abril 27, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 14

 ¡Gritemos juntas, lectoras mias! Gritemos con fuerza, ¡siiiii! :D Ya veran porque lo digo.
Quiero agradecer a mi Ale, por las hermosas canciones que esta noche forman parte de Maldita delicia; por ser mi mejor amiga de todos los tiempos, por estar conmigo en las buenas en las malas y en las peores, Dios sabe que te amo tanto y que daria y haria lo que fuera por ti. ¡¡ T E A M O !! ♥
 Y a todas las chicas que pasan a leerse, en especial a Violet Hunter por la paciencia, gracias. Como dije en la pagina del blog, tengo sorprecillas para ustedes, como esta portada que puden usar en su perfil del facebook, yo no queria usarla en el mio, no queria spoilearlas xD
Sin más, me retiro a un fin de semana donde seguro me atascare de tacos de canasta y algo de vinito que no convina, pero esos dos - ya leeran de quienes hablo - me lo antojaron. Ahora si... A mojar... digo, a leer se ha dicho :3 Que pasen un excelente fin de semana. Amor,mi Cricri, mi Sol y Estrellas, a pesar de la distancia, sabes que siempre estare a tu lado, asi tenga que robarme la red de la vecina, al fin que ya tengo su clave xD
Te amo tanto y si, soy dependiente de ti, ¡¡Y qué!! ♥
Enjoy ^^, de nuevo, gracias por las canciones (:
Nota del autor: Dulces y humedos sueños :D

14. Estatua de sal


Luna podía contar los minutos, las horas, e incluso, si se lo pedían, los segundos que Tristan tenía lejos de ella. No la había llamado, ella había intentado comunicarse con él tantas veces que ahora no había número para fijar una cifra exacta.

O quizá solo estaba exagerando.

Solo quería que Tristan mantuviera su promesa de volver. Además, quería saber que diablos le pasaba. El loft se sentía aun más grande, más frio, más… vacio. Temía lo peor. El miedo crecía dentro de ella. No le había dicho nada a Dorothea, nunca tuvo una conversación más profunda desde que se comprometió con Tristan, no esperaba tenerla ahora que su hijo no daba señales de vida. Quizá solo estaba exagerando. Y aun así, sentía que habían pasado días, y no horas desde que Tristan prometió una botella de vino dulce…

-Él está bien, Lu – Renata sonreía dándole aliento. –Fue…

-Dilo.

-¡¡¡Que imbécil!!!

Luna sonrió.

-¡Deja que regrese y le daré una tunda por dejarte! ¡Que diablos se piensa que es!

-Lleva 29 horas, 35 minutos…

-No pienses en el tiempo, amor. Tiene que…

-¿Volver para casarse conmigo? – sonrió acida. –Si me…

-¡Él te ama! La fiesta escondida con fiesta de compromiso fue mágica… - al parecer Renata no salía del shock.

-Dime que pasa con William – corto Luna. – ¿Como esta en Londres?

-No me importa. Y no quiero hablar de él.

-¿Cómo?

-Lu, amor, él… él tiene un hijo que me oculto – Luna percibió el ligero nudo en la garganta de su amiga, y se sintió la peor persona del mundo por no haber estado con su amiga cuando más la necesito.

-¡¡¿Cómo?!! – jadeo la morena.

-Así como lo oyes. Su hijo… apareció en el aeropuerto… y también Julien. Gracias a él…

-¡¡Oh mi Rens!! – Luna se lanzo a abrazarla. –Amor mío, yo… Soy una mala amiga por contarte mis estúpidos problemas, y tú… Oh amor, perdóname, perdóname…

-Ya… No quería ser…

-¿Mi nube gris?  - se separo y la tomo de los hombros para girar los ojos. –No digas boberías. Eres mi Sol y Estrellas, lo sabes. Matare a ese hijo de puta apenas vuelva… Me vale una mierda dejar huérfano a ese… niño – gruño en una clara promesa que hizo sonreír a Renata.

-Amor… - se abrazaron con más fuerza. –Ya verás que él está bien, – dijo refiriéndose a Tristan – lo que sea que le haya pasado, quizá solo necesitaba tiempo para pensar… Quizá tuvo que salir por cosas del trabajo y… Solo quería pensar…

-Tiempo para… – callo. –Pensar… ¡Llama a Julien, llámalo!

Renata obedeció y Julien llego al loft en el tiempo en que Luna empaco una muda de ropa y bajaba las escaleras, y la seguía una muy desconcertada Renata. Luna no saludo a Julien, solo comenzó a guiarlo para salir de la ciudad. El joven Van Gulick murmuraba cosas pero siguió las indicaciones.

-¡Aquí! ¡¡Detente!!

Julien orillo el auto abruptamente.

-¿Qué te pasa, estas loca? –  gruño a la morena, Luna bajo del auto.

-Gracias por traerme, te llamare cualquier cosa Rens, lo juro.

-Lu, no voy a dejarte aquí…

-Julien, vete… ¡Vete! ¡Vete o te partiré las bolas!

Julien miro a Luna y después a Renata.

-Más te vale llamarla, porque yo tendré que pagar los platos rotos.

-Lo juro.

Éste arranco el auto y dejo a Luna en medio de la autopista. Luna espero a que se alejaran y comenzó a caminar adentrándose al bosque. La tierra estaba húmeda, pastosa y era difícil para transitar; poco le importo que sus Chuck Taylor se llenaran de barro y que se mojaran, o el par de veces que tropezó y se lleno de barro, continúo caminando hasta que encontró unas huellas y un par de metros más adelante vio la moto de Tristan. Su pulso se acelero. Corrió con todas sus fuerzas hasta la orilla del rio donde él la había traído en su primera cita.

-¿Tristan?

Llego a la orilla. Dejo su maleta en el suelo rocoso. No había rastro de él. No perdió la esperanza y continúo su inspección. Una chaqueta de piel pendía de una rama rota de un árbol, unos jeans oscuros estaban en el suelo, un par botas al lado y una camisa de cuadros también; todo lo reconoció como propiedad de Tristan.

-¿Tristan?

Camino hasta el acantilado, hasta donde Tristan le conto que salto cuando era un niño. Se negaba a pensar que algún oso, un puma o un lobo lo hubieran atacado, quizá los tres animales juntos… No, eso ya eran figuraciones propias de una niña de 5 años.

La desesperanza la invadió. Subió al acantilado, raspando sus rodillas y sus manos, con dificultad. No veía nada desde arriba.

‹‹Dios, no de nuevo…››

Con pocas fuerzas bajo a tierra firme y regreso al principio de su búsqueda.

Su pecho comenzaba a doler. Crecía dentro un vacio. Sintió asco.

-Hijo de puta… - murmuro. Pateo una roca pequeña, que voló hasta el rio. –Pudiste mentirme y decirme que me… Si, si lo dijo. Que consuelo. Y ahora hablo sola. Tendré que internarme en la casa de la risa. Las paredes acolchadas no son tan malas… Ashley Simpson hizo un buen video ahí… – cerro los ojos, esperando que las lagrimas cayeran por sus mejillas, no fue así. Mantuvo los ojos cerrados hasta que las lágrimas se dignaron a salir, al cabo de un par de minutos. Sorbió su nariz, al tiempo que las lágrimas llegaban a su cuello. –Chuck tenía razón, él era mi mejor opción…

-¿Chuck?

Abrió los ojos apenas escucho esa voz.

-¿Tu mejor opción?

-¡¡Maldito!! – se lanzo a Tristan que la miraba sonriente, y le dio una bofetada que le dejo la mejilla roja y ardiendo. –Maldito… – rugió chocando los dientes. –Borra esa sonrisa o te obligare a borrarla – le dio otra bofetada. –Maldito.

-¡Auch! – froto su mejilla.

