándola un poco. -¿Tristan te ha llamado o algo?
-No. Ya no va a la Editorial o si va no me he dado cuenta. Soy tu amiga, y nada me hará cambiar de opinión, Rens. En serio, no me arrepiento.
-Al contrario, yo me arrepiento de haberte acompañado a dejar a Conan a su casa… Por cierto, ¿Qué pasara con Conan?
-Nada, es mío – sonrió. –Él no me ha llamado, el que calla otorga. Además, dudo que Conan lo extrañe.
-Ya… - asintió. –Jamás me cansare de agradecerte.
-Somos amigas, Rens. Más que eso. No sé cómo no le partí yo la cara al imbécil ese. Con su carita de “Todas las puedo”, ¡me hierve la sangre de envidia! – chillo divertida. –Desee partirle la cara desde que me contaste que te ignoro. ¡Que se cree!
Renata sonrió finalmente. Nadie más la entendía como Luna. Podía confiarle todo a Luna y sabía que ella se cortaría la lengua antes de revelar sus secretos.

Los días pasaron, logrando que terminara enero. Pronto febrero arraso las calles con decoraciones de San Valentín. Luna no paraba de voltear los ojos. Emily estaba a rebozar de alegría, Jennifer ni se diga… Iría a pasar una calurosa noche solo con Rosty, lejos de la Ciudad. Jennifer no paraba de dar brinquitos emocionada. Su amiga pelirroja deseaba casarse el día de San Valentín. Así que apresuraba los planes y lo necesario para una maravillosa boda.
-En serio no puedo creerlo – Renata abría la boca ante el maravilloso vestido de Emily.
El blanco y reluciente vestido straples y con una falda hermosa de tul, era impresionante. Jamás había visto vestido más hermoso.
-Lo sé – Emily no dejaba de sonreír. Luna llamaba a esa cara: “La sonrisa estúpida de Emily, futura señora de Lacrosse”. Emily no desmentía ese sobrenombre. Lo amaba de cierta forma. –Jennifer lo hizo. ¡¡Es divino!! – chillo nostálgica.
-Gracias, amiga. Me sonrojas – cubría sus mejillas dramáticamente, orgullosa de su trabajo.
-Serán mis damas de honor, y no acepto “No” por respuesta – señalo inmediatamente a Luna y Renata.
-Será un gran honor ser la Bruja de Honor – sonrió Luna con malicia. –Solo tengo una condición – levanto un dedo. –No usare un vestido horrible, ¿está claro? Mucho menos de colores chillantes y horribles. Nunca. ¿Queda claro?
-Tranquila Lunática. Me encargare de que nuestros vestidos sean los más hermosos de todo el continente – aseguro Jennifer.
-Cuento con ello – asintió la morena.




***


La boda seria aplazada. Logan quería que todo estuviera listo. Que todos los detalles estuviesen perfectos. Así que convenció a Emily de casarse en el mes de la primavera. Así sus damas de honor podían lucir hermosos vestidos descubiertos. Las chicas no se resistieron. Se sentían alagadas de que Logan las llamara las Damas de Honor más hermosas de todo el continente.
Los vestidos de las chicas eran preciosos, hermosos vestidos rojos borgoña cortos a la altura del muslo, con detalles simples sobre la tela delicada de seda. Jennifer se había lucido. Los vestidos de Dama de Honor nunca fueron más hermosos. Luna estaba encantada con su vestido, ya ansiaba poder usarlo. Por su parte Renata ansiaba volver a ver a William enfundado en un smoking, se había divertido tanto con ese hombre, que cada minuto que pasaba lejos de él era un tormento.
-Nada. A mí no me engañas, Renata – advirtió Luna. –Lo que tu deseas es “trabajo de oficina”. Como si no te conociera – le guiño un ojo.
-¿”Trabajo de oficina”, Rens? – cuestiono Jennifer curiosa, ajustando los últimos detalles del vestido de novia de Emily.
-¡Oh Dios! – cubrió su rostro sonrojada.
-Ella y Willy – comenzó divertida Luna – se divierten mucho en el trabajo.
-¡Renata! – chillo Emily. –Que guardadito te lo tenías.

Contentas y emocionadas, contaban los días para la boda de Emily.



***



Llego el día. El día en que finalmente Emily se uniría en matrimonio ante los ojos de Dios y del hombre, con el amor de su vida.
Sus Damas de Honor esperaban nerviosas dentro de la Iglesia. Una impresionante estructura antigua con olor a rosas rojas y canela. Luna adoraba el olor a Iglesias antiguas. No eran muy religiosas, pero por su amiga harían lo que fuera.
Jadearon al ver a Emily llegar en un deslumbrante Rolls Royce Phantom negro. Todos los invitados boquearon al verla entrar deslumbrante del brazo de su padre. Un hombre con rostro curtido, que sonreía apenas perceptiblemente. Su padre, encargado en Jefe de los despegues del aeropuerto de Nueva York, sostenía a su hija mayor con firmeza, imponiendo a cada paso que se acercaba al altar.
El hombre de cabello negro azabache y más alto que Emily miraba a los presentes con respeto y agradecimiento. Cuando llego hasta al frente, para entregarle a su hija primogénita a Logan – que tenía el semblante sereno, sin poder ocultar su total nerviosismo – tomo la mano de su hija, dándole un beso en el torso de la mano y sonreírle deslumbrante. “Te amo, hija”, dijo solo para ella. Emily sonrió enternecida y abrazo a su padre. “Lo sé”, le devolvió en un susurro.
-Cuidaras de ella, Logan – dijo sin dar lugar a segundas oportunidades. Pero lejos de que Logan se sintiera intimidado asintió solemne y tomo la mano de Emily que su padre le acercaba.
-Con mi vida, Sr. Wildest – sostuvo la mirada del padre de Emily.
Finalmente Baltus Wildest asintió de vuelta y tomo su lugar en la primera fila de asientos. Observando escrupulosamente a su futuro yerno. El hombre podía hacer que Logan desapareciera de la faz de la tierra con solo un chasquido de sus dedos. No era gratis toda esa reputación bien cimentada en la que conocidos y amigos, aseguraban que este hombre movería Cielo, Mar y Tierra por la felicidad de sus hijas. Así tuviera que vender su alma al Infierno, el hombre lo haría, con tal de ver felices a sus hijas.






Logan Lacrosse estaba seguro, esta vez, que Emily no huiría. Al menos ahora, había entrado a la Iglesia, estaba frente a sus ojos, más hermosa que nunca. Resplandeciente con una sonrisa en su rostro. Nunca la había visto tan hermosa y segura.
Para él no había nadie más en el mundo que ellos dos. No mintió cuando le dijo que daría su vida por ella. Ni cuando dijo que nunca la había podido olvidar. Cada noche y día lejos de ella era una tortura infernal. Sus caricias y besos quemaban sus noches de soledad. Vacio por dentro y con una sonrisa pintada en su rostro que nunca oculto su amor hacia ella.
Ahora todo estaba en orden. Las cosas marchaban como debían. El amor de su vida, la mujer de su vida, la mujer con la que quería pasar el resto de su vida, se uniría a él para siempre. Sabia muy en el fondo que ella deseaba una boda con toda regla a pesar de su careta ruda y confiada. Ambos, creían en el destino y el amor para toda la vida.
Muy pocos entienden el amor de esa forma. El amor incondicional. Un amor que te quema y que te congela al mismo tiempo. Ellos lo vivían, lo sentían, lo respiraban y transpiraban. Nada podía hacerlos más felices ahora. Nada.

-Si, acepto – finalizo Emily con los pensamientos de Logan. Que volvió en si como quien despierta de un sueño. Solo que este sueño no terminaría nunca.
-¿Y tu Logan Lacrosse, aceptas a Emily Wildest para amarla y respetarla, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad por el resto de tu vida, hasta que la muerte los separe?
-Si, acepto – contesto Logan de inmediato. Su corazón se desboco a la par del de ella.
Emily casi llora de felicidad. Ese paso que temía dar fue más fácil de lo que creía. No dejaría ir al hombre que tenia frente a ella. Jamás estaría lejos de él, engañándose a si misma.
-Los declaro entonces: Marido y mujer – dijo el sacerdote. –Puedes besar a la novia…
Los vítores por parte de las Damas de Honor no se hicieron esperar. Luna gritaba y brincaba contenta, emocionada. Renata aplaudía sonriendo. Jennifer no logro frenar el llanto y lloro.


***


El salón estaba hermosamente decorado. Telas blancas transparentes y rosas rojas con naturaleza muerta le daban al lugar un toque romántico y antiguo. Luna y Renata se habían encargado de la decoración. Las mesas redondas con velas gruesas le daban al lugar un toque íntimo. La comida, liderada por Evan, amigo de Luna, fue un toque gourmet a la boda de sus sueños.
-Ya se nos fue una – suspiro Luna brindando por su amiga.
-Tranquila, Lu, que no pienso dejarla sola – agrego Jennifer misteriosa.
Fue Renata la que se percato en ese tono sospechoso de su amiga y jadeo, casi atragantándose con su copa de vino.
-¡Te casaras! – golpeo la mesa sobresaltando a William, Jack – el hermano de Luna – y su linda acompañante: Summer (una hermosa chica de tez blanca y cabello negro en ondas y enormes ojos azules), Lex – y su amiga cariñosa (Deborah, que no dejaba ni a luz ni a sombra a Lex. Ella temía que corriera a los brazos de cualquier otra; principalmente con Renata), Evan y Chuck que iban solos; todos pegaron un brinco.
-¿Qué? ¿Eso es verdad Ross? – Luna miro al rubio. Él miro a su vez a Jennifer y ella les mostro el precioso anillo con un rubí pequeño.
Las chicas jadearon emocionadas.
-Es precioso – chillo Summer. -¡Que lindos! ¡Felicidades!
-Gracias, gracias – Rosty beso la mano de Jennifer, con los ojos brillando de felicidad.
Nada podía salir mal.

