diciembre 07, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 19

Lo se, lo se...
Podria escribir mil palabras a modo de disculpa, pero ciertamente no me las creerían y se lanzarían directo a leer. Cosa por la cual no las culpo. Me he demorado mucho, lo se, pero espero que valga la pena, en lo personal a mi me ha encantado. Y si han estado atentas a la pagina del blog en el Facebook he dejado un par de pistas...
Nota del autor: Mi Ale, espero que este capitulo no te saque muchos sustos. No podía darte spoilers cuando me los pedías, arruinaría todo. Pero gozalo y recuerda que te amo :3♥
Enjoy^^


19. Todas las noches

*Click; Todas las noches - Yuridia

Renata aun atontada soltó una risita. Julien tomo las llaves de su mano y abrió su departamento, haciéndola pasar primero. No encendió la luz del pasillo, sino que hasta llegar a la estancia hizo que se sentara en uno de sus sofás y él fue a encender la luz. La miro un minuto desde su sitio, al lado del interruptor.
-¿Qué miras?
-Que por mi culpa no te has duchado ni cambiado y estabas descalza – explico, contestando una pregunta directa. Su hermano daría lo que fuera porque hiciera algo así, claro, sin estar ebrio o golpeado, o ambas. Aunque justo ahora Julien era más parlanchín con su hermano, sobre todo desde que conoció a Renata.
-Tu hermano me compro un par de zapatos cuando fui a darle tu recado, estoy bien.
-Ya sé que estas bien – reafirmo. –Muy bien, de hecho – esbozo una sonrisa que hizo que Renata se sonrojara. –Te acompaño a ducharte – no fue una pregunta. Se acerco a Renata y le tomo de la mano.
-Estoy bien – aseguro de nuevo. –En serio…
-Ya – asintió soltándola. Un estremecimiento lo recorrió y tenso los hombros.
Julien tardo mucho en hablar, miraba a la nada, como si intentara buscar las palabras correctas y seguir hablando. Cosa que no pasó.
-¿Qué sucede? – Renata busco su mano, pero ambas estaban dentro de sus pantalones. De pie frente a él, podía sentir el cambio en su semblante, la oscuridad de sus ojos, y el hecho de que él no hablara y se negara a mirarla por más de dos segundos, no le gusto nada.
-Solo quería asegurarme de que estuvieras bien – dio media vuelta alejándose de ella y cruzo con largas zancadas el pasillo hasta la puerta.
Renata tardo en darse cuenta que él se iba. Todo había pasado tan rápido.


-¡¡Julien, espera!!
Se detuvo antes de bajar las escaleras. Sus nudillos estaban blancos por la fuerza con la que su mano tomaba el barandal. Cerró los ojos.
Él había vuelto. Renata seguramente había escuchado sus palabras, quizá sus mentiras o quién sabe. Solo estaba siendo amable con él después de la noche que habían pasado. La mejor noche de su vida si se lo preguntan. La mejor de toda su maldita existencia.
Renata lo alcanzo y le tomo el codo para que la mirara. Julien se debatía entre hacerlo y no hacerlo. Perderse en el verde de sus ojos era como extraviarse en un profundo bosque de pinos y hundirse en el delicioso aroma de su cuerpo. El simple toque traspaso la tela y lo encendió de pies a cabeza, como pólvora.
-Yo también me la pase genial contigo – dijo. –Y lo sé, él es… Todo lo que yo jamás seré – esta vez la miro con ardor en la mirada.
-¿Qué…?

-Eso. Que seas muy feliz y que… - cerró los ojos una vez más, tragando el dolor y las enormes ganas de gritar que él era mil veces mejor que William. Quizá él no fuera millonario y no tuviera un auto costoso, pero él era autentico y no le rendía cuentas a nada ni a nadie. Se froto los ojos y sus manos pasaron con rudeza por los mechones largos de su cabello oscuro. –Supongo que nos veremos en la boda de mi hermano. Ese maldito bastardo – bufo sonriendo sincero.
-¿Qué estás diciendo? – los ojos de Renata eran la viva explicación de la duda.
-Pensé que sabias que ellos estaban comprometidos – contesto una pregunta que ella no formulo.
-Eso ya lo sabía. No entiendo que estás diciendo tu… ¿Ser feliz?
-Venga – levanto los hombros restándole importancia. –Somos chicos grandes. Nadie se enterara de lo de anoche si no quieres. No diré nada, de cualquier forma no es como si tuviera miles de amigos en cada esquina.
-Jules – su nombre le supo a gloria saliendo de su boca. Si seguía un minuto más frente a ella y la explosión de aromas que desprendía, terminaría aun más furioso de lo que podía soportar. – ¿De qué…?
-Te deseo una vida plena – corto su pregunta y dio media vuelta para, prácticamente, brincar los escalones directo al lobby.
Salió a la calle y pateo lo primero que encontró: un bote metálico de basura de la cual salieron desprendidas bolsas negras. Rugiendo furioso golpeo el cofre de su auto. Lo golpeo sin cesar hasta que sintió sus manos doler y sus nudillos aun más sangrantes que antes.
-¡Que imbécil! – rugió. Desgarro su garganta en ese grito. Y de pronto… cayó de rodillas al suelo. El aire le faltaba y respiraba por la boca con mucha dificultad. –Maldito…
-¡¡Julien!! – unas manos cálidas y frágiles le tomaron las suyas, sanándolo de inmediato. – ¿Que demonios…? ¡Por Dios! ¿Estas bien? Háblame… Háblame, Julien…
Apenas podía enfocar la mirada. Pero el aroma era inconfundible.
-Renata – acaricio su rostro y la abrazo. –Eres lo mejor que alguna vez tuve en mi vida… – hundió el rostro en su cuello. –La única cosa que jamás pensé encontrar y que… Que justo jamás tendré – su respiración era superficial, y aun así, se llevaba a su sistema su dulce esencia.
-Julien, ¿Qué pasa? – un par de ojos verdes lo fulminaron. La comprensión y el dolor de ese esmeralda le ayudo a respirar correctamente, hasta calmarlo.
-William – zanjo.
-¿Qué tiene que ver William con nosotros?
-Jamás me gusto meterme en la vida de los demás. Ahora que él… Bueno, ya sabes.
-No me estas diciendo que voy a estar con él ahora que volvió, ¿o sí? – Julien percibió el tono agresivo, casi como si la hubiera insultado. – ¡Estas loco! Es un idiota, un tarado, un bastardo infeliz, lo detesto… – jadeo. –Nunca volveré con él, el Infierno tendrá que congelarse antes. Entiéndelo. Yo quiero estar contigo, digo… Si tú quieres.
-¿Qué si quiero que estés conmigo? Mujer, deseo que estés conmigo… – la abrazo. Su alma volvió a su cuerpo. –Creí que ibas a volver con él, yo… Tuve miedo de que volvieras con él – confeso.
-Jules – Renata mordió su labio y acaricio su rostro. –Eso jamás pasara. Nunca.
Julien la abrazo con tanta fuerza que Renata sintió faltarle el aire.
-Oh, lo siento – se disculpo. –Es solo… ¿A quién engaño? – rodo los ojos. –Te necesito tanto, maldita sea – le tomo la barbilla para fundirse en un beso que la dejo sin aliento y que la hizo olvidar que aun estaban de rodillas en la acera, junto al auto rojo de Julien. –No soy un cobarde. Así que te hare volver a mi si ese maldito te llena la cabeza de humo, hare que vuelvas a mi tantas veces sean necesarias – volvió a besarla.
Todo daba vueltas y se detenía a la vez. Su boca magistral la exploraba de a poco. Era, por mucho, el mejor beso de su vida. Y se detuvo a su pesar porque necesitaba aire.
La noche comenzaba a aclarar. ¿Qué hora seria?


