febrero 21, 2013

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 21

Creo que esta vez no tarde tanto como antes. Lo cierto es que estoy super emocionada a la vez que nostálgica por el final de Maldita delicia, pero tranquilas, que de vez en vez me traeré a esos deliciosos a dar una vuelta por estos lares y les mostrare "Lo que pudo haber pasado". Es decir, varios escritos locos que rondaron mi mente y que nunca fueron. Solo para que no se me aburran (:
Sin más... les deseo buena lectura. 
Nota del autor: Mi Ale, no sufras tanto. Las cosas tenían que ser así. Y él ya no es el pobre niñito. Te amo.

21. Amanecer


Luna entro a la habitación donde Tristan se recuperaba. Lo habían subido a piso después de, podía jurarlo, un día entero en el quirófano. Sorbió su nariz y camino lentamente hasta la cama donde él estaba tendido. Su cabello estaba revuelto sobre la almohada blanca. Se veía tan maltrecho. Debajo de sus ojos podía ver marcas negras, ojeras. Tenía las manos a ambos lados de su cuerpo, en una tenia la aguja que lo alimentaba vía intravenosa, mientras que la otra mantenía el aparato de su pulso activado. Se sintió aliviada al escuchar el constante ruido del aparato.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo miro quieta, sin atreverse a tocarlo, por miedo a lastimarlo. Aunque después de un rato, sus dedos cosquillearon y peino sus cabellos largos y marrones con sumo cuidado. Pasó un dedo por sus cejas y sonrió, dándose cuenta de lo atractivo y guapo que era. El reposo le sentaba bien.
-Ellos dicen que estarás bien – comenzó con la voz apagada. Se atrevió a bajar la mano por su brazo hasta encontrar su muñeca y buscar enlazar sus dedos con los de él.
Su piel estaba cálida y suave, al contrario de la de ella.
Ojala Tristan abriera los ojos. Como deseaba que él sonriera para ella y le dijera que todo iba a estar bien mientras la abrazaba con fuerza contra su pecho y besaba su cabello. Empero, él estaba recostado en la cama.
“Si despierta, eso será muy bueno. Nos dará aun más esperanzas”.
Luna mordió su lengua al recordar las palabras del médico que la había abordado en el pasillo. El doctor se veía cansado, y le dijo que había hecho todo lo posible para que Tristan se salvara. También le conto que Nicole Wildest había estado muy cercana a la operación y que ella, tanto como él y su equipo, sabían que Tristan se recuperaría.
-Perdóname, Tristan. Jamás quise que mi relación con… Con ese hijo de puta terminara en esto. Nunca. Perdóname… - sollozo.
Su cuerpo pedía que se arrojara el pecho de Tristan a llorar largo y tendido.
La bala había entrado por su cadera, no quería lastimarlo. Trago el nudo de su garganta y sorbió su nariz. Había tenido suerte de que no diera en algún órgano y que los ácidos de su estomago carcomieran a Tristan lenta y dolorosamente.
El dolor no desaparecía de su pecho, pero sabía que él iba salvarse. Le miro un largo rato, aun de pie, sosteniendo su mano hasta que la hermana de Emily, Nicole, entro a la habitación para monitorear a Tristan.
-Luna – saludo, con una enorme sonrisa. Así era Nicky, siempre con una resplandeciente luz en su rostro. –Tu novio es un tipo muy fuerte. En ningún momento su pulso ni presión disminuyo. No me cabe duda de que él se repondrá en menos de lo que tenemos planeado. Basta de lágrimas – se acerco a Luna y la abrazo. –Él está bien y puede escucharte.
-Gracias, Nicky.
La hermana pelirroja de Emily asintió y verifico el estado de los aparatos, tubos y mangueras a los que Tristan estaba conectado.
-Cualquier cosa que necesites, ya sabes donde esta mi oficina – Luna asintió. –Él estará bien, Luna. Lo juro.
Con eso ultimo, Nicole salió de la habitación y la dejo sola de nuevo. Luna se volvió a mirarlo.
-Entonces puedes escucharme, ¿ah? Apuesto a que te ríes ahora porque soy una llorona – sonrió. –Lo soy. ¿Y también sabes que soy? Una terca. Sé que nada de esto hubiera pasado si yo… - Miro su mano izquierda. El brillo de su sortija le hizo formular una amarga sonrisa. –Creo que la perra de Monique no es tan peligrosa como yo, ¿ah? Incluso Samantha. Esa maldita rubia hermosa – bufo. –Te vas a salvar, Tristan. ¿Lo prometes, verdad? – acaricio su mejilla barbuda. –Si… ¿Sabes? Ahí afuera hay mucha gente por tu culpa. Más de la que quisiera recibir y mucho más de con la que quisiera hablar. Incluso esta mi prima y sus amigas. Adam, el tipo que fue testigo a nuestro favor. Él es novio de una amiga de mi prima. Que pequeño es el mundo. El hermano de Renata que resulto ser novio de Lizzy. Muy pequeño el mundo. ¿No crees? – su voz tembló. –Quisiera estar aquí para cuando despiertes. Decirte que te amo y que jamás te olvidare. Pero esto es mi culpa y sabes que lo es – quito las lagrimas de sus mejillas con fuerza. Froto sus ojos y respiro por la nariz, odiándose más a cada segundo. –Encontrare el hijo de perra que te hizo esto y seguro pasare una eternidad en la sombra por eso. Pero sabré que estas fuera de peligro y que… No te hare daño de nuevo. ¿Sabes? Christine no es tan despreciable ahora. La has ayudado mucho. Ya no parece tan loca como antes. Mereces ser feliz, Tristan. Te diré un secreto… La primera vez que te vi, creí que había visto un Dios. Un hermoso y sexy espécimen de otro Universo. Y no te emociones, no eres tan guapo como piensas – rio amarga. Tomo aire profundamente, sabiendo que sería la última vez. Se inclino hacia el rostro de Tristan y beso sus labios. Hubiese deseado que fuera un beso mejor. Empero, tenía un montón de buenos besos que guardaría en su mente. –Te amo, Tristan. Más de lo que soy capaz y más de lo que podría definir. Perdóname. Dile a Julien que si le hace algo a mi Renata lo mato. Apretare tanto sus bolas que no tendrá una erección después – deseo que Tristan sonriera ante sus palabras. Que despertara y la detuviera. Espero un par de minutos hasta que no pudo más soportar la agonía que representaba una despedida y con una última mirada al cuerpo mallugado de Tristan dio media vuelta y camino a la puerta.