De pronto un jaleo se armo en la puerta. Varios policías irrumpieron en el salón de la boda. Logan se acerco a ellos con pasos firmes, así como el padre de Emily.
-¿Qué diablos significa esto? – gruño a los policías, Logan.
Las chicas corrieron al lado de Emily. Nada de lo que pasaba tenía sentido.
-¡Eric! – jadeo Evan y se acerco a su primo. -¿Qué pasa?
Eric, saco una hoja de la bolsa interior de su saco, era de la media docena de policías, el único que vestía como civil.
-Una orden de aprensión para Luna Phellan…
-¿¡Qué?! – chillo Emily, apartando a todos a empujones.

Luna se quedo quieta. Tan quieta que sintió su corazón latir con fuerza, pesadamente y con lentitud dentro de su pecho. ¿Qué era todo aquello? ¿Una orden de aprensión? ¿Por qué?
-¿Qué? – rugió Evan. Tomo la hoja entre sus manos y leyó con rapidez. –Dice que eres culpable de fraude…
-¿Cómo? – ahora Jack le quito la hoja y la releyó. -¡Esto es mentira! Luna no haría algo así, nunca. ¿Qué demonios sucede?
-Lo siento, pero tenemos que llevárnosla – Eric Ross, intento mover a todos los amigos de Luna.
-¡Esto es un escándalo! – gruño Baltus Wildest. –Los quiero a todos fuera de aquí. No se llevaran a la señorita Phellan.
Luna seguía al fondo de todos sin pensar, sin parpadear e incluso no respiraba.
-Luna… Luna…
A lo lejos escuchaba las voces.
-No hagan esto más difícil. Evan, por favor. Solo hago mi trabajo. Luna… - llamo a la morena por sobre la multitud.
-¡No te la llevaras! – grito Renata. –Ella no hizo nada de eso. Apenas sabe lo que es la economía. Jamás haría un fraude. Nunca.
-Solo hago mi trabajo – repitió sereno Eric. –Vamos. Hagamos esto de la manera fácil, pacíficamente. Dejen que me lleve a Luna, cuando las averiguaciones…
-¡Basta! – corto el Sr. Wildest. –Jackson – llamo al hermano de Luna con voz atronadora, -deja que se lleven a tu hermana. Llamare a mis abogados. Tranquilos todos…
Jack asintió. Dejo que se llevaran a su hermana.
-Estarás bien, Lunática. Lo juro…
-Lo sé… - sonrió Luna.
Todos salieron para mirar a Luna entrar a la patrulla donde Eric era el copiloto. Esposada. Emily casi se suelta a llorar. Renata apretaba los puños, Vincent, su hermano, había llegado apenas, con la rubia, Lizzeth Ocean (su ahora novia), de la mano.
-¡Renata! – corrió hasta su hermana.
-Se llevaron a Luna por fraude.
-¿Qué? – la rubia boqueo. –Tengo que llamar a Kenzi – tomo de inmediato su teléfono móvil.



***


Luna bajo de la patrulla y la llevaron a la comisaria en el segundo piso. Ella permaneció en silencio. Había visto demasiados programas policiacos que entendía perfectamente sus derechos, a pesar de que Eric se los había relatado con lujo de detalle antes de entrar a la patrulla.
Con la cabeza gacha fue llevada hasta el lugar donde rendían declaraciones y tomaban demandas y denuncias. Nunca había estado en un lugar como estos. Y en la televisión los pintaban lindos. Pues eran horribles. El lugar olía a tabaco y café rancio. Sudor y humedad.
Cuando los policías la dejaron sentada esperando a su turno para declarar, Eric se acerco a ella y de cuclillas hablo en un susurro.
-Llegaron pruebas contundentes donde eres la principal sospechosa de un fraude. Justo investigamos que tipo de fraude, pero todo indica que es un fraude gordo. Donde no solo lavaste dinero, sino que planeabas quitarle el Hotel Empire a los Van Der Beek.
Luna no podía creer lo que Eric decía. ¿Lavado de dinero? ¿Los Van Der Beek?
-Entiendo que no hablaras hasta que llegue tu abogado. Haces bien. Quédate aquí, ¿bien?
-¿A dónde piensas que vaya esposada, ah? – hablo, finalmente, con un tono acido.
Eric asintió y se alejo de ella.
Tomo aire por la boca. Había sido una linda boda, y ella la había arruinado completamente.
-¿Señorita Phellan?
Luna levanto la mirada.
De no ser por la situación en la que se encontraba, tan precaria, ella habría jadeado. Un tipo rubio, enorme, con deslumbrantes ojos celestes, pulcro traje y cabello peinado hacia atras, estaba frente a ella.
-Supongo que eres Luna Phellan, eres la única con un deslumbrante vestido en este lugar de mierda – dijo el hombre, sentándose al lado de ella sin invitación. –Soy Hunter Trott, tu abogado.
Luna asintió en silencio, presa de un miedo que apenas comenzaba a propagarse por su cuerpo.
-Tranquila, soy el mejor abogado de Nueva York, te librare de esto – tomo la mano de Luna aun esposada. –Lamento que no sean brazaletes – dijo, refiriéndose a las esposas que rodeaban ambas muñecas de Luna.
-¡Luna! – el padre de Emily se acerco a ellos, Hunter se puso de pie de inmediato. –Trott, confió en ti la libertad de la mejor amiga de mi hija.
-Nunca le he quedado mal, Sr. Wildest.
-Espero que no comiences ahora – Baltus Wildest era un hombre imponente. Se sintió segura de cierta forma, aunque no sabía a qué temerle. ¿Quién la habría involucrado en esto?
Hunter desapareció unos minutos.
-Emily no quiere irse de Luna de Miel hasta asegurarse de que vas a estar bien – comento Baltus, sin mirarla, sentado a su lado.
-Es tan necia – sonrió Luna.
-Dímelo a mí – concordó. Quedaron en silencio de nuevo.
-Gracias por traer un abogado Sr. Wildest. Así tenga que vender mis órganos se lo pagare…
-Niña, no digas estupideces. Eres como otra hermana de Emily.
Luna sonrió mirándolo.

-Presentaron una demanda en tu contra. Tienen la copia de un documento donde está tu firma – Hunter había regresado, de inmediato les dio noticias sobre el caso de Luna.
-Yo no he firmado nada.
-Lo supuse. De momento no pueden tenerte aquí sin pruebas contundentes. La copia de la copia de la copia no significa nada. Eres libre… por ahora.
-Llamare a mi hija – se puso de pie el Sr Wildest. –Llévala a casa Trott.
Luna suspiro.
-¿Qué se supone que firme?
-Un documento de embarque. Con cosas ilegales, que arribo al puerto hace días. El contenido fue decomisado. No sabían de donde venia. Incluso la tripulación desconocía su contenido. Simplemente fueron contratados para traerlo aquí. Los rumores indican que es droga y dinero falso. A montones. Quien quiera que te demando, sabe lo que hace.
-Eso no suena bien.
-¿Tienes enemigos, Luna?
-En mi trabajo la ex Editora no me mira con lindos ojos. Fuera de eso, no creo… - recordó mirando a la nada.
-¿Algo más?
-No lo creo…
-¿Segura? – presiono.
-Si…
-¿Tienes alguna idea de quién te demando?
-No. ¿Sabes quien fue?
-Jensen Wyngarden y su hermano.

diciembre 19, 2011

Cuando los planetas se alinean - Capitulo 5

Pareciera que cada mes publicare Planetas XD Ojala que no. Solo que a veces la inspiracion se me va, se me revuelven las ideas... Ya saben XD Cosas locas de locos de remate :D En fin... Aqui tienen nueva entrega de Planetas :D Enjoy ^^

5. El césped es más verde del otro lado

Sus dedos tocaron mis mejillas. Esa sonrisa ladina aun no desaparecía de su rostro.
Alguien aclaro su garganta.
-¿Gary?
Garrett se puso de pie de un solo movimiento, mientras que sus jeans se acomodaron en un parpadeo.
No me ayudo a ponerme de pie, no esperaba menos. Sacudí mi ropa. Y me percate de que otro rubio nos miraba. Los mismos ojos azules tiernos y salvajes, en conjunto con un par de pobladas cejas. La sonrisa burlona se agrando en su rostro.
-¿Quién es ella, Gary?
-Nadie – tenso los dientes en respuesta.
-¿Nadie? – repitió el otro rubio.
Molesta salí de la cocina y prácticamente corrí a la salida. Ese imbécil. Yo no era “nadie”. Maldición. Sabía que no me quería en su casa. Pero… ¿Eso? Que se vaya a la mierda y directo a California el muy bastardo.
Pero al salir, choque con alguien.
-Oh, lo siento…
-Descuida – la chica me sonrió. Su cabello negro contrastaba con su blanca piel. Sonrió. -¿Eres amiga de Garrett? – pregunto, claramente curiosa.
-No – conteste de inmediato. –No soy nadie – repetí y la esquive para salir del jardín.
Imbécil.
Estúpido.
Cretino.
Bastardo.
Arrogante.
Y aun me faltaban mil y un insultos para describir a ese gusano.
-¡Hey! ¡Ginebra, espera! – estaba en la acera cuando Garrett me jalo del brazo.
-¡¡¿Qué?!! – gruñí encarándolo.
Tragando y frunciendo los labios hablo apenas en un susurro.
-Lo siento…
-No te escuche, ¿Qué dijiste?
-Lo siento – levanto la voz.
-¿Perdón?
-¡Lo siento! – gruño esta vez.
-Así está mejor – sonreí complacida.
-El rubio es mi hermano – explico.
-No era difícil imaginarlo. La chica de cabello negro es su novia, ¿no?
-Si, Jennifer.
Asentí.
-Tengo que irme de cualquier forma… Diremos que estudiamos – le di una palmada en el hombro.
-Ginebra, - jalo mi muñeca – te llevo a tu casa.
-Estoy bien.
-No me hagas obligarte… - agrego sin soltarme.
-Bien, pero no vayas tan rápido.
-Lo intentare. Ponte el casco – camino a su motocicleta y monto con un movimiento hábil.
Subí detrás de él y lo abrace.
-Esta vez no hagas que te arresten por exceso de velocidad, Gary – su hermano estaba en la puerta de entrada, con su novia rodeando su cadera.
-Muérdeme, Robert – gruño Garrett haciendo rugir la motocicleta.