-Vamos dentro – Renata se puso de pie y Julien la siguió hasta la puerta de su departamento.
A la luz de la estancia vislumbro los golpes y la sangre seca de su ropa. Se sintió tan mal por el hecho de que hubiera estado en prisión por… ella. Por su culpa.
Le tomo la mano y en silencio lo llevo al cuartito de baño de su habitación. Encendió la luz y lo obligo a sentarse en la tapa del escusado mientras ella buscaba el botiquín de primeros auxilios.
-Así que… – comenzó sin realmente saber cómo seguir.
-La prisión no es tan mala después de que te acostumbras. Digo, pase ahí un tiempo y es como mi segundo hogar – comento sin ningún tono especifico en la voz.
-¿Qué dices? Jamás podría acostumbrarme a un lugar como ese – arrugo la nariz y saco una pequeña caja de metal blanca. –Yo… Lamento que por mi culpa…
-No fue por tu culpa. Iba a golpearlo en el aeropuerto, pero – carraspeo – verte llorando me hizo olvidar todo.
El corazón de Renata se comprimió de gozo. Mordió su labio y volvió los ojos al pequeño trozo de algodón que había sacado de la bolsita y lo impregno de agua oxigenada; sabía que si seguía mirándolo no iba a hacer otra cosa que saltarle encima y besarlo de pies a cabeza.
-No te muevas – ordeno.
-¿Qué vas a hacer? – Julien la miro curioso, y ella se atrevía a pensar que con algo de miedo.
-Voy a curarte.
-Eso ya lo hiciste – confirmo con media sonrisa. –Además estoy bien, un par de golpes y heridas no han matado a nadie.
-Golpes y heridas que se pueden infectar – refuto frunciendo el ceño.
-Creo que has visto demasiadas películas de zombies, Ren.
Ella meneo la cabeza e ignoro su comentario, le tomo el rostro haciéndolo ligeramente hacia atrás y le escucho sisear cuando el algodón toco su ceja abierta. La mandíbula de Julien se tenso, la estaba mirando a los ojos, cosa que hizo que tirara la botellita de agua oxigenada sobre la camisa de Julien.
-¡Diablos! Lo siento… ¡Que tonta! – se recrimino. –La próxima recuérdame no manejar productos tóxicos y maquinaria pesada, que torpe – levanto la botellita de agua oxigenada y la cerro.
-Ya, no pasa nada – ella dio un paso atrás, Julien se puso de pie y se quito la camisa. Lejos de mojarse por ver de nuevo esa espectacular anatomía, lo que hizo fue gemir de dolor.
-¿Qué diablos te paso? – Horrorizada, temió estirar la mano y tocar el enorme verdugón que Julien tenía en todo su costado izquierdo. La marca iba desde su última costilla hasta su cadera, la herida estaba muy roja y en las orillas apenas se veía un color más oscuro, lejos estaba de sanar. Cuando se hubo tranquilizado volvió sus ojos a Julien exigiendo una respuesta. – ¿Me dirás que te paso?
-En resumen – comenzó Julien con voz cansada –, me dieron la bienvenida en prisión – Renata abrió la boca y dejo escapar un jadeo. –Estoy bien, preciosa – Julien le puso las manos en los hombros. –Eso pasa cuando entras a prisión con un traje Armani. Estoy bien, ya se me pasara – aseguro mirándola a los ojos. Pero ella no estaba conforme con sus palabras. Deseo ver a todos esos malnacidos en el Infierno.
-Todo por mi culpa – sollozo arrojándose a sus brazos.
-Te dije que no es tu culpa – Julien hizo una mueca cuando ella se apretó a él. Por más que le gustara que sus brazos lo rodearan, ahora resultaba un tanto doloroso. No dijo nada y agradeció que ella no lo viera hacer gestos de dolor. –Estoy bien. Y estaría mil veces más en prisión por ti – declaro.
-No – gruño. –No quiero que te pase nada malo.
-Entonces debiste de haber estado conmigo en el Internado en Francia – replico a modo de broma, pero Renata no lo tomo así y sollozo. –No, no, solo bromeaba. Solo bromeo…
-Si, pero… – se separo de él lo suficiente para que Julien le limpiara el rostro humedecido de lagrimas – pero… En serio, no quiero que nada malo te pase.
-Ahora que te tengo entre mis brazos, dudo que me pase nada malo – beso su frente. –Anda, ¿no estabas limpiando mis heridas? Puede que me convierta en zombie.
Renata frunció los labios reprimiendo una sonrisa.
-Quítate la ropa, mejor te lavo por completo – sus mejillas se sonrojaron, pudo sentirlo. –Buscare ropa, mi hermano dejo una pijama – se alejo para salir del baño.
-¡Me veo mejor sin ella! – escucho a Julien hasta el pasillo. De nuevo tuvo que morder sus labios para no sonreír como estúpida. Ese hombre la volvía loca.
Cuando volvió, encontró a Julien abriendo las llaves de la regadera, templando el agua. Pudo ver su espalda, ahora moreteada. Su estomago se comprimió. Él la había pasado mal, muy mal por su culpa, no se atrevía a pensar que tan mal se la había pasado. No quería pensar que le habían hecho en prisión. Soltó el aire y se hizo notar.
-¿Quieres que te ayude?
Julien dejo el agua y se giro. Sonrió al verla descalza y con el cabello suelto.
-Solo si te duchas conmigo.
De nuevo sintió ese sonrojo, dejo la muda de ropa y una toalla sobre el tanque del escusado y sonrió.
-Lo tomare como un si – rompió la distancia y le bajo el zíper de su vestido con cuidado. La piel de ella se enchino, y su miembro cobro vida. –Eres tan hermosa – se inclino a besar su cuello mientras le bajaba el vestido de los hombros y éste caía al suelo. –Tan suave y cremosa – las puntas de sus dedos terminaron por erizar su piel, pasando por sus costillas, llegando a sus caderas. –Te necesito…
-También yo – susurro Renata dejándose llevar dentro de la caída del agua tibia. Julien le quito las bragas lentamente. El tiempo en que las manos de Julien hacían caer las bragas por sus piernas se le antojo eterno y logro que su centro clamara el tacto de esos largos dedos en su interior.
El agua caía por la piel pálida de Renata formando caminos desiguales que Julien se dispuso a recorrer. Su boca y lengua recorría esos caminos con una maestría tal que ella se vio recargada en la pared mordiendo su labio, deseando que la lengua de Julien encontrara el camino a su placer.
Julien apenas podía hablar. El sabor de Renata lo golpeaba en más de una forma y en más de uno de sus sentidos. Comenzando por el gusto, su salino y dulce sabor lo endurecía; el tacto, sus manos la atraían a él aferrándose a su cadera, donde la cremosa piel parecía quemar sus palmas; el oído solo podía hacerlo excitarse más y saber que hacia un buen trabajo, Renata no paraba de gemir; y su vista, sus ojos no podían ver cosa más hermosa y divina que ella; su aroma embriagaba a su olfato de tal forma que se sentía aturdido. Ella lo despertaba en muchas formas. Tantas que se creía incapaz de describirlas.
Renata se sentía capaz de volar. Cerró los ojos disfrutando del toque de Julien sobre ella. Las manos de Julien quemaban su piel aun sobre el frescor de agua cayendo sobre su cuerpo. Y fue su lengua la que la hizo dar un brinquito cuando la sintió hurgar entre sus pliegues para saborearle. Recargo por completo su espalda contra el azulejo y llevo las manos al cabello húmedo de Julien, incitándolo a ir más rápido o más profundo.
Julien podía sentirse en el mismo Paraíso. Llevo una de las piernas de Renata a su hombro, facilitando su acceso y enterró la lengua lo más profundo que pudo, al tiempo que sus dedos golpeaban su botón con rapidez. Sintió el momento exacto en que el cuerpo de Renata se tenso alrededor de su lengua y el justo segundo en que ella se corrió, jalando su cabello con sus dedos y sollozando de placer. Orgulloso, porque solo así podía sentirse, Julien no dejo que ella terminara con un solo orgasmo, sino que sus dedos encontraron el acceso a su ranura húmeda y palpitante, regalándole un segundo y luego un tercer orgasmo que la dejo más que solo satisfecha.
Se irguió relamiendo sus labios.
-Ahora cierra los ojos.
-Jules – gimió Renata. Julien sonrió de lado, podía apostar que aun se recuperaba de su orgasmo.
-Shh, solo te tallare el cabello, preciosa – beso sus labios húmedos por la caída del agua y se volvió a tomar un poco de shampoo. De nuevo la miro de frente y cerro las llaves para enjabonarla.
Renata mordió sus labios y tomo una de las paredes para no caer. El calor de su centro comenzaba a propagarse por su cuerpo. Cerró los ojos y procuro respirar por la nariz, a pesar de que su sistema le pedía tomar aire por la boca.
-Puedes abrir los ojos – escucho a Julien y sintió su cuerpo alejarse de ella. Abrió sus ojos de golpe, asustada. Aun una parte de ella pensaba que esto era un sueño. Vio a Julien tomar una esponja y le froto la barra de jabón encima hasta que hizo espuma. Ella contuvo el aliento cuando Julien acerco la mano hasta su cuello y tallo con suavidad. De inmediato cerro las piernas y busco algún borde de donde tomarse para no caer.
Después de que tallo su cuello y hombros, bajo peligrosamente hasta sus pechos. Los rodeo con la esponja y después los tallo. Sintió la mirada caliente de Julien buscando sus ojos. Cruzaron miradas y ella sonrió avergonzada.
-El rojo es tu color – dijo antes de besarla. Dejando un poco de separación en sus cuerpos para tallarla sin dejar de besarla, sus manos bajaron por su estomago y caderas, Renata se mojaba, y encontró la unión de sus piernas. Sonrió contra sus labios.
Con un gruñido se deslizo hasta quedar de rodillas, justo a la altura de su sexo ahora cubierto de espuma. Sonrió elevando la vista, fijo sus ojos en los de ella y sin decir nada continuo tallándola.
Si ya antes las piernas de Renata se sentían de gelatina, que las manos de Julien pasaran sobre ellas, realmente no ayudo mucho a su postura. Pero antes de que sus piernas flaquearan por completo, Julien la tomo de la cadera y se irguió.
-Jamás te dejare caer.
Más que solo una simple frase fue una promesa.
Sosteniendo su cadera abrió la llave y dejo que el agua tibia se llevara el jabón del cuerpo de Renata, fue entonces que ella volvió en si y sus piernas la sostuvieron por completo.
-Ni yo a ti – le quito la esponja de la mano y sonrió misteriosa antes de comenzar a hacer lo mismo que él hizo con ella. Cuidarla…
Julien abrió la boca, con la intención de decir algo, pero no lo logro. Las manos de Renata hacían magia sobre su cuerpo. Tuvo que chocar los dientes antes de que se le escapara un gemido.
Renata se aseguro que deslizar la esponja con suavidad por la zona de sus costillas que estaba lastimada. Julien cerró los ojos y evito maldecir. El agua tibia logro calmar un poco el dolor, sus manos mitigar las preguntas que martillaban su cabeza. Aquellas preguntas que él no necesitaba escuchar. Él quería ser el mejor hombre para Renata. Ella que era perfecta y hermosa. Inteligente y precisa. Era lo mejor que alguna vez pudo desear… Se negaba a pensar que despertaría de este placentero sueño y abrir los ojos en esa sucia celda de la prisión. O peor aún, despertar sin ella en su vida.
-Jules, ¿todo en orden? – su voz lo hizo abrir los ojos. Su voz le mostro que estaba realmente preocupada por él.
-Ahora si – acaricio sus mejillas. Fue entonces cuando ella se arrodillo. Julien se tenso por completo, en más de una forma, cuando sus manos frotaron su cuerpo, limpiándolo y a la vez sanándolo. Torturándolo. Tomo aire por la boca.
-Quiero cuidarte – su voz sonó jodidamente sensual. Él no pudo decir más nada. –Como tú a mi – completo inocente, formulando una sonrisa tierna y dejo que el agua cayera sobre su pene que justo se endureció.
Los ojos verdes se dilataron y se perdió en ellos. Su pulso se acelero, pero sentía fluir la sangre con lentitud por sus venas. Acaricio su mejilla y quiso negar con la cabeza, decirle que eso no era necesario que el simple hecho de que ella estuviera con él y le hablara, era más que suficiente. Adoraba el sonido de su voz. La quemazón y el cosquilleo al perderse en sus ojos. El trino de su risa. Empero no pudo articular ni una sola palabra.
Trago cuando la mano de Renata lo acuno. Choco los dientes y tomo aire por la nariz, simulando, o al menos tratando, de no perder la razón. Cosa que no era fácil, la palma de Renata lo calentaba y endurecía hasta la locura.
Gruño como una bestia cuando se vio dentro de la boca húmeda y cálida de Renata. Y sin atreverse a quitarle los ojos de encima enredo la mano entre los mechones húmedos de su cabello. No pudo decirle que fuera más rápido o que se detuviera, porque estaba perdiendo todo uso de razón. No fue capaz siquiera de respirar al sentirse tan pleno y a la merced de ella.
Justo en el borde se separo de ella, finalmente tomando aire por la boca.
-Quiero cuidarte – Renata se puso de pie y le abrazo.
-Me estas volviendo loco en este momento – suspiro cuando se hubo relajado. No quería terminar aun. –Ren – acaricio su rostro. –No tienes ni una remota idea de lo mucho que haces por mí. Solo con mirarme.
Renata le miro, quiso decir algo cuando estornudo.
-Mejor salimos de aquí, no quiero que te resfríes – cerro las llaves y salió de la ducha tomándola en brazos.
Una vez que la envolvió en una toalla volvió a cargarla y la llevo a la cama.
Ella quiso mirar a otro sitio que no fuera el enorme verdugón de sus costillas. El simple hecho de saber que estuvo de nuevo en la cárcel le enfurecía como nada en el mundo.
-¿Qué sucede? – Julien pregunto, a lo que ella parpadeo un par de veces antes de mirarlo. El agua aun escurría por su torso, marcando caminos misteriosos que se perdían en su cadera, donde la toalla estaba envuelta. Negó con la cabeza y sonrió. – ¿Nada? – su voz podía jurar más allá que una noche de descanso. De nuevo Renata negó con la cabeza y subió a la cama hasta recargar la espalda en la cabecera.
-Nada.
-Te diré algo – se quito la toalla de las caderas y comenzó a secar su cabello. Renata ya lo había visto de pies a cabeza, y aun así, su cuerpo ardía al verlo totalmente desnudo y… listo. –Conozco ese tono de voz tuyo que quiere decir más que solo una palabra para terminar una conversación.
-¿Qué quieres decir? – frunció el ceño quitando la mirada de ese sitio el cual bien podía volverla loca.
-Sea lo que sea que me digas no podrá dejarme más hecho mierda de lo que ya estoy.
-¿Cómo? – jadeo. –Crees que no digo más nada por no lastimarte – no era una pregunta.
-Dime que es lo que pasa. ¿Quieres que me vaya?
-¡No! – chillo alterada. –No deseo que vayas a ningún sitio. Solo… Odio que por mi culpa…
-Jamás – subió hasta la cama con ella y la silencio colocando un dedo sobre sus labios. –Jamás pienses que esto es tú culpa. Nunca. Hubiera matado a ese bastardo si la policía no hubiera llegado – rugió como un animal. –Lo hubiera hecho mierda. Pedazos, con mis propias manos. Ese maldito iba a pagar por cada una de tus lagrimas con sangre – sentencio. –Y lo pagara.
El coraje en sus palabras la hizo sollozar y lanzarse a sus brazos.
-Julien – sorbió su nariz. –Te amo.