Estiro la mano para girar el picaporte cuando se dio cuenta de que aun llevaba la sortija de compromiso. Regreso al lado de Tristan, y girando su palma hacia arriba la coloco en su mano.
-Es hermosa. Seguro que si me tiraba al mar me iba hasta el fondo – bromeo. –Odio las cosas espinosas, Tristan. En fin… Te amo – beso su mejilla y emprendió, una vez más, el camino a la puerta.
-¿A dónde irías que no pudiera encontrarte?
Se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.


Lejos de la multitud en la sala de espera del hospital, Renata sostenía la mano de Julien.
Lo había encontrado en el jardín del estacionamiento meciendo su cabello como si quisiera arrancárselo.
Con miedo se había acercado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, Julien se giro para abrazarla.
-Estuve tan perdido. Tan solo, Renata. Tenía miedo…
-Todo paso. Estoy contigo.
-No hay nada más cierto que eso. Contigo… Le hubiera partido la cara a James si tu no hubieras estado detrás de él – Julien rompió el abrazo y se sentó en una banca de roca que estaba bajo una farola. La noche comenzaba a oscurecer el cielo, la brisa alborotaba los largos cabellos de Renata y sabía que Julien tenía frio, ya que su piel estaba erizada. Se sentó a su lado y tomo sus manos con las suyas.
-¿Sabes cómo se vuelve agresivo un perro? – la miro. Como era de esperarse, Renata frunció el ceño y negó. –Golpeándolo. En el Internado era el niño delgado y pequeño al que todos usaban como saco de arena. Me rompieron un par de costillas cuando, por accidente o al menos eso dijeron ellos, caí por las escaleras. Eran al menos cincuenta escalones. Cada uno marcado en mi cuerpo. Esperaba que mi madre fuera por mí a Francia y me sacara de ese horrible lugar. No fue así – Renata apretó sus manos y quiso decir alguna palabra de consuelo, no pudo. El dolor en los ojos de Julien la paralizo. Y él, pese a todo, continúo. –George fue un par de días a cuidarme al Hospital de la escuela, hasta que estuve lo suficientemente sano como para volver a clases. Lo siguiente que tuve roto fue el brazo. Estuve cerca de tener un brazo robótico cuando esos hijos de puta asustaron a mi caballo y caí. El animal estaba tan alterado que marcho sobre mi brazo – hizo un ruido extraño, entre risa y bufido. –Mi madre nunca apareció. Jamás nadie firmo mi yeso y estuve a punto de no entrar a la escuela de música por mi brazo roto. Mis dedos y muñeca estaban bien, pero yo tenía miedo de moverlo, no quería empeorar mi estado. George estuvo conmigo en las terapias y no supe nada de mi madre, salvo las mentiras que George decía por ella.
-Lo… Lo siento, Jules – Renata finalmente había recobrado el movimiento de su cuerpo y le abrazo.
-Yo también – frunció los labios. –Tengo tanto que reclamarle a Dorothea pero sé que no resolveré nada con eso. Sé que es mi madre, pero…
-¿Qué pasa entonces? – pregunto tímida.
-Quisiera que ella estuviera al pendiente de mí, como lo hizo con Tristan. Aun lo hace. Para ella no existo.
-No digas eso. Es tu madre…
-La escuchaste, Renata. Soy como mi padre, ella aun no lo perdona y dudo que comience a amarme. Soy la maldición de la familia.
-No lo eres.
-Realmente no me importa ser la patada en las bolas de alguien. Sé que Dorothea jamás querrá verme, todo ha quedado muy claro ahora. He vivido por más de veinte años sin una madre. Con un padre de mentira y con otro que me dio un trabajo para tener que comer y un lugar digno donde vivir. Y por sobre todo, te tengo a ti.
Aquellas últimas palabras la hicieron sonreír. Julien había madurado mucho desde que lo conoció. Cualquier otro día ya habría golpeado cualquier cosa y estaría maldiciendo a los cuatro vientos por el dolor que su madre le había causado. Aun con el dolor de sus ojos, él estaba tranquilo. No como fiera enjaulada.
-¿Sabes? – murmuro Renata.
-Dime – Julien tomo sus manos que justo se peleaban entre sí. Ella levanto la mirada y leyó de inmediato un halo de complicidad en sus ojos.
-No me pongas a tu madre enfrente, porque entonces me va a conocer.
Julien soltó una carcajada y la abrazo.
Le encanto ese tono lleno de promesas letales que escapo de esa simple frase. Si a él ya le había roto la nariz, deseaba con fuerza, saber que le haría Renata a su madre. Claro, era su madre, Renata lo había dicho, empero, saber que ella estaba dispuesta a todo por él era lo que lo hacía más feliz que nada en el mundo, porque él estaba dispuesto a todo por ella también.