***


-¿Quieres pasar?
Si Garrett no hubiera tenido esa mirada angustiante cuando me dejo en la entrada de mi casa, no me hubiera atrevido a invitarlo a pasar. Sus celestes ojos denotaban tristeza y algo de anhelo.
-No quiero ser una molestia… - murmuro apretando el manubrio de la motocicleta.
-No lo serás. Vamos – urgí sonriéndole.
Suspiro y bajo de su moto. Dejo el casco en el asiento.
Cruzamos el jardín en silencio. Iba a abrir la puerta de la entrada cuando ésta se abrió por si sola haciéndome soltar un grito ahogado.
-¡Gin! – era mi padre. -¿Qué haces aquí tan temprano? Pensé que pasarías la tarde con tu alumno – sonrió alborotando mi cabello.
-Si… Lo invite a comer – conteste mirando sobre mi hombro.
Garrett saco las manos de los bolsillos de su chaqueta de piel y sonrió un poco.
-Soy Anton Lawrence – mi padre estiro la mano para estrechar la de Garrett, con fuerza, como solía hacer con los desconocidos para establecer su territorio.
Era hija única y sumando a que era mujer me trataban con pinzas y con sumo cuidado.
“Nadie pondrá las sucias y asquerosas manos sobre mi niña, nunca”, gruñía cada vez que mirábamos las noticias por las mañanas o cuando sucedía algo horrible con mujeres o cosas por ese estilo.
Con su metro ochenta y nueve y su fuerte estructura mi padre imponía a donde quiera que pisara. Obvio si llegaban a conocerlo sabrían que mi padre era un padre amoroso y protector como cualquier otro.
-Mucho gusto, Garrett – soltaron sus manos, mirándose aun a los ojos.
-¿Qué hay de comer, pá? – llame su atención.
-Lo de siempre… - contesto aun mirando a Garrett. –Entremos… - invito.
Garrett se acerco a mí y susurro:
-Tu padre se parece a…
-Lo sé, por eso mi madre lo adora – sonreí divertida.
-Tu madre fue a comprar un par de cosas. Ya sabes cómo le pone eso de la Navidad y esas cosas – informo.

Coloque platos y vasos en la mesa de la cocina mientras mi padre calentaba la comida. Mi madre solía experimentar en la cocina. Nunca sabias lo que te depararía la suerte cuando de comida se hablaba. Y como éramos sus conejillos de indias, tenias que comer lo que cocinaba, sino una severa mirada te perforaba las entrañas y no había postre; que era lo único delicioso que entraba en esos raros experimentos.
La comida de este día tenía buena pinta y olía delicioso.

-¡Dios! – mi madre entro a casa con su típico grito de alegría para anunciarse. -¡Mucha gente en el centro! ¡Mucha! – dejo las bolsas de las compras en el piso de la cocina. Cruzo la estancia y se colgó de mi padre para darle un beso en los labios. De inmediato desvié la mirada. Ellos se amaban tanto que daban miedo. Mucho.
-¿Cómo estás? – pregunto a mi padre aun colgada de su cuello.
-Muy bien ahora que estas aquí para incomodar a nuestra hija – contesto sonriente.
Mi madre se giro y abrió sus enormes ojos marrones. Su cabello largo en ondas brinco hasta apachurrarme entre sus brazos. Mi madre era muy efusiva como pueden ver.
-Ouh – gemí. –Esas son mis costillas, má.
-¿Qué tal las clases, Gin?
-Igual – conteste, cuando al fin ella se separo dejándome respirar.
-¿Y quién eres tú? – miro a Garrett.
-Garrett, mucho gusto – sonrió.
-¡Ah! ¿Son amig…?
-¿Recuerdan que les dije que daría tutorías a un chico…? – interrumpí a mi madre.
-Si… Pero no sabía que iba a ser tan lindo – lo miro de pies a cabeza.
Yo quería meter la cabeza en el horno de la estufa. No teníamos horno de microondas. Así que mi suicidio me tomaría un rato.
-Queen – llamo mi padre. -¿Qué fue lo que compraste en el centro?
¡Uf! Salvada…
-Oh. Muchas cosas, son sorpresa – tomo las bolsas y seguramente las llevo a su estudio.
Mi padre le había reservado una enorme habitación solo para sus cosas. Mi madre hacia demasiadas manualidades en su tiempo libre. Pintura de cerámica, bordado, confeccionaba a veces ropa, miles de cosas. Ese estudio era como una extensión de ella. Y mi padre y yo agradecíamos que lo tuviera. Así que no teníamos las telas, los listones, los botones, las figuras, las pinturas en la sala o en el comedor.

La cena no pudo ser más incómoda. Entre los chistes de mi madre acerca de su “princesa”. O las miradas letales de mi padre. O aun mejor sobre: “Que bueno que Gin dejo esos libros a un lado y tiene amigos reales”, eso fue la cereza del pastel. ¡Claro que tengo amigos reales!; Seth.
-Y dinos… Garrett – comenzó mi padre con esa mirada. -¿Qué haces para ganarte la vida?
-Papá – susurre en advertencia.
-Deja que nos diga, Gin. No dejare que mi hija, mi única hija, tenga cercanía con un vagabundo bueno para nada – dijo totalmente seguro y formando una sonrisa ladina.
¡Dios mío!
Garrett pasó el bocado.
-Ahora me dedico a la escuela, señor Lawrence. Mi hermano y el entrenador de futbol americano, en conjunto con el mejor amigo de mi hermano, hicieron que yo tomara clases con su hija para poder estar en el equipo.
-Mmm… - asintió mi padre con lentitud. –Así que eres un idiota…
-¡Papá! – chille alterada.
-¿Qué? – sonrió lacónico. –Es la verdad. Si fueses un genio no necesitaría tener una tutora…
-Apuesto que Garrett no es un idiota, Anton – comento mi madre con esa sonrisa tranquilizante. –Quizá solo sea algo como tú hiciste para conocerme… ¿Recuerdas?
Voltee los ojos. Quería ahogarme en mi plato.
-Ya termine, ¿Qué hay de postre?
-Pay de limón – sonrió mi madre y saco un enorme recipiente de vidrio. -¿Te gusta el pay de limón Garrett? Has estado muy callado, cariño. Y en esta casa tenemos reglas…
-Si – interrumpió mi padre. –Como nada de drogas y esas cosas… - cubrí mi rostro con las manos, pero mi padre continuo su perorata. Que solo él encontraba intimidante – nada de strippers, ni armas ni todo lo que ustedes los jóvenes encuentran peligroso y excitante…
-Anton – regaño mi madre. Al menos ella si podía ser consciente de que me avergonzaban. –Solo hay una regla en esta casa…
-Virgen hasta el matrimonio – sonrió mi padre mirándome fugazmente y después a Garrett.
Garrett abrió grandes sus celestes ojos y carraspeo.
-Señor y Señora Lawrence. No tengo intenciones… Es decir – balbuceo.
-Garrett y yo…
-Hija… - mi madre me miro con ternura. Como si aun tuviera 5 años. –Eso dicen ahorita…
-Tengo que irme. Muchas gracias por la cena, estuvo deliciosa. Gracias… Conozco la salida.
Todos se pusieron de pie. Mi padre lo acompaño a la salida a pesar de que Garrett volaba por salir.
-¿Quieres que te llevemos al campus mañana, Gin?
-No mamá, gracias…
La puerta se azoto.
-Ese chico… - papá regresaba al comedor de la cocina rascando su barbilla. –Es muy… inconsciente. Toma – me arrojo el casco de repuesto. –Me dijo que lo usarían seguido, para sus clases…
Si. Quede igual de sorprendida que mi madre.

diciembre 16, 2011

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 2

¿Listas para más delicia? ¡Yo si! Dioses, que emocionada que estoy con esta nueva temporada. Gritemos juntos :D (¡!¡!¡!¡!¡!) Sin más preambulos, disfruten este nuevo capitulo... Y recuerden, pronto estreno de El lado Oscuro y capitulos nuevos de Cuando los planetas se alinean :D Besocos xoxo♥ Cambio y fuera.


Nota del autor: ¡Oh siiiii! Ya llego... XD Te amo mi Ale♥
2. Lealtad


Luna miro con los ojos muy abiertos a su amiga. Podía apostar que su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Julien tenía el rostro perplejo, sin podérselo creer, una suave sonrisa se formo en su masculino rostro.
-¿Qué haces… aquí?
-Viene conmigo – Luna la tomo de la mano, mostrando total apoyo hacia su amiga. -¿Dónde esta tu hermano?
-Salió – contesto. -¿Son… se conocen?
-Es mi mejor amiga, mi hermana – contesto Luna a la defensiva, levantando una ceja.
-Ya veo…
-Esperare a Tristan en la sala… -anuncio Luna caminando hasta el salón y se sentó, obligando prácticamente a su amiga a sentarse junto a ella.