Paralizado por sus palabras tardo menos de un segundo perdido en sus ojos llorosos y besarla.
“Te amo”.
Podía paladear esas palabras. Sentirlas fundirse en su piel, así como hacía con sus besos y caricias. Esas palabras significaban para él más que nada en el mundo. Era estúpido pensar que alguien pudiera llegar a amarlo. O que él pudiera amar a alguien. Él mismo lo pensaba imposible. Siempre creyó que estaba en este mundo solo para ser el grano en el culo de alguien, principalmente el de su madre y su hermano. Que Tristan lo aceptara significo mucho para él, pero nada comparado con que Renata lo amara.
Tentado a pedirle que lo repitiera una vez más para asegurarse de que no era producto de la golpiza que le habían propinado, se recostó a su lado y le abrazo. Mordió su lengua tragando un gemido cuando su costado toco la cama, que justo le resultaba dolorosa.
-Te amo, Jules – repitió Renata. Julien abrió los ojos y sonrió.
-Te amo, Renata – trago el dolor de su costado y permitió que ella le abrazara con fuerza.

***



Luna froto su rostro por… ¿séptima vez? Tristan había perdido la cuenta después de que ella había maldecido con tanta furia que hizo que Conan se escondiera debajo de la cama y saliera despavorido cuando dio una patada al suelo.

-¿Qué pasa, Luna? – finalmente había hecho la pregunta del millón. Dejo la cama donde había estado jugando con el ordenador portátil, buscando alguna película que ver.

-Nada – bufo y cerró su ordenador de un manotazo. –Nada – repitió. Cubrió su rostro con las manos y echo hacia atrás los mechones de su cabello que le caían al rostro. –Nada – dijo por tercera vez como si alguien hubiera formulado una pregunta.
-Nada, nada, nada – Tristan hizo girar la silla y la obligo a mirarlo. –Dime que es. ¿Mi madre te tortura en la Editorial? – sonrió de lado.
En otro tiempo su sonrisa pudo calmarla, pero ahora… Justo en este momento no podía ser así. Quiso sonreír, forzar a sus músculos y formular una sonrisa. No lo logro. Evito la mirada de Tristan y miro hacia la ventana de su habitación. El ocaso entraba por los cristales, bañando la cama con tonos rojizos y naranjas.
-¿Es Renata y mi hermano? – tanteo el terreno. Ella negó con la cabeza. – ¿Tu hermano y Summer? – negó de nuevo. – ¿Soy yo?
-Tu nunca serias uno de mis problemas, Tristan – aseguro, hablando por fin. –Es… – callo.
Después de haber hecho pedazos el auto de William y de las fabulosas noticias sobre el embarazo de Emily y la muy cercana boda de Jennifer nada podía empeorar. Su Renata sonreía, su familia estaba bien. Todo iba de maravilla… O eso creía ella.
En el trabajo, después de llegar de comer, Hunter le había llamado; eso la tenía así.
›› -Luna, es Hunter.
-Hey, hola, ¿Cómo estás? – se había sentado en su silla de rueditas y se había permitido dar una vuelta completa antes de abrir su ordenador para comenzar la edición de las últimas fotos que le habían tomado a la estúpida rubia Samantha Woods.
-Muy bien. Te llamo por negocios – el aire se escapo de sus pulmones y sintió como cada musculo de sus extremidades se tenso. –El juicio se acerca. Es la próxima semana, quiero que estemos listos. ¿Luna?
Se había quedado muda después de eso. Si bien no tenía miedo del juicio, ya que sabía que tenía al mejor abogado del mundo, no quería ver de nuevo a Jensen. Tenía tantas ganas de partirle la cara que sabía que si lo veía y sus instintos la dominaban mandaría todo el trabajo de Hunter a la mierda. Además de que odiaba tanto a Jason, hermano de Jensen, que no sabía si lloraría de impotencia, ya que ese bastardo se sentía el rey del mundo, o si lo golpearía por ser un malnacido.
-¿Luna? – repitió Hunter, preocupado. –Linda, no hay nada que temer, tenemos a Noah de nuestro lado…
-Lo sé. Solo que no quiero ver a esos malditos – bufo.
-Tristan estará a tu lado…
-Eso me temo ‹‹