Noah se acerco a ellos con dos vasos de café.
-No tengo whisky, pero si hay café negro gratis en aquella esquina – les tendió los vasos.
-Gracias, Noah – Sonrió Julien.
La cara de Noah casi lo hace reír a carcajadas.
-¿Qué? ¿Nunca habías escuchado un ‘gracias’, tarado?
-Ahora comienzas a sonar más a Julien que antes. ¿Qué te ha hecho esta chica para que agradezcas tan de pronto y por un miserable café negro con azúcar? – Noah miro a Renata y le tendió una mano. –Soy Noah, por cierto. Aun no nos presentan, soy su primo querido.
-Renata Cotty, su novia.
Julien comenzó a toser ante lo que ella había dicho.
-Seguro que te lavaron el cerebro.
-Vete de aquí, Noah, sino quieres que deje mi lado bueno y comience a patearte el culo.
-Seguro que si – le dio una fuerte palmada en la mejilla y se alejo.
-Tienes una linda familia – murmuro Renata.
Él se perdió en el esmeralda de sus verdes ojos. Sonrió como nunca antes lo había hecho.
-Tengo algo más que eso y tú lo ves a diario en el espejo – beso su frente. Dejo a un lado sus vasos de café y la abrazo. Iba a besarla a conciencia, cuando alguien aclaro su voz.
-¡Julie! – chillo una voz femenina.
A regañadientes Julien se separo de Renata, para encontrarse frente a frente con su prima Ada. La mujer, delgada y fina, con cuerpo de bailarina de ballet y cara de duendecillo, sonría a Julien con los ojos marrones brillando con intensidad.
-¿Quién es tu amiga? – Aun con una sonrisa estiro su mano a Renata. –Ada, su prima.
-Renata, mucho gusto.
-¿Son…? – Ada entrecerró los ojos.
Julien miro por un segundo a Renata.
-Somos novios – confirmo Renata.
-¡¿De verdad?! ¡Que maravilla! – Abrazo a Renata con fuerza. Ada no podía estar más chalada. Un segundo después, Julien espero el abrazo que seguro le sacaría el aire y lo pondría en ridículo frente a todos.
-Basta, Ada, me avergüenzas – bufo.
-Estoy feliz por ambos. La familia cada vez se hace más grande – sonrió. – ¿A que te dedicas, Renata?
-Soy contadora, trabajo en un bufete de arquitectos.
-Vaya – hizo una perfecta “o” con su boca de labios rosados. –Harás un hombre de bien al pequeño Julie.
Julien volteo los ojos y apretó la mano de Renata.
Renata acaricio la mejilla de Julien.
-Creo que él me hizo una mujer de bien a mí.
-Que tiernos. Bueno, no quiero avergonzar más a Julie, estaré por ahí…
-Puedo apostar a que sí.
-Más familia – suspiro Renata.
-Afortunadamente para ti, el tío Keifer murió hace años, si crees que esos dos – señalo con la cabeza hacia Noah y Ada – son patadas en las bolas, él era su padre. Ya puedes imaginarte que de divertida es mi familia.
-Lo son – Renata tomo su rostro entre sus manos. –Y soy tan feliz de estar en ella.
Su corazón dio un vuelco cuando Julien la beso.
-Te recuerdo que es a mi hermana a la que estas besando en un hospital.
Renata se separo de Julien con las mejillas rojas.
-¡Hey! ¿Qué tal, Vincent?
-No muy bien.
-Vince – regaño Renata. Su hermano tenía los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre su pecho. Claro, a falta de su padre, su hermano tenía que fungir como el amenazador de la familia.
-El día en que yo le haga daño a Renata – comenzó Julien – te enviare mis bolas directo a la Galería de George. ¿O prefieres cortármelas tú?
Vincent formulo una sonrisa de lado.
-Conozco esa cara – Julien le golpeo el hombro amistosamente. –Para que quede de constancia, necesito mis bolas para vivir, y necesito a tu hermana aun más. No necesito tus amenazas, Vincent.
-Tengo un cuchillo de doble filo en mi estudio en la Galería.
-Vince – gruño por lo bajo Renata.
-Y yo… – Julien sonrió. Aquella escena de hermano celoso lo divertía de cierta forma. Jamás lastimaría a Renata, así que sus amenazas solo eran palabras al viento – amo a tu hermana, no hay que sacar los cuchillos aun. ¡Ah! Tu novia te está buscando – señalo a una rubia con dos vasos de café en las manos.
-Te estaré vigilando.
-Dios, espero que no. Tu hermana y yo nos divertimos mucho cuando nadie nos ve.
-¡Julien! – jadeo Renata. Su hermano lo señalo y se fue al encuentro con Lizzy.