Julien quedo confuso. La chica de los ojos verdes más hermosos que hubiese visto estaba frente a él, bajo el mismo techo, respirando el mismo aire. Seguramente odiándolo. No. Él no tenía tanta suerte. El odio, como dicen, es un sentimiento pasional. Él no tenía siquiera su odio. Estaba seguro.
De pronto todo su valor se fue al carajo. Sentándose frente a las chicas, los tres se quedaron en silencio. Luna acariciaba a Conan, Renata retorcía sus dedos y Julien miraba el escote de Renata bastante concentrado. ¡Como pudo ser tan imbécil! Teniéndola a su alcance y echando al caño esa oportunidad. ¡Maldición!
-¿Dónde estuviste tanto tiempo, Renata? – finalmente se había animado a hablar.
Los ojos verdes de ella se posaron en él, y sintió que el cuerpo le flotaba.
-Fue de viaje con su novio – contesto Luna, alzando la barbilla.
Julien asintió. Luna defendía a su amiga a capa y espada, con uñas y dientes. Así que era una guerra. Él sabía cómo pelear.
-Tristan salió con una amiga, supongo que tardara – dijo dejando caer la espalda en el sofá. Notoriamente cómodo.
A Luna le hirvió la sangre de inmediato.
-Lastima – hablo Renata. Obligo a su amiga a ponerse de pie. –Luna tiene una cita – dijo. Luna la miro sorprendida. ¿Cita? No se atrevió a desmentir a su amiga.
-Bien por ella.
-No quiero que llegues tarde, Luna. Mejor nos vamos… - prácticamente arrastro a su amiga hasta el ascensor.
Renata quería salir de ahí. El aire comenzaba a faltarle. Julien… Ese hombre hacia que sus piernas temblaran y su cuerpo necesitara de su toque. Deseaba que su mirada celeste se posara en ella, en cada pulgada de su anatomía. Que la explorara a conciencia, siendo salvaje y tierno. Solo que todo eso estaba en su mente.
-Yo… - Luna tomo a Conan entre sus brazos y camino finalmente rendida.
No supo como resistió a no partirle la cara a Julien desde el primer momento en que lo vio. Él había menospreciado a su amiga, merecía que le partiera las bolas.
-¡Vamos, Lun! – susurro Renata.
La morena asintió. Pulsaron el botón para bajar, cuando las puertas se abrieron.
-¡Luna! – jadeo Tristan. –Hola… - enterró la mano en su nuca, nervioso. –Pensé que llegarías más tarde. Salí por un pastel… Chocolate, ¿te gusta? – el mayor de los Van Gulick solo tenía ojos para ella.
-Ya nos vamos… - Renata se aclaro la garganta. Ella quería salir de ahí, cuanto antes. Su corazón aun no se normalizaba y se preguntaba cuándo comenzaría a respirar por la boca y jadear.
-Oh, no, no por favor – pidió Tristan. –Más tarde las llevare a su casa. Solo un minuto…
Luna sintió el apretón de la mano de su amiga sobre su antebrazo.
-Solo un rato – dijo Luna.
-Bien – Tristan sonrió y las guio hasta su comedor. –Pensé que ya te habías ido, Jules – se sorprendió de ver a su hermano en la sala.
-Decidí quedarme… - se acerco a su hermano. –Mmm, pastel. ¿Cervezas?
-No. Hay café en la cafetera…
-Puagh. ¿Con whisky?
-En la alacena – señalo Tristan hacia la cocina y dejo el pastel sobre la mesa. Lo destapo. El pastel redondo se veía delicioso. De chocolate.
Ambas chicas se relamieron los labios disimuladamente.
-¿Café?
-Si – asintió Renata sentándose a la mesa.
-El mío frio… - pidió Luna sentándose junto a su amiga.
Julien rebusco en la alacena y encontró la botella de Jack Daniels casi llena, la llevo a la mesa y se sentó frente a Renata. La chica desvió la mirada.
-¿Cómo has estado?
Luna no contesto esta vez, mordió su lengua. Pero no dejo de perforar a Julien con la mirada. Fiera y dispuesta a atacar. Nadie lastimaría a su amiga. No mientras ella estuviera con vida.
-Muy bien – respondió ella. Negándose rotundamente a mirarlo a los ojos. Sabía que se perdería en su mirada. Lo sabía.
-Hey, Luna… - llamo Tristan desde la cocina. La morena pego un brinco. Julien soltó una carcajada. Luna choco los dientes. – ¿Puedes ayudarme?
La chica se puso de pie. Pero antes levanto una ceja mirando a Julien en advertencia. Desapareció en la esquina del pasillo. No quería dejar sola a su amiga, quería matar a Julien.







-Tu amiga me odia – murmuro Julien recargando los brazos sobre la mesa.
-No eres tan afortunado – señalo acida. No solo lo odiaba, sabía que Luna estaba dispuesta a cortarle la garganta.
-Lo sé – confirmo con una amarga sonrisa.
Ella no podía quedarse callada más tiempo. Quería explotar.
-Encontraste otra mucama, supongo.
-¿Perdón?
-Alguien más que te hiciera la limpieza. En tu nuevo departamento…
-No te entiendo.
-Oh – hizo una mueca cínica. –No me entiendes, ¿uh? Cuando limpiaba tu departamento te importaba una mierda lo que dijera, ¿ah? ¿¡¡NO!!? – dio un golpe en la mesa, furiosa.
-Entiendo que estés enojada…
-¿Enojada? – hablo con voz aguda. –No, no estoy enojada… ¡Que va!
-Bien, entiendo… - el semblante de Renata lo hizo enmudecer. No estaba enojada. No, estaba que se la llevaba el Diablo de ida y de regreso. Sus orejas estaban rojas y sus labios tensos. Se acobardo. Él, un Van Gulick se sintió miserable y pequeño al lado de Renata.
Bajo la mirada.
-Lo siento…
-¡Me importa una mierda! – gruño Renata mirando de reojo hacia el pasillo por donde había desaparecido Luna, asegurándose de que nadie la escuchara. – ¿Sabes? En serio eres un imbécil. Al menos pudiste haberme dicho que te importaría una mierda mi vida.
-Yo nunca…
-¿O crees que por tener dinero – lo interrumpió – puedes tratar a las personas como basura? ¿Cómo simples mucamas que hacen la limpieza gratis con la promesa de mostrarles como golpear? ¡Bah! – jadeo tomando aire por la boca y poniéndose de pie. – ¡Amigo! Tú no sabes nada de mí. Nada de mi vida y dudo que te interese…
-No es verdad… - se puso de pie también, sobrepasando la estatura promedio de Renata al menos por 20 centímetros, quizás más. Cosa que no menguo la furia de Renata, que con los puños cerrados contenía todo su cólera.
-¿Y sabes algo más? – lo señalo. –Pudiste haberme tenido en tu cama en un parpadeo – Julien abrió grades los ojos y ella le propino un puñetazo en la nariz, provocando que él callera hacia atrás.
Renata jadeo realmente sorprendida. Sus días en el gimnasio de chicas y sus clases de defensa personal habían rendido frutos. Julien sangraba a borbotones.
Ella sonrió complacida, tomo su bolso y camino al ascensor.
-Dile a Luna que la veo luego. Aquí huele a marica – finalizo entrando al ascensor.
Antes de que las puertas se cerraran logro ver a Julien poniéndose de pie con dificultad, aun con la nariz sangrando. Ella se sentía victoriosa y renovada. De cualquier forma, ese cretino se merecía eso y más. Y ella lo haría pagar.

-¿Qué necesitas, Tristan? – Luna entro a la cocina.
-No se usar la cafetera – dijo como un niño pequeño que ha sido regañado.
-¿Lo dices en serio? – se acerco a él.
-Muy en serio. Mary siempre hacia el café para mi, ahora está de vacaciones en la playa y me tengo que hacer cargo…
-¿Mary es tu…?
-¿Qué? ¡No! – jadeo alarmado. –Es mi ama de llaves. Mi nana, dice ella. Es una mujer asombrosa de muchos años. Te caerá bien…
-Oh – asintió, sintiéndose tonta. –Pues es fácil. Mamá tiene una en casa, pero la odia. Mi padre la compro porque una vez confundió la bolsa de café molido con el de grano entero – decía, tomo la bolsa de café y un filtro. –Solo colocas el filtro aquí… El agua por aquí, y el café aquí. La enciendes y listo – presiono el botón y la cafetera comenzó a funcionar. –Es fácil, ¿lo ves?
-Ya veo. Soy un imbécil.
-No presumas – le guiño un ojo, se dirigía a la salida.
-¡Hey! – la jalo del brazo. –Quizá… si les damos un poco de privacidad.
-¿Cómo? ¡No! – chillo. –Tu hermano… es…
-No te agrada para tu amiga – sentencio.
Luna bajo la mirada. No solo no le agradaba, lo odiaba. Lo odiaba con el fuego de miles de soles.
-Julien es un buen tipo. Ha pasado por tanto que siempre está a la defensiva. Ha vuelto a ser mi hermano y lo conozco. Es un buen tipo – aseguro. –Si le hace algo a tu amiga, yo mismo le partiré las bolas – prometió mirándola.
Sin discutir ella se perdió en sus ojos pardos. En esa sonrisa amigable y tierna. No logro articular palabra, solo asintió. Rindiéndose.
-Si… - suspiro.
-Ahora, ¿Qué tal una enorme rebanada de pastel? – la tomo de la mano llevándola al comedor.
Julien limpiaba su nariz con una servilleta de tela. La cual estaba completamente roja. Tristan soltó la mano de Luna y corrió a ayudar a su hermano.
-¡Jules! ¿Qué demonios te paso?
Julien sonrió de lado.
-Nunca subestimes la fuerza de una mujer, Tris – término de limpiar su nariz. Su camisa estaba roja también.
-No entiendo…
-Renata lo golpeo – informo Luna, con una mueca burlona. –Creo que mi amiga no necesita que tu le rompas las bolas a tu hermano después de todo – Luna sonrió divertida, al tiempo que Julien la perforaba con la mirada. Ella sostuvo su mirada y levanto una ceja. –Mi amiga puede sola con cualquier lame bolas de la ciudad. ¿No crees Jules?
El interpelado choco los dientes.
-Como digas, preciosa – se alejo de su hermano. –Nos vemos después, Tris. Quizá necesite la dirección de Christine más tarde, parece que te diviertes mucho con ella – le guiño un ojo a Luna y bajo por el ascensor.