-¡Maldito! – lo empujo. Tristan cayó de espaldas soltando el pez que llevaba en la otra mano que no cubría su mejilla, claro que Luna no lo noto, estaba tan concentrada en darle su merecido que tampoco se dio cuenta de que él estaba en calzoncillos. –Te fuiste, me dejaste… Te odio, te odio, te…

-Shh – la tomo de las muñecas. –No me obligues a atarte.

-Deja ese tono seductor, tonto. Me dejaste, me dejaste…

-Tenia que encontrar respuestas. Amor, amor, perdóname.

-Hazme el amor ahora antes de que te viole – rugió sin poner atención.  

Tristan se incorporo y obligo a Luna a imitarlo, tuvo que tomar sus manos con fuerza, pues ella estaba dispuesta a convertirlo en polvo.

-¡Me dejaste! ¿Qué te piensas? ¿Qué iba a estar como estúpida? ¡¡No!!

-Shh, Luna, amor, tranquila…

-¡¡¿Tranquila?!! ¡Y no me hagas shhh! – intentaba zafarse de su agarre. –Llevas 31 horas y 43 minutos…

-Luna, déjame explicarte, hey, tranquila… Shhh…

-¡Explicarme! ¿Lo hiciste porque me amas, ah? ¡¡Basura!!

-No, si, déjame explicarte, ¿si? ¿Si te suelto juras no golpearme?

-Habla, Van Gulick, no me caracterizo por tener mucha paciencia.

-Bien… – no la soltó. –Fui por el vino dulce con Chuck, ¿tu mejor opción, en serio? – levanto una ceja divertido.

-¡Continua! – apuro.

-Tranquila… Te decía, fui por el vino a la oficinita de Chuck, él dijo que no tenía así que me dio una tarjeta de un tipo no muy lejos de aquí, compre el vino y tenia toda la intención de volver al loft cuando… En serio no me vas a creer. Se me acabo la gasolina, es verdad, Luna por Dios, créeme… - Luna mantenía una ceja levantada y sonreía lacónicamente.

-¿Ah si? ¿Y que? ¿Un dragón apareció y te robo el móvil?

-Eso… No, no fue un dragón. Iba a contestarte, pero estaba llevando la moto al camino del bosque, perdí tu llamada, cuando intente llamarte no tenia cobertura, ahora… – la jalo hasta donde tendió su ropa. Soltó por un segundo las muñecas de Luna y saco de uno de los bolsillos de sus jeans su móvil. –Se acabo la batería, ¿vez? – lo agito frente a sus ojos. Luna se lo arrebato de la mano y lo examino.

-¿Y porque no pediste aventón para volver?

Tristan sonrió como si la respuesta fuera obvia.

-Amor, dulzura, mi preciosa e inteligente fotógrafa… ¿me has echado el ojo?

Ésta frunció el ceño. Cruzo los brazos y lo miro de arriba abajo.

-Estas en calzones, seguro así consigues aventón más rápido…

-Solo si fueras tu la que cruza la autopista, perversa – poso las manos en su cadera. Luna desvió la mirada. –Nena, mi ropa esta sucia, con la pinta que tengo nadie se paro durante las 4 horas que estuve con el pulgar arriba pidiendo aventón.

-Hubieras regresado caminando a la ciudad y llamar de un teléfono público en la calle…

-Tienes respuesta para todo.

-¡Ush! – rezongo pateando las rocas. – ¿Que es lo que tiene la moto? ¿No pensabas dejarla aquí, es eso?

-Parte. Además tenía hambre… Dormí a la intemperie por si te lo preguntabas.

-No, no me lo preguntaba. Las únicas preguntas que abordaban mi mente era si tú eras un miserable arrogante como Jensen…

-No te atrevas a compararme con él… – gruño por lo bajo, cosa que a Luna paso de largo.

-Un día entero me pareció una eternidad, Tristan. Pensar que podía ser un año, tres, cinco… Ilusionarme de nuevo… Tu que eres lo mejor que me ha pasado después de mis amigas…

-Preciosa… – rompió la distancia que los separaba y la abrazo. –No quería asustarte, en serio que no. Todo indica que moverías cielo, mar y tierra…

-Y cruzaría los Infiernos por ti – agrego orgullosa. –No me dejes de nuevo para ir por vino…

-Lo juro.

-Y para todo esto, ¿Dónde está el vino? – pregunto minutos después de estar abrazados.

-En la moto. ¿Y para todo esto… Chuck en serio era tu mejor opción?

Luna se separo de él, ignorándolo, y rebusco en las bolsas, cuando encontró el vino lo examino.

-¿Traes destapa corchos?

-¿Tengo pinta de ser un barman de autopista? – se acerco y se recargo en la moto.

-¿Con que pensabas abrir el pez de cualquier forma? – contraataco meneando la cabeza.

-Buen punto – la señalo y metió la mano a las bolsas de la moto y saco una navaja suiza. –Aquí, dame, yo lo abro.

-No, yo puedo hacerlo – se la quito de la mano. Le quito los seguros de calidad a la botella y abrió la navaja para sacar la herramienta en forma de rizo para abrirla. Enterró la punta en el corcho y comenzó a darle vuelta. Un “glup”, se escucho. –Dejémoslo respirar – ordeno. Medio enterró la botella en la húmeda tierra y ella comenzó a desnudarse.

-¿Qué haces?

-¿Qué parece?

-Parece que intentas seducirme.


-Nop – negó con la cabeza. –Mi ropa esta sucia, si seré yo la que pedirá el aventón, al menos tengo que lucir como damisela en apuros – tomo sus jeans y lo enjuago en la corriente del rio. Los dejo en las rocas secas lo más lejos de la orilla, así como su blusa. Sus Chuck Taylor serian lo de menos, termino de quitarles el barro y los dejo al lado de sus jeans.

En ropa interior y frente a los ojos hambrientos de Tristan deambulo en las cercanías en busca de leña. Formo un pequeño tipi rodeado por rocas secas y rebusco en su maleta un encendedor.

-¿Cómo sabias que estaba aquí?

-Imagine que querías pensar. Debí acompañarte a comprar el vino, pero entonces nadie te hubiera rescatado. Me debes una – arranco una hoja de su agenda, esa que llevaba a todos lados, para avivar el fuego. Éste estuvo listo. –A comer…

-¿Puedo preguntar que traes en la maleta?

-Ajá – saco el contenido. Dos bolsas de malvaviscos extra grandes. Manzanas y naranjas. Un paquete de salchichas y barras enormes de chocolate. –Si tenías intención de perderte, podías haberme avisado antes.

-Pudiste traer una casa de campaña también…

-Y tu un tanque de gasolina extra – ataco levantando la ceja.

-Dame un malvavisco mejor – se rindió finalmente. Pero lejos estaba de darle tregua a Luna con las preguntas que no respondió. –Así que dime… – tomo una rama delgada y atravesó dos malvaviscos, para acercarlos al fuego. –Chuck, ¿tu mejor opción?

Luna dejo de soplar contra el humo que desprendía uno de los malvaviscos que iba a llevarse a la boca. Lo miro un momento y sonrió apenas levantando la comisura de su boca.

-Somos amigos.

-Eso no responde mi pregunta – atajo serio.

-Chuck dijo eso, que él era mi mejor opción… Cuando…

-¿Cuándo que? – presiono, recargo los codos sobre sus piernas cruzadas y la miro con descaro.

-Cuando nada. Somos amigos.

-¿Tuviste algo que ver con Chuck?

-Lo que sea que diga arruinara tu orgullo – dijo misteriosa.

-No lo arruinara, amor. Dime, ¿te acostaste con él?

-¿Por qué quieres saber? ¿Me dirás con cuantas te acostaste tú?

-Si quieres te lo diré – mordió el extremo del malvavisco.

-¿Esto es como esos juegos de la preparatoria donde dices el pecado y no el pecador?