Luna se giro al escuchar esa voz.
-¡Tristan…! – jadeo.
-Si no me sintiera como si me hubiera pasado un camión encima estaría a tu lado y te habría detenido desde que comenzaste a hablar – apenas giro la cabeza sobre la almohada para verla.
Quiso erguirse y sentarse en la cama, al menos no se vería tan miserable como se sentía, un dolor punzante en su cadera no se lo permitió y tuvo que maldecir.
-No te vayas – dijo.
-Tristan – la morena tenía los ojos vidriosos.
Había sentido sus labios húmedos cuando se acerco, no supo hasta que la vio, que eran lágrimas lo que mojaba su rostro.
-No me importa morir por ti, Luna. Pero de una cosa estoy seguro, no podría vivir sin ti. Nunca más. Ya va… –levantando la mano. Callando una segura replica por parte de Luna. –Desperté escupiendo miel – quiso reír ante su broma, pero su cuerpo protesto apenas tomo una larga bocanada de aire por la boca. Agh, aire de hospital.
-¿Qué tienes? ¿Estas bien?
Las manos de Luna tomaron las suyas con cuidado. Estaban más que frías.
-Muy bien – sonrió.
-Te ves… pálido – no pudo evitar una sonrisa cuando Luna le tomo el rostro. Sus oscuros ojos lo miraron fijo y él solo deseo acercarse a sus labios y convencerla que no se fuera. La ataría a la cama de ser necesario. Y pensándolo bien, aun si no fuera necesario.
-Seguro que es por las sabanas blancas de este asqueroso lugar – bufo.
Cosa que no debió hacer, su cuerpo dolió.
-Tristan – gimió ella. Estaba enfermo, necesitaba escuchar esa voz de nuevo. Doblo la rodilla, del lado donde tenía la herida, de nuevo maldijo y Luna chillo su nombre una vez más. Casi podía sentir una mejoría.
Hubiera continuado de no haberse sentido culpable por el rostro compungido de Luna. Las estúpidas palabras de despedida de Luna aun zumbaban en su cabeza, él la estaría besando de pies a cabeza, aun contra las replicas de su dolorido cuerpo. No podía pensar en pasar una vida sin ella. La obligaría a quedarse con él.
-Estoy bien – paso una mano por su cabello, pero el tubo que tenia sobre el rostro, por donde respiraba interrumpió el camino. – ¿Que diablos…? – intento quitárselo, pero Luna no se lo permitió. Con una severa mirada desvió las manos de su rostro. –No puedo respirar con esto.
-Y no respiraras sin él – sentencio.
-No puedes obligarme – de nuevo intento quitarse aquel delgado tubo que entraba por sus fosas nasales.
-Si puedo – le dio un manotazo en la mano. –Detente. Te dejaras eso o hare que te aten a la cama.
-Preciosa, yo puedo hacer eso por ti, también.
Se sintió orgulloso cuando Luna abrió y cerró la boca como un pequeño pececillo, para que después sus mejillas se tornaran color canela. Busco su mano y pese al dolor punzante y seco que sentía la atrajo a su pecho para abrazarla.
-No te vayas, Luna. No me dejes. No te atrevas a pensarlo siquiera.
-Pero… Es mi culpa…
-Cierra la boca. No es tu culpa. No lo es…
-Lo es. Estas casi muerto…
-¿Cómo? ¿Casi muerto? – la alejo de su cuerpo y levanto una ceja. – ¿Esto te parece casi estar muerto? Preciosa…
-Deja de llamarme preciosa – gruño. Lejos de asustarse, sonrió.
-Mira, estoy bien. No te permitiré irte y si te vas, iré por ti.
-Estas mal, estas loco. Si yo no te hubiera conocido, tu jamás…
-Yo jamás, ¿qué? ¿Tendría un hoyo extra en el cuerpo? Después de un tiempo, amaras la cicatriz.
-Tristan – Luna negaba con la cabeza. –Es mi culpa. Jason, el hermano de Jensen está loco. Dijo que las cosas no se quedarían así y…
-Para este momento – interrumpió, ignorando la perorata de Luna – Hunter lo tendrá bien refundido en la cárcel. A menos que Jensen quiera terminar lo que su hermano hizo…
-¡No digas esas cosas! – esta vez sus mejillas estaban encendidas de furia. –Si algo te pasa, y si Jensen planea eso, que le diga adiós a sus bolas, porque yo se las cortare.
-Luna, si no estuviera tan dolorido, haría que repitieras esas palabras sucias para mí…
-Pues no pareces tan convaleciente – finalmente había torcido una suave, casi imperceptible, sonrisilla.
-¿Me estas diciendo que dejaras esa estúpida y absurda idea de irte lejos porque según tu, es culpa tuya que tenga un nuevo hoyo para respirar?
-No deberías hablar tanto, te acaban de operar, todo debe dolerte.
-Y me duele. Ahora responde – choco los dientes acomodándose en la cama.
-Tristan, yo…
-Señorita, la hora de visita termino – una enfermera entro a la habitación. – ¡Oh Dios! Señorita, tiene que salir… ¡Doctor, el joven Van Gulick despertó!
-Solo un minuto más. Me iba a decir algo importante.
-¿Y tu porque hablas tanto? Se supone que no debes o siquiera puedes hacerlo – reprendió a Tristan.
-Estoy mejor. Luna…
-Señorita, salga por favor.
-Estoy bien, déjeme – levanto una mano, alejando el estetoscopio que la enfermera iba a pegar a su pecho. –Luna, dilo.
-Señor Van Gulick, bienvenido a la tierra – el doctor entro a la habitación. – ¿Como se encuentra?
-Asqueado de este maldito lugar. Luna…
-¿Señorita Phellan, que hace aun aquí? Las horas de visita terminaron hace diez minutos. Debe irse, se ve cansada, lleva dos días sin dormir. Su novio despertó y créame, él está fuera de peligro.
-¿Lo escuchaste? Nada de esto es tu culpa. Luna, joder, ¡maldita sea!
-Cálmese. No debe agitarse…
-No debo hacer muchas cosas y sin embargo las hare. ¡Quíteme las manos de encima! ¡Luna, no dejare que te vayas de mi lado, nunca! ¿Me escuchaste?
-Tristan…
-Apenas salga de este maldito y asqueroso lugar te atare a la cama y…
-Sera mejor que vuelva mañana, señorita Phellan. Su novio está bien. La mantendremos informada – el doctor tomo los hombros de Luna y la llevo a la puerta.
-¡Tristan! – Luna se detuvo un paso antes de salir. –No iré a ningún sitio si no es contigo.


Estuvo tentada a salir por la puerta trasera del hospital, solo para no tener que cruzar por la sala de espera, donde seguramente todo mundo estaría. Desde sus amigos – pasando por Chuck, Evan, su amada Renata con el loco de Julien, Emily, Jennifer; todas acompañadas –, amigos de Tristan – Tyson, Hunter, quizá hasta su hermano mayor Marcus, que era amigo de Noah – sus padres, Dorothea y el señor Hoppus, incluyendo al señor Deline. Los de Luna no estarían porque se encontraban en Suiza, pero seguramente Jack su hermano les había informado de lo sucedido con Tristan. Su hermano estaría con Summer, su novia. Incluso su prima, claro, no podía faltar siendo novia del enorme primo de Tristan y no olvidemos a Ada, hermana de Noah; las amigas de Kenzi seguro que también estaban, había visto de refilón a Adam (el chico que trabajaba en Wyngarden CO) con Marion, Lizzy, y hasta el hermano de Renata, Vincent que resulto novio de su compañera rubia en la Editorial. No le sorprendería ver a Neal fumando en alguna esquina, cerca de una ventana.
Doblo una esquina que daba a la salida del estacionamiento, su plan de esquivar la sala de espera hubiera dado resultado de no ser por una suave y ligera nube de humo de tabaco, propiedad de Neal, derrumbo su plan de escape. Suspiro.
-¿Pensabas escapar por las sombras como los ladrones, Luna? – le dio una larga calada a su cigarrillo.
-No. Solo no quería ver a todos. Hay mucha gente esperando.
-¿Y tú para que crees que están todos aquí?
-Bueno, tu disfrutando de un día sin trabajo, ¿eh? – levanto una ceja. Era fácil hablar con Neal, después de todo el caos que reinaba en su cabeza, discutir con alguien que le siguiera el juego era placentero.
-Niña, cualquier día es bueno para morir, menos el domingo – señalo. –Dios sabe que fue todo un caos encontrar al forense el día en que mi madre murió. Bendito día escogió mi madre para morir. Hasta su último suspiro nos apretó las bolas – suspiro y soltó el humo también.
-¡Tristan no se va a morir, acaba de despertar! – chillo Luna alterada. Estuvo a nada de darle una bofetada.
-Era lo que quería escuchar, sin tanto grito, pero justo las palabras que tenían que salir de tu pecho después de tanto tiempo sin hablar. Que dicho sea de paso, en ti es todo un milagro. Me sorprende que no te hayas secado, tanta lagrima…
-¿Qué dices?
-¿Acaso tantas horas sin dormir te dejaron estúpida, Luna? No me respondas, niña. Dorothea me conto tu magnífica idea de volver a Lawrence y dejar al amor de tu vida, eso ultimo palabras tuyas, botado en esa apestosa cama de hospital. Debe ser que te falta un tornillo y de los gordos.
-¡No lo iba a dejar por gusto! Es mi culpa que él…
-Luna, escúchame bien – Neal, estaba bastante cansado de la testarudez de que Luna presentaba. Tenía, incluso, ganas de abofetearla. –No es tu culpa que Tristan quiera morir por tu bienestar. Ese viejo ex novio tuyo y su hermano tienen su merecido ahora. Métetelo en la cabeza o hare que te metan a la casa de la risa, tengo contactos ahí, no será difícil. Ahora – miro fijamente a Luna, ese par de ojos le llegaron al alma, paralizándola por completo – Tristan y tu están hechos el uno para el otro. ¿Por qué crees que el chico iba a diario a la Editorial? Créeme, nunca fue para ver a su madre. Si tu, pequeña necia, no hubiera aparecido en la Editorial, él sería un maldito Casanova por el resto de su vida. Tú lo salvaste de esa asquerosa vida que llevaba. Me preguntaba que día pescaba una enfermedad sin cura y su madre tendría que cortarle la verga para…
-¡Basta, Neal! – Luna removió su rostro, pero no escapo de sus manos. Firmes y curtidas, olían a tabaco. –Ya entendí. No es mi culpa que Tristan me ame tanto para interponerse entre una bala y yo. Créeme… - tomo aire, la imagen de Tristan tumbado en el suelo, cubierto de su sangre le lleno los ojos de lagrimas – yo solo…
-Una vida sin él, no sería vida, ¿no es así? – Neal enjugo sus lágrimas con la mayor ternura. –Niña, deja de pensar en pasado. Tristan está despierto. Deberías ir a darte un baño y volver con ese loco hombre que te ama como tú a él. Te ves muy mal, niña…
-Oh, Neal – las manos de Neal habían dejado de tomarla con fuerza, Luna logro abrazarlo.
-No vas a llorar, ¿verdad?
-Ya no – sorbió su nariz.
Neal acaricio su espalda.
-Eres la hija que jamás desee tener. Ahora, vete, toma mi auto.
-Yo no sé manejar – susurro Luna avergonzada. –Tristan iba a enseñarme, pero…
-Muy bien, muy bien. Si dices las palabras mágicas, yo puedo llevarte.
-¿En serio me llevarías a mi casa y me traerías de vuelta? ¡Oh, Neal!
-Vamos, antes de que me arrepienta.