-¿Tu amiga lo golpeo? – se giro hacia Luna que aun estaba de pie ante el comedor.
-¿Quieres más pruebas? – tomo la servilleta ensangrentada con asco entre las puntas de sus dedos.
-No – le quito la servilleta y la arrojo a un bote de basura. –Jamás me imagine…
-¿Qué ellos se conocieran? ¿Qué tu hermano la utilizo para limpiar al cuchitril donde vivía y que la boto después como si mi amiga fuera nada? – Luna estaba agitada, esta vez no era la presencia de Tristan lo que la tenia así.
-¿Conocías a mi hermano?
-Si – contesto.
-¿Sabias que él conocía a tu amiga?
Luna asintió. –Así como sabía que mi amiga se había sentido peor que invisible a su lado.
-¿Desde cuándo sabes que él y tu amiga…?
-No insinúes nada, Tristan. Ellos no tuvieron nada que ver. Nada. Como dije, tu hermano la ignoro olímpicamente cinco días. Cinco. Mientras mi amiga hacia lo imposible por sacarle una frase coherente, más allá de los estúpidos monosílabos que tu hermano sabe. Es un idiota.
-No sabes nada de él.
-Y me importa una mierda saberlo – sentencio. Tomo su bolso, su abrigo y Conan apareció a su lado como si supiera que era hora de irse.
-¿A dónde vas?
-Esta claro hacia dónde va mi lealtad – finalizo, tomo a Conan entre sus brazos y entro al ascensor.
-Y esta claro hacia dónde va la mía…
-Muy claro – levanto una ceja.
Las puertas se cerraron, dándole una última vista de Tristan.

diciembre 12, 2011

Proyecto Frankenstein: Por las mañanas

Mis lindas chicas. Nueva entrega de su Frankie favorito. ¿El suyo ya tiene rostro? El mio cambia a cada pestañeo :3 Cuidence... Cambio y fuera♥

Por las mañanas

"-Buenos días... - murmurara contra tu oído.
Sus brazos estarán ciñendo tu cadera, mientras sus dedos descansan sobre tu vientre, provocándote cosquillas y unas ganas tremendas de que las baje aun más.
La voz de ese hombre es un bajo susurro, grave y seductor. El sol apenas se cuela por las cortinas de tu ventana.
No quieres salir de la cama. ¿La razón? Él. Solo él puede ser la razón. Sus fuertes brazos. Sus poderosas piernas. Sus delicadas caricias y la potencia con la que te ama.
Te estremeces cuando sientes sus labios besar tu espalda. Instintivamente tomas una de sus manos y la guías directo al centro de tu cuerpo. Donde la humedad se apodera de tus muslos y tu corazón se desboca cuando lo escuchas reír triunfante. Victorioso.
Porque una vez más, te hará gritar y retorcerte..."

diciembre 09, 2011

Maldita delicia, tercera temporada. ¡¡ESTRENO!!

Les prometí el estreno de Maldita delicia tercera temporada en día 10 de diciembre. En mi pueblo son las 0.51 hrs, ya es diez :D ¡¡ Ya es mi cumple !! Ya he tenido regalos y felicitaciones, ¡Que regalooootes! Ay mi Ale, mi Cricri, te amo tanto ♥

Lo prometido es deuda, y como quiero que mi única droga sea MD, les dejo el ESTRENO, la CABECERA y la NUEVA PORTADA de su droga ♥ ¿Están listas para más malditas delicias deliciosas (como dice mi Ale)? Enjoy ^^

Nota del autor: Mi Ale, es tiempo de escuchar tus gritos :D Love you, baby!♥
1. Notas del día


Año nuevo. Vida nueva.
Todos deseamos que el inicio de un nuevo año nos traiga mejores comienzos. Nuevas cosas. Dejando atrás el pasado, el dolor, las tristezas. Mejorar cada día. Ser mejores cada día.
El año nuevo en Nueva York trajo consigo, aparte de un frio que helaba los huesos, momentos felices para las chicas. Algunos otros un tanto desastrosos, pero dentro de eso, muchas sonrisas y abrazos.

Conan paseaba contento por el departamento de Tristan. El cachorro de 3 meses de bichon maltes corría por cada esquina del lugar. Explorando. Su pelaje blanco como la nieve y esponjado lo hacían ver tierno y abrazable.
Tristan lo miraba concentrado, curioso de la investigación del perro en su departamento. No sabía cómo es que había cedido ante la petición de Luna. Aun así, adoraba que ella fuera a su departamento a cuidar a Conan. Si, el nombre le quedaba como anillo al dedo. El perro, el cachorro más bien, apenas podía subir los escalones a la segunda planta del departamento. Su cama le quedaba enorme y Tristan estaba casi seguro que podía ahogarse en su tazón de agua.
Enero estaba por terminar. El clima pasaba del frio de muerto al tibio sol de una próxima primavera. Y Tristan solo podía pensar en una cosa: Luna Phellan.

-¡Mira! – gimió Luna emocionada y tierna. –Ese, quiero ese… ¡Queremos ese! - señalo la vitrina cuando vio al pequeño bichon maltes dormir hecho un ovillo junto a sus demás hermanos.
Tristan solo pudo asentir, rendido ante la morena.
Juntos entraron a la veterinaria y de inmediato el cachorro brinco a los brazos de Luna. La morena lo acaricio bastante emocionada. Sus animales favoritos eran los felinos, pero no podía negar que ese cachorro la había enamorado. Sin chistar Tristan pago por él. Le dieron las recomendaciones necesarias hacia su nueva mascota, que más que mascota, era un lazo que lo uniría más a Luna. Él no quería decir en voz alta que era un pretexto para pasar el tiempo con ella. Y aun así, el cachorro lo seguía a todos lados. Recordándole que no era un lazo. A su pesar comenzaba a encariñarse con el perro.
Luna le puso el nombre. Tristan evito rodar los ojos. Conan. Para un perro que apenas crecería seria una ironía. Sin embargo no dijo nada. Acepto con una sonrisa. Dominado por la profunda mirada de Luna.
-Es lindo, ¿no?
-Si, mucho – contesto.
-Le dije al perro – Luna rio divertida.
-No entendí – confeso él. Luna estaba sobre su sofá, con el perro entre sus brazos. Lo miro y después al perro que la miraba atento, como si la entendiera.
-Nada – negó con la cabeza.
Tristan la observo en silencio un rato. Los silencios con ella no eran incómodos. No podía explicar la razón. Solo sabía que no lo eran.