Conocía a alguien más loco que ella, más ansioso por cobrar venganza; Tristan. Temía que si Tristan sabia lo del juicio se volviera loco y los Wyngarden aprovecharan eso para ganar el juicio. Entonces si ganaban, ella iría a prisión… Solo el Diablo sabe que de cosas horribles pasan ahí.
-Es el trabajo, cielo – mintió. Quizá no como una profesional, pero mintió.
-¿Mi madre te tiene así? – formulo una mueca burlona. –Dorothea nunca te había puesto así – le tomo el rostro y la examino. –Ausente, muda, gruñona, con los ojos tristes, nerviosa, ¿quieres que siga o me dirás la verdad? Te conozco muy bien, Luna Phellan, y se cuando mientes.
-No es nada, estoy bien – dos mentiras y muy malas.
-Digamos que te creo – levanto una ceja. – ¿Que dirías si te invito a cenar esta noche? Dejas la tensión aquí en el escritorio, tomamos un par de cervezas, bailamos, nos perdemos en un callejón…. Y el resto lo dejo a tu imaginación.
La propuesta era en demasía tentadora. Luna se encontraba en completo estrés y desorden mental, si aquello lo hubiera dicho en otro momento ella se hubiera saltado las cervezas y lo habría arrinconado en la habitación. Pero no hoy.
Bajo la mirada avergonzada y suspiro. Las ganas de llorar no se iban desde ese lunes cuando Hunter llamo. Ya casi era viernes, y el lunes a primera hora seria el juicio. Tenía que inventarse una buena excusa para faltar ese día a la Editorial. Sabía que si Tristan era perceptivo, su futura suegra lo era más.
-Luna Phellan saltándose unas cervezas. Llamen a la prensa – comenzó. –Las cervezas no me preocupan, sino tu imaginación – con los dedos le levanto el mentón. –Tarde que temprano me dirás que es lo que sucede, ¿está claro?
-Mucho me temo que así será – musito sin muchos ánimos de continuar la broma. –Solo abrázame…
-No me lo tienes que decir dos veces.
Luna se aferro a su playera y suspiro. Un par de lagrimas cayeron por sus mejillas. Sintió la tensión del cuerpo que la rodeaba.
-Lu – se separo un poco para mirarla. El miedo que vio en el gris de sus ojos no le gusto nada. Tenso la mandíbula para callar la pregunta que quemaba en su boca. Quiso pasar entonces el nudo de garganta y hablar. Ahora el terror se apodero de sus pensamientos. –Solo dilo…
-Tristan, no es nada – repitió.
¿Por qué no podía creerle? ¿Por qué el temblor de su voz le erizaba el vello de la nuca? ¿Por qué sabia que todo aquello tenía que ver con Jensen?
-¿Es él, cierto?
-¿Quién él?
-No soy un imbécil – gruño esta vez, preso de los celos y el cólera. Si ese malnacido la había tocado, si se había atrevido si quiera a mirarla…. –Jensen – escupió el nombre como si fuera una grosería. Luna desvió la mirada de inmediato. –Pensé que no había mentiras entre nosotros, Luna.
No se separo de ella, pero Luna lo sintió a kilómetros de distancia. La acusación de sus ojos la perforo, lastimándola aun más que las mentiras de Jensen.
-No quería… No quería que te preocuparas. Solo…
-¡¡¿Qué no me preocupara?!! – gruño. –Tu me importas, y todo lo tuyo me preocupa y me ocupa. No voy a casarme contigo solo porque cogemos como un par de putos conejos, ¡maldita sea! – el pardo de sus ojos se transformo en rojo furia. –Lo siento – dicho eso salió de la habitación.

Tardo un minuto en alcanzarlo. Lo encontró en la sala, vaciando una botella de whisky como si fuera refrescante agua. Nunca lo había visto así, hecho una bestia furiosa.
Temiendo más gritos, se acerco en silencio.
-¿Quieres que… que me vaya? – susurro con miedo. Estaba detrás de un sofá.
-¿A dónde podrás ir que no pueda encontrarte? – respondió. Dio otro trago directo de la botella.
-No entiendo – confeso.
-No quiero que te vayas, ¿Qué te hace pensar eso?
-Yo… – sorbió su nariz. Tardo mucho en completar una frase coherente en su mente. El reto real era decirlo. Trago y tomo aire profundamente. –Tomare mis cosas y… – un torrente de lagrimas apareció nublando su vista – y… Quizá nos veamos luego…
Cada palabra era una estupidez más grande que la anterior. Tristan se puso de pie poco a poco, cuando estuvo erguido totalmente, observo las mejillas húmedas de Luna y el dolor de sus ojos.
-¿Qué es lo que dices?
-Odio la mentira y te mentí. No hay mentiras entre nosotros, no quiero mentirte, no quiero pero… Tampoco quiero causarte problemas, Tristan, me odiaría si algo te pasara. Yo te amo con toda mi alma y nada cambiara eso. Nada.
Rompió la distancia entre ellos y la atrajo a sus brazos con una necesidad igual a la que se siente al estar bajo el agua por mucho tiempo. Vital.
-Tres cosas. La primera, no quiero que te vayas. Ese maldito me pone mal, me dan ganas de matarlo. Nadie te lastimara de nuevo, nunca. Sobre mi cadáver – tomo su rostro. –Dos, tal vez ahora no entiendo tus razones en cuanto a tus malas mentiras – bromeo. –Quiero que me perdones al decir esa tontería de las mentiras entre nosotros. De nuevo ese hijo de puta me enferma. Y tres, soy un idiota, un imbécil enamorado de la mujer más hermosa del mundo. No quiero que te vayas y si, te amo con todo mi ser. De nuevo, perdóname por ser un tarado. Y una cuarta – entrecerró los ojos. – ¿Que mierda te hace pensar que te dejare salir por esa puerta? ¿Estabas insinuando jamás volver? Chst, chst, no digas nada. Mujer, te amarrare a la cama si piensas dejarme como un imbécil frente al juez el día de la boda. Jamás, Luna, jamás te dejare ir. Eres mía…
Luna perdió el aliento. Enterró el rostro en el pecho de Tristan, permitiendo a su cuerpo estremecerse por el toque de sus manos sobre su espalda.
-El juicio es el lunes – soltó.
-Muy bien. Iré contigo.
-Gracias. Solo…
-Prometo no perder la cordura – se adelanto.
Aliviada suspiro.
-Acepto ahora las cervezas y perdernos en un callejón.
-Tendrás que seguirme el paso, ya llevo media botella de whisky.