-¿Ustedes también piensan que esos dos ya mancillaron la habitación del hospital? – pregunto Noah en voz alta.
-¡Noah, por Dios, cállate! – chillo su hermana. El novio de Ada, Patrick, meneo la cabeza y rio en silencio.
-Apuesto a que la que hace todo el trabajo es Luna, ya saben… – secundo Julien, que de inmediato recibió un codazo por parte de Renata.
-Julien, por Dios, tu hermano está convaleciente, no creo que Luna – Julien levanto una ceja. –Muy bien, yo no creo que hoy exactamente… - agrego Renata en un susurro.
-Pero sabes que esos dos lo harían, ¿ah? Tú también lo piensas.
-No por eso lo estoy gritando – levanto la barbilla.
El doctor había informado hace treinta minutos que Tristan había despertado. Todos sus órganos y signos vitales estaban en orden y funcionando como era debido. Tendría que pasar al menos dos días bajo observación y después podría ir a casa, bajo el más extremo cuidado. No podría ir a trabajar en el menos un mes, mientras su herida interna cicatrizaba. No podía tampoco, hacer mucho esfuerzo, como hacer ejercicio, cargar cosas pesadas, entre eso, tocarse las puntas de los pies.
Dorothea pese a todo, había comenzado a hacer planes sobre quien lo cuidaría, aunque más que planes ella iba a hacerse responsable de todo.
-Madre – interrumpió Julien. –Creo que Luna podrá con esa tarea, después de todo, tu hijo ya es un niño grande y vive solo.
Las miradas recayeron en Julien que se limito a mirar a su madre.
-Tienes razón – Dorothea asintió.
-Seria la primera vez – no lo murmuro, Dorothea se encrespo en una ligera furia.
-Julien, hablemos afuera.
-Como gustes – beso a Renata en los labios y siguió a su madre al pasillo más cercano, lejos de la sala de espera.
-Yo jamás quise hacerte daño.
- Y sin embargo lo hiciste. Hace un momento tenía tantas ganas de reclamarte todo el daño que me hiciste, pero no tendría de ti salvo tus gritos. Cosas como “Tu hermano está tirado en una cama”, “Madura, Julien”, “Se un hombre…”. ¿Sabes, madre? soy un hombre, y por increíble que parezca, creo que fue gracias a ti. La mujer que está allí adentro, es la cosa más maravillosa a la que alguna vez me hubieras orillado. Es decir… Si tú no me hubieras tratado como una basura, no estaría con ella. Solo tengo que decirte, gracias.
-Julien – Dorothea suspiro, realmente sorprendida. –Tengo que decir que esperaba gritos de tu parte, reclamos, groserías, maldiciones. Esto… Julien, me dejas…
-Nunca fue mi prioridad sorprenderte ni mucho menos. Quería que me quisieras. Que algo que yo hiciera te importara. Ahora se que la única persona que me importa es Renata. No necesito tu bendición para continuar con mi vida. Ojala tu continuaras con la tuya después de lo de… James.
Entonces hizo lo más sorprendente del mundo; la abrazo. Dorothea perpleja, tardo en devolverle el abrazo. Para cuando lo hizo, se sintió completa, como si le hubieran devuelto una pieza de un rompecabezas el cual nunca pudo terminar.
-Pese a todo, Dorothea, te quiero – dijo Julien cuando termino el abrazo. Pasó una mano por su mejilla y sonrió. –A tu hijo le irá bien, Luna está con él.
-Y a ti también, cariño. Estas con Renata.
-Nada puede ir mejor – beso a su madre y volvió al lado de Renata.
La chica lo recibió con una enorme y resplandeciente sonrisa.

febrero 13, 2013

Delirios Placenteros Capítulo 4: Tormenta.

