marzo 10, 2012

Proyecto Frankenstein: Trabajo de oficina


Noche aburrida de sábado, al menos para mi. Fui al cine... y.... Digamos que esperaba más de la película de miedo o de miedo que vi. En fin... Esperemos que la próxima que vea no me decepcione (:
Enjoy ^^ 
Trabajo de oficina

“Sueltas el aire contenido en tus pulmones. Miras la pantalla de tu ordenador. No puede ser verdad, llevas todo el día sentada frente a la pantalla, y ésta parece jugarte una mala broma. Tu trabajo aun no termina y lejos esta de llegar el final.
Resignada, caminas al final del pasillo, donde al fondo esta una cafetera, el café está caliente, llenas tu taza y endulzas el liquido oscuro. Afuera, el cielo nocturno esta tapizado de estrellas y tú, metida en la oficina con un trabajo pendiente. Este no es tu día.
Regresas a tu pequeña oficina. Tu silla giratoria es suave, sin embargo quieres algo más suave. Sonreíste al pensar que cosa más suave puede estar debajo de tu trasero. Mordiste tu labio, aun con la imagen de él en tus pensamientos. Deseas que él esté aquí, contigo, solos.
Cierras los ojos un momento, no se acabara el mundo si te das un respiro. Eres la única en la oficina, tu y ese tic tac del reloj que te indica que ya deberías estar en casa. Tumbada entre sus brazos, o refunfuñando porque él mira el soccer mientras tu intentas llamar su atención, con resultados vanos.
-¿Sigues aquí? – abres los ojos de golpe. Sonríes cínica.
-Soy un holograma – tu acida respuesta le forma una mueca, intenta hacerse el ofendido, pero sabe que metió la pata.
-Yo sé lo que necesitas…
-No me digas – recargas la espalda en la silla y cruzas los brazos sobre tu pecho, sin creer una sola palabra.
-Solo relájate, ¿bien? – cruza tu oficina y jala tu silla para tomarte de la cintura y cambiar posiciones, te sientes como una muñeca de trapo. Él te tomo con tanta facilidad de la cintura, levantándote en el aire, que te sientes orgullosa de ti misma, pues los días en el gimnasio, matándote de hambre – a veces – han rendido frutos.
Ahora él está en tu silla y a ti te ha colocado sobre tu escritorio, haciendo a un lado tus deberes. Mueves la cabeza, divertida, no puedes negarlo.
-¿Qué piensas hacer para que me relaje?
-Espera y veras – se acerca a ti, poniéndose de pie. Sube la falda por tus muslos y encuentra el liguero que usas ese día. Tus tobillos, como si obraran por arte de magia, se enganchan a su cadera. Quieres que continúe, si…
-Me tomare mi tiempo, tenemos toda la noche – anuncia. Sus manos viajan lentas sobre toda la piel de tus piernas, y de un momento a otro, comienza a abrir los botones de tu blusa.
Su sueño siempre ha sido tomarte sobre el escritorio de tu oficina, hacerte gritar, al tiempo que te hace gemir y sollozar de placer hundiendo su lengua en tu cálido centro, rogando por más de tu sabor y pasión, llegando al clímax de tu placer.
-Sigue… - gimes.
-No me detendré, amor…”.

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