-Al revés, preciosa, dirás el pecador, el pecado, bueno… es pecado al fin – levanto un hombro con obviedad.

-Chuck y yo siempre seremos amigos. Una chica nunca dice sus secretos – dijo sin más y bajo la mirada. Tristan la observo. Ella jamás confesaría, era una chica, era su prometida y era su Luna aun por sobre todas las cosas. Lo cierto era que no quería saber si se había acostado con Chuck, con Jensen, ni con Evan, el tipo que miraba con intensidad a Luna el día de la fiesta en el loft. Sabía que era suya ahora. Tan solo quería jugar con su mente un poco…

-¿Te gusto?

-¡¡Eso que tiene que ver!!

-Nada, solo quería que te sonrojaras. ¿Qué quieres saber de mí?

-¿Con quién perdiste la virginidad?

-Clemence, era… La conocí en Francia recién que deje el Internado en Londres y fui a ver a mi hermano. Ella… - Luna lo miraba frunciendo, apenas perceptible, el ceño. –Ella era una prostituta que mi hermano pago para mi… – la morena abrió la boca. –Lo juro. Era… una prostituta, la más cara de Francia. Era pelirroja de ojos verdes.

-¿Los disfru… taste?

-Era un joven de 17 años, ¿Qué esperabas que sintiera si mi hermano me compra una mujer exuberante que conocía el cuerpo masculino de norte a sur?

-Supongo que gozaste – pudo ver el sonrojo de sus mejillas aun con las llamas del fuego bailando en sus orbes grises.

-¿Y tu?

-Evan era mi novio cuando la perdí. Fue lindo. Y meses después, cuando terminamos la preparatoria, él se fue a España…

Antes de decir algo estúpido, se acerco a ella y le paso un brazo sobre los hombros.

-No me vas a creer, pero después de Clemence yo…

-¿Qué?

-No tuve novia.

-¡Ajá! – rodo los ojos.

-Salí con varias chicas. Christine, su hermana Serena, Samantha que resulto ser su mejor amiga, y un par más que… no recuerdo sus nombres.

-Dijiste que no habías salido con Samantha.

-Salir solo es un decir. Me encontré con ella un par de veces en un bar y… no debes mezclar el alcohol con…

-Detente – cerró los ojos e hizo un gesto de asco. –Entiendo lo esencial. Eres hombre al fin y al cabo. ¿Por qué diablos comenzamos este tema?

-Quería saber contra quien compito.

-No tienes competencia.

-La tuve, modestia aparte, la vez que Chuck y su estúpido flequillo fue por ti en moto, o cuando Jensen te esperaba al salir de la Editorial o las semanas enteras que Evan te dejo afuera de la editorial… La tuve, y fue… ¡Dios!  - gruño al cielo. –Sentía que me apretaban las bolas – clamo. Descubrió la suave sonrisa que escapo de los labios de Luna. –Te encanta verme sufrir, ¿ah? – tomo su barbilla. –Dilo, te encanta…

-Cualquier cosa que diga lastimara tu orgullo.

-Solo será lastimado si dices que son más grandes que yo, así que nena, tendrás que mentir – tomo una de sus manos y la pego a su entrepierna. –Miénteme.

Luna abrió la boca. Tristan choco los dientes, al sentir la pequeña mano de ella comenzar la exploración. Sus orbes grises brillaban mezclándose con el rojo del fuego, calentándolo con brazas ardientes. Ella lo estaba disfrutando, lo sentía.

-Tu eres mi única opción – relamió sus labios. –No tengo que mentir, eres mejor…

-Te amo, ¿lo sabes?

-Tengo una ligera idea – dijo ladina masajeando aun bajo la tela de sus calzoncillos. Disfrutando de la carne caliente que se estremecía bajo su palma. – ¿Sabes por que? – él negó con la cabeza. –Porque la primera vez que te vi, literalmente, perdí el piso…

-Ya… – gimió, la mano de Luna viajaba con maligna lentitud por toda su extensión. –Lo recuerdo. Yo te lleve al hospital, te levante del suelo y baje contigo sobre mis brazos hasta la ambulancia…

-Yo te amo más – aseguro Luna con un brillo peculiar en los ojos que Tristan leía como amor, adoración y pertenencia.

Cuando el vino se termino y la segunda bolsa de malvaviscos peligraba de igual forma, Luna comenzó a vestirse. Después, por supuesto, de satisfacer sus antojos y zambullirse en el rio.

-Podía jurar que querías seducirme – Tristan se recargo sobre sus codos, aun en calzones.

-Solo quiero volver a la comodidad de nuestra cama – ato las cuerdas de sus Chuck Taylor y recogió las sobras de la comida que había llevado. –Seria de ayuda que te vistieras y esperaras entre los árboles, un hombre no puede hacer el trabajo de una chica – le guiño el ojo, termino con los botones de su blusa de algodón, dejando a la vista el canalillo de sus pechos.

-Como diga, capitán – Tristan se vistió y obedeció.

-Y acerca la moto a la orilla. Tengo un plan…

-¿Por qué siento calosfríos cuando dices eso?

Luna cruzo al otro lado de la autopista, Tristan se oculto entre los árboles. Habían pasado 10 minutos cuando una camioneta que llevaba dos motos de carreras en la parte de atrás se detuvo.

-Hola, preciosa, ¿podemos ayudarte? – uno de los hombres, el que manejaba, se orillo a la acotación. Su cabello corto a la moda era rubio y su piel blanca, con ojos pálidos azules, su ronca voz no agrado a Tristan que estuvo a nada de salir de su escondite para hacerle saber al tipo que Luna no estaba sola.

-Gracias por detenerse. Si… la moto de mi… tonto ex novio se quedo sin gasolina… esa – Luna señalo al otro lado de la acotación, la moto de tanque azul eléctrico de Tristan estaba recargada en un árbol.

-¿Me pregunto cómo es que una chica tan hermosa como tu puede manejar una moto de esa magnitud? – el rubio bajo del auto, su acompañante lo imito.

-Una chica no puede revelar sus secretos – Luna encogió los hombros y apretó sus pechos con sus antebrazos. El rubio no le quito la mirada.

-Podemos llevarte, ¿A dónde te dirigías?

-A la ciudad, pero no puedo dejar la moto aquí, es muy valiosa para mí…

-Es verdad, es una belleza como su dueña – atino a decir el otro hombre con voz grave y seductora. Luna tuvo la decencia de sonrojarse. –Tenemos un tanque de gasolina. Veníamos de una competencia de motocross.

-¡Wow! ¿En serio? – fingió sorpresa como una actriz ganadora de un Oscar. Tristan los miraba atentos, apretando la navaja suiza entre la mano derecha. Cualquier señal de violencia él saldría de las sombras. Ese había sido el trato.

-Así es preciosa – el rubio bajo el tanque de gasolina de su camioneta y cruzaron la pista para abrir el tanque de la moto de Tristan. Luna no dejaba de sonreír y agradecer como posesa.

-Muchas, en serio, muchas gracias… – estiro la mano para estrechar la mano del copiloto.

-De nada linda, toma, mi tarjeta – el copiloto le tendió una tarjeta de presentación y aparto un mechón de cabello de Luna para llevarlo detrás de su oreja. –Quizá quieras ver alguna de nuestras competencias después…

‹‹Después de que te corte la garganta, primor››

Tristan ansiaba saltarles encima y hacerlos pedacitos.

-Seguro que si, gracias.

-¿Segura no quieres que te llevemos? Tenemos espacio para tu moto atrás y la cabina es grande para los tres… - el tono de insinuación por parte del rubio tenso a Tristan.

-Oh no, estoy bien… - formulo un puchero. –Gracias, chicos, en serio…

-Ok, buena tarde, preciosa.