No sabía si era mala suerte o buena suerte. Emily, su amiga, decía que la suerte no existía. Luna a veces la creía loca, pero esta vez quería pensar que la suerte existía.
-Estaré contigo en la sala – Tristan beso sus nudillos.
El día del juicio había llegado. Sus nervios estaban de punta, no por el juicio, sabía que ganarían; era otra cosa lo que la tenia preocupada.
-No harás nada loco, promételo.
-Lo prometo, Lu.
Asintió, creyendo sus palabras.
-Todo está listo, ¿preparada? – Hunter se acerco a ellos con una sonrisa deslumbrante y un elegante traje gris. Lucia tan profesional, que de inmediato la morena sintió un peso menos encima. Más no el peso que picoteaba su espina dorsal y que amenazaba con hacerle explotar la cabeza.
Sonrió.
Hunter, Tristan y ella entraron a la pequeña sala donde se llevaría a cabo el juicio. El rubio había pedido un juicio pequeño, sin publico externo. Intimo, en pocas palabras. Los Wyngarden, en especifico Louis Parker había accedido, no quería mala fama para la compañía de su mejor amigo.
Cuando entraron a la sala, ésta ya estaba ocupada por el juez, sentado a un extremo de la larga mesa de madera oscura, a su izquierda, de espaldas a la puerta había tres hombres, Luna sabia quienes eran; muy cerca del juez, el tío Lou – mismo que era el abogado de los hermanos Wyngarden – Jason con una sonrisa triunfante, aunque no tan petulante como debería ser, y Jensen con el rostro maltrecho y cabizbajo. Tomaron sus lugares frente a ellos, y justo antes de sentarse apareció Noah. Enorme e imponente, con ese largo cabello negro atado en una coleta a la altura de su nuca. Lucia tan refinado que incluso Tristan levanto una ceja a modo de burla.
-Puedes besarme el culo más tarde – murmuro Noah a su primo. –Hola, Luna. Rubio – saludo inclinando la cabeza, sentándose al lado de Luna, dejándola en medio de él y Tristan. Hunter quedo al brazo derecho del juez, con una pequeña pila de papeles, parte de la investigación.
-Buenos días a todos…
-¿Podemos terminar esto con rapidez? – pregunto Noah interrumpiendo al juez. El hombre de cabello entrecano alzo una ceja.
-Disculpe, su señoría – Hunter le lanzo una mirada que logro que Noah recargara la espalda a la silla y cruzara los brazos sobre su pecho. –Por favor – alentó a seguir.
El juez continuo con la lectura de la demanda sobre Luna, cosas que, sobraba decir, la morena no entendía. Sus nervios crecieron conforme el tic tac del reloj avanzaba, sobre la cabeza del juez.
Nada fue más fácil cuando Noah dio un manotazo a la mesa, devolviéndola a Tierra. ¿Cuándo tiempo había pasado?
-¡A la mierda tu y tu maldita familia! El Empire es mío y tendrás que matarme maldito malnacido antes de obtener un tabique del edificio.
-¡Señor Van Der Beek, contrólese! – ordeno el juez, claramente intimidado por el tamaño de Noah. –Tome asiento o tendrá que salir de esta sala.
-¡Vamos, viej…! – Tristan lo tomo del brazo, obligándolo a sentarse. –Ya… Lo siento – meneo la cabeza. –Continuemos…
Luna evito a toda costa mirar a Jensen, sobre todo a su hermano. Cosa difícil, pero no imposible. En todo momento su mirada iba al reloj. Después la bajaba al juez que escuchaba atento los argumentos y las pruebas de Hunter. El rubio había llegado a la copia de una supuesta entrega de correo que ella había firmado.
-¿Luna? ¿Luna?
-¿Eh? Lo siento, ¿decías? – la morena miro al rubio.
-¿Firmaste el papel?
-Si – confirmo.
-¿Sabias de que era el papel?
-No, no realmente.
-¿Quién te lo entrego? ¿Y cuándo?
-Un tipo que me entrego un libro. Dijo que tenía que firmar de recibido. No recuerdo el día exactamente, pero esa tarde estaba con… – tomo aire. Hunter y ella habían repasado las probables preguntas que se realizarían en el juicio. Estaba segura de que esta sería la última vez que vería a Jensen a los ojos – estaba con Jensen Wyngarden cuando recibí un libro de cocina. Él me dijo que firmara. Después de eso, salió de mi departamento y no volvió hasta el otro día – los ojos pardos de Jensen no brillaban como antes. Le sostuvo la mirada, consciente de lo que decía y sentía en ese momento. Quería que pagara cada uno de los malos momentos que la hizo pasar.
-¿Mantenías una relación con Jensen Wyngarden?
-¿Disculpe, señoría, eso que tiene que ver…? – cuestiono Jason.
-Silencio, Jason – bufo Louis Parker.
-¿Mantenías una relación con Jensen Wyngarden cuando firmaste el papel, Luna? – repitió Hunter.
-Así es. Después de eso, terminamos y él dijo que lo hacía por mi bien, que no quería enredarme en sus asuntos.
-¿Qué tipo de asuntos? – inquirió Hunter.
-¡Oh! No lo sé, ¡quizá el hijo de puta quería culparme por algo que no hice! – grito, perdiendo el control de inmediato.
-¡Señorita Phellan, contrólese! – el juez golpeo la mesa con el pequeño mazo de madera que tenía a su derecha. Luna dio un brinco y asintió. –Licenciado Trott, le pido por tercera vez que controle a su cliente y a sus testigos…
-Lo entiendo, señoría. Luna, ¿puedes imaginar la razón de que Jensen te dejara justo antes de que la demanda de fraude llegara a ti?
-Jason, su hermano, solía hacer las cosas sucias detrás de su tío Lou, aquí presente. Ignoro la razón, quizá Jensen no quería quedar embarrado en esta mi… en el problema del fraude – corrigió con rapidez. –Yo no hice ningún fraude. Soy una fotógrafa.
-Gracias, Luna – sonrió Hunter.
Una vez más Luna se desconecto del juicio y miro sus manos. Tristan poso la mano sobre su rodilla y entrelazo sus dedos a los de ella. Suspiro. Él era la fuerza que necesitaba para continuar de una sola pieza en ese sitio. Para no saltar sobre la mesa y estrangular a Jason que aun sonreía victorioso.
Sin embargo, la sonrisa pedante se esfumo cuando Hunter comenzó las preguntas a Noah.
-Dime, Noah, ¿conoces a Luna Phellan?
-¡Claro que si hombre! La pregunta ofende. Es la prima de mi novia. Somos familia, mi primo se casara con ella. Somos familia. ¿Alguna otra pregunta, Hunt? – sonrió el moreno. Levanto una ceja en dirección a Jason y subió los codos a la mesa, mirándolo con mayor fijeza.
-De acuerdo. ¿Alguna vez, Luna insinuó algo sobre el Hotel Empire?
-Define algo.
-Me refiero a obtener algún beneficio con tus bienes o…
-¡Ya entendí! ¿Dices que si a Luna le importa que sea dueño del Empire? Lo dudo, ella no sabía que era mío hasta que la metieron en este lio. Herede el Empire directo de mi padre. Es tan mío como el aire que respiro – finalizo.
-Correcto. ¿Por lo tanto conoces lo movimientos que realizo tu padre con el edificio?
-Lo conozco y los manejo a la perfección. Siempre fue propiedad de mi padre, hasta que claro, se le ocurrió regalárselo a Bianca Wyngarden, tu madre por cierto – sonrió mirando a Jason – mujer bellísima si me preguntan. Como sea – carraspeo ante la mirada de advertencia de Hunter – mi padre se lo dio a Bianca, pero en su deceso ella lo regreso a mi padre. Así que solo fue un cambio de dueño temporal. Las escrituras del Empire están en orden. Sigue siendo propiedad de los Van Der Beek. Dudo que la señorita Phellan le importe un pedazo del hotel. Sin embargo, la pregunta del millón, su señoría, es: ¿Cuánto les importa a los Wyngarden del hotel Empire?
-Gracias, Noah.
-Cuando quieras, rubito – recargo la espalda en el asiento.
Hunter sonrió apenas y tomo aire para continuar.
-Su señoría, llamare a mi último testigo, Adam Mond, Jefe de Informática en Wyngarden CO.
Luna, no lo noto, pero Jason se tenso en su asiento.
-Adelante. Guardia, que pase el testigo – dijo el Juez. El guardia de inmediato abrió la puerta y entro a la sala un tipo que a la morena se le hacía ligeramente conocido, aunque no sabía donde lo había visto.
El tipo entro y se sentó al lado de Jensen, dejando una silla de separación. Jason lo fulmino con la mirada, mientras que el guardia se acerco al último testigo de Hunter.
-¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad? – el guardia le dio una Biblia, donde Adam coloco la mano derecha y recito las palabras correctas para continuar el interrogatorio. Luna le miraba fijo, intentando recordar el sitio donde le había visto.
-Lo juro.
-Muy bien, prosiga, licenciado Trott – apuro el Juez. Se le veía cansado, llevaban más de media mañana metidos en esa salita. No había ventanas o algo que les dijera que hora era. Luna no se podía creer que el reloj pegado en la pared sobre la cabeza del juez marcara más de las 2 de la tarde. Esto tenía que acabar pronto o ella se volvería loca.
Luna tomo aire.
-Señor Mond, ¿es usted empleado de Wyngarden CO? – comenzó Hunter.
-Así es.
-¿Qué puesto desempeña?
-Soy jefe de informática. Me encargo de que el sistema no caiga y de que la base de datos de clientes este en orden, entre otras cosas de menor importancia.
-¿Cómo cuales?
-Algunos asuntos de Jason Wyngarden. Algunas cosas personales.
-¿Quiere decir que usted es un empleado de confianza?
-El difunto Jacob Wyngarden me dio el empleo, así que si. Soy un empleado de confianza.
-¿Entonces usted sabe todo sobre Wyngarden CO?
-Podría decir que sí. Clientes, bienes, fiestas de beneficencia, todo eso.
-Correcto. Ahora, si usted es un empleado de confianza y se encarga de cosas personales de Jason Wyngarden, ¿podría decirnos qué tipo de cosas personales?
-Reservaciones en restaurantes, pagar las cuentas pendientes, organizar viajes de negocios, enviar presentes a los clientes más antiguos.
-Envíos, ¿ah? Recuerda usted, algún envió reciente.
-Todos están en la base de datos que yo mismo realizo. Hacia quien va dirigido, que fue lo que enviamos, y cuando se realizo. Pero…
-¿Si? ¿Pero qué? – Hunter frunció el ceño, se veía ansioso.
-Hubo un pedido que Jason me dijo que no incluyera en la base de datos.
-¿Usted sintió curiosidad sobre esa petición?
-Un poco, si.
Luna sabia que se acercaban a algo gordo. Adam Mond rasco su barba de días y la miro.
-¿Por qué sintió curiosidad, Adam? – continuo Hunter.
-Jason se aseguraba de tener las cuentas en orden. De que no faltara ni un solo billete. Solo que esta vez no contratamos al mismo mensajero. Dijo que su amigo Thomas Buckner realizaría el entrego.
Hunter saco de un folder una fotografía que deslizo por sobre la mesa hasta ponerla frente a los ojos de Adam. Luna estiro el cuello un poco para observar la foto. La imagen de cabeza no le decía nada, salvo que era un hombre. Hunter golpeo la foto con su índice y continúo con las preguntas.
-¿Es él Thomas Buckner?
-Así es, él realizo el entrego.
Luna jadeo.
-¿Jason Wyngarden le dijo que enviarían?
-Jason dijo que enviara cualquier cosa. Un libro se me hizo lo más correcto, después de que rotundamente descartara las flores, que era lo que siempre enviaba a las mujeres.
-Por lo tanto usted sabía a quién iba dirigido el regalo.
-Si. A la señorita Luna Phellan.
-¿Jason Wyngarden se lo dijo? – el ceño de Hunter se arrugo aun más. Cosa que hacía, cuando necesitaba respuestas rápidas, cuando sabía que tenía todas las de ganar. El pulso de Luna se agito.
-Me dio la dirección y su nombre. Lo que me resulto más extraño, porque era ella la chica con la que su hermano mantenía una relación muy cercana.
-¿Conocía a la señorita Phellan? – inquirió Hunter.
-La vi un par de veces en la oficina con Jensen Wyngarden. Y es la prima de la mejor amiga de mi novia.
Luna abrió más los ojos. El mundo no podía ser más pequeño. Entonces en la fiesta de la prima de Tristan era el sitio donde le había visto. ¡Claro!
-¿Qué paso entonces? ¿Realizo, usted, el envió?
-Prepare todo para que estuviera listo.
-¿Qué es todo?
-Compre el libro con efectivo que me había dado Jason y le entregue el paquete envuelto a Thomas. Y eso fue todo lo que supe del envió.
-¿Todo estuvo tranquilo después de eso, Adam?
-No – bajo la mirada. –Se perdieron un par de papeles de facturas y recibos de entregas que tenía en mi oficina.
-¿Qué hizo entonces?
-Le notifique a Jason.
-¿Y él que hizo, Adam? – Jason le miraba con fuerza.
-Dijo que no me preocupara. Que él las había tomado, que todo estaba tal y como quería.
-Por último, ¿Cómo supo usted que Jason había metido en líos a la señorita Phellan?
-Jason estaba muy feliz. Y le escuche hablar con Thomas acerca de como hubiera deseado ver su cara cuando irrumpieron en la boda de su amiga para arrestarla. Ambos rieron y dijeron que había sido una muy buena idea enviarle un libro.
-¿Jensen Wyngarden estuvo involucrado en todo eso?
-No. Jensen no estuvo involucrado.
-Gracias, Adam. Puedes retirarte.
Adam se puso de pie.
-Lo siento, Luna – susurro y salió de la sala.
-Su señoría, creo que ahora todo está muy claro. Mi cliente firmo la llegada de mercancía que solo Jason Wyngarden y Thomas Buckner conocían.
-Todo ha quedado muy claro, licenciado Trott. Jason Wyngarden, usted queda arrestado por difamación y fraude, guardia.
-¡Mentira! – chillo Jason. –Todo es una puta mentira – Jason se puso de pie tan bruscamente que su silla se volcó hacia atrás. Miro a todos con odio, pero poso su mirada un minuto entero en Luna. –Esto no se queda así, ni creas. No he terminado contigo, Phellan.
-Señor Wyngarden, le recuerdo que todo lo que diga podrá y será usado en su contra, le recomiendo que use su derecho de guardar silencio – dijo el Juez poniéndose de pie, tallándose los ojos. Tomo las pruebas de Hunter y miro a Luna. –Señorita Phellan, queda usted absuelta de todos los cargos. Lindo día. Licenciado Parker, imagino que su cliente conoce el tal Buckner, si yo fuera usted buscaría al tipo. Esto aun no termina – dicho eso, abandono la sala.
Jason continúo con gritos hasta que finalmente lo sacaron de la sala. El licenciado Parker siguió a su sobrino, el último en salir fue Jensen.
-Lo lamento, Luna. No quería que nada de esto pasara, lo lamento en serio – hablo con voz cansada. Esa voz no era la que Luna recordaba, esta vez había dolor en el tono. Luna asintió, incapaz de decir algo. Jensen peleo con una sonrisa. La miro sentada entre el abrazo de Tristan, ese que tenía que ser él quien se lo proporcionaba. –Adiós – dijo y salió.
-¡Por fin se termino toda esta mierda! – exclamo Noah. –No se ustedes, pero necesito comer algo – se puso de pie y soltó su cabello. – ¿Puedes creerlo, Luna? Tu prima me dijo: Tienes que ir bien vestido y peinado, y ahí voy yo a hacerle caso. Pero que digo, ¡ganamos!
Luna formulo una sonrisa ligera y se puso de pie. Tomo aire por la boca.
-Los dejo solos, tengo que arreglar un par de cosas con el Juez – informo Hunter.
-Te vemos afuera – asintió Tristan. Se volvió a Luna que torcía los dedos con la vista en el suelo. –Pensé que después de esto todo estaría en orden – le subió la mirada con una mano en su mentón. – ¿Que sucede, amor?
-Estoy cansada – respondió. No sabía que nombre darle a ese nudo que dolía en su estomago. –Quiero ir a casa y dormir.
-Eso haremos – beso su frente y le abrazo de nuevo. –Te amo.
-Y yo – Luna se aferro a su saco con una fuerza que la desconcertó. Algo malo iba a pasar. Lo sentía. –Te amo, Tristan.
La morena aspiro su aroma e iba a ponerse de puntitas para besarlo cuando la puerta de la salita se abrió, mostrando un tipo enorme y rubio… Los estaba apuntando con un arma.
-¡Luna…!
-¡No!
Todo fue muy rápido. En tres segundos perdió la vista y se encontró con todo negro. Envuelta en gritos. La vista nublada. Sintiendo apenas el beat de su corazón.
-¡NOOOO!