-¿A quién esperas con tanta angustia, Tris? – Julien pregunto sentado al pie del piano de cola. Se preparaba para deleitar a su hermano con un poco de música.
-A nadie – se apresuro a contestar.
Julien no se trago esa respuesta. Levanto una ceja.
Él no nació ayer. Conocía a su hermano, así como Tristan a él. Sabía que cuando Tristan se tumbaba en un sofá, era porque esperaba que algo pasara. Más si miraba cada dos minutos el reloj, o si se mecía demasiado el cabello.
-Es una chica – confirmo Julien.
Tristan sonrió estúpidamente.
-Es la chica – agrego.
-¿En serio? – Julien dejo el piano y se sentó frente a su hermano. -¿Cómo es?
-Le dijiste que se alejara de mi porque era puro verbo – le refresco la memoria un poco acido.
-Ya… - Julien se puso de pie. –Yo… Lo… Lamento. Tris en serio. Estaba enojado…
-Lo sé – asintió su hermano. Pero agradecía de cualquier forma la disculpa. Para Julien ofrecer disculpas era difícil. Su orgullo lo rebasaba. –Por cierto. La chica de ojos verdes… ¿Qué sucedió con ella?
-Tiene novio – contesto abrumado. Su mirada se poso en el pequeño Conan, lo cual le hizo recordar al gato de ella. –Se llama Renata – trago con dificultad. –Es contadora… Trabaja para un tal Northman, William Northam – completo amargo.
Después de todo, Julien si ponía atención cuando Renata le describía su día. No es como si él la ignorara. Simplemente no tenía nada que contarle. ¿Qué le iba a decir? “Hey, yo estuve un mes largo en la cárcel. Me culpan de la muerte de una chica que apenas conocía. No tengo un empleo bien remunerado. Odio limpiar mesas y que las chicas me miren el trasero como si…”. El hilo de sus pensamientos se esfumo. Recordó que Renata, la chica de los hermosos ojos verdes, le miraba embobada cuando limpiaban su departamento.
¿Cómo no fijarse en ella?
Su vida era linda. Era agradable e incluso divertida. Sus amigas… ¡Dios! Ya quisiera él tener amigos como sus amigas. Un empleo que lo hiciera sentir orgulloso. Una familia que lo amara como a ella. Se había alejado de su familia porque era un imbécil orgulloso.
-Eso no es impedimento… - contribuyo malicioso Tristan.
-Ya lo sé. Solo que ella se ve feliz con ese imbécil – gruño esta vez. –Tengo celos de hasta como la mira. ¡Dios!
-Fue tu culpa no hablarle cuando ella paso la semana en tu departamento – acuso diplomático.
-Así como tú y la dueña de la mitad de tu perro, ¿ah? – contraataco divertido.
-No me lo recuerdes. Fue parte tu culpa – lo señalo.
-¿Mi culpa? – alzo ambas cejas. – ¿Cuándo fue eso que ni enterado estaba?
-Intento apoyarme cuando tú llegaste a explotar la oficina de Dorothea.
-¡Puagh! Ok, ya va. Lo lamento también. Pero desde hoy ya no es mi asunto lo que pase contigo y la dueña de la mitad de Conan. Por cierto… ¿De dónde diablos saco el nombre?
-No quiero imaginar que le guste Schwarzenegger– Tristan soltó el aire contenido en sus pulmones, con pesar. –No deseo tomar asteroides, se me hará chiqui… Ya sabes.
Julien estallo en risas.
-Hermano – apenas podía hablar – tu lleno de bolas como Arnold – calmo la risa y agrego: -Además lo tienes chiquito. ¿Por qué crees que no tienes novia?
-Cierra el pico – le arrojo un cojín del sofá.
Ambos comenzaron a pelear en broma, cuando el timbre del ascensor los detuvo en su lucha.
-¡Luna…!- jadeo Tristan y se zafó del agarre de su hermano.
-Hola – sonrió la morena al verlo acercarse a ella. -¿Cómo esta mi bebé?
-Extrañándote, puedo apostar mi brazo – contesto Julien.
Cruzo la mirada con Luna. La morena abrió la boca. ¡Dios! Los Van Gulick eran…
-Me refería… a Conan… - apenas logro hablar, más por tener a Tristan cerca, pero con sequedad al tener frente a frente a Julien; el dolor de cabeza de su amiga.
Julien tenía un aura bastante, como decirlo… Estaba para comérselo. Ahora sabía porque su amiga había babeado por él desde el primer momento. Y si sonreía… ¡Santo Grial!
-Yo me refería a mi hermano, que curioso. Aunque Conan también te extraño… Araño tu fotografía. Espera, ese fue Tristan…
-¡Jules! – gruño Tristan. –Pensé que ya te ibas…
-Aaaam, pues ahora que me corres creo que mejor me voy. Un gusto Luna – se despidió de la morena y salió del departamento. Dejo la estela de su aroma. No había duda. Renata aun no lo olvidaba. ¿Cómo hacerlo? Un chico rudo como él y con ese acido sentido del humor sería difícil de olvidar. Era justo lo que su amiga adoraba. Alto, cabello largo, ojos y cuerpo de infarto.
-¿Estas bien? – Tristan la hizo volver de sus teorías. –Disculpa, mi hermano pasa aquí las mañanas cuando almorzamos juntos. Viene a molestar la mayor parte del tiempo… Lo que dijo…
-No importa – sonrió Luna. –Así son los hermanos. Tengo uno.
Suspiro aliviado.
-Conan ha estado bien – comento buscándolo bajo un sofá. El cachorro acostumbraba tumbarse ahí.
Luna abrió la boca. La vista de su redondo trasero la llamaba a palmeárselo. Se contuvo tragando con dificultad.
-Ajá – jadeo.
El cachorro salió detrás del comedor directo a las piernas de Luna. Ella lo tomo entre sus brazos y lo acaricio.
-Mi bebé. ¿Me extrañaste?
-Mucho – contesto Tristan. –Es decir, se que él te extraño… Conan, él.
Luna asintió mordiéndose el labio.
-Lo llevare a dar un paseo y lo bañare – el cachorro intentaba lamerle el rostro.
Tristan se sintió de pronto en una relación extraña. Era como si él fuera el padre de Conan y Luna su madre, y compartían la custodia.
-Puedes bañarlo aquí…
-No quiero molestar. Pasas poco tiempo con tu hermano. Quizá deban platicar más…
Esta vez si rodo los ojos. Platicar o pelear. Eran lo mismo en su vocabulario. No hablaban más que de ellas. Luna y Renata.
-Él pasa la mayor parte del día aquí, después se va a trabajar.
-¿Aun trabaja en León?
-¿Cómo sabes que trabaja en León? –inquirió mirándola con los ojos entrecerrados.
-Lo vi… - contesto. No iba a decir cuando. No iba a delatar a su amiga. Ella le era fiel a su Rens por sobre todas las cosas.
-Cierto. James me dijo que eres casi la dueña del bar. Felicidades.
-Gracias. Yo invertí poco. Emily tiene más dinero que yo. Y aun así, se siente genial.
-Lo sé. Así me pasa con mi taller de motocicletas. Es genial saber que algo es tuyo, que no le tienes que rendir cuentas a nadie – sus ojos brillaban de orgullo. Sus ojos pardos exclamaban felicidad.
Sonrió Luna una última vez. Se preguntaba cómo es que sus mejillas no dolían de tanto sonreír ante Tristan.
-Tengo que irme. Traeré a Conan mañana en la tarde. Mis amigas lo quieren conocer. Mira – le tendió al cachorro a los brazos. Rebusco en su bolso y encontró por fin un paliacate rojo y una placa con el nombre del cachorro. – La compre. ¿Es linda, uh? – Tristan asintió y sostuvo al perro mientras Luna le amarraba el paliacate. Tomo a Conan en sus brazos de nuevo y le dio la placa a Tristan. –Cuando crezca le compraremos un collar.
-¿Con púas? – levanto una ceja.
-Que gracioso.
-La verdad no entiendo porque le pusiste Conan – se atrevió a decir. Temeroso de lo que de ella pudiera decir. Ya que con tan solo una mirada, podía intimidar a cualquiera.
-Porque no necesita ser grande para ser un guerrero.

***

Luna y Renata paseaban a Conan en Central Park. El perro caminaba realmente contento junto a su media dueña. Su paliacate rojo atado en el cuello lo hacía verse aun más adorable. Emily y Jennifer lo amaban. Jennifer le había comprado un par de conjuntos de ropa para mascotas. “Ropita para cuando tenga frio”, rezaba Jennifer. Mientras que Emily le mostraba como ser un salvaje. “Ladra, así, fuerte”. Conan ladeaba su cabeza, era divertido verlas hablarle al perro. Renata decía que tenía la cara de pillín como su padre. “Comparten la custodia, ¿o qué?”.
-Entonces ahí estaba Julien…
-Si – confirmo Luna. –Se ve diferente.
-¡Se corto el cabello! – jadeo Renata alterada.
-No, no – negó Luna. –Como… aliviado. Tristan lo llamo Jules y él no se molesto.
-Oh. Cambio entonces…
-Eso parece. Creo que volver a ser hermano de Tristan lo hizo ser menos huraño…
-O encontró una chica.
-Lo dudo. Tristan me cuenta de su hermano y él… bueno… Solo dice que tiene problemas que resolver. Quizá sean de trabajo o de donde viva. Por cierto, ya no vive en ese feo departamento.
-¿No?
Se sentaron en una banca justo frente al lago. El poco sol que alumbraba desde el cielo las tenía acaloradas. Unos jeans, sandalias y blusas de tirantes eran su atuendo esa tarde de sábado.
-Ahora cuéntame cómo te fue con Will…
-¡Maravilloso!

Subieron al avión. Dirección: Napa, California.
-El mejor vino es de Francia, pero mi familia lleva en el negocio desde siempre – decía William mientras buscaban sus asientos. Claro primera clase. Renata jamás había viajado así. Siempre era Turista o autobús. Sin embargo conservo la calma y la boca cerrada ante el asombro.
Asientos de piel, vino, champagne, los mejores platillos. Dios. Jamás se imagino que así podían viajar en avión. Mucho menos con alguien tan apuesto como William. Las azafatas no dejaban de mirarlo. Él, bastante educado solo saludaba con la cabeza. Provocando dudas en Renata.
-¿Esa mirada? – la pillo.
-Nada – sonrió. Se ajusto el cinturón.
-Llevo meses a tu lado. Creo saber cuando algo te incomoda. Y… ella te incomoda – señalo con la mirada hacia la azafata de cabello rojizo, ojos enormes y labios, como diría Luna, de profesional en el sexo oral.
-No - mintió.
William sonrió. No en forma de burla. Sino como dándole la razón. Calmándola.
-Eres a la única que miro en este avión.
-Antes miraste a esas dos – soltó, sin poderse contener, arrepintiéndose de inmediato. Se refería a las dos azafatas que los recibieron en la puerta de entrada al avión.
-Ren – le tomo el rostro entre sus enormes manos, cálidas y suaves. –Tú me encantas, eres la única…
¿Podía creerle?
William se acerco lo suficiente para darle un beso abrasador. Un beso que la descoloco, la humedeció y la calentó.
-Sino me crees… Estaré todo el día disponible para convencerte.
-Ajá – asintió con los ojos cerrados. –Todo el día…
Una garganta se aclaro a su lado. Renata la perforo con la mirada.
-Señor, ¿desea algo de beber…? - sonrió deslumbrante. Renata choco los dientes. Nunca se había puesto celosa de alguien. Pero esa… ¡ESA! -¿Su amiga desea algo?
¡No soy su amiga! ¡Bruja operada!
-Amor – William poso la mano en la pierna de ella. Eso no se le hacía a una amiga. - ¿Deseas algo de tomar?
-Estoy bien, gracias - contesto. Lo tomo de la mano y entrelazo sus dedos. –Muy bien, solo contigo – agrego ladina.
-¿Usted, señor? – insisto la azafata.
-Tengo todo lo que necesito sentada a mi derecha – beso el dorso de su mano entrelazada con la de él. –Quizá, solo… Algo de privacidad – utilizo ese tono de voz autoritario y cínico, que solo utilizaba con sus proveedores en la empresa.
La azafata finalmente sonrió más por cortesía que por otra cosa y se alejo.
-Eres vil – la beso robándole el aliento.
-Soy muchas cosas.

-Después pasamos un divertido vuelo dentro del baño – gimió Renata.
-¿Qué? ¿Formas parte del club de las alturas? ¡Que envidia! – chillo. -¿Pero te divertiste, ah? No solo en el vuelo, en Napa.
-Mucho, si. He de confesar que William tiene cierto… gusto en la cama.
-¿Gusto? Explícame eso…

-Bienvenida a Napa.
Entraron a la pequeña cabaña. Que de pequeña solo tenía el nombre. El lugar era enorme. Tres habitaciones con camas matrimoniales, baño incluido dentro. Más uno enorme con tina relajante. Afuera una piscina. Y detrás, se erguían las plantaciones de uva para el vino. La decoración era simple, pero no dejaba de ser alucinante.
Acomodo la ropa de sus maletas en las cajoneras y en el armario. Para cuando termino, William apareció con varias botellas de vino. Sin copas, solo botellas.
-Nos vamos a divertir más que en el avión – anuncio.
Apenas alcanzo a jadear porque él la tomo en el aire y entre sus brazos comenzó a desvestirla, como si de eso dependiera su vida.
Dejando a Renata sobre la cama solo con sus delicadas bragas de algodón y el pulso alocado, William tomo una botella de vino y la destapo con magistral habilidad. Le dio un sorbo largo y sonrió.
-¿Qué vas a hacer?
-Primero, torturarte. Después beberé de ti como el maldito sediento que soy, y por ultimo te hare el amor como para que no te pares el resto de lo que queda del año…
-¡Dios!