Si, merezco muchas cosas. Pero aveces la inspiración juega horrible con mi psique y las tareas amenazan mis letras...
Oficialmente es Día del amor y la amistad ¿Pero saben? Se ama los 365 o 366 días (Si es bisiesto) no hay momento que o amemos algo.
Basta de lo convencional y lo comercial.
Y a los amigos no les dice solo un día que los quieres, simplemente los haces sentir acogidos en tu vida siempre.
Esta historia es tuya Beu, mi mejor amiga se que si te decía algo no era sorpresa XD no podía darme el lujo de delatarme como con el disco.
¿Que me falta decirte que no sepas?
¡Te amo! Eres mi mejor amiga por siempre, mi media naranja, mi Nini, mi Luna, mi Sensei. Hace años que siento que te conozco y hay cada recuerdo y linea que a tu lado me son unicasy eternas.
Feliz día amor aun me falta llenarte de chunchas obvio ¡Eh!
NA: No me odies... no mucho que publico el Sábado lo mejor <3 p="">





Capitulo 4: Tormenta

Su mirada me atrapo, sus manos se quedaron tensas y quietas a los lados de su cuerpo mientras su aliento se deslizaba en mi rostro.

Tuve que encontrar mi control antes de siquiera intentar moverme, pero el solo aroma de su cuerpo me hacia querer delinear con mi nariz cada pulgada de piel e inhalar su aroma hasta quedar extasiado de ella. Esta mujer me hacía perder el hilo de cada acción, sobre todo cuando su mirada se torno curiosa y a la expectativa, como si incitara o retara a continuar pero a la vez algo la pudiera frenar.

-Yo…  quiero gritarlo…-Susurro bajo, antes de deslizarse por el sofá hasta recostarse por completo, aquella acción fue la gloria pura. En ese momento quise desgarrar su ropa, quise tomarla como un poseso, pero no era un simple polvo. Lo supe de inmediato cuando una sonrisa suave apareció en su rostro.

No quería que acabara, no solo quería hundirme en su cuerpo cono sino hubiera mañana; También quería escuchar su risa y mi nombre en su boca cuando la sintiera correrse y pedir una clemencia que no era ni de cerca negociable.

Lleve una de mis manos para acariciar sus mejillas y bajar por sus labios, mi otra mano separo sus piernas que temblaron cuando mis dedos trazaron un camino sobre la tela de los vaqueros hasta sus muslos. Beu cerró sus ojos y ocupe ese instante para colocarme entre ella tomando la invitación de sus piernas, eleve una de ellas a la altura de mi cadera antes de bajar mis labios hasta los de suyos que emitieron un suspiro que quedo inconcluso cuando choque busque un beso cauto que al instante me supo a gloria.

Al inicio intente moderarme, encontrar el tacto exacto para sus labios, pero el cuidado se fue al diablo cuando sus manos viajaron a mi nuca para acercarme. Su sabor me invadió haciendo de mi  un adicto inmediato; Había localizado mi nuevo sabor predilecto, mi nuevo descubrimiento me llevo a desear mas, tanto que de inmediato me senté en el sofá con ella a horcadas mío. Mis manos se instalaron en su cintura acercándola a mí, su pecho choco contra mi torso dándome el dulce tacto de sus pezones erectos. Sonreí  cuando mis palmas ahuecaron sus nalgas.

-Por si no lo sabías me han vuelto loco desde que te vi…-Gruñí cuando en respuesta mordió mi labio inferior.

Mi boca trazo un camino hasta su cuello donde localice el punto que hizo que su garganta gimiera sacudiendo así todo mi mundo. Mi erección dio una punzada necesitada que ella no paso desapercibida ya que comenzó a frotar su cadera contra mí de una forma lenta incluso en que en el vaivén parecía haber un tinte diabólico porque ella comprendía que los gruñidos en mi pecho eran causados por ella.

Sus manos viajaron a las orillas de su playera, en sé momento la detuve.

-Yo quiero hacerlo…-Hable de forma ronca presa de la necesidad de tenerla desnuda para mí.

Me deshice de la tela para mirar un sostén negro que resguardaba con recelo sus pechos, mi lengua tuvo voluntad propia por que comencé por saborear su piel, a sentir su carne tibia en la punta de mi lengua, a hundir mi nariz en el valle de sus pechos hasta que una de mis manos les libero desabrochando el broche que se situaba al frente.

Tome aire cuando quedo totalmente expuesto su torso, ella quiso cubrirse pero atrape sus manos antes de tomar uno de sus pezones entre mis dientes, su sabor y textura se impregnaron en mis labios hasta que mi boca comenzó a demandar mas de ella, mi lengua se perdía en enroscarse en su punta.

 Solté sus muñecas cuando quedaron flojas y supuse no opondría resistencia alguna, aunque para mi suerte ahora sus dedos se dirigían a mi playera para quitarla.

Me regodee cuando una sonrisa satisfecha apareció en sus labios al mirarme. Fue el único momento que me permití separarme de aquel par de manjares que apuntaban hacia mí.

Volví a recostarla para sacarle los estorbosos pantalones necesitaba con urgencia sentirla, una vez la mezclilla abandono mi campo de visión y sus piernas quedaron a mi vista deleitándome con su piel morena invitando a comprobar que fueran tan suaves como aparentaban. Que eran fuertes al colocarse en mi cadera mientras la tomara de pie.

Sus bragas negras coordinas con el sostén que había desaparecido en algún punto de la estancia, daban el toque inocente y decadente por el que ahora mi deseo llameaba por reclamarla mía entre sus muslos. Salive solo por pensar el probarla, ahí tumbada era la criatura más hermosa que hubiese visto jamás, simplemente no pude pensar en otra cosa que no fuera ella. En ese par de ojos, en sus labios entreabiertos y su pecho subiendo y bajando. La viveza de sus ojos me hacían pensar que me perdía de algo importante, de algo que había vivido hace tanto.

Sus pies desnudos mostraban sus uñas en color borgoña, sus tobillos se sentían suaves cuando comencé a besarlos, sus piernas eran deliciosas y permisivas cada vez que las acariciaba, sus muslos vibraban contra mis labios cuando ascendía hasta toparme con el puente de sus bragas que se encontraba húmedo para mí. Necesite únicamente mis dos dedos índices para tirar la tela abajo y mostrarme lo que celosamente resguardaban de mi vista hambrienta.

Su centro brillante y rosado estaba ante mí con la orden silenciosa de devorarlo, mi nariz experimento la locura cuando su esencia se fijo en mi mente. Mi lengua se encamino a saborear sus pliegues que palpitaban contra cada papila, sus piernas temblaron cuando las eleve a mis hombros y guie mis dedos para acariciarle hasta que algo hizo que me frenara de golpe.

-¿Eres virgen?- Mi pulso desacelero cuando sus mejillas se tornaron mas rojas y sus manos cubrieron sus ojos asintiendo lentamente.