-Igual, adiós – los acompaño a la camioneta y agito la mano con entusiasmo cuando se metieron a la pista y se alejaron. Hasta que no doblaron una curva fue que Luna le arrojo las llaves de la moto a Tristan que salía de entre los arboles con el cabello más despeinado. –Te lo dije – hizo el puchero de nuevo y apretó sus pechos con los antebrazos. –Un chico no puede hacer el trabajo de una mujer.

-Ven acá y dame un beso – la jalo de la cadera y la beso con ardor. –Tendrás que ser damisela en apuros cuando lleguemos a Nueva York – apretó su trasero entre sus manos y absorbió el jadeo de sorpresa que Luna suspiro contra sus labios.

Tristan dejo la moto en el lobby del edificio donde vivían. Luna apenas podía con su alma, el día había sido muy largo. Justo en el momento en que entraron al loft, su móvil sonó.

-¿Hola?

-¿Dónde estabas?

-Encontré a Tristan, ahí no tenia cobertura… - Tristan le quito el móvil. Sabía que era Renata quien estaba del otro lado de la línea.

-Renata, hola, habla Tristan. Lamento haberte asustado, Luna está bien, más que bien – paso los ojos por la silueta de Luna que fruncía el entrecejo. –No tienes nada de que preocuparte ahora, ella va estar ocupada las próximas 72 horas siendo mi damisela en apuros… Le mando saludos a Jules. Cuídense, adiós – colgó sin dejar que Renata dijera una palabra más. –Ahora desnúdate…

-Hazlo tú – Tristan dejo su móvil sobre el comedor y la tomo de la cadera para llevarla a su habitación.

Sin decir más nada desabotono su blusa y comenzó a besar la carne expuesta de sus pechos. Los ruidos ansiosos de Luna lo estaban poniendo caliente. Termino los botones y arrojo la blusa a algún rincón. Sonrió ampliamente, de la forma que más le encantaba a Luna, mostrando la blancura de sus dientes. La sentó en la orilla de la cama después de abrir el botón de sus jeans, pero se arrepintió cuando ella iba a recostarse en el colchón.

-No, así no… - dijo. La puso de pie y él se arrodillo ante ella. Bajo sus jeans, dejándola en ropa interior y descalza. Su nariz quedaba a la altura de su ombligo. Cuando Tristan masajeo su botón sobre sus bragas, Luna perdió el equilibrio y se derritió entre sus manos. –Ya estás muy…

-¡Mmmh! – Luna mordía sus labios y miraba el techo. Enterró las uñas en los hombros de Tristan para no caer de nuevo ante los azotes de placer que un solo dedo le regalaba. – ¡Mmmmh! – prolongo el gemido gutural de su garganta cuando sintió dos dedos de Tristan masajear su centro, aun sobre la tela de algodón de sus bragas.

La llevo hasta el escritorio y la hizo sentarse. Hizo sus bragas a un lado y continuo el masaje tortuoso y lento sobre su ya de por si húmedo centro. La cálida humedad de su cuerpo facilitaba los movimientos de los dedos de Tristan sobre ella. Una capa de sudor perlo su moreno cuerpo, al tiempo que ella no dejaba de retorcerse de placer. Victorioso, Tristan detuvo sus dedos cuando Luna arqueo la espalda dispuesta a correrse. La mirada que le lanzo solo podía calificarse como de odio.

-Shh… – la bajo del escritorio y la jalo a la cama donde él se tendió boca arriba y la jalo, aun algo tambaleante, hasta posar su húmedo centro sobre su boca.

-¿Qué demo…? – no termino la pregunta porque Tristan comenzó a devorarla. –Oh, ¡¡¡Dioooos!!! – chillo.

Luna apenas podía pensar. Recargo las manos en la ventana, moviéndose sutilmente para mostrarle a Tristan el camino a su propio placer.

‹‹Estoy tan… ››

Tristan noto la humedad que bajaba por sus muslos y también pasó la lengua por esos caminos misteriosos, para después introducir la lengua en su cuerpo, tomándola de la cadera para pegarla más a él. Luna quería romper sus propias bragas para sentirlo más y más dentro, para sentir las manos enormes de Tristan posadas en sus nalgas.

-Tr… Oh, si… ¡Mmmh! – olvido por completo el ritmo del mundo. Solo estaban ella y Tristan. El movimiento de su lengua y sus manos al masajear sus nalgas. Los gruñidos guturales del pecho de Tristan al saborearla con profundidad. Los ruidos de succión de su boca contra su botón. Y sus gemidos ahogados por gritos que se quedaban a medias por sus maldiciones y jadeos.

Se atrevió a bajar la mirada. Ahí estaba Tristan con los ojos cerrados, concentrado en una tarea de grandes magnitudes. Apremiando su placer. Su cabello largo se desplegaba sobre la almohada y su ceño fruncido lo mostraba seductor.

-Dime… Hab… Hab… Dime algo – pidió aferrada a los cristales de las ventanas.

-Que deliciosa estas, Luna – su fresco aliento choco contra la piel caliente de sus muslos.

-¡Más! ¡Más, dime más! – apenas podía hablar, así que reunió toda su voz en ese grito.

-¿Palabras sucias?

Se rio.

-Que no sean pañales desechables – bromeo mirando entre sus piernas, donde Tristan tenia los ojos abiertos y sus dedos no dejaban de atormentarla.

-Dame un segundo y tú lo harás por mí – dijo con voz cargada de suficiencia.

Tardo menos de un segundo en darse cuenta a que se refería el hombre entre sus piernas. Tristan tuvo que tomarla con fuerza de la cadera para que ella no desfalleciera sobre él. El placer fue tan fuerte que su cuerpo aun ardía cuando Tristan froto con fuerza su lengua en su centro, y la dejo terminar con blasfemias y gritos.

Sudando y agitada, Tristan la ayudo a recostarse en la cama. Finalmente él le quito las bragas que pasaron por su nariz antes de aterrizar en algún lugar de la habitación. Orgulloso de su trabajo, observo el brillo de sus piernas, néctar aun, de su tórrido orgasmo. Luna aun tomaba aire por la boca y arqueaba un poco la espalda, seguramente sintiendo los últimos espasmos de su clímax.

-Ven acá – una mano se poso en su nuca y la otra rodeo su espalda, así ella sirvió de manta sobre él, para besarla. – ¿Te gustan los caballos, Lu?

-La verdad me dan un poco de miedo – confeso. –Aunque me parecen…

-¿Lindos?

-Si – sus mejillas se sonrojaron apenadas.

-¿Te gustaría montar?

-No sé hacerlo…

-Mi Luna, claro que sabes… - puso las manos sobre sus nalgas y apretó. Luna jadeo abriendo grandes los ojos, sus pupilas se dilataron de anticipación. –Desnúdame.

Más que una orden, fue un placer.

Botón a botón, Luna abrió la camisa de Tristan y éste se la saco para recargarse en la ventana. Espero paciente, o fingiendo paciencia, mientras Luna abría el botón de sus jeans y metía una curiosa mano a sus calzoncillos y lo tomaba. Se encontraba totalmente duro, caliente y dispuesto para satisfacerla. Su mirada le resulto erótica e infantil; la inocencia quedo atrás cuando Luna lleno la palma de su mano con su néctar y ésta paso por toda su extensión tres veces.

Lento, suave, caliente.

Estuvieron en igualdad de condiciones después de que Luna domino a Tristan con la boca, solo un par de besos sobre su ingle y su cadera fueron detonante para que Tristan sintiera la cabeza darle vueltas.

-Hora de montar – anuncio Tristan con la voz ronca, cargada de placer y ansioso de explotar en ella.

La mirada de Tristan era de un profundo color pardo, mezcla entre azul, marrón y verde, sus mejillas con barba de días, que tanto le encantaba acariciar, arañaban deliciosamente la tierna piel de sus pechos. Y a cada sonrisa y ruido proveniente de la garganta de su amado, ella podía sentir la calidez de su centro correr por sus muslos.