octubre 04, 2012

El lado Oscuro: 12. Juego de manos

Patadita en las nachas para mi por haber tardado mil en actualizar u.u
No tengo nada que decir esta vez, quiza simplemente no me sentia en... onda para subir nuevo capitulo. Como sea, aqui lo tienen. Enjoy!*-*

12. Juego de manos

Su ansiedad y angustia había quedado atrás. Ahora realmente podía sonreír sin sentirse una puta ni mucho menos. La mano de Hunter la hacía sentir una templanza que hacía mucho no sentía, se atrevía incluso a pensar que esa fuerza que él le transmitía nunca la había sentido, no desde que su madre vivía. Solo su madre la hacía sentir una mujer completa, una mujer que podía hacer y ser lo que deseara.

-¿Cómo pasaste la noche? – Hunter tanteo el terreno con esa pregunta transmitida en un susurro. Sin soltar su mano se dirigieron a la sala donde ella dejo su bolso en el suelo y se sentó subiendo los pies. Él se sentó muy cerca de ella y no reprimió el deseo de acogerla entre sus brazos. – ¿Todo en orden? – acaricio su cabello y le subió el mentón para que lo viera. El celeste de los ojos de Winter estaba en paz. Tranquilo. Como el cielo de verano.

-Ahora si – contesto ella entre sus brazos. – ¿Y los Cherrios? – Hunter beso su frente antes de separarse de ella a regañadientes. Camino hasta la cocina y regreso a la sala con una botella de leche y la caja de cereal, un tazón y una cuchara.

-¿No has desayunado? – frunció el ceño. Ella había tomado la caja de cereal y había vertido una buena cantidad dentro del tazón, para después bañar el cereal con leche fría. Winter negó con la cabeza mientras comía con la boca cerrada. –Sigues siendo muy educada. Quizá tenga que ayudarte a soltarte la melena – ese tono de voz de Hunter hizo que Winter tragara una cantidad considerable de Cherrios sin masticar. Su garganta dolió. –Pero tranquila, no te hare daño – paso el dorso de sus dedos por sus mejillas que de inmediato se tiñeron de rojo.

Winter desvió la mirada y continúo comiendo en silencio.

Sin embargo Hunter se negó a permanecer en silencio. Sentado a su lado, tomo la caja de cereal y metió la mano, su puño salió lleno de cereal y se lo metió a la boca. Sintió la mirada de Winter.

-¿Qué? – levanto una ceja. Su boca dejaba ver un poco del cereal. La chica negó con la cabeza y termino su tazón de cereal.

-Gracias por el desayuno – limpio la comisura de la boca de Hunter con la punta de sus dedos, lanzando lejos las morunas de cereal. –Eres como un niño grande.

Hunter esbozo una sonrisa (sin cereal en la boca), una típica sonrisa de niño bien portado. Y lejos de enojarse la tomo del rostro y la beso. Solo Dios sabía cuanto necesitaba el toque de Winter sobre él. Se podía verle pequeña y menuda, suave y tierna, pero él sabía que era fuerte aunque ella se negara a declararlo. Ninguna mujer hubiera dicho en voz alta que había vuelto al tormento porque necesitaba algo que se le era negado. Solo ella habría sido capaz de decirse puta en voz alta. Y aunque esa palabra le hacía hervir la sangre, solo quería decir que ella era valiente aunque no se diera cuenta.

Le quito el abrigo y dejo a su vista una blusa semi transparente negra. La miro con detenimiento, esperando respuesta de ella. Cuando las manos de Winter fueron a los botones de su blusa Hunter la detuvo.

-Quiero ayudarte – dijo con la voz ronca, cargada de deseo. Winter asintió errática y alejo las manos.

Despacio, cosa que su cuerpo no le pedía, abrió los botones y dejo ante su hambrienta mirada un sostén negro liso. Sus redondos y cremosos pechos se resguardaban debajo de las copas. Hunter se inclino lo suficiente para lamer la piel expuesta. En respuesta, la piel de Winter se enchino, y sus manos se enterraron en su cabello.

Tomándola de la cadera, la recostó en el sofá. Le quito los zapatos y busco su mirada antes de comenzar a quitarle los jeans. Su garganta se hizo un nudo al sentirla removerse bajo su cuerpo. Sus finas y calientes curvas lo enervaban de tal modo que lo hacían sentir de gelatina, pero a la vez tan fuerte como un volcán.

-Hunter…

Su nombre le llego hasta el cerebro como una suave caricia de verano. Choco los dientes cuando la imagen de su negro cabello tendido como abanico sobre el sofá y sus labios rojos como rosas, lo golpearon en el pecho. Ella era hermosa.

Hunter no logro quitar la mirada del cuerpo de Winter una vez que arrojo sus jeans lejos de su cuerpo. Sus cremosas piernas se veían suaves e hipnóticas. Sus bragas negras contrastaban con la blancura de su piel, y él solo pudo recorrer los ojos por la tela negra que cubría su cuerpo, tanto como a sus pechos, como a toda la zona que nacía debajo de su ombligo.

Las manos de Winter tomaron las de él, que se encontraban sobre sus muslos, y las llevo a sus caderas, sobre el filo de sus bragas, alentándolo a desnudarla por completo.

Winter le miraba a través de un azul celeste como el del amanecer, nublado de placer. Sus labios rojos húmedos, llamándolo. Lo que le hizo preguntarse qué otra cosa en la estancia estaría húmedo.

Sonriendo con malicia, jugó un poco con la tela de las bragas de Winter, memorizando los gestos de ella, la forma en que sus ojos se cerraban y sus dientes mordían sus labios llenos, arqueando la espalda un poco.

-Mmmh, Hunter…

El corazón de Hunter se inflo de orgullo. Su mano busco su centro y palpo la humedad de su cuerpo. Él mismo perdió el aliento al sentir sus dedos húmedos cuando se alejaron un poco de su centro.

Las sensaciones que embriagaban a Winter eran tanto nuevas como conocidas. Una parte de ella esperaba encontrar una mirada celeste cargada de suficiencia, y en su lugar se veía reflejada en un azul tan puro y claro como el agua.

Pensó con temor que apenas Hunter la tocara, ella gemiría el nombre de Bran. Tuvo miedo de eso hasta que él la miro, cuando la beso con ternura y su toque le resulto dócil y cálido; olvido a Bran por completo. Las manos de Hunter la descubrían suavemente, sin prisas. Con una sonrisa en su rostro.

No solo sollozo de placer, sino que se sintió en el cielo, cuando con besos, Hunter la recorrió de pies a cabeza, logrando que su corazón se disparara.

Ante sus ojos, el rubio se desnudo por completo. Ella en serio boqueo.

-Espera – se echo para atrás, extendiendo la mano sin dejar de mirarle con la boca abierta.

El hombre ante ella no podía ser mejor descrito salvo por la palabra: Perfección.

La piel blanca apenas bronceada cubría dos metros de altura. Su pecho musculoso hermosamente delineado, dejaba ver una deliciosa tableta de chocolate. Y con mirada clínica y cien por ciento lujuriosa observo la perfecta combinación de su altura y ruda belleza masculina.

El aire escapo de su pecho con un bufido casi burlón.

Su mirada permaneció “ahí” tanto tiempo que Hunter se sintió incomodo.

-¿Necesitas una fotografía? – coloco las manos en la cadera, lo que hizo que Winter desviara la mirada a ese hueso en su cadera que se aseguraría de morder más tarde.