La duda en mi interior cernía sobre el deseo que era una fiera queriendo seguir y reclamarla mía en tantos aspectos, incluso podía divisarla feliz de ello. Por otra parte se encontraba la razón teniendo un argumento convincente. ¿Quién era yo para reclamarla mía?

Mi pecho dio un respingo de dolor ante ese hecho, Beu era joven, sus ojos tenían el brillo de juventud y rebeldía pero sus sonrisas seguían conteniendo el fulgor de ternura e inocencia que había pasado desapercibida hasta ahora.

Quise separarme de ella pero me era imposible, sobre todo cuando su expresión se volvió triste e insegura.
Su rostro cedió tres tonos dejando un color parecido al de la cocoa ceniza.

Tomo uno de los cojines y se lo acerco para cubrirse.

La había jodido estúpidamente.

Sus rodillas comenzaron a encontrarse y a indicarme que ya no era bienvenido, que bien podía irme a la mierda o lo que me quedara más cerca.

¿Podría hundirme en la tierra?

Bueno, yo nunca había tenido tanta suerte.

Mi miembro dio un respingo en la prisión de los vaqueros, mismos que seguirían en su sitio al menos hasta que fuera a dormir.

Eso era otro tema; Dudaba si quiera concebir el sueño ahora que ella estaba en cada uno de mis sentidos, en cada uno de mis pensamientos.

En tres segundos ella se hubo levantado con un par de cojines para cubrirse, su rostro estaba carmesí, pero ya no más por el placer de hace unos instantes. Ahora era un constante recordatorio de cómo yo de alguna forma la había herido.

Me quede ahí en la orilla del sofá hasta que el ruido de su puerta y el seguro resonaron.
Era un imbécil, el idiota más grande del mundo y quizás merecía cada cosa que ella estuviese pensando justo ahora.

-Speirr…- Ceara apareció con una sonrisa de disculpa antes de estirar su mano como una forma de apoyo. Una mano que no volvería a estrechar.

-¿Qué pasa? –Zanjee con eso cualquier tema, no quería ser centro de atención ni mucho menos contarle mis problemas de cama a mi hermana muerta.

Si de por si sonaba horrible en mi mente, no me quería si quiera preguntar cómo era decirlo abiertamente.

-Averigüé algo…-  Su tono era inquietante lo que me hizo por fin ponerle más atención.

-¿De qué? –Respondí de vuelta.

-Bueno de la chica que está molesta contigo…- Señalo en dirección al pasillo –Beu… -Susurro.

-De hecho creo que me gane su odio eterno por esta vida y todas sus reencarnaciones…- Me encamine al refrigerador para tomar una cerveza oscura y darle un trago que me hizo bajar medio contenido de la misma.

-Tú ya la conocías Speirr…- Se acerco con ese andar casi flotante. – Tú la amaste… incluso antes que a tu propia N…-Trago el nombre y carraspeo –Tu ex esposa –Corrigió.

Estuve tentado a escupir la cerveza a gritar, reírme y vociferar pero era mi hermana, su ceño fruncido y serio me hizo únicamente masajear el puente de mi nariz.

-¿Qué es lo que dices? ¿Estás si quiera segura de lo que intentas…? –Mi pregunta quedo en el aire cuando una silueta conocida para mí se situó en el sofá de mi estancia.

Morrigan se alisaba el cabello mientras pasaba una sonrisa para tentar el ambiente.



-¡Hola Speirr!- Saludo lentamente.

-Pensé que no te volvería a ver…- Me senté en el sofá frente a ella.

-Aun me siento un poco responsable por lo que paso con Sunshine, es decir al final siempre vi por ella y la apoye aun cuando su elección te lastimara a ti- Dio un suspiro largo –Ella es feliz incluso ya encarga un par de bisnietos hermosos para mi…- Mordió su labio en arrepentimiento cuando yo la mire con furia.

Trague la zozobra y desazón en mi garganta.

Bueno, no podía simplemente correrla de mi casa, al final no puedes hacer mucho en contra de un dios, sumado a que en mi caso era algo cercano al ex algo incómodo.

-Gracias pero no pedí un resumen de su vida… si estamos preferiría no hablar de ella mas –Comente intentándome relajar. Cosa muy poco probable ahora.

-Perdón. Pero he venido por otra cosa, bueno por alguien a quien tienes aquí…- Elevo sus cejas y sonrió en complicidad.

-¿Disculpa? –Espete a la defensiva.

-Tu amiga que se hospeda contigo… a la hechicera… -Sonrió con malicia.

-Sigo sin entender que quieres Morrigan, ella está a mi cuidado. Y ya que estamos dudo que sea mi amiga si quiera –Rodé los ojos, pero por dentro sentí ese latigazo de culpa que atizo como madera en el fuego.

-Vine a hablarte de ella… de ustedes –Comenzó.

-¿Nunca te preguntaste porque nunca sentiste un clic mucho mas especial con tu antigua esposa? ¿Incluso la sumisión a la que tú estabas acostumbrado, no te pareció extraña? –Inquirió haciéndome dudar en cada palabra.

-Yo la amaba –Refute-
Ella negó lentamente, esta noche necesitaba paciencia infinita al parecer.

-Creías que la amabas por qué no tenias opción, pensaste que el mundo estaba en tu contra y quizás era así pero antes de ella tu tenias a Beu, la conociste primero, la amaste a ella primero –Señalo con calma – Tienes recuerdos que te hice creer, tenía que protegerla para ti, debía hacerlo porque ambos tenían un amor más grande que los mismos Tristán e Isolda. Ese tipo de amor que está predestinado solo para ti, para que suceda. –Tomo aire en tanto yo dejaba fluir el conocimiento de sus palabras, de una forma ilógica me aturdían.

-Tú, trajiste a Sunshine de vuelta. Dijiste que era para mí –Solté con ira.

-La traje de vuelta porque su suerte se me hizo injusta, ella no debió morir de esa forma. Además ambos estaban tan fascinados el uno con el otro que no sentí necesario contarles esto. Menos cuando Acheron consiguió tu alma y te libero de Artemisa. ¿Sabes que hubiese dicho ella? Créeme, esa mujer me exaspera más de lo que debiera su seguridad.

Ceara se situó a mi lado, su constante mirada iba y venía entre Morrigan y yo.

-Esto es una mierda… ¡Yo no soy un premio de consolación y no la quiero a ella como tal!- Aclare mi garganta y me levante del sofá.