Mordió su labio inferior al acercarse a Tristan, sentado, con la mano estirada para recibirla sobre su miembro febril y llevarla a un mundo donde solo ellos dos existían. Donde ella podía sentirse segura.

Lo monto, abriendo las piernas para rodearlo y se acomodo a un par de centímetros de la punta de su brillante miembro. De pronto sintió un hambre atroz. Sonrió relamiendo sus labios y mirando fijamente el duro mástil de Tristan.

-¿Hambrienta?

-Mucho… - contesto aun mirando hacia abajo, como si lo que le hablara fuera otro ente y no la voz de Tristan que chocaba contra sus pechos. Que con los dientes y una mano la despojaron de la única prenda que le quedaba, el sostén. Sus pezones saltaron a la boca de Tristan y, antes de que se unieran los beso y lamio como si de eso dependiera su vida.

Tomo sus nalgas y ayudo a abrir sus húmedos pliegues para hundirse en ella mientras mordía sus pezones.

Luna contuvo un gemido.

Sus caderas cobraron vida como magia. Ella sabía montar como la mejor de las amazonas. Se aferro a los hombros de Tristan, sintiendo su poderosa extensión en su interior, llenándola por completo. Había momentos en que sus caderas subían y bajaban con velocidad, después lento, hospedando todo el miembro de Tristan en su interior. Un segundo después, cuando él intentaba tomar aire, ella volvía a los rápidos y tortuosos movimientos, sin dejar que Tristan dejara de chupar sus pezones y gruñir mirándola a los ojos.

Aquella mirada era la más seductora que podía lanzarle o eso creía Luna, hasta que las manos de Tristan bajaron de su cadera a sus nalgas y la obligo a detenerse sobre su pene. El verde de sus pardos ojos se hizo aun más presente en su mirada y choco los dientes para comenzar el movimiento que volvió loca a Luna. Su pelvis subió y bajo con tal velocidad que Luna creía que el mundo se acabaría en ese instante y poco falto para que gritara por su liberación cuando la tortura se detuvo.

-¿Qué dem…? – jadeo.

-Haremos esto toda la noche, Luna – Tristan relamió sus labios.

Podía jurar que vio el cielo tapizado de estrellas apenas Tristan retomo los movimientos. Echo la cabeza hacia atrás, dándole libre acceso de la suave y salina piel de su cuello, mordió sus hombros al ritmo lento de sus embestidas. El mundo se desmoronaba dentro de Luna o quizá comenzaba a crearse porque ella solo podía gritar como posesa y jalaba los largos cabellos de Tristan entre sus dedos, pegándolo a sus pechos. Su magistral lengua recorría la rugosa piel de sus pezones y mordía apenas los mismos. Lejos de sentir dolor, aquello era una sensación de otro mundo. Si le sumábamos a todo aquello las manos de Tristan sobre sus nalgas, esas manos que no dejaban de apretar sus glúteos ni de menearla atrás y adelante, rozando su botón, mojándola más, al tiempo que su miembro brillaba por su suculento centro.

Creyó que moriría si no explotaba ya.

Y Tristan la torturo todo lo que deseo. Luna se mantuvo al borde al menos una hora entera, quizá más, no podía estar segura ahora, ya que mantenía el grito de su placer en la punta de su lengua y en la punta de Tristan.

Su liberación llego cargada de miles de sensaciones, aparte de la del mismo placer; su grito amenazo con despertar a los vecinos de todo el barrio. Incluso, pensó Tristan, podía clamarse como un grito de auxilio a no ser por los jadeos que expiraba su garganta cuando blasfemo y maldijo hasta el último de los Dioses del planeta. El sudor de su cuerpo se mezclaba con el de Tristan y su lengua danzaba con la de él como hechas para ser una misma y pelear en una lucha sin fin.

Él creyó que su labio sangraría, pues Luna lo mantuvo entre sus dientes, cuando un segundo, seguido de un tercero y el potente y desafiante cuarto orgasmo la partió en diminutas partículas que chocaron con la piel de Tristan para propiciar su propia liberación. Realmente no supo que numero iba, pero supo y sintió que se unió a ella justo al final del mayor de sus orgasmos, cuando Luna mordió su hombro y podía jurar que brotaron colmillos que le atravesaron excitantemente la piel. Colmándolo totalmente del placer de ella, como si fuera el suyo propio y viceversa.

Negar que había sido una de las mejores experiencias de sus vidas sería una gran mentira y les aseguraba un lugar en el más profundo de los Infiernos. Estar dentro de ella, y sentirse su dueño a la vez que su esclavo lo dejaba aturdido y satisfecho, quizá para un par de días, quizá semanas, pero como era un animal insaciable cuando se trataba de Luna, sabía que apenas pudiera mover las piernas él volvería a hacer gozar a su fotógrafa favorita.

Cayo dormida casi de inmediato, dándole la espalda y abrazando un almohadón de plumas largo. La sonrisa boba de su rostro mantuvo a Tristan despierto un par de horas. Hasta que él también se sintió aturdido, dispuesto a arrojarse al sueño reparador, abrazando a Luna y pegándola a su entrepierna, la escucho dar un respingo cuando lo sintió contra sus nalgas, pero un movimiento por parte de su cadera le hizo saber que no la incomodaba. Respiro el aroma del cabello de Luna, el calor de su cuerpo contra él y el sabor del placer en su paladar, todos mezclados por el suave ritmo del latir de su corazón unido al de ella y que la hacían más suya que nunca… Suya, por siempre.

Iba a abrazar a Luna y dormir, cuando el teléfono de la mesita de noche repiqueteo. Se estiro para que el ruido no despertara a Luna y contesto.

-Más vale que sea urgente – gruño.

-Hijo, nece…

-No quiero hablar contigo, George – bufo. Miro a Luna dormir tan placida, ajena a todo lo que lo golpeaba en su interior, la traición, la mentira; deseo jamás haber recordado nada, nada.  

-Yo jamás…

-Me importa una mierda, lo que tú y mi madre jamás quisieron decirnos… Porque por si no lo sabes, no solo me mintieron a mí, también a Julien. Y… Por favor – tenso la mandíbula, apretando el auricular hasta que sus nudillos blanquearon. –Déjame en paz.

-Tris, hijo…

-¡No soy tu hijo! – rugió fuera de sí. Luna se removió detrás de él. –No vuelvas a buscarme, ni tú, ni ella – colgó con violencia.

-¿Tristan? – adormilada, Luna se giro.

Podía ver su espalda con sus músculos marcados, tensos. Tenía el rostro entre las manos, y si no lo conociera mejor, pensaría que estaba…

-¿Tristan, que pasa? – se alarmo, se hinco sobre sus talones y le paso los brazos por el estomago. –Dime…

-Nada, cariño – se giro y beso su mejilla. –Duerme, mañana será un largo día.

-Te conozco, Tristan – sentencio. –Y se cuando me mientes.

-¿Qué te hace pensar que te estoy mintiendo? – aun en la oscuridad supo que formulo una sonrisa petulante.

-No respondes mis preguntas. Y siempre contestas mis preguntas – lo tomo de la barbilla. –Siempre, con esa sonrisa victoriosa. Dime que es lo que pasa, ahora.

Los ojos de Tristan miraron el suelo.

Luna supo que él no quería hablar de eso, y se alegro que esta vez, cuando metía su nariz en cosas de las que Tristan no quería hablar no le gruñera como la última vez.

-Cosas espinosas – lo abrazo.

Eran esos detalles lo que hacían amarla aun más.