Luna quedo sin palabras con la ligera descripción de su viaje con William.
-¿Lo que hizo, era posible?
-Yo creía que no pero… Cumplió su palabra. Dos días no salí de la cama – se sonrojo. –Me llevaba la comida, el desayuno y la cena a la cama. Y también de comer…
-¡Dios, Renata! ¡Y yo con un perro! – bufo divertida.
-Es un lindo cachorrito, Luns – lo acaricio. –Y su padre también es lindo.
-Lo sé. No hemos salido desde la fiesta de su prima. Me llamo para Navidad y en Año nuevo, y ayer que fui por Conan; son las pocas veces que lo he visto – recordó.
-¿Lo ves en la Editorial, no?
-Si. Ahora se la pasa cuchicheando con Neal, mientras yo trabajo con Lizzy. Se olvido de mí…
-No, digas eso.
-Ok – sonrió poquito.
Se quedo en silencio un rato, mientras ambas, acariciaban a Conan.
No deseaba hablar del tema. Pero tenía que hacerlo. Las dudas en su interior crecían y crecían, carcomiéndole el alma. Presentía que algo malo iba a pasar.
-La semana pasada me tope con Jason, el hermano…
-¿Qué paso?
-Solo me miro y sonrió burlón. Subió a su auto y se fue. Tengo una extraña sensación. Me dio miedo su mirada.
-¿Por qué?
-Puedo asegurar que Jason trama algo. Algo gordo. Algo que… Jensen intentaba evitar.
-¿Por qué dices eso? Jensen se fue… Te mintió – dijo alterada. Luna tenía la mirada perdida.
-Lo sé, no lo voy a justificar. Me dejo, lo sé. Me mintió. Él se fue… pero su hermano, no.
Se quedo en silencio un minuto exacto. Conan intentaba llamar su atención mordiendo sus jeans. Finalmente Luna lo tomo entre sus brazos.
-Será mejor que se lo lleve a Tristan.
-Te acompaño – ofreció Renata.

Tomaron un taxi para llegar al departamento de Tristan.
-Buenas tardes, Señorita Phellan – saludo Larry, el portero con amabilidad.
-Hola – sonrió Luna. –Ella es mi amiga, Renata Cotty.
-Mucho gusto, Señorita Cotty – hizo una ligera reverencia.
-Adelante – camino hasta el ascensor y pulso el número del departamento de Tristan. Ambas chicas sonrieron.
-Wow. Ya te conocen.


-Algo así – se sonrojo. –Todas las tardes o casi todas, cuando no tengo mucho trabajo en la Editorial pasó a ver a Conan. ¿Verdad hermoso? – acaricio al cachorro.
-¿A Conan o a Tristan? – levanto una ceja insinuante.
-A los dos – confeso.
Las puertas del ascensor se abrieron.
-Luna, mi herma… ¡Renata!
-¡Julien! – jadeo Renata a la par casi de Julien.

El placer es mio... - FINAL

Gracias. Gracias por leer esta historia, y gracias a ti mi Ada por comentarla, no sabes que sonrisas salian de mi rostro cada que te leia, o cada que me dejabas un comentario en mi Caralibro, en serio me alegran el dia. Quiza muchas otras la lean, pero no dejan comentarios, tambien gracias chicas anonimas (:
La historia ha llegado a su final... Por el momento. Lejos de ser una historia aparentemente con un final feliz desde el principio no es totalmente rosa. Como he dicho desde el principio... Atentas a los detalles (:
Nuevamente gracias por leer esta pequeña locura, que es mi segunda historia finalizada. Dios, que emocion :D Y si mi Timi y mi Lizy de la vida real llegan a leer esto:
Amigas, gracias por estar en mi loca vida, por hacerme reir y hacerme enojar XD Todo se agradece. Todo. La vida tiene un por qué, y yo quiero descubrirlo. Muchas gracias por dejarme compartir un poco de sus vidas en la mia. Gracias, tambien, por la inspiracion. Las quiero mucho, mucho... Gracias♥

Nota del Autor: Mi Adis, gracias por seguir la historia, te prometo noches infinitas con Pat (: Te quiero MIL ♥
Nota de autor: Mi Ada, tranquila, tendras tu noche con Patrick (: Te quiero MIL♥ Enjoy ^^
Final: Capitulo XX

Kenzi cerró los ojos y se dejo llevar. Su mente y su corazón se lo pedían a gritos.
Cerro las manos en puños mientras Noah la exploraba con la lengua. Ella mordía sus labios, despacio y con cuidado. Sintiéndose unida a Noah de inmediato. Jamás creyó que fuera real eso de “embriagarse de su sabor”, pero ahora sabía que era cierto. Era verdad, era real. Nadie lo había inventado.
Noah profundizo el beso tomándola con lentitud de la nuca. Enredando los dedos con ternura en su cabello, jalándola hacia él. Ella sonreía contra sus labios. Disfrutando de un beso que jamás creyó tener. Ni en miles de años.
Un beso de verdad, un beso con toda regla. Uno digno de recordarse y por el cual perdería el sueño durante días, estaba segura. Un beso por el cual no habría remordimientos. Un beso que sería un tesoro para ella. Así fuera el único. Un beso que hacia enloquecer su corazón, su pulso, su cuerpo.
Él la besaba con ternura, cariño. No llevaba prisa. Había tiempo de sobra. Solos. O aun si tuvieran público, él la besaría a conciencia. Con el fuego alentándolo. Con el fuego quemándolo. Como a ella.
Fue un beso lento que le robo el aliento con velocidad supersónica. Para cuando termino, los labios de ella deseaban más de Noah. Mucho más del hombre frente a ella. Abrió los ojos, acoplándose a la cercanía del moreno.
-Hola – dijo Noah como un niño pequeño.
Kenzi rio, nerviosa y… si, feliz. Muy feliz. Satisfecha.
Noah de nuevo la abrazo y suspiro contra el cabello de ella. El beso fue… MEJOR de lo que él pudo siquiera imaginar. Mil veces mejor.

El miedo se apodero de ella. La duda traspaso sus sentidos. Se negó a guardarla en su sistema. No le daría la oportunidad al miedo de crecer en su cuerpo. Nunca le había pasado algo así. Jace la había besado con urgencia, pero no con necesidad. La había besado y se había aprovechado de la situación para meter las manos dentro de sus piernas y tocarla. Lo recordaba y le daba asco haberlo aceptado como algo importante en su vida. Nadie había sido tierno con ella. Nadie había aguardado para besarle con ternura. Nadie, nunca, la había tomado de la nuca para besarla.
Noah era tan diferente a los hombres de su pasado. Con los cuales no había pasado nada, por más que ella lo hubiera deseado. Simplemente su cuerpo no ardía como era debido, o como esperaba.

El silencio permaneció entre los dos.


Nuevamente Noah, luchando contra todo impulso, tomo tu barbilla y la beso. Su cuerpo ardió. Cobro vida. Las manos de ella lo jalaban del saco. Ansiaba sentirla… amarl… no lo sabía. No se atrevía a pensarlo siquiera. Muy en el fondo, no importaba cuanto lo ocultara de sí mismo, él no deseaba otra relación basada en la mentira y el que dirán.

Pasaría la tarde besándola. Sintiendo el cuerpo de ella sobre sus piernas, acariciar sus rodillas y su cintura, estremeciéndola. Escuchando las risitas tontas y los suaves jadeos que se escapaban traicioneros de su boca. Era deliciosa. Sus ruidos, sus besos, sus manos, las tímidas caricias. La forma en que al terminar el beso, ella desviaba la mirada. Mordiendo sus labios y sonriendo sin mirarlo. Perdiéndose en un punto fijo, inexistente.