-No – negó con la cabeza. –Es solo… – no sabía que decir. Demasiado tiempo había permanecido callando los halagos para Bran (salvo los días sábado) que ahora que podía articular lo que quisiera, su lengua se hallaba perdida. Las palabras siempre las había tenido en la punta de la lengua. Esta vez, había otra cosa que necesitaba en la boca. El simple pensamiento la hizo sonreír. –Luces como…

La pausa en esa frase lo puso nervioso. Si ella decía “Luces como Bran”, seguro iba a enloquecer. Empero, espero ante el escrutinio de su mirada, que le resultaba divertida a la vez que perturbadora.

-Luces como… - repitió una vez más, mirándolo.

-Dilo de una vez – presiono.

Bajo del sofá y cruzo la estancia hasta la nevera, de donde saco una cerveza.

-Eso no puede ser real – jadeo Winter  a su espalda.

Tosió ahogándose con la saliva que se acumulo en su garganta al ver el trasero desnudo de Hunter. Apenas podía apreciarse el ligero tono de piel que cambiaba solo en la zona de sus nalgas y que era igual en toda la longitud de sus piernas y espalda.

Hunter se giro aun con la botella de cerveza en la mano y levanto una ceja.

De nuevo Winter boqueo. Esta vez no solo abrió la boca y le miro como posesa, sino que sonrió con malicia y se puso de pie.

-Jamás había visto a un hombre… como tú.

-Espero que eso sea un cumplido – gruño Hunter. –Sino tendré que ponerme la ropa de nuevo.

-¡No, por favor!

-¿No? – ese jadeo le formo una sonrisa que reprimió con orgullo.

-No – reafirmo. –Eres… enormemente sexy.

Hunter recargo los brazos en la mesada, más tranquilo. Sabiendo que la mirada de Winter era de lujuria y no de conformidad, o algo peor.

-No me digas.

-Así es. Me pregunto… - frunció el ceño.

-¿Qué?

-¿A cuántas dejaste en silla de ruedas?

Una estruendosa carcajada salió del pecho de Hunter.

-Ven aquí – estiro la mano.

Con pasos lentos se acerco a él. Hunter la levanto, apenas la tuvo cerca, tomándola del trasero.

-A ninguna – respondió Hunter.

-No mientas – Winter le golpeo el pecho. –Eres tan sexy que dejas a Hemsworth a la altura del betún – adulo de forma sincera.

-¿Hemsworth? ¿El Dios del trueno en Los Vengadores?

-El del martillo, si – asintió.

-Martillo – canturreo Hunter divertido.

Tenía que admitir que el escrutinio silencioso de Winter le puso los pelos (y otra cosa más) de punta. Estaba temiendo que ella lo comparase con Bran, y al contrario que lo comparara con el Dios del trueno solo lo hacía sentir aliviado (el ramalazo de celos no era tan fuerte como si la comparación hubiese sido con Bran) y enormemente (como ella misma decía) sexy y excitado.

Acaricio la mejilla de Winter robándole un beso con todo y aliento.

-Tengo algo mejor que un martillo.

-Eso lo tengo bien claro – sonrió ella.

Hunter presiono su pelvis con el centro de ella, cubierto por la tela de algodón de las bragas.

-Win, tú no te quedas atrás, eres preciosa – absorbió el jadeo que escapo de su garganta al tiempo que él le saco las bragas, sosteniéndola contra él con una mano. –Sexy – ella pego los muslos a su cadera, pero él la tenia bien afianzada con una mano, la otra se encargaba de abrir el doble broche de su sostén, por la parte de atrás. –Letal – bajo la boca hasta encontrar uno de sus sonrosados y tensos pezones. –Deliciosa – dijo pasando al otro pezón. –Exquisita – la mano que no la sostenía bajo hasta guiar su dureza al centro cálido y húmedo de ella.

Apenas lo sintió en su entrada, echo la cabeza hacia atrás uniéndose a Hunter.

Los rápidos movimientos con los que Hunter inicio el encuentro bastaron para expresar los jadeos y sollozos de Winter, que con uñas y dientes se aferraba a él.

Disminuyo la velocidad de sus envites al sentir las paredes internas de Winter apretándolo de un modo enloquecedor. Le permitió a Winter hacer de las suyas, enviándolo al límite, pues ella inicio un ritmo lento y embriagador sobre su extensión impulsándose aferrada a su cuello.

Sus caderas tenían la presión exacta contra su cuerpo, la cadencia exacta para enfebrecerlo y el sabor exacto para matarlo de placer.

Era la pasión de su mirada lo que lo cautivo la primera vez que la vio en el restaurante con Bran, y era ahora el sabor de su pasión y fuego lo que lo tenían a su total merced. Estaba en sus manos ahora más que solo literalmente hablando.



¿Dónde había aprendido Winter todas esas cosas, posiciones y formas que adopto con Hunter?

Esa pregunta rondo su mente hasta que de nuevo se encontró rugiendo – de forma muy literal – el nombre de ella.

La forma en que Winter le tocaba tenía que ser ilegal. La forma pura y erótica con la que lo miraba, definitivamente no era de este mundo. Nada de lo que hicieron en la sala y de lo que paso en la isla de mármol, hasta pasar al suelo del área de la cocina era de esta galaxia.

Le dolía hasta el cabello cuando ella se tendió sobre su pecho con su cuerpo sudado y satisfecho. Empero Hunter sonreía, pleno y algo cansado. Winter le beso el cuello, aun encima de él, y recargo el mentón sobre sus brazos cruzados arriba de su torso.  Sus labios rojos revivieron el recuerdo de tenerlo prisionero en esa cálida humedad. Se estremeció de pies a cabeza al pensarlo.

-¿Cuál es tu color favorito? – pregunto Winter de pronto. Hunter frunció el ceño.

-El rojo – dijo de inmediato. – ¿El tuyo?

-Azul. En especial el azul de tus ojos – estiro el cuello para besar su nariz. El suelo nunca le pareció tan perfecto. –Es hora de que me vaya – separándose de Hunter, busco su ropa por todo el loft.

-¿Volverás con Bran? – una nota contenida escapo de la garganta de Hunter.

-Cuidare a Melanie – respondió seria. – ¿Quieres llevarme?

-Vamos – vistiéndose tomo las llaves de su Avenger y la llevo al departamento de Bran. No era la respuesta que esperaba, pero era mil veces mejor a que ella dijera rotundamente un ‘si’.


Durante el camino se ocuparon de besarse y de tocarse en los semáforos en rojo. Aquello tenía vuelto loco a Hunter. En cualquier momento gritaría de felicidad como un niño en dulcería.

-Mañana iré a la Universidad…

-Nos vemos mañana, entonces – con un último beso se despidieron en el lobby.


La sonrisa en el rostro duro hasta que estuvo en el departamento de Bran. Lumiere la recibió saliendo del ascensor, tomando su bolso y chaqueta con una leve reverencia y saludo.

-¿Dónde está Melanie, Lumiere?

-Comiendo, señogita. Llego justo paga la cena – el chef la llevo al comedor.

-¡Winter! – grito Melanie apenas la vio en la entrada.

La niña se veía un poco pálida. Una cicatriz rosada reposaba en su frente del lado izquierdo, de una longitud de 10 centímetros al menos. Melanie quiso ponerse de pie, pero su tío se lo impidió alejándole las muletas; tenía tantas ganas de abrazar a Winter y pedirle que no se fuera de nuevo, que la quería y que ella jamás tuvo la intención de lastimarla nunca.

-Winter no se ira, come – ordeno Bran.

Verla de esa forma tan frágil y tan débil le rompió el corazón. No aguanto más y se arrojo a abrazarla, dejando escapar un par de lágrimas.

-Mel, cariño, luces…

-Como Frankenstein – bufo la niña, atrapada en los brazos de Winter. –Ahora puedo caminar y… - levanto el brazo derecho enyesado – pronto me quitaran esto – torció la boca.

-Cariño – Winter se separo para mirarla de cerca. –Lo lamento tanto.

-¿Por qué te fuiste, Winter? – Melanie formulo la pregunta que tanto temía que hiciera.

-Estoy aquí ahora.

-¿Fue porque te dije que no te quería? – los ojos de Melanie entristecieron de inmediato, y dos lagrimas rodaron por sus pecosas mejillas, lo que termino por romper a Winter.

-Claro que no, cariño. No me fui por tu culpa, yo solo…

-Encontró algo mejor que hacer que limpiarme los mocos, ¿cierto Win? – intervino Bran. Ella le miro un segundo. No podía engañarla, no ahora que conocía cada mirada de él. Al menos eso creyó, porque sus verdes ojos le regresaban la mirada, y un halo de suficiencia, mofa y algo que no alcanzo a descifrar, la reflejaban. Un segundo después ella asintió. Bran jamás dejaría de lucir guapísimo ni de tener ese aura de superioridad.

-¿Eso paso? ¿Te cansaste de nosotros?

-Solo de Bran – respondió de inmediato. Esa respuesta complació a Melanie que hasta sonrió.

-¿Ya no te irás, verdad?

-Vendré cada tarde para cuidarte.

-¿No vivirás aquí? – esta vez fue Bran el que formulo la pregunta con ansiedad. Winter se irguió.

-No – sentencio firme. –Tengo un departamento en Brooklyn, vendré todos los días después de la escuela.

-¡Wow! – jadeo Melanie, ajena a la intensa mirada de su tío. Los ojos verdes de Bran solo tenían interés en Winter y su declaración.

-Perfecto – se puso de pie abruptamente. –Provecho, estás en tu casa, Winter.

-Gracias, Bran – le regreso la sonrisa enorme y se sentó al lado de Melanie para ponerse al día de todas sus aventuras. La niña no podía dejar de sonreír, por fin su mejor amiga había vuelto a casa.

-Que Melanie no duerma muy tarde – dijo Bran antes de abandonar el comedor, con su aire frio y elegante.