Buscando sus labios en la oscuridad, la tendió en la cama y se coloco entre sus muslos. Él solo quería olvidar, y eso sucedía cuando la intensidad del amor de Luna lo atravesaba de polo a polo. Cuando sus manos lo chamuscaban con deleite y sus gritos lo excitaban y endurecían aun más. Su amor por ella era tan poderoso que se olvidaba del mundo cuando se perdía en sus ojos. Y era justo lo que quería esta noche…

abril 20, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 13

Ya se... u.u Me van a decir que estuvo bien cortito y que merezco un par o más, de golpecitos en las costillistas. Lo cierto es que estoy algo chispada. Tanto whisky de fuego y muchas risas y luego bang! No se porque.... Pero los capítulos numeros 13, siempre me salen como... Mmm, de... ¿cual es la palabra? De Transición, creo. De cualquier forma, espero lo disfruten, ya que, como siempre he dicho, se viene lo mejor xD Aunque paresca disco rayado. Se que lo disfrutaran, porque lo que sigue, ¡¡Uff!! Dioses... Lo amaran, tanto como yo♥ Enjoy ^^
 13. Palabras al viento


-¿Luna demandada? – Dorothea abrió grandes sus ojos. No llevaba las gafas de lectura puestas, así que Tristan logro ver el color marrón de sus ojos, cosa que lo extraño. Según él, su madre siempre había tenido los ojos azules, azules como los de Jules.


-Si, madre. Un imbécil la demando por, según – volteo los ojos y soltó un bajo gruñido – intentar apoderarse del Hotel Empire, si el de Noah – confirmo antes de que su madre lo interrumpiera. –El muy hijo de puta que la demando, asegura que ese es su hotel. Así que Luna está acusada de fraude.


-Que horrible – jadeo su madre. –Con razón está un poco distraída últimamente…


Tristan asintió.


No podía dejar de mirar los ojos de su madre. Quizá era la luz que se colaba por el ventanal detrás de ella, el sol de primavera iluminaba toda su oficina, sus cabellos parecían brillar, como si en realidad fuera plata pura lo que tuviera por cabello.


-Madre – aclaro su garganta. –Siempre me he preguntado… - tenía que tantear el terreno. Conocía a su madre y sabia que preguntas como esas, donde tocaban temas personales y de su pasado le disgustaban. Al menos él se dirigía lento a la pregunta en cuestión, Jules, su hermano, simplemente soltaba la pregunta como una granada sin seguro. Le valía un pepinillo si volaban cabezas o si la suya peligraba también con rodar por el suelo. – ¿Por que George, si es Hoppus… nosotros…?


-Tris, hijo – Dorothea se puso de pie y rodeo el escritorio. Siempre hacia eso cuando él tocaba ese tema. Cuando mencionaba a su padre: George. A veces sentía como si ella le ocultara cosas.


Además de que últimamente, desde el día en que llevo a Luna al rio, en su primera cita, una ola de recuerdos que sentía como suyos pero a la  vez los percibía ajenos lo azotaran cada noche.


La última noche había despertado sudando frio. La semana entera había tenido el mismo sueño…


Tristan y Noah eran altos aun para los niños de su edad. Siempre demostraron ser audaces. Julien por su parte, era un niño cauto y casi no hablaba. Era cuidadoso y perfeccionista, sus únicos amigos eran su hermano y su primo. Los tres eran un huracán cuando se juntaban, cuando su padre y el mejor amigo de su padre, al que siempre llamaban “tío Kei” salían a tomar aire fresco lejos de Manhattan y de todos los lujos a los que estaban acostumbrados. Dándoles un suspiro de alivio de todas las preocupaciones a sus padres y que sus hijos conocieran lo maravilloso del mundo aun sin tener un solo quinto en sus bolsillos.


Esa mañana, decidieron llevar a los niños a pescar. Los cuatro chiquillos daban saltos de alegría. Y al llegar al lugar prometido, corrieron todo el sendero hasta el rio. Los arboles con las hojas más verdes y el olor a tierra mojada, les llenaron de aire fresco los pulmones. El agua corría suave rio abajo, tan cristalina como el agua embotellada, pero con un sabor aun más delicioso. Un cielo azul, como nunca lo habían visto, les daba la bienvenida junto con un esplendoroso sol.  La naturaleza hacia de las suyas y los dejo con la boca abierta al menos por un minuto, hasta que los niños comenzaron a desnudarse para entrar en calzones a la fría agua.

-Tris, hijo. No subas tan alto, puedes hacerte daño.


El niño que ya tenía los cabellos tan largos que le cubrían las orejas asintió mirando a su padre.


-Estaré bien – grito de vuelta Tristan.


-¡Oh, vamos, Jimmy! Ya es casi un adulto – sonrió Keifer a su amigo de toda la vida: James; su hijo Noah, de piel morena y cabello negro, siguió a su primo hasta lo alto del acantilado. Ambos niños sonrieron a Ada que jugaba en la orilla del rio, juntando piedras negras para hacer un castillo. La niña agito la mano regresándoles el saludo y espero a que ellos saltaran.


-¡Salta, Tris! – invito Julien. El niño delgado y de brillantes ojos azules, iguales a los de su padre, estaba pegado a la pared de roca. Parecía un gato mojado, y aun así, quería demostrar valentía como su hermano mayor.


-Lo hará si tú saltas, Jules – dictamino Noah, que se sentía el rey del mundo a esa altura del rio. – ¿Cierto, Tris? – sonrió con complicidad a Tristan.


Tristan se inclino a ver el rio, y calculo la altura.


A esa tierna edad los 4 metros que los separaban del agua eran miles de metros para ellos. Se volvió a Noah y a su hermano con una enorme sonrisa.


-Yo saltare, no soy cobarde – anuncio serio.


Tomo aire y brinco.


Cuando el agua oprimió su pecho el aire se escapo de sus pulmones. Quiso salir a flote lo antes posible. El agua se arremolinaba entorno a él. Peleo con todas sus fuerzas, pero de nuevo el agua y la corriente y los remolinos que formaba la pequeña cascada no se lo permitían. Abrió los ojos y alcanzo a ver miles de burbujas que le turbaban la vista, después sintió una enorme mano ceñirle con fuerza la muñeca y después lo vio todo negro…


El sobresalto despertó a Luna que giro sobre su hombro y miro a Tristan adormilada.


-¿Estas bien? – se sentó en la cama y lo abrazo. –Solo fue un sueño, no pasa nada – aseguro.


-Voy  por un vaso de agua – beso la frente de Luna y salió de la cama.


No volvió hasta que estuvo seguro de caer dormido y de saber que a Luna la había vencido el sueño.





-Madre – se puso de pie también, siguiéndola hasta la parte de la oficina donde hacia las juntas. – ¿Recuerdas cuando papá nos llevaba al rio a nadar con el tío Keifer?


-Eso hace mil años, querido – dijo sin volverse para mirarlo.


-He tenido un par de recuerdos que…


-Querido – se giro y lo tomo del rostro, apretando un poco sus mejillas barbudas. –Eso está en el pasado, solo son sueños de un chiquillo de 5 años, amor.


-Lo sé, madre, solo…


-¿Qué es lo que te preocupa, cielo?


-Lo que dice Jules, ¿es cierto?


-¿Qué es lo que dice Jules? – la sonrisa que formulo en su rostro no lo convenció. Su madre estaba nerviosa, lo sabía. Nunca le tomaba el rostro a no ser que ella quisiera evitar que él mirara hacia otro lado.


-Que George no es nuestro padre.


-¡¿De dónde sacan tanta estupidez?! – grito soltando su rostro. Camino a la ventana y miro la ciudad.


-Contéstame.


-George es tu padre – dijo. Se giro hacia él. –Y punto – sentencio. –Ahora, ve a ver a Luna, ha estado nerviosa, seguro es por el juicio. Es todo, adiós.


-P…


-Es todo – agito su mano y regreso a su escritorio. Coloco las gafas de lectura sobre su nariz y comenzó a hojear un par de borradores que una hora antes le había enviado Lizzy.


Tristan suspiro. Su madre no le diría nada. Las respuestas que él necesitaba y que corrían por su mente, las buscaría en otro lugar.