-Solo vengo a decirte la verdad Speirr, aquí la tienes de nuevo yo solo vengo a regalarte tus recuerdos, esos que oculte de ti y de Camulos para seguridad de ambos. –Un destello apareció en mi mente, algo parecido al vértigo me invadió cuando me vi en un prado seguir a una joven con una capa amarilla.

Su risa fue un canto conocido. Ella aparto el gorro de la capa de su rostro cuando llegamos a un campo de girasoles, sus ojos eran los mismos, su piel, su rostro, su cuerpo que ondeaba  bajo el vestido de trabajo que transparentaba cada una de sus curvas producto del rio en el que habíamos estado hace minutos.

Se tumbo junto a un par de enormes flores que saludaban al sol haciendo de ello mi acto de rendición.
Ella era mi hogar, mi escape, mi bendición y yo la amaba, de verdad estaba prendido de su fuerza, de su rebeldía y de la forma en la que sus ojos me miraban a cada instante.

Era ella, no había duda que era ella y que yo justo ahora la necesitaba.

Mil recuerdos absorbieron mi tiempo y espacio esparciéndose sobre cada rescoldo libre en mi cabeza. Tuve que aferrar mis manos a mi sien ante el punzante dolor.

-¿Mañana también me amaras, Speirr? –Ella susurraba acariciando mi rostro con los pulgares mientras su cuerpo se amoldaba al mío después de haberla tomado en el molino abandonado en el que ambos nos veíamos por las noches cada tres días.

-No…-Suspire y ella mordió su labio –Te amare por el resto de mi vida, por el resto de esta noche, por las siguientes albas, por mil años y aun así el tiempo me será insuficiente… te amare aun cuando tu no quieras, aun cuando no deba y aun cuando yo muera…-Jure y ella coloco su índice para silenciarme.

-Mi celta…-Su sonrisa se ensancho cuando dio un suspiro satisfecho –Sabes…-Bajo su mirada dejando aparecer en sus mejillas un cumulo de motas canela –Me encanta estar contigo y al otro día sentirme adolorida y feliz por ti –Yo reí mientas ella negó y mordisqueo mi cuello.

Cada fragmento perdido encajo, cada pieza quedo clara.

-Luego tú la olvidaste, un día no apareciste y rompiste su corazón… no hubo más. Yo ayude a su fuga, una fuga que ella acepto gustosa. Aprendió la alquimia y después todo fluyo en su propio eje.
Ella era hechicera por derecho, al salvarla bueno después no pude seguirle más la pista. – Se explico en un tono tranquilo.

Mi corazón daba latidos exasperados y mi mente amenazaba con abandonarme. Si algo de esto era cierto yo estaba jodidamente maravillado.

-Eso significa que…- Deje la interrogante en el aire.

-Que te encontró o la encontraste. Aunque en realidad ¿Eso importa? –Cuestiono de manera plausible y emocionada.

-¡Es mía!- Sonreí abiertamente mientras la diosa asentía


-Hombres… Sienten que pueden usar el tono posesivo –Chasqueo la lengua –Pero si te hace sentir bien, adelante –junto sus manos y apareció un par de colgantes en la mesa de café que ahora yo reconocí de inmediato.


Aquellos los había hecho ella como forma de compromiso, uno tenía una piedra lunar y el otro una solar. Ella solía reír cuando me explicaba la forma en que había conseguido aquellas piedras.

Los tome en mis manos rápidamente.

-Ten mucho cuidado de la forma que se lo dirás. Hay recuerdos diferentes y para ella no es fácil. Recuerda que tú la abandonaste- Advirtió Morrigan con los ojos entrecerrados.- Quiero obsequiarle a ella la inmortalidad ¿Imagina el potencial de sus poderes sumados a mi pequeño obsequio? –Sus ojos chispearon un segundo.

Tenía un millón de preguntas, otro tanto de emociones y un puñado de dudas una vez se despidió Morrigan y me dejo aturdido pasada las 2 de la mañana.

Ceara se hubo marchado dándome espacio, cosa que agradecí infinitamente.

El seguro de la puerta se abrió y segundos después Beu apareció con una maraña azabache en su cabeza, con una camisa larga que limitaba apenas la visión de su cadera. Sus pies descalzos y silenciosos deambularon hasta la cocina donde abrió una repisa y se sirvió agua.

Aquella imagen era perfecta excepto por el hecho de que sus ojos estaban rojos y ligeramente hinchado debido a mi.

Sin darle posibilidad de huir y teniendo a mi favor que no se diera cuenta de mi presencia destelle frente a ella.

El vaso en sus manos cayó al piso haciéndose añicos.

La tome en mis brazos de inmediato pese a sus quejas.

-No quiero que te hagas daño…-Respondí a su maldición a mi persona.

-De eso te encargaste tú –Mascullo.

Pude dejarla en el umbral de la puerta y marcharme pero no pude. Su cuerpo se sentía tan bien sobre mis brazos.

La deposité en la cama donde ella busco el resguardo de las sabanas.

-Ahora vete –Soltó sin mirarme.

Me quede a su lado, sentándome al filo de la cama.

-No –Conteste.

-Bueno, me iré yo…-Anuncio removiéndose para levantarse.

-Ni en tus sueños, gatita…- Susurre sin darme cuenta que la había llamado de la forma en que lo hacía antes cuando ella hacía alusión a su forma de devorarme y de acecharme como un estudiado felino, incluso la forma en la que amaba pasar sus uñas por mi espalda.

La sonrisa de Beu se volvió una línea tensa.


-¿Qué dijiste? –Se giro a mí completamente.
No le di tiempo a más y la acerque para besarla y pasar mis manos bajo de la tela de algodón holgada que resguardaba sus deliciosas curvas.

Sus manos en puños protestaban y sus dientes incluso atraparon a mis labios mordisqueándolos hasta que cedió y me devolvió un beso que cedió a mi control, que me traspaso en cuerpo y alma.

Mis dedos se dieron cuenta que ella se había colocado un nuevo juego de bragas.

Levante lo suficiente la playera para mirar la forma en la que aquella prenda se delineaba, tome aire antes de pasar mi mano para dibujar los bordes hasta llegar al elástico en la cadera y romperlo de un tirón.

-¡Hey!- Su queja fue divertida.
-Viene lo mejor...-Prometí antes de morder su lóbulo izquierdo.


Las chicas del Té de Lemmon

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