-¡Gracias por volver! – Melanie se arrojo a Winter una vez más, rodeándola con su brazo bueno. –La estúpida rubia me ha estado torturando con su patética vida – gruño separándose. –Tus historias son mil veces mejores.

-¿Samantha es aun su novia?

-Ash, si. La descerebrada piensa que Bran la ama. Hasta Lumiere y Briseida saben que no es así – rodo los ojos. –Y me gusta este lugar, aunque extraño el océano. ¿Cuándo volveremos a California?

-Tal vez te lleve a los Hamptons cuando mejores.

-¡Si! – clamo la niña con un brillo en los ojos, ese que tanto extraño Winter.

-Lamento todo esto, y no despedirme. Melanie, perdóname…

-Ya… - negó con la cabeza. –Te perdono. Lumiere me dijo que a veces para sanar hay que cortarse – frunció el ceño.

-Lumiere es un hombre sabio. Algún día entenderás sus palabras.

***

Como ordeno Bran, Melanie no durmió tan noche. Eran apenas las diez cuando Winter la ayudo a subir hasta su habitación. El lugar era casi igual al de su antigua habitación en California, los tonos lilas y purpuras reinaban en la amplia habitación con vista a la calle. Le conto una de sus historias favoritas, esas de miedo que tanto disfrutaba y cayo rendida. Winter le dio un beso en la frente, en el lado contrario a su cicatriz, y salió en silencio de la habitación.

-¡Dios! – pego un brinco al encontrarse a Bran frente a la puerta de Melanie. Estaba recargado en la pared con los brazos cruzados sobre su pecho y esa intensa mirada verde la miraba con fijeza. –Me asustaste, Bran – llevo una mano a su pecho y camino directo a las escaleras para irse. Él camino detrás de ella, casi pisándole los talones. La presión en el pecho de Winter se hizo presente y presiono dos veces el botón del ascensor para salir del departamento. –Creo que no sirve.

-O tal vez lo están usando – comento aun detrás de ella, apenas a centímetros de ella. –Puedo llevarte a tu departamento, es tarde. Es una ciudad peligrosa.

-No te molestes – replico sin mirarlo y presiono el botón de nuevo.

-No es ninguna molestia, es lo menos que puedo hacer por la niñera de mi sobrina.

¿La niñera de mi sobrina? ¿Lo decía en serio? ¿Desde cuándo él llamaba “Mi sobrina” a Melanie? ¿Estaba drogado?

-En serio estoy bien – ajusto su abrigo. Maldito ascensor.

-No seas necia, Winter – gruño y aun detrás de ella se inclino a presionar el botón empujándola un poco. Las puertas del ascensor se abrieron.

De pronto el pequeño cubículo del ascensor le pareció más pequeño y lo miro un par de segundos antes de que Bran la instara a entrar con él. De inmediato se pego a una de las paredes y cerro su abrigo de botones, cruzo los brazos sobre su pecho y pego en el suelo con la punta de sus zapatos. Esto no le gustaba para nada.

No se atrevió a mirarlo. Los 10 pisos del edificio se le antojaron al menos unos veinte. Sentía que jamás pisaría tierra firme, incluso el aire comenzaba a faltarle. No quería estar cerca de Bran. No quería.

Una vez en el lobby lo siguió al estacionamiento subterráneo del edificio. El frio de ese lugar le enchino la piel, ¿o quizá era la cercanía de Bran? No se detuvo a pensar en eso hasta que estuvo dentro del BMW 320i plateado de Bran.

-Vivo a un par de calles del puente – anuncio con la garganta seca. Bran asintió en silencio y salió a colarse al tráfico.

-¿Te instalaste casi de inmediato de dejar California, ah? – esa pregunta la tomo desprevenida.

-Si, algo así. ¿Cómo… como lo sabes?

-Lo imagine – no sabía porque esa respuesta le gustaba como mentira. –Tu y… Hunter se hicieron muy cercanos – esta vez Winter advirtió en los nudillos blancos de Bran que se aferraban al volante.

-Creo que vamos a más de cien en una calle de 60 kilómetros por hora – se ajusto el cinturón de seguridad.

-Ya – suspiro Bran, bajando la velocidad. – ¿Ahora me contestaras?

-¿Qué tiene que ver eso con tu sobrina?

-Solo quiero mantener una conversación, ¿acaso eso es un pecado? – se detuvo en un semáforo y la miro con ardor y ¿odio? Realmente no le sorprendía esa mirada posada en ella. Miles de veces la habían visto. Lo incomodo era que le hablara y la mirara a la vez.

Winter negó con la cabeza y frunció los labios.

-Somos amigos – confirmo. Sabía que podían ser algo más, pero…

‹‹Hunter no es Bran, Hunter si me quiere, a Hunter le importo››

-Amigos – repitió Bran levantando ambas cejas y formo una sonrisa burlona con todas las de la ley.

-¿Tengo prohibido ser su amiga? – replico de inmediato a nada de gruñir molesta.

-Me importa una mierda si eres su amiga – bufo y arranco el auto.

Winter estuvo a punto de decir algo más respecto a su pedante actitud. ¿Qué le importaba a él? Ella no le importaba nada a él. ¿Qué más daba con quien saliera o de quien era amiga?

-En la esquina a la derecha y luego dos calles al frente ahí vivo – dijo seria sin mirarlo.

-Bien.

Se detuvo justo frente al edificio, pero no abrió los seguros hasta después de un minuto exacto. Winter abrió la puerta y susurro un “gracias” seguido del azoton de la puerta al cerrarse.

¿Por qué se sentía tan miserable? Tenía a Samantha, ella era hermosa, tenía un cuerpo espectacular y era modelo. Y en la cama…

Ella no era Winter.

-¡Winter, espera! – bajo del auto y corrió hasta la puerta del edificio, donde ella buscaba las llaves en su bolso.

-¿Qué? – lo encaro con las mejillas rojas, rojas de furia, conocía ese rubor a la perfección. La conocía de toda la vida que hasta conocía el brillo de sus ojos cuando estaba feliz, triste, cuando algo le molestaba o cuando algo realmente le encantaba. Ahora estaba de muy mal humor.

-Solo…  – se acobardo. –Mañana a las cinco en punto – dijo sin más y regreso a su auto pateándose mentalmente.

Subió a su auto y no espero a que ella entrara al edificio (eso sin duda no podría soportarlo), arranco.

-¡¡JODER!! – freno bruscamente en una esquina. El semáforo estaba en rojo y había estado a nada de estamparse con un camión de basura.

Golpeo el volante frustrado. Lo golpeo tantas veces que termino por lastimarse una mano. Cerró los ojos, respirando por la nariz.

¿Por qué?

¿Por qué ella…?

Conocía las respuestas. Las sabía en el fondo de su corazón, de su amargado corazón.

Enterró las manos en su cabello, y jalo tan fuerte los mechones que el cuero cabelludo le dolió. Sentía un nudo en su garganta, pero nada comparado con el asco que se acumulaba en su paladar. Sentía como si en cualquier momento pudiera estallar en miles de pedazos.

Soltó un rugido justo antes de que su teléfono móvil resonara dentro de su chaqueta. Dejo que sonara… y sonara… y sonara…

Tenía que ser Samantha, solo ella era así de insistente. Bufo una vez más y contesto.

-Hable – miro al frente. Las calles estabas oscuras y solitarias. De ese lado de la ciudad no había mucha gente transitando por las aceras o mirando las tiendas. Se pregunto si Winter tendría miedo de salir a las calles ante tal visión.

-Amor…  – era Samantha. –Lumiere me dijo que habías salido, ¿Dónde estás?

-¿Qué demonios haces despierta? – replico.

-Estaba pensando en ti…

-Ya – levanto una ceja y apago el auto. De cualquier forma ya estaba orillado. – ¿Para qué me llamas? Tienes sesión fotográfica mañana, deberías estar dormida – recargo la cabeza en el respaldo del asiento y soltó el aire con cansancio.

-Necesitaba escuchar tu voz antes de irme a dormir. Quiero soñar contigo.

De alguna extraña forma sus palabras no hacían más nada que asquearlo hasta puntos peligrosos. La bilis subió a su garganta y él cerró los ojos intentando calmar el mareo.

-Duerme ya, Samantha. Apuesto a que las ojeras en tus ojos no se verán nada bien en la sesión de fotos de Spotlight.

-La fotógrafa esa y la maquillista hacen milagros, amor – ronroneo, y ese sonido lo puso aun más de malas.

-Como quieras. Voy a colgar, estoy manejando – declaro y colgó sin dejar que ella se despidiera. Después apago su teléfono. Quería una noche tranquila por una vez al menos. Una. Una noche donde Samantha no le llamara y le contara que llevaba puesto. Estaba harto de los vagos relatos eróticos de ella tocándose con el coordinado de encaje puesto.


Paso un buen rato en el mismo sitio donde se había detenido. Estaba a menos de dos calles del edificio donde vivía Winter. Podía regresar, tocar su puerta… De cualquier forma él sabía en qué departamento vivía. Incluso sabía los nombres de sus vecinos. No había perdido su tiempo cuando ella lo dejo hace semanas en California. Sin embargo todavía había algo que no sabía de ella…

Arrancando el auto, hizo una vuelta en “U” totalmente ilegal que se gano un par de maldiciones y los pitidos de un par de autos que derraparon para no golpearlo. En menos de lo pensado estaba en el lobby del edificio. Se hizo con las llaves en un descuido de Winter al dejar su bolso en la mesa de la cocina cuando subió a dormir a Melanie. Así que subió hasta el primer piso y toco justo en la puerta de Winter.

La necesitaba. La deseaba. Ardía por ella.

Winter abrió la puerta cuando toco con los nudillos con fuerza.

-¿Qué demo…? – gruño asomándose por la puerta.

-Dime que no volviste para enredarte en mis sabanas – dijo sin más ante la cara atónita de Winter.

Las chicas del Té de Lemmon

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