Pero antes, necesitaba ver a Luna. Salió de la oficina de su madre.


-Hola, Tristan – se detuvo frente al escritorio de Monique.


-¿Eres la asistente de mi madre? – pregunto lo obvio, a lo que la chica rodo los ojos. Tristan contuvo una sonrisa burlona, no podía evitarlo; después de que ella estuvo encima suyo era lo mejor que su madre hubiera hecho por él.


-Si – bajo la mirada. Tristan pasó los ojos por su silueta. Había dejado atrás los vestidos diminutos donde mostraba sus largas piernas pálidas y caminaba orgullosa con esos stilettos de tacón de aguja; aunque no dejaba títere con cabeza pues ahora que pasaba la mayor parte del día sentada, usaba provocativos escotes que dejarían ciego a cualquiera, pero no a Tristan. – ¿Como estas? – paso una mano por su cabellera oscura, agitando las suaves ondas que su cabello largo. ¿Se suponía que ese ademan tenía que significar algo para él?


-Perfectamente, vine a ver a Luna. Buen día – se despidió cortes y camino hasta la oficina de Luna.


Toco con los nudillos.


-¡Pasa! – grito una voz desde adentro.


Entro. Encontró a Luna con unas gafas enormes pegada a la pantalla. Su cabello atado en una coleta, mostraba que había pasado las manos por su cabello y había soltado un par de mechones que enmarcaban su rostro. –Lizzy, aun me falta un retoque en las fotos de la perr… - Tristan aclaro su garganta. Luna subió la mirada de inmediato y jadeo. – ¡Tristan! ¿Qué haces aquí? – se puso de pie, rodeo su escritorio y lo abrazo del cuello.


-Vine a ver a mi madre, bueno… A ti – confeso. La tomo de la cadera y aspiro el aroma de su cuello. –Solo que pase a saludarla antes. Te extrañe, ¿sabes?


La noche anterior no habían dormido juntos, es decir en el loft que Tristan había comprado. Luna tenía que hacer un par de fotos para la edición de Mayo de la revista y tenía que ser en el pequeño estudio que estaba en su departamento. La sesión había terminado hasta altas horas de la noche y tenía además, que retocarlas un poco.  


-También te extrañe. Hoy vuelvo al loft…


-Que alegría – Tristan busco los labios de la chica, y una vez que los encontró se sacio de su sabor. –Iré… Te dejo, vuelvo más tarde por ti – dio un último beso sobre sus labios y la dejo en el suelo. –Te amo.


-Yo te amo el doble – aseguro Luna, levantando una ceja. Su mano acaricio la mejilla barbuda de Tristan. Adoraba cuando hacia eso.


-Mentiras. Nos vemos más tarde… - Luna lo acompaño hasta la puerta de su oficina. –Anda, no quiero que Dorothea te grite.


-No me gritara.


Tristan meneo la cabeza, divertido. En el pasillo, estaba Monique. Volteo los ojos. La chica retocaba su maquillaje y se pintaba aun más rojos los labios. Se giro a Luna y la tomo de la cadera para darle un beso tan caliente que Luna se humedeció de inmediato. Tristan tenía la necesidad de dejar muy claro a quién pertenecía, y que la única dueña de su corazón era Luna, no quería perderla por malos entendidos y porque la zorra de Monique, él no pensaba así de ella, pero sabía que Luna le diría zorra, lo estuviera acechando por las esquinas. Se negaba a perder al amor de su vida por una chica que no sabía lo que quería y que se rebajaba a ser simplemente una buscona.


-Te amo, Luna – la bajo de nuevo en el suelo.


-Lo sé – articulo Luna con las mejillas rojas. –Ella sabe que eres mío, Tris – dijo un segundo después. –Todo mío.


-Todo tuyo – finalizo. –Nos vemos más tarde.


Dicho eso, salió de la Editorial.


Aun en la calle, cuando iba montar su moto, podía sentir el sabor de Luna chocar contra su paladar. Sus ojos grises mirarlo con amor. Soltó un suspiro antes de calarse el casco y arrancar.


Solo tenía un lugar a donde ir, a donde pensaba que responderían sus dudas con total sinceridad sin darle la vuelta o evitarlo.


La galería de su padre estaba abierta como todos los días y el dulce aroma del café se mezclaba con la suave música que escuchaba apenas entrabas al local. En la barra estaba la mesera nueva, ahora que se había ido Jennifer a trabajar de planta a Sparks CO, su padre había buscado otra chica igual de activa que Jennifer. La chica de piel bronceada y ojos como la miel quemada le sonrió amable.


-Aquí está el menú – índico acercándole un tríptico colorido.


-¿Esta el señor Hoppus? – se sentó en los bancos altos de la barra, la chica le había dado la espalda mientras manejaba la maquina del café.


-Esta arriba, con Vincent – informo la chica. –No tardara… En un segundo te atiendo.


La chica salió detrás de la barra y entrego los café que acababa de preparar. Paso las manos por su largo cabello, angustiado en parte y ansioso la otra mitad.


Cuando la chica regreso le pidió un café americano y una dona glaseada. Traslado su angustia a una mesa alegada de la puerta, donde él podría maldecir a gusto y a sus anchas. Recargo la espalda en la pared de ladrillo rojo y se permitió mirar a la gente que entraba a la cafetería. Sus sentidos se inundaron del dulce sabor a caramelo y café que revoloteaba por el aire de la Galería. Y de pronto se vio sumergido en un nuevo sueño…


-¿Y crees que así de fácil podre olvidarme de mis hijos, Dory? – una voz fuerte, ronca, firme y notoriamente molesta se colaba por debajo de la puerta de su habitación.


Jules su hermano estaba profundamente dormido, abrazado a un dinosaurio verde de felpa que su padre le había comprado. Tristan miro a su hermano asegurándose de que estuviera dormido antes de bajar de su cama, que estaba al lado de la de él, en el otro extremo de la amplia habitación; camino de puntitas hasta la puerta y abrió un poco. La luz del pasillo entro, tuvo que entornar los ojos para acostumbrar sus pupilas al cambio de iluminación. Su habitación se veía gris, comparada con la blancura que brillaba fuera de ahí.


En el pasillo largo de piso de mármol blanco se veía la espalda de un hombre alto con cabello entrecano marrón. Se atrevió a asomar la cabeza, aun a gatas sobre la alfombra de su habitación, y alcanzo a ver un remolino de cabellos blancos. Su madre tenía los ojos marrones bien abiertos, las mejillas húmedas y hacia ademanes con las manos.


-Dory, no entiendo…. Yo te amo. Te amo… - el hombre intentaba acercarse a ella.


-¡No! No me amas, estabas con ella, la abrazabas… Ella, ella que era mi mejor amiga… ¡¿Cómo pudiste?!


-Dorothea, si, si la abrace, pero no significa nada para mí, yo te amo, te amo… ¡Maldición entiéndelo!


-¡NO! – rugió su madre y Tristan pego un brinco que le hizo golpearse la cabeza con el pomo de la puerta. El chillido que formulo, hizo que sus padres se giraran a él. Las lágrimas que cubrieron sus ojos no dejaban que los enfocara bien. Aunque no podía olvidar el par de ojos eléctricos y azules que lo sostuvieron de cerca entre brazos fuertes.


-Tranquilo, Tris, vas a estar bien. Solo fue un golpecito – la voz ronca, dura y amistosa de su padre calmo al niño e hizo que dejara de moverse mientras su madre examinaba detenidamente la cabeza de su hijo con un algodón impregnado de alcohol.


-No tiene nada, James, esta bien – Tristan busco la voz de su madre con los ojos. Su madre tenía una sombra debajo de los ojos, su rostro fino y nariz perfilada, sus ojos marrones y la sonrisa tibia que le regalo, no eran ni un fantasma de lo que había visto hace unos minutos.