-Besas delicioso…
Ella sonrió, mirándolo. ¿Tendría que decir… tú también? Él era mejor.
Sin previo aviso se acerco a ella y la tomo de la nuca. Le hizo ladear la cabeza y despejo sus oídos para besarla. El pulso de ella se desato, él lo sintió. Sus manos se cerraron en puños sobre su saco negro. Esta vez si gimió audiblemente. Afortunadamente no había nadie cerca, posiblemente de haberla escuchado, habrían huido de ahí. O quizá, los habrían acusado con los policías.
Nadie le había hecho eso, nunca. Besar sus oídos. Cerró los ojos y ladeo aun más la cabeza, sintiendo cosquillas mientras la lengua de Noah la torturaba, y bajaba peligrosa a su cuello para besarla. Era la mejor experiencia de todas. La mejor.
-¿Quieres volver a casa? – rompió el silencio, abrazándola aun.
-No – contesto. –Me gusta aquí…
-Igual a mí. Es tranquilo. ¿No crees?
-Noah – se volvió a su rostro. –No digas más nada…
-No arruines el momento, ¿uh? Eso falto – su tono de voz se volvió duro. Tenso. Acido. Como de reproche.
-No quise decir eso – defendió, bajo de las piernas de Noah con cuidado de no caer. Le devolvió su abrigo y ajusto el suyo levantando las solapas cubriendo su cuello.
-¿Qué fue lo que quisiste decir?
-Nada – negó con la cabeza. –Nos vemos después.
No dijo más y se alejo de ahí. Pensó que sus piernas fallarían, pero éstas respondieron bien a pesar de todo. No sabía realmente porque había dicho eso. Besarlo había sido maravilloso. ¿Qué significaba para él un beso? Nada. Su mente contestaba con rudeza.
-¿A dónde crees que vas? – Noah la alcanzo y la detuvo en seco.
-Por ahí… - intento esquivarlo. –No quiero volver al loft.
-Habla – exigió. –Habla y mírame. ¿Qué es lo que paso? ¿Te lastime?
-No – lo miro como pedía. Sus ojos oscuros le devolvían la mirada. –No sé cómo empezar… Sin que suene a locura.
-Solo dilo.
-Nos han roto en pedazos, Noah. Yo no estoy dispuesta a pasar de nuevo por ese camino oscuro que parecía no tener final. Tampoco quiero que pienses que eres… mi salvavidas. Pero…
-¿Pero?
-Nada – negó de nuevo. Abría y cerraba la boca en busca de palabras. En búsqueda de algo que sonara coherente y no desesperado. Nada como: ¡Dios Noah, besas como el Paraíso! ¡Me encantas! , nada de eso.
-Mira, tienes razón sobre lo del corazón. Yo tampoco deseo que pase de nuevo. Contigo es… - trago con dificultad – diferente. Eres… diferente.
-Ya – asintió. Su piel se enchino. –Fue lindo. El beso, digo. Mejor me voy. No se rompe nada y ambos estamos felices con lo que tenemos. ¿Eh? – lo esquivo esta vez. Se alejo de él.
-¡Yo no estoy feliz con lo que tengo! – grito en respuesta. -¡Mi vida de miseria apesta! – ella se detuvo. –Quisiera algo nuevo. Algo contigo.
¡Lo dijo!
-Christine se llevo parte de mí que encontré contigo. Estuve a punto de hacer lo que ella decía, solo por no estar solo. Vestir elegante, sonreír a cada momento sin sentirlo o desearlo, besarla sin poder llenar el vacío. Solo, aun estando a su lado. ¿Sabes a quien encontré en su cama? ¿En mi cama?
Kenzi se volvió.
-No…
-A mi primo. Él… él no sabía que ella era mi novia. Desee partirle la cara. Romperle el cuello y… - se froto los ojos. –No pude. Al final del día, que Christine se hubiera enredado con mi primo era una carga menos. Me pude deshacer de ella. Por más que rogo, suplico y lloro, ya no sentía la necesidad de estar con ella por no sentirme solo o desdichado. Su cuerpo no bajaba el libido y el fuego de mi ser. Comencé a salir con cuanta tipa se me puso enfrente… Pero el vacio seguía ahí.
Se acerco a él y tomo su mano. El dolor que reflejaban sus ojos era autentico. A pesar de su altura y porte, lucia vulnerable.
-¿Qué intentas decir?
-Contigo el deseo de aventura volvió.
Kenzi jadeo.
-No aventura de saltar de cama en cama e irme antes del amanecer. Eso es una mierda – explico. –El deseo de despertar al lado de alguien y sentir los rayos del sol, el viento, el calor, el frio…
-Bueno, me da gusto que te sirva de aliento – sonrió. –Ahora puedes ir con cualquier chica…
-No entiendes…
-Entiendo fuerte y claro. Fui tu salvavidas. Ahora que estas en tierra firme, puedes ir en busca que tu sirena… No soy buena con las analogías.
-No quiero una sirena – lo miro serio.
-¿Algún tritón?
-Quiero una gatita…
Su pulso se disparo. ¿Lo decía en serio? ¡Dios!
-En la veterinaria – bromeo.
-Eres increíble – bufo. –Te quiero a ti. Solo a ti, Kenzi. ¿Cómo es que no lo entiendes? No te llame porque soy un pendejo. Un cobarde. Tuve miedo de… caer en tus redes. Lo cierto es que estuve en ellas desde la fiesta de mi hermana. Sé que no me crees, pero es la verdad.
-No sé qué decir…
-No tienes que decir nada. El que no arriesga no gana. Quería que lo supieras. Me plantee la idea de ir a tu casa miles de veces, llamarte… En fin. Ahora, estoy aquí, frente a frente. Sin temor al que dirán.

-Nadie me había besado como tu – atino a decir avergonzada, después de un largo silencio donde Noah la miraba con intensidad. Quemándola. –Cualquier otro, como Jace, ya me hubiera metido la mano entre las piernas y me hubiera apretado los pechos y… - tomo aire, agitada. –Lo que digo es… No sé lo que digo.
Noah avanzo hasta tomar su rostro.
-Lo que yo digo es… ¿Kenzi tomarías el riesgo con un cavernícola salvaje como yo? Quiero ser la Bestia de tu cuento de hadas mi Bella.
Su pulso se desato ante esa declaración. Ni en sus sueños más fantásticos se había creado la imagen que tenia ante sus ojos. Noah era sin duda el chico de sus sueños. Fuerte, salvaje, inteligente, rudo, alto y devastador. Ella sabia la respuesta y la daría ya mismo. El que no arriesga no gana, no hay segundas oportunidades en la vida.
-¿Dónde firmo?
Noah estallo en risas. La levanto del piso y le dio vueltas abrazándola. Nada lo había hecho tan feliz. Pleno. Sin pesar. La vida era más llevadera si pensaba en ella. Una aventura que había regresado de nuevo a su vida. Sabia, sin que ella lo dijera, que lo aceptaba tal y como era.

***


-¿Dónde demonios se metió Kenzi?
Un rato después de que terminaron de besarse, Marion pregunto por su amiga. No estaba su bolso ni su abrigo.
-Debe estar con Noah. Él odia que empiece a besarme con Pat frente a él – comento alegre Ada.
-No debes ser tan mala con tu hermano, Ad – regaño sutilmente Patrick. Ese hombre de ojos claros podía pedir que cacarearas como gallina y gustosa lo harías, con tal de ver esa sonrisa una vez más bailando sobre sus labios.
-Vale – Ada rodo los ojos. –Solo porque tú lo dices.
-Tiene razón, Patrick, Ada. Noah no es un mal tipo, digo, me ayudo en mis terapias cuando caí…
-Así que ese es el famoso Noah – hablo Adam. –Vaya… Es enorme – jadeo. Adam no era pequeño, pero vamos, 10 centímetros eran 10 centímetros. Y eso era lo que Noah tenía más de altura que todos los hombres en ese loft. Nadie, a menos que fuese estúpido se metería con él.
-Pues yo digo que soy afortunada por el hombre perfecto que tengo a mi lado – sonrió Lizzeth y se colgó del cuello de Vincent. Él sonriendo la tomo de la cintura y la beso.
-El afortunado soy yo – corrigió.
-¿Y si vamos a bailar? – chillo Ada. -¿Seria genial, no?
-¿Creen que haya algo abierto? Es Navidad…
-Seguro que si, Mar. ¡Vamos!

Cada pareja subió en un auto. Patrick ayudo a Ada a subir a un Bora negro. Adam a su BMW y junto con ellos Vincent y Lizzeth.
Tardaron mucho en encontrar un bar abierto. Casi llegaban hasta el puente de Brooklyn.
El lugar era acogedor y tenia buena música. Las chicas de inmediato pidieron una ronda de cervezas y comenzaron a bailar. La diversión y el buen ambiente no borraban esas sonrisas de sus rostros.
Adam lucia cansado a pesar de todo. Las ojeras se marcaban en su blanca piel, lo que le llamo la atención de Marion. Sigilosa se acerco a él.
-Luces muy cansado. ¿Quieres mejor ir a casa?
-No, estoy bien. Ya se me pasara. De verdad.
-Dime que es lo que pasa – exigió seria.
-Es mi trabajo…
-¿Pasa algo malo?
-No, claro que no… Solo, es raro.
-¿Raro como qué?
-Ven – el tomo de la mano y salieron juntos del bar. Una vez afuera la jalo a un callejón. Marion lo miraba curiosa. El callejón estaba solo. El frio calaba sus huesos.
-Mi jefe me dijo que le enviara un libro a la prima de Kenzi.
-¿Un libro?
-Si. Un libro. Pregunte cual y él dijo que importaba una mierda cual fuera. Ella tenía que recibir algo en su casa. Aparte dijo que enviara a Thomas y no un mensajero cualquiera.
-¿Quién es Thomas?
-Thomas es la mano derecha de mi jefe. Son mejores amigos y trabajan juntos. Él no me da buena espina. Es un hombre que tiene una mirada… turbia. ¿Me explico? Mar – suspiro. –No quiero perder mi empleo.
-¿Solo por enviar un libro?
-No sé si sea solo eso – bajo la mirada. Se veía que en serio eso era una gran carga para él.
-¿Escogiste un libro en especifico?
-¿Eso qué importa? Le envié un libro de cocina. ¡Dios! – se meció el cabello. –Pero parecía urgente. Mucho…
-¿Qué crees que sea?
-Por la forma en que mi jefe se alegro de saber que ya había enviado el libro y cuando Thomas le mostro un par de archivos… - soltó el aire. –No creo que sea nada bueno.
-¿Es una trampa?
-Por favor, Mar. No digas nada. Prometí no decir nada acerca del envió del libro. Firme… firme un par de cosas donde juraba ser total responsable si abría la boca. No sé si sea…
-¿Algo malo? – exploto. –Dios, Adam. ¿Cómo que firmaste ser totalmente responsable? ¿Y si algo le pasa a Luna, la prima de Kenzi? ¡Dios! – lo abrazo. –Esperemos que no sea nada grave, Adam.
-Por mi bien y por el de Luna espero que sea asi…

Los copos de nieve cayeron finalmente sobre la ciudad. El frio helaba los huesos, pero el calor humano siempre entibia el alma. Ahora, nuestras chicas están listas para comenzar su más grande aventura. Ya lo dicen todos, el amor, la amistad, el cariño, las sonrisas, las risas, los abrazos, mueve al mundo. Mientras que el odio, la avaricia, la intriga, lo paraliza… Pero esa es otra historia.

Las chicas del Té de Lemmon

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