-¿Papá? – susurro aun entre el cuidado de sus padres.


-Dime, Tris – la fuerte mano de su padre, despejo la frente de Tristan.


-¿Tu quieres a mamá?


-La amo, Tristan – dijo su padre. Y eso basto para que Tristan lo abrazara con fuerza. Su perfume, una mezcla de madera, con tabaco y whisky lo adormilo…





-James…


-¿Tristan, hijo?


Abrió los ojos. Esperaba ver al hombre que rondaba sus sueños, que era parte de una vida que tuvo cuando era un niño… Cuando era un niño, antes de que se…


-¡Me golpee la cabeza! Por eso no lo recuerdo – se puso de pie. –Si, si, lo conozco… - metió las manos dentro de su cabello mientras daba vueltas y sus recuerdos, que ahora los sentía más suyos, se arremolinaban a su alrededor.


-Tristan, hijo, ¿de qué hablas? – George intento detenerlo.


-George, George Hoppus – Tristan le miro. El hombre que estaba frente a él era su padre, o al menos eso le dijo su madre todo el tiempo. Con todo eso, no podía negar que lo quería, había estado con él todo el tiempo, apoyándolo, dándole consejos, todo lo que un padre hace con sus hijos, él lo hizo. Y aun así, la mentira estaba grabada en su mirada celeste, pero para nada como la del hombre de sus recuerdos o el tono altivo de su hermano. –Dime quien es mi padre, George – no lo pidió, lo ordeno.


-Soy tu padre, Tristan. ¿Qué es lo que pasa?


Tristan sonrió con sorna. Paso el dorso de su mano por su boca, sentía la bilis acumularse debajo de su lengua.


-Pasa que no eres mi padre, ni el de Julien. Solo dilo, acéptalo.


-Tristan, hijo… - George desvió la mirada. – ¿Como lo supiste? ¿Él te lo dijo? – Tristan no vio el miedo en su mirada, él solo podía leer la traición de un hombre que consideraba su amigo, su padre, sobre todo la traición y la mentira de su madre. Él mismo se sintió un rufián cuando miles de veces le dijo a Julien que estaba loco por pensar que George no era su padre o que eran medios hermanos. Ahora todo estaba claro.


-Así que esta vivo. Él, mi padre… - la voz salía de su garganta desgarrando su alma. Verlo a los ojos, a su padre, a la mentira que su madre creo para él, no era más que solo una daga que retorcían contra su corazón.


-Hijo… - Tristan levanto la mano, evitando que George lo tocara.


-No, no ahora… No puedo con esto… - tomo su chaqueta y empujo con el hombro a George que intento detenerlo.


Su hermano tenía razón después de todo. Su madre era una mentirosa. Pero… ¿Quién era su padre entonces?


Monto la motocicleta y arranco hacia ningún lugar. La presión en su pecho aumentaba, crecía, lento, dolorosamente asfixiándolo burlonamente. Tenía que pensar, tenía que alegarse de todos, de la mentira de su madre y pensar… Pensar…


Tomo la autopista e ignoro una llamada que resonaba en el bolsillo de su chaqueta cerca de su corazón. Solo habría una persona que lo llamaría; Luna. Podía apostar que lo había visto extraño y que por eso llamaba, solo que ahora él no podía hablar con tranquilidad, mucho menos con coherencia. Solo podía pensar en el viento colarse por su cabello, el motor de la motocicleta rugir entre sus piernas y sus manos aferradas al manubrio en un intento de no salir a golpear a George o a quien quiera que fuese su padre…


El repiqueteo de su móvil seguía vibrando en su chaqueta. Se detuvo y envió un mensaje.


“Iré por vino, dulce como te gusta. Te amo”.


Mintió, al menos en la parte del vino.


¿Tenia que correr a decírselo a su hermano? ¿Desatar una guerra en su familia y hacer pedazos a su madre como ella hizo con él y su hermano? Si él fuera tan miserable y ruin y el demonio de su hombro izquierdo fuera la voz de Julien eso haría. Sabía que su hermano primero le gritaría cosas a su padre, para que después le reventara la cara a George, y finalmente buscaría a su padre aunque no tuviera ni la menor idea de quién era. No podía buscarlo, no sabía su nombre… ¿o si?








-¿Diga?


-James, soy…


-Ya sé quién eres George, y también sé lo que no eres – dijo James Deline. Estaba sentado detrás de su escritorio, en su oficina en León. – ¿Que es lo que quieres? ¿O qué es lo que quiere Dorothea ahora?


-No sé como paso – comenzó, ignoro las preguntas retoricas. –Tristan esta recordando…


El aire de los pulmones de James escapo de su cuerpo. Se irguió sobre el asiento, donde antes tenía los pies sobre el escritorio y lanzaba dardos hacia la madera redonda que estaba detrás de la puerta, ya había al menos 3 dardos incrustados justo en el centro.


-¿A qué te refieres?


-La tarde en que los llevaste al rio y él cayo…


-¡Ya lo sé! Cuando se abrió la cabeza y decidimos dejarle crecer el cabello tanto como para que la cicatriz de su nuca no se viera, lo sé – gruño. –Él era un niño, se suponía que… -suspiro. –Dorothea, ¿lo sabe?


-Quería llamarte primero.


-Ya… - rasco su mejilla. –Bueno, todo lo que sube, tiene que bajar, ¿no es lo que dice la gente? Supongo que ya es hora de que “mis” hijos sepan que tu, el mariposon, no eres su padre…


-James, no estoy jugando.


-Yo tampoco – refuto. –Si mis hijos quieren saber que sigo aquí, de pie, justo en la ciudad que Dorothea me hizo abandonar… pues que lo sepan – sentencio.


Hace años había jurado jamás volver a Manhattan, eso después de que Dorothea creyera la mentira de que él la había engañado con su mejor amiga Vico. Eso fue un golpe duro para James y sus hijos. Tener que dejar todo atrás, incluso su apellido para desaparecer de la vida de sus dos únicos hijos, de su familia. Ojala jamás hubiera jurado nada, y ojala su orgullo le permitiera romper promesas… Promesas que lo hacían sentir con una fuerte soga al cuello, que con cada año que pasaba lejos de su familia se ceñía más y más a su carne. Atormentándolo cada noche, cada día… Bueno, al menos podía ver algo de luz en ese oscuro túnel de miseria al que él mismo se arrojo; uno de sus hijos, y podía jurar que el que más se parecía a él estaba a su lado casi todas las noches, en el bar. Verlo era un alivio silencioso. Se veía reflejado en él, y había algo que lo hacía aun más parecido a él, no solo el color de sus ojos, si no el cinismo de su voz y el acido de su mirada. Él era su hijo, no había duda, lo supo apenas el joven había ido a pedir empleo, justo antes de la fiesta de Emily, una de las inversionistas del bar y dueña del mismo.


-¿Estas escuchándote? ¡Eso destrozara a Dorothea!


-¿Acaso no fue ella quien firmo mi sentencia de muerte? – recordó. –Haciéndome jurar jamás acercarme a mis hijos, pero ¡Tú que sabes de eso! No son tus hijos…


-No pienses solo en ti, James – George rugió. Estaba perdiendo el control.


-Créeme, no lo hago. Si ellos me encuentran, dejare de ocultarme en las sombras, George. Y creo que deberías decirle eso a mi mujer…


-Ex mujer – apunto. –Se divorciaron, ¿recuerdas?

-Ella no me ha olvidado. Aun tiene mi apellido en lo más alto del mundo de la moda, ex amigo – ataco. –Y créeme, usar el apellido de mi madre cuando soltera no es tan malo, pero quisiera que todos me llamasen de nuevo James Van Gulick, de la misma forma en que firmo mis cheques y todo lo demás… Sigo aquí, George, quiero que lo tengas en mente. Adiós.


Las chicas del Té de Lemmon

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